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Orgias en Africa

en Grandes Relatos

ORGIAS EN EL AFRICA TROPICAL
Un viaje al norte del edén

(Asalto 1º)

Mi familia tenía hace ya unos cuantos años una gran finca en el límite entre el Africa negra y árabe,; hemos sido de esas familias que se han dado en llamar "Pied Noir".

En esa frontera entre la esbelted de las tribus negras y la cultura de los pueblos beréber pasé mi infancia y parte de mi adolescencia, en aquella inmensa plantación de naranjos, café y frutas tropicales Una inmensa finca de no sé cuantas hectáreas que papá tardaba casi semanas en recorrer, aunque pienso que hacía algo más recorrer y visitar sus posesiones.

Cuando estaba entrando en esa edad de la adolescencia, donde una va descubriendo que los esbeltos cuerpos son algo más que máquinas de trabajo, que hay algo entre las entrepiernas que nos llaman la atención que nos hacen delirar en esos tórridos y que a una le apetece que venga un ejército de hombres a hacerla suya, mi padre resolvió que lo mejor para mí era enviarme a Francia a estudiar y desconectarme de todos aquellos mundos y submundos que estaba a punto de descubrir y por supuesto de entrar en ellos.

Pues ya llevaba unas semanas jugando a esos medio inocentes juegos con las niñas batusi y los excitadísimos niños árabes , aprovechábamos cualquier lugar para meternos mano de una manera inocente y para ir mostrándonos unos a los otros esos incipientes pelos del pubis o como los huevecillos de mis amigos iban tomando un tamaño más que considerable, en ese punto estaba cuando mi padre me envío a Francia.

En la Propiedad quedaron mi rubicunda y blanquecina madre, mi hermano mi fina tía y por supuesto mi padre, ya cada vez más perdido en sus faenas de gran propietario, y que ya cada vez se dejaba ver menos por la gran casa de la hacienda, yo creo que con gran regocijo del resto de la familia, pues podía así campar a su gusto por las inmensas construcciones que mi abuelo había mandado construir para unos y otros.

Mi vuelta de París, parece que no fue del gusto de mi padre, aunque se asombró de encontrar una mujer ya con 25 años, formada de cuerpo y mente; mi madre se alegró de reencontrar de nuevo a su hijita después de tantos años de separación, mi hermano con el cual había mantenido mucho contacto por carta y teléfono pronto me dio la bienvenida a la vez que se apretaba contra mí y me sobaba el culo, lo cierto es que no había perdido las buenas costumbres hogareñas...

Mis antiguos amigos, que en el fondo no eran nada más que los trabajadores de la Propiedad, pues el resto eran unos panolis hijos de los propietarios y terratenientes, que solo veía una vez cada tropecientos mil año; mis amigos de la infancia y de la adolescencia de juegos nocturnos se alegraron igualmente de verme, aunque estaban un poco cohibidos, ante una "damita parisina" que había adquirido unas buenas proporciones de altura y volumen nada desdeñables y que les ofrecía unos generosos escotes y achuchones...

En París, no perdí el tiempo hice una auténtica carrera no solo universitaria en antropología sino que me dediqué a investigar el mundo del erotismo en todas su vertientes, y en el cual terminé casi obteniendo una auténtica tesis doctoral, pues conocí a todo tipo de hombre y mujeres , negros, amarillos, de sangre azul, plebeyos, podría decirse que habían pasado bajo mis piernas unas cuantas pollas y chochitos de muy variada pelambre y dimensión.

Y con esas ansias llegaba a mi tierra, con ganas de saborear in situ, todos esos cuerpos impregnados de la más natural y primigenia inocencia y no como en País que quiérase o no, la ciudad lo había invadido todo; nada más llegar me dediqué a descansar de tan largo viaje, pues desde la costa mediterránea hasta la propiedad de mi padre, había que viajar durante días y en diversos medios de transporte sino se quería realizar el viaje en avión haciendo interminable transbordos, aproveché pues que había un viaje de un antiguo amigo por las fronteras de mi tierra cuestión vino en mi ayuda para conocer zonas nuevas al norte de mi país y como no a los distintos personajes que la pueblan y transitan , lo cual me podría venir muy bien para mis estudios de antropología.

Comencé el viaje desde donde me dejó el vapor que me trajo desde Marsella, en la caravana de Hamez Haz Reir, un árabe un tanto esmirriado y sibilino, que sabía tratar bien a sus mujeres a tenor del harén que arrastraba en su viajes caravaneros y de cómo desde la libertad que les confería, cosa extraña para un árabe, le servían y cuidaban de su persona y enseres.

Era una caravana muy curiosa , pues en ella había muy poco hombres, los justos para la defensa el resto de los conductores de camellos eran las reales hembras de Hamez y algunos eunucos y por supuesto en esta ocasión yo misma, como viajera, cosa infrecuente en dicha caravana.

Apenas habíamos andado dos jornadas, cuando ya lo sabía todo del tal Hamez, sus mujeres me lo alababan y me aconsejaban no perder la ocasión si me invitaba a su jaima, de probar la exquisitez de su polla, la verdad es que el tal Hamez de edad imprecisa más bien feo, un tanto rechoncho, no me apetecía nada como amante, pero todos los cuentos que me llegaron de él hicieron tal mella en mí , que apenas transcurridas las dos jornadas y recibida la invitación a pasar la noche en su jaima, me apresuré a ponerme como correspondía a tal alto honor.

Me vestí a la usanza egipcia de la danzas del vientre , con vaporosos vestidos que dejaban entrever mi marcados volúmenes nalgatorios y como no mis espléndidas tetas, creí que iba a sorprender a mi anfitrión y juro que la mayor sorprendida fui yo misma.

Al llegar a la Jaima, donde me condujo Azymira, una de sus mujeres, quedé estupefacta tres de aquellos eunucos dejaban ver sus espantosos aparatos totalmente depilado y sin sus colgantes atributos, Hamez sentado a la usanza dejaba entrever igualmente por entre sus recogidas piernas un larguísimo y fino pirulazo del cual me era difícil apartar la vista; de esta guisa con Azymira al lado empezó la cena a base de cuscus y dulces higos y dátiles y extraño brebaje que me hizo apetecer aún más saborear aquellos inmensos aparatos.

No sé como comenzó todo , pero cuando tuve algo de conciencia pude verme tendida sobre unos cojines a los pies de Hamez, lo justo para poder tocar con la punta de lengua su fino pirulo, mientras sus dos eunucos ponían en mis manos sus dos inmensas pollas y me masajeaban las carnes con abundantes aceites olorosos, detrás de mí sentía como Azymira, habría unos espléndidos dátiles cuyo destilación dejaban caer entre mis nalgas y que luego iba repasando con su lengua, la cual masajeaba toda mi concha y como no mi delicado culito.

Sentir como aquella delgadez de polla de Amez iba cobrando muy poco a poco su rigidez lo cual hacía que cada vez se acercara más a mi boca, y la lengua de Azymira rebuscar el ansiado almíbar de los dátiles por entre mis agujeritos que poco a poco se iban abriendo y dejando que aquella lengua me entrara hasta las propias entrañas, todo iba adquiriendo un clímax a punto de estallar, pero todo estaba calculado, cuando la polla de Hamez llegó a mi gaznate y pude suspirar en toda su dimensión y regocijo aquella polla, Azymira, estaba ya con su lengua o algo parecido introducida en mi tierno ósculo que se abría aquella delicada succión, nunca había tenido aquella sensación me habían lamido pero que me jodiesen por el culo con una lengua era algo que no me esperaba mientras los eunucos me acariciaban las tetas y yo apretaba con entusiasmo sus fofos y tremendos pirulos.

Estaba llegando al orgasmo más increíble, cuando me vi en un santiamén cambiada de sitio y postura, ahora estaba sobre una montura de camello y tenía más aún en pompa mis nalgas, cuestión que aprovechó Hamez sacando su larguísima y rugosa polla de mi boca y abriéndome las nalgas comenzaba a bucear en mi abierto ano que pedía ahora algo más que una lengua, uno de los eunucos me tapó de lleno la boca con su gorda polla mientras sentía como el alfiler de Hamez con su fea cabeza buscaba hueco, luego como centímetro a centímetro, como si de una lombriz se tratara me llegaba de un momento a otro más arriba hasta no sé donde, cuando creí que iba a escupir aquella polla y el orgasmo se presentía, Azymira me introducía un extraño utensilio a modo de vibrador que tras un pequeño dolor hizo que mi clítoris se alargara aún más y buscase ya no la introducción de la polla de Hamez sino aquel nuevo inquilino, en ese intento aún sentía avanzar más a Hamez y como descargaba un río de semen que caía por en entre mis piernas, estaba a punto de correrme pero me faltaba aún pequeño empujón.

Me dieron vuelta y ahora Amez me dio su pringosa polla para ser limpiada a conciencia mientras Azymira, habría mi choco y procedía a meter una de aquellas morcillonas pollas de los eunucos en mi ansiado chocho, sentir aquella monstruosidad y fofa polla entrar y agrandar mi estrechita almejita, hizo que gritase de dolor y aún pidiese más carne, aunque aquel formidable eunuco se empeñaba en meter más aún su mocha polla , no podía ir más allá y fue reemplazado por su otro compañero, si la primera polla era inmensa esta rayaba ya en lo extravagante, y aunque no me lo creía fue succionada por un chocho en busca del orgasmo que llegó en medio de gritos y el placer de verse inundada y poseída por aquellos formidables morcillones, nada duros sino blandongos y rellenando todos mis huecos, Hamez me dio un largo y apasionado beso, mientras me dejaba en compañía de los eunucos y de su fiel Azymira para que me lavasen y me asearan, cosa que hicieron a la perfección mientras me llevaban una y otra vez al placer más intenso.

El viaje continuó y llegué a la Propiedad de mi padre hecha unos zorros y deseando unos días de paz y relax para ponerme a tono y poder saborear todo aquello que se pusiera a mi alcance.

El ver ahora a mis compañeros de juegos, bronceados y ellos con aquellos bultos bajo los taparrabos o los pantalones, ellas con aquellos turgentes pechos, o aquellas otras inmensas tetas, con las que me gustaba jugar de pequeña.

Los días fueron pasando y les fui tomando el pulso, fisgoneando y poniéndome a tono con aquellas escenas, como la de mí hermano: aquel día subí al viejo desván de la casona, cuando me hallaba allí en medio de toda aquella barahúnda de recuerdos me quedé recordando viejos tiempos y creo que medio me adormilé, pues de repente me sentí sobresaltada por unos pequeños murmullos que sin ser gritos, eran protestas más o menos airadas, me acerqué pues al viejo ventanal y desde allí observé la escena, mi hermano apoyado el quicio de la escalera iba sobando a una de nuestras prietas criadas ocupadas en fregar la escalera, según ésta se agachaba mi hermano aprovechaba para meterle bajo la amplia falda una mano y tras pasarla por su aguileña nariz y absorber aquel olor que le ponía a tono, le susurraba a la doncella, algo que no llegaba a escuchar lo que ya ponía fuera de sí a la dulce criada de impresionante grupa.

El juego iba subiendo de tono y mi hermano entretenía cada vez más su mano entre las telas de la morena que se revolvía como guepardo, sin poder alcanzar a mi hermano, ambos ya habían llegado al punto que a cada uno le ponía en el disparadero, mi querido congénere se quito un largo pañuelo al cuello y pareció irse, cuando la moza ya estaba creída que el impertinente se había ido con viento fresco, sintió un empujón y un continuo revolotear de sus faldamentos y como alguien le pasaba a modo de ronzal un fino trapo por su boca, de esta manera era como mi hermano Frazier tenía medio amordazada a la mozuela que se revolvía de mala manera en aquella postura, y ya había venido con fina pirula en posición de ataque, levantó el faldamento de la joven que no llevaba bragas y dejó un inmenso higo rabiosamente abierto y rojo en medio de aquella negritud, y sin contemplación alguna le arreó un auténtico zurriagazo a su violada amante, ésta entre tanto movimiento por liberarse de aquel ardoroso atacante y violador, se iba encalomando cada vez más el dulce vástago que debía ir llegando al punto fatídico en que una sucumbe, y así Frazier sin apenas moverese solo intentando estar de pie y con las piernas bien abiertas lograba que aquella encantadora violada le fuera ordeñando sin más esfuerzo por su parte.

Lo cierto que a la negra brujita debía gustarle el sarao, porque una vez le llegó en toda su dimensión el zurriagazo de Frazier está echo manos atrás y se abría el nalgataorio para que le entrase aún más aquel pirulo, tan fino como largo, y allí me quedé pasmada viendo como aquellos rosados huevos tan descomunales para aquella fina polla, badajeaban aquellos rojos labios que ya a punto del orgasmo empezaban a espumar, me faltó un pelín para salir a dar un sorbo a todo aquel recalentado conjunto que deje a su solaz; mientras les observaba embelesada me fui haciendo un buena pajita que dejó pues tranquilos de momento mis ardores.

 

(Asalto 2º)

Empecé a buscar mis viejos escondrijos y a preguntar, en aquellos tenues escarceos con mis añorados amigos, por los mejores escenarios para poder contemplar a la parejas en su natural coyunta. Y así fue como alguien me indicó que si quería ver a mi viejo padre en acción, no tenía nada más que ir a la casa de los huéspedes y observar y así lo hice.

Me preparé el escondrijo y allí estuve casi una hora, cuando ya estaba dispuesta a irme , apareció mi padre con su paipai, sacó al recoleto jardín uno de los inmensos sillones de mimbre a lo Emanuel y se sacó un rechoncha pija al tenue solecillo, y medio se quedó dormido, aquello me parecía aburrido, cuando aparecieron por la esquina dos adolescentes, con cara de niñas o dos niñas con cara de adolescentes y se pusieron a revolotear alrededor de la inmensa pija de mi señor papá, la levantaban como con asco y le escupían en su agujerito, y la frotaban por entres sus ropitas, luego cuando la polla iba tomando color y tamaño, acomodaban el culito entre las piernas de señor de la casa y levantando por detrás la faldita se iban colocando sobre tan mullido príapo, para consuelo de mi padre que iba soltando espumilla por las comisuras de sus labios mientras le venía a la cara una picara sonrisa de dormido en pleno delirio.

La jovencita más joven tiraba de su amiga, para que le dejara hueco, cuando lo hubo logrado en vez que colocarse sobre las piernas se arrodilló y cogiendo la hermosa polla que había perdido firmeza pero en cambio había obtenido un color brillante se la llevó a su tierna boquita y como si se tratara de un helado llevó al viejo verde a su más puro deleite, pues como despertando cogió la cabeza de la niña y la empujaba más y más para que tragara todo el mástil, a punto estuvo de ahogar a la pequeña que se agarraba a los negros cojones del Coronel, mientras su amiguita le introducía su pulgar en el culito para deleite de los tres; luego dejaron al bello ejemplar descansar de la tremenda mamada.

Los juegos alrededor del anciano proseguían , le tiraban de aquí de allá, le hacían cosquillas y terminaron medio atándole a la silla y para su rabieta le vendaron los ojos, y aquello ya fue el delirio el Coronel revolviéndose para librar, la rabia le iba subiendo en la misma escala que las niñas ya desprovistas de toda vergüenza se levantaban sus ropas y metían uno de los dedos del Coronel en sus distintos agujeritos, éste quería alcanzar aquellos bellos y menudos chochos y manosearlos a su antojo y las niñas jugaban con él, llegaron a medio echar un polvo con su deda gorda .

Cuando se hubieron divertido de lo lindo, tumbaron la silla de espaldas y tras los vociferas voces de mi padre, ambas dos jovenzuelas le echaron unas largas meadas en plena geta, cuestión que dejó a mi padre estupefacto y medio relamiéndose con tal dulce néctar; y allí le dejaron tumbado atado y ciego y con la polla que tras la meada ofrecía una interesante forma y postura, no lo pensé dos veces dada la imposibilidad de que mi padre ,ósea el recio Coronel, me conociera, salí de mi escondrijo me acerqué al asustado hombretón que no sabía que estaba pasando, y quintándome los calzones me dispuse al calzarme el orondo príapo que presentaba mi papaíto.

Y así fue como para su sorpresa, pues algo le decía que aquello no formaba parte del guión, se fue poniendo en alerta y fue preguntando si aquella que se lo estaba trajinando era ésta o aquella, y por la larga relación parecía tener una buena legión de amantes, entre las que se encontraba hasta la estrecha de mi tía, y así asiéndome a los laterales del sillón me encalomé el cantimpalo aquél que no era que fuera un fuera de serie, pero su morcillez unido a su dimensión pronto hicieron que mi chochito rezumara de pasión y alcanzara el deseado orgasmo, no contenta con ello abrí de nuevos mis labios y le eché una ácida meada y una dulce cagadita, como recuerdo y venganza por aquella recta e hipócrita actitud que tenía para conmigo; y allí también lo dejé perdido en espumarajos y vociferios.

Fue sonado el asunto, pues aunque parece que lo encontró gente de su confianza, no se sabe cuanta gente pudo acercarse al oír sus gritos, y además quien era el guaperas que iba y le desataba exponiéndose a cualquier cosa, quien procedió alertado por trabajadores de la finca fue, su mucamo que yo creo que de vez en cuando se lo debía beneficiar mi padre, a juzgar por su actitud servíl.

Sabiendo pues que mi querida tía entendía más de lo que aparentaba, tracé un pequeño plan para trajinármela pues me apetecía probar sus rubios ricitos y ver como subían a sus dulce mejillas el rubor del placer y de ser descubierta, y allí me fui hasta sus lejanos aposentos a salvo de miradas indiscretas, era media noche y tenía pensado abrir su cuarto y meterme en su cama, pero la sorprendida fui yo misma; al acercarme a la su puerta no solo vi luz sino que susurradas palabras de orden; acerqué pues el ojo a la gran cerradura y allí atisbe a mi cincuentona tía en pelota picada a lomos de un bestial negro que montaba acabalgada como si de un caballo se tratara ataviada con botas de montar y con fusta que utilizaba de vez en cuando sobre Erice un criado negro de casi dos metros y 13º kilos, tan grande como escaso de luces; de vez en cuando mi ti echaba la mano atrás y por entre las nalgas del tonto, palpaba si el monstruoso instrumento del semental que también arrastraba por el suelo, iba cogiendo tamaño y firmeza.

Lo cierto es que nuca había visto una polla de aquel tamaño y no me gustaba mucho probarla, pero al menos si tocarla y sobarla un ratito, ósea que esperé a que el jueguecito diera a su fin y comenzara la fiesta que no tardó en producirse. Mi tía se puso ella cuatro patas y pidió al bobalicón de Erice que ahora le tocaba a su caballito hacerle las delicias, y así fue como el inmenso negro medio se puso como un puente con el badajo colgando y mi tía pasando bajo é, frotándose y dándole lametadas a tan bello artilugio, cuando ya lo tenía como ella quería pidió a su mozo de cuadras que se le llenara su preciosa vaina, Erice cogió pues el mandoble con ambas manos y siguiendo en la postura del puente se la fue hincando a mi tía en su almejita linda, Edmunda a cada mandoblazo reculaba más para poder absorber lo más vorazmente tal vergajo, ya la tenía más de la mitad metida y mi tía daba ayes de placer y de perdón por tan loable castigo, para delicia del tonto que se reía con su bobalicona risa mientras le daba grandes palmadas en as ancas a mi tía.

En ese momento que estaban de espalda entré yo, muy sigilosamente y cogiendo la verga de Erice se la metí hasta casi la empuñadura en le cochito de mí tía, las reacciones fueron impresionantes, el bobo debió sentir la alegría de su vida, otras manos le sobaban las pelotas y la picha y además había metido hasta la empuñadura su polla, mi tía se sintió desfallecer con tanta carne dentro y además su sofoco fue en aumento cuando se sintió sobada; una vez se hubieron repuesto del susto, les impuse mis condiciones y así una a cuatro patas y el otro a modo d puente, me deslicé bajo ellos para ver en primer plano como una almejita tan rosada y dulce podía comerse un bizcocho tan monstruoso como aquél, de vez en cuando les ayudaba con una lenguatada para que aquello no se recalentase en exceso; y así pude ver a muy pocos centímetros como una polla negra de casi cuarenta y cinco hacía estragos en un chochito como el de Edmunda que estaba ya fuera de control

Si la polla era enorme el escupitazo del semen fue hasta con sonido estéreo, y allí fue todo saliendo a borbotones, una leche suave y melosa como el aceite de coco, que me fui untando por las tetas y el culito; una vez concluida la faena de mozo de cuadras le puse en la cama y le ordené que estirara la polla sobre su barriga, cosa que cumplió al punto, me puse a horcajadas sobre él y rozando aquel pedazo de tubo por mi hendidura logré junto con las lamidas a mis tetas del negro y las delicias de mi tía con su lengua en mi culito uno de mis mejores orgasmos; lo cierto era que aquella polla cada día me iba gustando más pues su tacto, su longitud y morcillera junto con la imbecilidad del sujeto , todo ello unido les hacía un objeto especial para el juego más perverso, sin tener que aguantar la insolencia del macho .

El resto de los días fueron los clásicos encuentros u juegos, hasta que me fui enterando que pronto se celebraría el día del Gran Rey, cuestión que no supe muy bien que era o quien participaba, pero que tenían como premio y regalo por mi vuelta y feliz cumpleaños.

Alguien también me susurró mientras me clavaba su vergajo que igual era conveniente supiera como se entrenaba mi madre para tal evento, y puesto que mi padre marcharía unas semanas podía comprobar ciertos preparativos por parte de mi querida mamaíta, y con esa idea me fui adormeciendo mientras mis dos amantes pugnaban por introducir sus dos finas pollas en mi saciado chocho, cuestión que les dejé hacer mientras me fui abandonando en las dulces escenas con el árabe y soñando lo que mi madre haría para su entreno, y lo que mi padre haría durante esas dos semanas de largo viaje.

Ha partir del susurro empece a vigilar más de cerca de mi madre, tras la partida dl Coronel.

Sandra de mi querida y amantísima madre, tras la partida de su marido lo que hizo fue recoger su más queridas mascotas del jardín, donde las relegaba mi padre y meterlas con ella en sus alejados aposentos del ala Norte que daban sobre el Lago, y allí en pasaba la horas nocturnas fumando y saliendo a tomar el aire cálido de la noche a su majestuoso balcón acompañada de sus dos mascotas.

Por más que me empeñé y vigilé desde mi habitación no vi subir a hombre alguno, ni blanco ni negro, ni desde la plantación ni desde el lago hasta los aposentos de mi madre, lo que me tenía sorprendida e intrigada; apreté un poco más el circulo del espionaje y tampoco vislumbré gran cosa, pues la servidumbre se replegaba a sus barracones salvo la lozana Traganta que se quedaba a dormir a los pies de la cama de mi madre, desde que yo recuerde, salvo cuando el Coronel visitaba a Sandra, aunque sospecho que más de una vez también se quedó y lo que ya ignoro es si participaba en los escarceos del Coronel.

Estaba más que intrigada sobre los entrenos de mi madre, y salvo los largos paseos no encontraba yo que preparara nada extraordinario; ósea que rebusqué pues su habitación cuando salió a una de sus largas caminatas, y salvo un pequeño consolador anal de marfil, y unos cuantos gruesos calcetines de lana de mi padre poca cosa más encontré...; busqué pues un posible lugar o escondite para vigilar a ambas mujeres en su más intimo espacio que encontré tras un ropero que mi madre apenas utilizaba y que tenía otra puerta medio falsa por donde hacía años mi padre metía a sus amigos y amigos cuando faltaba mi madre.

Cuando me dio anocheció me acurruque en el reducido cubículo, y allí me quedé dormida pues mi madre yo creo que esa noche se demoró en exceso.

Como digo, estaba dormida, cuando me sobresalté por un ladrillo de Caimán el gran danés de mi madre que ladraba en mi dirección; creí ser descubierta pero Tranganta llamó al animal y con ello pude ya disponerme a observar lo que pasaba al otro lado de los bambúes.

Lo que allí observé me dejó un tanto estupefacta y ahora comprendía algunas cosas: Tranganta y Sandra habían esparcido por la mullidas alfombras algunos cojines y llamaban ahora a sus mascotas: a Caimán a quien mandaron echarse y empezaron a calzarle los gruesos calcetines de mi padre en sus patas delanteras, así como a los perritos falderos de mi madre y terminaron la faena soltando de su cadena a Romualdo el gran orangután.

Se reunió pues todo el conjunto, animales y mujeres en el centro de la habitación , entre los cojines, en una escena que ya conocían por la rapidez con la que se producía y la adaptación al lugar que cada uno le correspondía, las madamas empezaron por ponerse ligeritas de ropas, ósea se quedaron en sostén y braguitas y comenzaron a poner a tono a los dos perrillos falderos, que pronto pugnaron por deleitarse con el sabor que había tras la telas de las dos mujeres, éstas se abrían pues de piernas y dejaban juguetear a los perrillos con sus hocicos por entre los pliegues de las bragas , de vez en cuando dejaban que estos llegasen a sus dos almejas, cuestión que ponía más que a tono a ambos animales, que ya pugnaban por otra fase como era dar cabida y calor a sus nada despreciables nabos, teniendo en cuenta su tamaño.

Mientras Romualdo buscaba pulgas a Caimán por su barriga y le masajeaba los enormes huevos, y este le iba dando largos lametones a las babillas que salían de la vaina del orangután; eran un circulo perfecto y así funcionaban.

Mi gordita madre enseguida se dio vuelta y tras poner un cojín bajo su barriga, abrió las piernas e invitó a viejo perro ccoker a darle un sobeo por la puerta trasera, le valió tan solo la posición para que Andranás que así se llamaba, babeara unos larguísimos lengüetazos por el culo de mi madre y pusiera en órbita una polla que ya pugnaba por encontrar su agujero, tanteaba cogiéndose al nalgatorio de mi madre mientras ésta se entretenía en besuquear los instrumentos de los otros acompañantes, que seguían medio haciéndose pajas uno al otro, uno a base de sus largas manos y el otro a base lametazos.

En ello estaba cuando Andranás consiguió su objetivo sin ayuda y clavó a mi madre hasta la misma cebolleta, que Sandra se encargaba de enseñar a su negra criada como diciéndole hasta donde había llegado ya el condenado. Di tú que Tranganta no estaba en peor disposición pues tenía metida en la almeja hasta la embaladura de la polla del otro cooker, sin que hubiera salido un solo suspiro.

Aquello me puso a cien y comencé a pajearme mientras no le quitaba ojo a todo aquello.

Cuando los dos perrillos se hubieron corrido a su gusto y antojo, las dos sátiras colocaron de nuevo sus trapitos y se dispusieron como a dormirse entre aquellos cojines, en ello estaban cuando los dos grandes monstruos dejaron de pajearse mutuamente y se acercaron a las madamas; Romualdo muy lentamente se acercó a mi madre y metió uno de sus larguísimos y peludos dedos por entre la cinta de la braga de mi madre, esta se reubicó un poco mejor y dejó que aquél largo dedo le fuera entrando en su concha más y más, hasta empezar a hacerla suspirar de placer, mientras Romualdo con la otra mano maniobraba sobre su propio instrumento que iba cogiendo forma y tamaño.

Traganta, a quien ya había despojado Caimán a mordiscos de su tanga se abría las nalgas para que el perrazo pudiera clavarle su dardo, las embestidas eran tremendas y aunque la tenía bien cogida por la cintura y culeaba de forma endemoniada su puntiagudo dardo no hacía nada más que chocar con sus nalgas sin encontrar el maldito agujero, en una de éstas el inmenso ppero clavó su dardo hasta la misma vaina, Traganta daba grititos y pedía más y más, cuestión que Caimán estaba dispuesto a darle pues terminó clavándole hasta la misma cebolleta en pleno chocho, lo cual hizo que más enloquecidos los gritos de la mucama de mi mamá.

Esta al ver que Caimán ya se daba la vuelta sobre su pata trasera, llamó al perro que se arrancó brutalmente de la criada, para su satisfacción , pues no gritó para nada, y encima se refocilaba con todo aquel mejunje, llamando a los perritos falderos para que le terminaran la faena.

Sandra una vez consiguió que Caimán se acercara le echó sobre su espalda y cogió pues el instrumento del animal y lo apretó con fuerza por la parte de debajo de la cebolleta, esta se hincho aún más presentando un aspecto impresionante, mi madre se acaballó sobre el instrumento y se lo introdujo lentamente, su choco abría las valvas hasta abrazar la polla del perro, en esto que el animal quiso levantarse y lo que consiguió fue que la cebolleta entrara en toda su dimensión, yo ya estaba fuera de mí y retorcía mi clítoris en busca del orgasmo...

Sandra ya fuera de sí le hizo una seña a Romualdo y éste que hasta ahora tan solo echaba grandes babadas sobre la espalda de Snadra, se colocó detrás de ésta la empujó un poco y empezaba a intentar meter su polla de mono en donde pudiera, el aguilla de la polla de Caimán y la propia baba del orangután hacían que todo estuviera lleno de fluido y así fue como mi madre se tragó las dos inmensas pollas en el chocho, ante lo cual se apretaba más al perro para que no se le saliera y echaba una mano atrás para animar a que el mono apretara un poco más...

La escena era impresionante mi madre ensartada se dejó caer sobre Caimán el mono ahora encontró el negro agujero del culo y sin encomendarse ni a dios sacó su polla y se la clavó directamente allí donde tenía metido un dedo , Traganta era limpiada a conciencia y yo ya iba por no se cual orgasmo, tan excitada estaba que no era consciente de mi propios gritos, y fui descubierta por los animales que salieron de sus respectivos agujeros y se abalanzaron sobre el vestidor.

De allí me sacaron mi madre y Tranganta, y tomándome ambas de brazos y piernas me llevaron a al centro de la habitación, e invitando al mono mientras me sujetaban a que me montase, me resistía de tal manera que me pusieron panza a bajo poniendo un cojín debajo de mi barriga, con lo cual mi coño quedaba ahora a buena altura, y así mi madre haciendo de mangorrera untó sus propios mejunjes en la polla del simio y la enfiló directamente a mi chocho, Romualdo debía estar muy entrenado pues fue metiendo lentamente su largo y extraño instrumento que ascendía y ascendía hasta parecer que me iba a romper en dos , pero el gusto era tan intenso, y más cuando se retiraba lentamente y luego volvía otra vez a empezar y así me fui desvaneciendo; hasta aparecer al día siguiente en mi propia cama...

 

Asalto 3º y último

El caso es que pasé unos día dolorida pero con ardientes ganas de más polla y lo cierto es que no tenía a casi nadie a mano, pues todo el mundo andaba metido es una frenética danza de aquí para allá pues la fiesta del Gran Rey estaba a punto de celebrase y casi todos andaban como fuera de sí ...

Una de las noches entró la mucama y me dijo que me prepara pues si quería participar del festival del Gran rey tenía que tomar una de aquellas pócimas que me iría preparando, mi chocho pedía guerra a malsalva y mi imaginación ya estaba perdida en los mil y un laberintos de lo que podría significar aquel al que tanto se consagraba todo el personal, menos mi padre que se había ido.

Fui tomando aquellas pócimas que me aún me hacían más ensoñadora y apetecible a mi misma, deseaba en medio de aquella aturdidez que una larga polla me penetrara hasta la misma tripa y sentir un gran pollón que me rajaba mi culito... y así una noche ya no se de que día , todo pareció más oscuro tras beber la pócima.

Cuando quise darme cuenta, unos potentes brazos me sostenían y me levantaban en vilo, procediendo a vendarme los ojos y a trasladarme de mi mullida cama hacia la selva , pues por mi semi desnudez sentía el aire y rumor de las hojas y a lo lejos los tambores, que paulatinamente se me iban haciendo más cercanos, hasta estar casi en frente de ellos.

Sentí que me echaban encima de un rollo pues el borde se clavaba a la altura de mi pubis, me ataron pues las manos, dejando que mis piernas semicolgantes y así medio expuesto mi culito y mi concha , fui sintiendo como se me embardurnaba con algún tibio mejunje que ponía mis partes a cien por hora, cuando empecé a sentir un deseo irrefrenable y mis agujeritos estaban a punto del incendio del deseo, un frío líquido vino a saciar mis deseos, los tambores empezaron a sonar y las risas ahora se hicieron más cercanas.

El calor de mis conchas ahora volvía a ser inaguantable y pedía a gritos que me calmaran , en ello estaba cuando empecé a sentir sobre mi cuerpo parte de otros cueros, manos, pequeños golpes con utensilios carnosos que imaginaba como pollas, salivazos por mi culo y refriegas en chochazo que ya ansiaba como poco la polla de Romuado o de Caimán o todo ello junto... en ello estaba pensando y pasando por el primer orgasmo, cuando me quitaron la venda de ojos.

El espectáculo era impresionante, un amplio corro de sujetos desnudos y pintarrajeados, a los cuales me era difícil reconocer y que tenían sus inmensas pollas al aire, a las cuales se encargaban de darles tamaño y lustre unas cuantas mujeres por polla, cuando una sobaba la polla la otra le mordisqueba los negros cojones, u otra le metía el dedo aquí y allá y saboreaba y gustaba de olores y almizcles; cuando el círculo se abrió pude contemplar dos inmensas bestias negras sentadas delante de mí a unos metros 10 metros, eran dos enormes gorilas, uno más pequeño y otro un poco más ancho y alto, en sus regazos revoloteaban unas jóvenes sirvientas que también hacían que sus pertinentes maniobras fueran sacando de sus eludas funfdas unos descomunales pollones.

El gorila más pequeño tenía una polla como de unos treinta y cinco centímetros pero extraordinariamente gorda y roja el otro que parecía su padre tenía una polla que para mí sobrepasaba los 45 cm y tenía un grosor más que respetable, ambos gorilas parecían como ensimismados, estaban atados por la cintura , pero no parecían necesitarlo, pues penas si se movían de su sitial, ni cuando les sorbían a lametazos su grandes pollones , ni cuando por sus hocicos les pasaban aquellos tiernos chochos de mujeres vírgenes.

Estaba pues en presencia del Gran Rey el Gorila, y empezaba a temerme lo peor desde que allí me descuartizaran aquellos mamelucos o que en pleno éxtasis me echaran sobre aquellos grandes pollones y terminara igualmente de destrozada.

La ceremonia pareció empezar pues las solemnes bandas de tambores y flautas hicieron más ruido, las pollas mostraban unos aspectos inmejorables y algunos ya tenían a su pareja medio preparada para ensartar, a un repique de tambor atronador el jolgorio comenzó y la barahúnda de pollas buscando hueco parecía interminable, la posición en l que estaba era pues dificil mantener tanto tiempo la cabeza levantada, con lo cual opté por dejarla caer y descansar un rato, medio pensaba en que me iría a suceder y como calmaría aquel resquemor del chocho, cuando entre mis pies ví una larga cola de hombres polla en ristre, apenas pude intentar revolverme cuando sentí el primer flechazo, una polla fina calmaba mis primeros humores de forma muy galana, apenas sin tocarme y con delicados deslizamientos, cuando estaba llegando a mi orgasmo, sentí sobre mis posaderas unas enorme pezuñas que me arañaban y metían su pulgar en mi ojete a la vez que escupían en él, mire por la entrepierna y ví un pollón gordo y feo, granuloso y poco apetecible que ahora levantaba el sujeto con intención de violar mi negro culo, no era capaz de ello, pues yo aún no estaba en su punto y su puta polla estaba aún blandengue, como no se le lograba metió de forma desabrida una de sus grandes manos entre mis cachas y abriéndome el chocho embutió de una emburriada su choricera polla en mi suave almeja que aunque mi mente rechazaba por su aspecto y malas maneras del sujeto, mi chocho empezaba a sentir un cierto frescor en aquellos vaivenes.

La fiesta proseguía ahora los machos andaban ya por el suelo insertados unos en otras y otras en unos, haciendo rocambolescas filigranas de pollas , lenguas , culos y artilugios que iban introduciéndose aquí y allá, mi cola de amantes parecía no tener fín, cuando podía echar un vistazo veía que la cola pasaba de tres a diez en un momento, en cuanto alguien perdía chocho o culo iba en mí busca y así fui probando pollas y más pollas desde la más suave a la más grotesca, desde lo más blanquecina y descapullada a las más negra y cerrada en su cabeza y con un infernal olor a orines y semen, me iba desvaneciendo entre tanta polla y sientiendo como los litros de semen de aquella tribu ya rodaba por mis muslos, cuando sentí que una suave mano subía hasta mis partes todo aquel mejunje y me restregaba el nácar de mi agujerito negro, que solo algunas pollas fueron calando de mañosas maneras hasta dejarlo elástico y adaptable y con ganas de algo más sólido.

Cuando me estaban bañando en los jugos de mis amantes y me daba a chupar algunas de aquellas pollas, un redoble que tambores hizo que la luz disminuyera y alguien se colara entre mis brazos metiéndome su pollón en la boca , y apretando para que me lo tragara todo, cuando la bofetada del escupitazo de semen me dió en todo el paladar y desapareció el objeto de la chupada, puede ver que traían en volandas y también vendadas a mi madre y a mi tía, a las cuales sostenían de cara a los dos gorilas, a mi madre le tocaba el más grande y a mi tía el más pequeño, un poco más alejado tenían a Romualdo y a Caimán que se proponían ensartar a la vez a Tranganta y que eran coreados por un nutrido grupo de hombres y mujeres que animaban a que la sesión diese comienzo.

Los tambores empezaban a repicar y mis parientes iban bajando desnudas y vendadas sobre aquellos dos mástiles de carne que ya buscaban una buena concha donde ensartarse, cuando sus dos chohazos tocaron la punta de los nabos, la soldadesca soltó de repente a las dos mujeres, las cuales cayeron sobre los mástiles, los chochazos de ambas se negaban a dar cabida a tales dimensiones, una bardunada de aceites picantes, hicieron que ambas mujeres pidieron polla a mansalva, estaba expectante cuando sentí sobre mis nalgas dos manos que apartaban las mollas para dejar libre el agujero del culo, y la cabeza roma de una buena polla que optaba por dicho hueco, miré por entre mis piernas y ví colgando unos cojones bestiales a modo de toro, lo que me hizo aún angustiarme más y no querer recibir aquello que querían encajarme.

Me revolví cuanto pude y eso para mi desgracia hizo que el pollón metiera su dura cabezota dentro de mi ojete, miré al frente y ví a los grandes simios que en un infernal abrazo habían cogido a las damas y las ascendían y bajaban sobre sus mástiles en medio de gritos, risas y ayes de placer y dolor de todos, yo sentí como el cabronazo de la polla iba entrando y entrando más y más, lo presentía lejos, sus pelotas aún no asaeteaban mi chochito, lo que me hacía pensar de que aún quedaba polla para rato.

Mi madre y mi tía ya estaban casi desmayadas de placer y dolor, con las pollas de los dos simios aflorando semen por todos los lados, cuando ambos gorilas ya habían sentido como su flujo se iba, dejaron a ambas mujeres caer sobre sus pollas como si fueran muñecas de trapo, el grito de ambas fue atroz a sentirse insertadas hasta lo más hondo, y donde se estaban mezclando dolor palceer semen sangre de sus desgarraduras, y se dejaban ahora mecer en el maternal abrazo en el cual les ebadurnaban los grande simios para despiojarlas y darles mimos.

Mientras el cabrón de la negra polla cuando vió subir a ambas mujeres atrapadas en el simiesco gran abrazo y previendo ya el resultado y mi desgraro por lo que les iba a a suceder a ambas mujeres, me ensartó de un empollón la polla hasta los mismo huevos que sentí como abrían mi almeja en dos claras mitades, y si bien me hacía daño el sentir aquellas enormes bolas golpear mi chocho de aquella manera, y sentir toda aquella longaniza salirse para tomar de nuevo impilso era un placer que fue de tal magnitud que pronto perdí el sentido. Lo siguiente que reuerdo es vernos a las tres damas de la casa descansando apaciblemente, cuidadas con gran esmero por nuestros nativos, que ahora nos tenían consideradas como grandes manitues de la tribu, y con esa reverencia y cariño atendian nuestras más exquisitas necesidades.

Abelardo de Leyre