El piercing que Flor tiene en el ombligo tembló bajo mis dedos y los enormes ojos del color de la miel se abrieron interrogantes una vez más cuando su ruborizada dueña comprimió el estómago para que mi mano pudiera deslizarse dentro de sus pantalones.
Roberto no es persona de ocultar lo que siente y su mirada lo traiciona con demasiada frecuencia, pero el resentimiento de la rubiecita hacia su novio y esa pizca de curiosidad que generalmente le cuesta la vida al gato y le complica bastante la vida a las mujeres pudo más que el temor y la desconfianza, y cuando el peso de la desilusión comenzaba a inclinar sus hombros, Gabriela se puso de pie y aceptó su mano morena.
-¡Duele! se quejó cuando se me ocurrió apretárselo. El tono de su voz, bajo y profundo, se dirigió raudo a mi libido y en respuesta volví a cerrar mis dedos sobre el tierno retoño de la adorable tetita de la tierna adolescente que por su porte no podía superar los tiernos dieciocho años.
Hola Alonso, me ha resultado muy clara tu idea de permitir y/o permitirnos digresiones en el lenguaje, ya que como dice un viejo dicho para gusto se han hecho colores. Lo de escribir bien o mal no es condicionante para obtener un resultado, porque siempre alzanzas alguno, lo que de verdad lamento es que relatos que podrían ser extremadamente calientes terminen siendo para mí- una sucesión ininterrumpidas de gritos, gemidos y los infaltables soy tu puta o follame cabrón o lo que sea que se le ocurra al autor y que termina resultando, para mi gusto, altisonante.
Aunque sorprendido no me sentí molesto, pues pensé que reaccionabas así frente a cualquier desconocido, alguien a quien creí que veías por primera vez y tu reacción me pareció tan lógica como que yo me hubiera enamorado de ti apenas verte, porque todavía no podía recordarte de esa otra vida que seguramente habíamos compartido. ¿Puedes recordarla tú Carolina?
«Menta, tiene aliento a menta pensó sorprendida de que su propia lengua respondiera a la de ese desconocido que seguramente se proponía penetrarla por todos los orificios de su cuerpo. ¡Si tiene la verga tan gruesa como la lengua me va a destrozar! concluyó rápidamente. A pesar de la excitación se mostró dispuesta a resistirse a cualquier precio e intentó golpearlo una vez más, pero antes de que siquiera pudiera moverse él la sujetó por los tobillos. -¿Quieres que te viole o prefieres que te haga el amor?, elige la conminó con una voz sonora y mucho más profunda que antes- porque si lo que quieres es que te cause daño no tienes más que pedírmelo y te complaceré, pero no es eso lo que yo quiero. Mariela dejó escapar un suspiro que marcó lo que podría considerarse su entrega física, aunque no la mental.
La tarde prometía aburrimiento seguro y abundante hasta que la menor de mis hermanas María Victoria -21- propuso que jugáramos a verdad-consecuencia.
Esta es una pregunta que me hago cada vez con mayor frecuencia al encontrarme con relatos en los que a su autor/a parece preocuparle más la concreción de una relación sexual que las diversas etapas que llevan a ella.
Un encuentro inesperado con un final sorprendente.
Un encuentro muy especial con un final inesperado pero muy posible.