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Una sesión con la dentista

en Confesiones

Aquél día todo comenzó de un modo extraño, para empezar yo me levanté con la "tranca" hinchada y en plena soflama, a la cual mi esposa no quiso ni hacerle el pajolero caso. La verdad es que me gasto un carajo de esos desproporcionados y animalescos, y cada día pasaba más de andar poniendo topes con toallas y demás. De ahí también que mi esposa pasara un poco de tanta tranca, que al principio le hacía gracia pero ahora, tras quince años de pollón...

Salí a la calle y hasta las viejecitas me parecían cachondas. No sé si era producto de mi descojonado cerebro o de los sobrecitos que me venía largando pa el cuerpo, por prescripción de mi querida dentista.

Aquella mañana tenía además cita con ella, una cuarentona de formados volúmenes, que arrojaba humanidad por cada poro y en cuyo mortal abrazo y sus abundantes pectorales, yo me dejaba hacer en la ansiedad de sentir sus tetas allá en el fondo de mi cabeza, mientras la tía me iba calando todo el instrumental de moderno picapedrero dental .

Cuando llegué a la consulta, ya iba menos "rabilargo" que por la mañana, pero el bulto todavía se dejaba entrever pegado a la pierna. Piqué a su puerta y pronto me hicieron pasar al sillón de mis entretelas, allí me recibió mi querida dentista que hoy también parecía más prolija al cuerpo a cuerpo.

- Querido paciente, el trabajo con usted va a requerir de ciertas finuras, que en este momento no puedo hacerle como yo quisiera, por lo cual te ruego venga más tarde a eso de la 1,30 h. y en ropa cómoda pues la sesión va a ser larga, pues hay reconstruirle la mesial, la central y algún otro extra.

Y así me fui de nuevo para casa, ante tal extraña propuesta; a eso de la hora indicada me calcé unos pantalones holgados y una camiseta, y allí me fui camino del martirio que había proyectado mi querida dentista para ese día . Piqué a la puerta y me extrañó que no saliera a recibirme alguna de las chicas de su abundante séquito, sino otra cuarentona que pronto me ofreció sus maquilladas mejillas y una fugaz visión del tetamen que se gastaba.

Fui conducido al sillón de mis martirios, y mientras contemplaba las evoluciones de la cuarentona, mi querida dentista, no sé que me hablaba de una especial anestesia, dada la índole de los trabajos a realiza. Cuando quise enterarme de algo, la cabeza parecía irseme al limbos sexual que había proyectado en mi imaginación, pues ante mis nublados ojos, la cuarentona se iba despojando de telas y trabas, quedándose en sostén y bragas todo ello de buen tamaño, la dentista tampoco se hizo esperar y ante mí se fue desarrollando una increíble show de nudismo, a la par que ambas mujeres se iban besando y lamiendo e introduciendo sus manos por entre las íntimas prendas.

Aquello tenía que ser producto de la anestesia, pues las prudentes madres y doctoras que yo conocía, no podían dedicarse a tales menesteres, y más cuando yo oía las maquinas y pulidoras dentales funcionar. La amiga de la dentista se subió hasta mí para colocarme los menesteres dentales; sentía su amplia raja, por encima de mis pantalones y de su braga, buscar el hueco y acomodarse para en un continuo vaivén sobre mi descomunal pollón, ir pajeándose. Mi polla no parecía ir más allá de lo que estaba, morcillona y con pocas ganas de juego; siguió pues la bruja masajeando, hasta que la dentista intervino con profesional soltura, y tras dejarme en pelota picada se metió la polla en la boca hasta la misma campanilla , quedando aún buen tramo fuera.

Yo estaba en pleno delirio mental, aunque no parecía que a ellas aquello les resultara muy adecuado. Pues pronto sentí un pinchazo en plena polla.

Increíble allí en el mástil una jeringuilla de las de órdago, que en vez de bajarme el pollón, lo que me metía era fuego en la sangre, quise arrancarme aquello y liarme a hostias, pero estaba atado al sillón. Mi rabia todavía hizo crecer la polla hasta una dimensión increíble para mí mismo, pues la veía llegar casi hasta la altura de mis ojos. Me dolía mi querida pirula que amenazaba salirse de la pelleja, me quemaba.., cuando sentí un fresco alivio la dentista se había subido al sillón y allí en cuclillas se iba encalomando en mi querido y amado vástago que se veía consolado de tanto fuego abrasador, el vaivén de subida y bajada del chohazo de la doctora era algo suave y añorado, que hacía que fluctuasen en mi cabeza mil y un líquidos yo creía salían a borbotones. La otra doctora, la ginecóloga de mi mujer, animaba a su mejor amiga a meter cuanto pudiera... labor a la cual ayudaba a manos llenas y a lametazos que la otra cuarentona me daba en plenos cojones y el culito de su amiga. Su especialidad parecía eso chupar aquellos caldos de mis corridas no sé si de mis orgasmos o del miedo que sentía pues mientras la doctora se iban cebando en mi pollón dejaba que sus tetas me estrapallaran contra el sillón mientras con sus hábiles manos me metía todo el instrumental necesario para aliviar mis caries.

Acabado el polvo ambas brujas en un plan lésbico de muy padre señor mío, se dedicaron a limpiarme de polvo y paja y sonreír ante el pollón

Cuando desperté todo estaba en su sitio, y nada anormal parecía haber sucedido allí , a excepción de mi enloquecida mente que se había vuelto completamente majara. Sin embargo la duda fue cuando me incorporé del sillón, no me dolían las muelas sino la polla y el culo, de tal forma que ambas mujeres me tuvieron que llevar hasta la sala de espera, para que me recuperara. Y donde algo debió suceder de nuevo, pues mi mente parecía dispuesta a jugarme otra mala pasada tras el refrescante vaso de líquido que me habían dado para refrescarme, Pues de nuevo veía a las cuarentonas y ahora sus ayudantas despelotarse y dando aleleuyas...

Jodidas anestesias, no sé como llegué a casa, pero cuando pude recuperarme, la polla me seguía doliendo y la tenía llena de negros trazos de rotulador a modo de marcas con extrañas iniciales. Espero poder recobrar pronto el sentido y reflexionar, si todo esto es realidad o un sueño

ã Abelardo de Leire

Aleyre@latinmail.com