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Zoofilia

en Zoofilia

En homenaje a una amiga a la que le gustan las pollas enormes,

no como la mía pequeñita y juguetona, para compensarla

he aquí este relato

Aquella mañana regresaba tranquilamente de dar mi acostumbrado paseo con el perro de la casa un precioso doberman de buena traza.

Al llegar al portal, sabiendo que a esa temprana hora no hay vecinos transitando por la escalera, amén de que somos realmente muy pocos los que vivimos en el edificio, solté al perro para que fuera subiendo las escaleras hasta el último piso, mientras yo lo hacía por el ascensor, tardaba este más de lo normal , por lo que opté por subir andando.

Estaba ya como hacia el piso noveno, cuando oí la voz de la portera hablándole al perro

.- Anda mi perrito, que haces aquí tan solito, mira que eres goloso.

Me llamó la atención tales comentarios y me acerqué lentamente al rellano, muy lentamente observé por la esquina como la portera de rodillas se dedicaba a fregar las escaleras, mientras el perro se metía bajo sus faldas, de hecho llegué a ver como su braga se enrollaba entre el nalgatorio cuando el perro sintió mi llegada. Quedé sorprendido por la situación pues mi inocencia hasta ese momento podía ser considerada como superlativa.

Dejé pasar un trocito de tiempo, y me hice ver por la portera, que alabó la bella estampa del perro y su preocupación porque no sacara más veces a pasear al perro, aunque lo comprendía dadas mis múltiples ocupaciones, trabajo en casa con Internet y la aglomeración de pedidos no me dejan mucho tiempo.

Acepté su ofrecimiento y le fui dejando al perro a algunas horas para que le diera el consabido paseo. La verdad es que la escena de las bragas de la portera seguían en mi mente pero no establecía aún mucha relación tan absorto como estaba en el trabajo, pero si notaba que el los paseos de alargaban más de lo que yo estimaba, y el perro cuando venía en vez de dar saltos de alegría por verme, se iba directamente a su camastro.

Durante algunos días lo observe y veía que esta allegar se iba al camastro y se dedicaba a lamerse su partes con más fruición de lo acostumbrado, le toque por la zona por si tuviera alguna herida y comprobé que la zona estaba húmeda y que olía con bastante intensidad, por otro lado el perro cada vez daba más muestras de inquietud cuando llegaba la hora de sacarlo .

Comprobé pues por la ventana que había un gran trecho de tiempo entre que la Portera la Sra. Rosina , una viuda fornida y entrada en años y carnes, entraba en el edificio y procedía a devolverme el perro, un día ante tal tardanza decidí bajar yo mismo a comprobar que era lo que pasaba . Al llegar a la parte baja del edificio el cubículo de la portera se hallaba vacío y abierto, señal de que no podía estar lejos, mire fuera del portal y no ví nada, cuando ya iba camino del ascensor oí un pequeño quejido del perro en la zona baja de las escaleras, baje pues a la zona de las calderas y allí encontré a mi perrito y a la portera, la escena era increíble y totalmente obscena.

Mi portera estaba arrodillada encima d e una mullidas alfombras, y tenía a Terry en doberman sobre la espalda literalmente cayéndose sobre su nuca , no era que la estuviera atacando, era que la estaba follando, así de literal, el jodido perro tenía incrustado su aparato en el culo de la doña y el gran cebollón que alguna vez había visto pugnaba por salir del agujero, a lo que resistía Doña Rosina rogándole al perro:

_- No te vayas ahora cabrón que me tienes inundada, clávamela un poquito más como tu ya sabes....

Mientras esto le decía echaba la mano atrás para que la polla del animal no le saliera de negro cubículo. _- Además si te vas a me tienes que hacer feliz por donde tu ya sabes perrito mío ...

EL perro de un tirón se dejó resbalar espalda abajo dejando ver como su vergajo se iba saliendo culo arriba, pero el gran bulto impedía tal cuestión, pues el perro seguía escupiendo leche que a la portera le iba corriendo por la pelona chocha, no lo dude un minuto más, era irracional y no sabía que podía pasar, pero la propia posición de la portera a cuatro patas con los codos hincados, dando saltitos para que la movimiento de perro por no caerse hacia un lado le hacía sentir mejor el badajo de Terry que se presentía descomunal por lo ayes de la portera.

Como les decía no lo dudé más, llevaba mucho tiempo sin probar chocha pues una enfermedad que padecía priapismo, me había hecho volcarme sobre el trabajo al ser rechazado por la amigas que tenía al ver tan descomunal polla.

Me deshice de toda la ropa y allé me fui , Doña Rosina estaba tan enfrascada en su gozo que dio todo un respingo cuando sintió que algo la atacaba por la chocha que con tanto badurno se abría como flor en primavera, Miró hacía tras echó mano al bandullo y viendo su longitud y groso me animó a seguir en la faena. El perro debió sufrir un poco más pues pronto sintió que su polla era aplastada por algo más voluminoso , y así fue como mi leche merengada de casi un años se fue chocha adentro, sintiendo tan honda cueva un vástagao que a través de una fina membrana se rozaba con el mío. Casi matamos del polvo a Doña Rosina a la cual dejamos allí boqueando tras más de media hora de bombeo.

No me dejé ver ni yo ni Terry por una temporada, hasta que un día sonó el timbre y allí estaba mi portera palpando mi bragueta a la vez que Terry daba saltos de alegría oliscando lo que aquella bruja necesitaba .

Asi me inicié en la zoofilia con mi portera, que nos utilizaba a los dos para remediar sus necesidades.

Abelardo de Leire