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Cómo me convirtieron en una depravada (3/11)

en Grandes Series

Después de cenar con Érica, ésta subió a su habitación para preparar sus exámenes, así que decidí tomarme una copa para digerir todo lo ocurrido. Me preparé un gin‒tonic bien cargado, y mi dirigí al balcón de casa, para relajarme en la oscuridad.

Estaba asimilando todo lo ocurrido esa tarde, cuando pude oír unas risas que venían del jardín comunitario, sobre el que tenía una buena vista.

Aparecieron nuestros vecinos, Kate y Sean, ambos con una copa de champán en la mano, acariciándose y besándose mientras de dirigían a la piscina para darse un baño nocturno. El jardín y la piscina disponían de una buena iluminación nocturna, así que no fue difícil para mí ver todo lo que sucedía.

Kate lucía un kimono de seda de colores, que dejó caer sobre el césped. Debajo apareció un bañador tan sexy que me pareció más propio de una película erótica: era de tipo slingshot: un par de tirantes que, bajando del cuello, pasaban por encima de sus tetas, tapando a duras penas sus pezones, y se juntaban a la altura de su vagina, marcando sus labios. Por la parte trasera, ambos tirantes se juntaban a la altura de su bonito trasero y se metían entre sus glúteos. Realmente, Kate lucía extremadamente sexual con ese bañador, y no era de extrañar el bulto que se marcaba en el bañador de Sean.

Después de estar un buen rato besándose, Kate y Sean se tiraron a la piscina, e hicieron unos largos antes de volver a abrazarse y besarse en la zona de la piscina que menos cubría. El jardín era comunitario, compartido con pocas casas, por lo que me parecía escandaloso que Kate se paseara con ese bañador tan provocativo, y esperaba que el espectáculo que los vecinos estaban ofreciendo acabara ahí.

Sin embargo, desde mi atalaya privilegiada, pude ver como Sean iba más allá, levantando a Kate para besar sus tetas sobre la tela del casi simbólico bañador, y entonces me di cuenta de cómo la tela mojada se volvió casi transparente, dejando a la vista los pezones durísimos de Kate, que abrió sus piernas para rodear la cintura de Sean y se agarró a su cuello, echando la cabeza hacia atrás.

Sean estaba devorando los pezones de Kate por encima de la tela, cuando ésta giró la cabeza en mi dirección. Me asusté al darme cuenta de que, a pesar de la oscuridad en mi balcón, Kate me dirigió la mirada y una sugerente sonrisa, antes de volver a prestar atención a Sean, que ya había apartado a un lado el trozo de tela de sus pezones, para poder saborearlos como se merecían.

En un momento dado, Kate se bajó de Sean y lo empujó hacia la escalinata de la piscina, para que este se sentara en los escalones. Mi vecina se sentó a horcajadas sobre su marido, y empezó a mover sus caderas sobre él. Empecé a imaginarme la polla de Sean frotando la entrepierna de Kate a través de esa fina y transparente tela, y no pude evitar de desabotonar la camisa que me había puesto para andar por casa y llevar la mano a mi conejito, que ya hacía rato que estaba anegado con los flujos de mi excitación.

Kate se levantó del regazo de Sean, y se sentó en el bordillo de la piscina con las piernas abiertas, mientras con la mano retiraba la tela que cubría su rajita de diosa del sexo, para que Sean se la pudiera comer.

Sean hundió su cabeza entre sus piernas, mientras ella dejaba de sostener la tira de bañador para apoyar la mano sobre la cabeza de su amante y dirigir la soberbia comida de coño que parecía que le estaba regalando. Del placer que Sean le estaba provocando, Kate no pudo sostenerse, y se dejó caer de espaldas sobre el suelo del jardín, pellizcándose los pezones mientras Sean continuaba dándole placer.

En ese momento, Kate volvió a dirigir la mirada a mi balcón, mientras se humedecía los labios. Yo ya me estaba metiendo los dedos, gozando de las vistas de la diosa de mi vecina y recordando la polla de ébano que esa tarde había estado visitando mi culito, cuando aparté la tela que cubría mis tetas y cogí un hielo del gin‒tonic para pasármelo por los pezones.

Mientras tanto, Sean ya le estaba metiendo un dedo a Kate por su puerta trasera, que jadeaba sonoramente mientras su conejo era devorado como si fuera manjar de dioses. Kate de giró boca abajo, apoyando su vientre y los codos sobre el bordillo de la piscina, y Sean empezó a lamerle el culito durante un rato, antes de incorporarse y apoyar la punta de su pene sobre la entrada de su coño, para ensartarla lentamente.

Primero empezó a bombear con movimientos largos y lentos, mientras Kate ahogaba sus gemidos mordiéndose el brazo, y luego fue acelerando, hasta que Kate se incorporó, obligando a Sean a sentarse en las escaleras de la piscina, con su larga polla enhiesta y brillante por los jugos vaginales, señalando la luna que también asistía como espectadora de la sesión de sexo desenfrenado.

Kate se sentó en cuclillas, de cara a mi balcón, y pude ver cómo, con una cara viciosa, dejaba deslizar el largo y lubricado pene de Sean por su entrada trasera, gimiendo como una perra hasta que los huevos de Sean chocaron con su coño, antes de empezar a bombear a un ritmo frenético, que no entendía como su culo podía soportar, mientras sus dedos jugueteaban con su clítoris.

Mientras mi vecina encadenaba orgasmos anales, mis dedos no dejaban de acariciar mi botoncito y explorar mi vagina. No pude resistir la tentación de sentir lo mismo que la diosa pelirroja que me estaba mirando, así que cogí el hielo con el que había dejado mis pezones duros como el diamante, y apunté con él al agujero de mi trasero, todavía dilatado tras la sesión de sexo con Clarice. Cuando el hielo entró en mi culito, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y no pude reprimir un jadeo bronco.

Después de un buen rato montando a su marido, Kate se salió de su polla e hizo que se sentara otra vez sobre el borde de la piscina. Agarró su polla bien larga y la aprisionó con sus maravillosas tetas.

La visión de Kate haciéndole una cubana a Sean mientras le lamía el capullo enrojecido, combinada con la sensación del cubito de hielo derritiéndose dentro de mi culito, hicieron que me precipitara en otra cadena interminable de orgasmos, mientras veía como Sean se corría en la boca de Kate, que no podía absorber la ingente cantidad de leche que le hacía tragar, derramándola sobre sus tetas.

Cuando acabaron, Kate salió desnuda de la piscina, contoneándose con el trozo de tela en la mano, para secarse con una toalla, y me lanzó un discreto beso mientras Sean recuperaba el sentido.

Con sigilo me recoloqué la camisola y volví a entrar en casa, pero me asusté al encontrarme con Érica, que salía de la cocina.

– ¡Vaya susto me has dado!

– Perdona Hannah, había bajado a beber un poco de agua fresca, por el calor. Pero ya me vuelvo a la habitación. Veo que tú también tenías calor ‒ dijo, señalando con la mirada la copa vacía.

– Sí, yo también tenía calor, aunque he optado por algo un poco más fuerte ‒ le dije, riendo ‒ creo que yo también subo a descansar.

Así que subí con ella al piso de arriba, fijándome en cómo se le marcaban los pezones bajo la fina tela de la camiseta de tirantes que llevaba, y preguntándome si habría visto algo de lo ocurrido en nuestra terraza.