Esa necesidad de compartir soledades los llevó a reunirse en la casa de uno a ver videos y, desde allí al sexo pasaron dos escenas; del sexo a las manos pasaron dos cuadritos; y, al cabo de otros dos cuadritos, acabaron por compenetrarse en un pacto tácito de silencio complaciente que ninguno de los dos quería romper.
En un día cualquiera de trabajo un hombre y una mujer se descubren en el transporte público: ella descubre a Alberto y él a Marisa.
Un flaco, mucho más joven que el anterior, se acercó a invitarme a bailar. Antes de contestar vi los ojos de fuego de Mirian, así que, delicadamente asentí.
Apasionados, Carlos y Amanda se descubren a así mismos, gozando y mutándose.
La noche había concluido y la normalidad se imponía; no podía escapar del trabajo, la rutina, las máscaras, los roles, las sinrazones. Confieso que desactivar mi volcán interior fue lo más pesado. Con todo, encaré el día.
A Carlos le gustaba sentirse necesitado y a su esposa, Amanda, le encantaba hacerlo sentir imprescindible. En la cama eran uno para el otro. A él le gustaba hacerse de rogar y a ella, rogarle. Antes de casados se habían gozado como Dios manda. Y después, como Dios y el Diablo ordenan.
Todo lo corto e intenso cabe en esta crónica.
Cuando volví en mí comprendí la magia de dormir con la verga acariándome el útero, calentándome desde adentro, una llama más ardiente que mi abrasadora vulva. Amor, pensé o mascullé. J
Que hermoso es sentir que me acompañas en estos momentos en que me duele el frente y cosquillea el ano desde adentro.
Hundió su cabeza en la más profunda intimidad: lamió, besó, acarició y mordió cada glúteo logrando que ardiera aún más; rozó con la punta de la lengua el anillo y, cuando se sintió seguro, lo penetró con su lengua cual ariete logrando que se deshiciera.
La cálida virilidad afirmada en sus nalgas, con tanta intensidad y persistencia, fue recibida como un agradable y contagioso deseo que le subía desde atrás.
Las manos grandes de ese hombre, hombrón entero, enormes como él, me presionan la cabeza, guían mis movimientos y no le interesa mi asfixia ni las arcadas a su mete y saca y a mí me encanta que prescinda de mí y me dé con toda su rabia o su amor, no sé; que me haga sentir válido al menos una vez en la vida, ser.
Tu pecho abandonado en mi espalda y tu hombría tocándome aún el alma: amigos, lo que se dice amigos.
En su afán de escape de su prisión caliente la verga se desbordó subyugada desliéndose a los pies del ano.
Inútilmente puta movía mis nalgas resfregándome en su fronda. Al compás de su taladro jamás sabré si el me perforaba o yo me penetraba hundiéndome hasta el fondo esa esperanza cuantificada a lo largo y a lo ancho, centimetrada en fuego y fogonera de pasión.
Las nalgas del compinche detuvieron la profundidad de la estocada enclavándose los pendejos del amigo que se imprimieron en su piel como sello del blasón sodomizante.
Apasionado amante asentó su ardiente estaca en la puerta de mi ano y empujó -como solo él sabe hacerlo-. Mi puerta se abrió de par en par para recibirlo en toda su potencia. De un solo envión la mitad de la saeta se había incrustado en mi amoldada cueva, y allí venía, de nuevo, el empuje sostenido y su aparato se introducía entre mis carnes haciéndome sentir el valor de ser hembra de un solo totem.
A la vera de la piscina reconocí cada poro de su pecho, conté los vellos de sus piernas y grabé para siempre el olor de su cuerpo en mis sentidos.
Las fosas nasales de la hembra se dilataron y, en leve batirse, aspiró el aroma masculino saboreando el placer del oloroso vaho.
El ronroneo del motor fue la música que acunó la parea mientras el movimiento acompasado facilitaba el roce ardiente de ambos sexos.
El calor de la mirada ajena en las posaderas propias enciende la sangre e intuyo la tea de su cuerpo.
Su bañador se traslucía dejando adivinar las porfiadas formas de su sexo.
La falda azul se extendía envolviendo los carnosos perniles que se diluían en las amplias grupas aposentadas en la silla, transmitiendo la sensación de la magnanimidad natural de su cuerpo del que creía percibir aromáticos efluvios.