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Trámite Bancario

en Hetero: General

TRÁMITE BANCARIO

Había hecho lo imposible por no tener que ir a la casa matriz del banco; no quería tener cierto encuentro desagradable. Pero la actualización de un depósito perdido hace años me obligaba a tener que hacer el trámite allí mismo. Volver a ver a una antigua novia de facultad.

Y allí estaba Andrea en su escritorio, y me dedicó la tradicional sonrisa de funcionaria que recibe a su cliente. Le conté mi caso y le dejé bien en claro que no estaba allí para joderla, sino que era algo que no se podía hacer en otro lado. Revisó los papeles y me pidió que la acompañara a los archivos. La seguí admirando esa silueta que siempre me hizo suspirar, una cintura mínima, las caderas bien redondeadas, un culo redondo que siempre gusté de acariciar y unas piernas firmes que muchas veces me acogieron generosas. Iba caminando casi hipnotizado tras ella.

Llegamos a una habitación con varios archiveros, me indicó que allí debía encontrarse el documento original. Andrea se internó en un estrecho pasillo entre las repisas y yo la seguí.

Ambos buscábamos la combinación de números en lo alto de los estantes y sin querer nos fuimos acercando. Repentinamente ella dijo "no, parece que es por este lado" y se volteó, quedando de espaldas a mí y yo a centímetros de ella, sintiendo su olor y su presencia de mujer. Fue retrocediendo hacia mí, buscando el maldito documento y chocó suavemente. Sentí la blandura de sus nalgas contra mi paquete y la tomé de los hombros. Pero sólo le dije "cuidado". Andrea sonrió. Me alejé un poco de ella, pero no mucho.

Ella se puso frente a mí y pude admirar su rostro bien formado, sus ojos negros, el pelo rojizo y su piel blanca. Sus pechos no muy grandes pero firmes y decididos a todo, con esos pezones que siempre gusté de chupar y pellizcar en nuestras sesiones de sexo.

Me preguntó algo de las fechas, pero yo ahora no la escuchaba, miraba su boca moverse, esa boca que había besado tantas veces y que en más de una ocasión recibió golosa mi pene erecto. Le respondí imaginándomela sin esa blusita que ahora tenía, con cara de satisfacción, con mucho semen esparcido en sus tetas, porque le encantaba que acabara en ellas. ¿Seguiría siendo tan caliente?

El documento no aparecía así que nos fuimos a otro pasillo. Allí me apreté más contra Andrea porque el lugar era estrecho, pero además porque me estaba poniendo bien caliente. Me ponía detrás de ella y presionaba sutilmente; a ella le gustaba mucho que me apretara contra ella por detrás y movía su culo frotando mi paquete mientras le amasaba las tetas.

Yo seguía apretado contra ella, cada vez con menos disimulo, mientras Andrea -al aprecer- seguía muy preocupada de la búsqueda del archivo. No pude más y la tomé de las caderas y la atraje decididamente hacia mí. Por el reflejo en una ventana pude ver que tenía los ojos cerrados. Me apreté bien contra su culo para que sintiera lo duro que tenía mi pico. Se quedó quieta un largo rato. Yo también, siempre apretado contra ella, hasta que se volteó y me dijo, jadeando:

-Paremos, ambos estamos casados y no podemos quedarnos pegados en el pasado…

-Lo nuestro ya pasó -le dije -pero igual me sigo haciendo pajas pensando en ti. Me calientas demasiado.

Mientras le decía eso me acerqué a ella y la abracé fuerte para que sintiera todo mi cuerpo. Mis manos acariciaron su cabello, su espalda y su culo, que tanto añoraba.

-No, acá no -dijo Andrea.

Amagó un intento de irse pero la retuve mientras la besaba y ella devolvía mi beso metiendo su lengua en mi boca. Le comencé a amasar las tetas y a sentir los pezones duros bajo el sostén. Ella empezó a acariciar mi paquete que se puso a punto de explotar.

-Yo también me tocaba pensando en ti- me susurró Andrea. Me hacía de a tres pajas al hilo.

-¿Así? -respondí yo, y metía mi mano bajo su falda buscando su sexo. Acaricié su calzoncito de algodón y metí mis dedos en su entrepierna. Ya estaba completamente mojado, y comencé a frotar por encima.

-Sí, sí, así -jadeó ella. Movía mi mano lenta pero firmemente, de adelanta hacia atrás, presionando fuerte.

Ella me bajó el cierre y liberó mi pene del boxer y también comenzó a pajearme lentamente. Sus manos pequeñas y finas contrastaban con mi herramienta dura, caliente y al rojo vivo.

Luego con mis dedos hice a un lado el calzón y comencé a frotar con mis dedos directamente su concha, que estaba muy mojada. Ella, siempre de pie, se abrió un poco de piernas para facilitar la labor. Seguí masturbándola, y ella apretó mi pene con su manito.

Todo esto ocurría mientras nos besábamos desesperadamente en la boca, en un beso apretado y húmedo, con ambas lenguas retozando golosamente.

Repentinamente, ella me soltó el pene y se apretó a mí; yo seguí masturbándola mientras sentía como su respiración se agitaba y su cuerpo se tensaba: Su orgasmo estaba a punto de estallar. Disminuí el ritmo de mi manoseo para alargar el placer hasta que repentinamente ella se aflojó por completo y soltó un par de gritos.

-¿Te fuiste? -le pregunté.

-Siii, hace tiempo que no me iba cortada así…

Como seguía de pie y abierta de piernas, le subí la falda y puse mi pene paralelo a su concha y comencé a moverme, ahora frotaba mi sexo contra el suyo. Ella acompañaba mis movimientos pélvicos mientras se mordía los labios en una cara de calentura que a mí me enloquecía.

-Métemelo -me dijo en un momento.

Yo seguí moviéndome, ignorando su petición, y ella comenzó a repetir "Métemelo" cada vez más fuerte, como un mantra. Hasta que nuevamente tuvo su orgasmo. Seguramente sus piernas le flaquearon pues se tuvo que sentar en un pisito. Yo no le di tregua y allí mismo me puse entre sus piernas, tomé mi pene, hice a un lado su mojado calzón y me acerqué como para penetrarla. Ella esperaba la embestida con cara de golosa. Pero me detuve en la entrada y comencé a frotar mi glande contra su concha que no podía estar más mojada. Sus jadeos ya carecían de todo recato y la posibilidad de que nos sorprendieran nos daba lo mismo.

-¡Métemelo! -casi gritaba mientras gozaba el roce.

Cuando calculé que estaba a punto de acabar, pum se lo metí de un viaje y ella gritó su orgasmo junto con la penetración. Su vagina estaba caliente y mojadísima y comencé a bombear en su interior. Era un placer recordar esa concha caliente que tantas veces había culeado y que tan bien recibía mi pene. Le daba cada vez más rápido y duro, moviéndome con embates violentos y mirándola a los ojos. De un tirón le abrí la blusa y le corrí el sostén, y sus pechos se asomaron mostrando unos pezones duros y muy parados. Los chupé casi al punto de arrancarlos, mientras seguía entrando y saliendo de su vagina caliente.

Finalmente, me salí de ella y puse mi pene entre sus tetas.

-Así era como te gustaba antes, tómalo todo - y mientras ella me pajeaba eyaculé todo mi semen en sus tetas, manchando su sostén y su blusa, chorreando por su delicioso ombligo mientras ella me miraba con cara pícara y satisfecha.

Nos quedamos descansando un rato y luego cada cual se fue a su lugar. Sólo al llegar a casa y cuando mi esposa me preguntó como me había ido, me di cuenta que había olvidado el trámite y que quizá tuviera que volver otro día.