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No empieces con esas cosas

en Hetero: General

NO EMPIECES CON ESAS COSAS

Cada año era una historia parecida; la familia se juntaba en la casa del tío Nacho, para celebrar su cumpleaños. Este tío vivía en el campo y el evento era esperado por todos pues nos reuníamos todos los primos y parientes que no nos veíamos el resto del año. Nuestra familia era muy unida así que eramos muchísimos que apenas cabíamos en la vieja casona.

Y bueno, lo de siempre, las conversas largas, el asado, mucho comer y beber y harto bailoteo. En una de esas idas y venidas descubro a una morenita muy guapa que jamás había visto antes. Intenté acercarme a meterle conversa pero siempre andaba rodeada de mis tías o algún primo; pero no pude cerciorarme si era novia de alguno de ellos. Yo estaba solo y si bien disfrutaba mucho esas fiestas, la falta de una mujer a mi lado opacaba esa alegría.

Traté de acercarme a ella a la hora del asado; justo cuando estaba mirando el fuego de la parrilla. Estaba a dos metros cuando se me atravesó un tío medio borracho para hablarme de fútbol. Luego a la hora de la siesta la busqué y encontré sola bajo un sauce. Caminé decidido hacia ella, pero de la nada salió mi tío Nacho a conversarle algo, miraban al horizonte y apuntaban a un cerro. Maldición.

Mientras más me costaba abordarla, más linda la iba encontrando. Ella era de tez blanca y un cuerpo curvilíneo, bajita, pelo liso azabache y unos ojos negros enormes. La observé de lejos mientras seguía hablando con Nacho y me volví a casa. Estaba atardeciendo y quería dar una vuelta por el campo viendo el ocaso.

Me iba alejando y escuchaba cantar a los pájaros cuando siento que en realidad no eran los pájaros que cantaban sino mi tío llamándome a chiflidos. Me volví y ella seguía allí. Mi corazón se aceleró. Fui donde ellos.

-Mire mijo, ese peladero de allá lo vamos a plantar con ciruelos…-mi tío comenzó una larga disertación agraria acerca de sus proyectos, pero de presentarme a la mujercita, nada. De todas maneras un par de veces la miré y le sonreí. Finalmente Nacho me despachó y ni supe el nombre de la chica.

En la noche nos juntamos nuevamente, esta vez a tomar, los familiares de mayor resistencia (las fiestas ya llevaban un par de días). Busqué nuevamente los ojos negros y esa cinturita que me enloquecía, pero no estaba. Bebimos y reímos y yo ya estaba medio mareado cuando siento la mano de Nacho en mi hombro.

-Mijo, usté que parece el menos chambreao me va a dejar a mi vecina acá al fundo de al lado.

Yo lo menos que quería era salir de allí pues la fiesta estaba buena. Pero tras Nacho estaba ella. Así que era la vecina. La miré y nuevamente le sonreí.

-Si no es molestia, por supuesto –dijo ella.

-No, para nada –respondí disimulando mi borrachera.

Salimos a la noche oscura llena de cantos de grillos.

-¿Cómo te llamas? –pregunté.

-Anahí.

El nombre le venía muy bien con sus rasgos mestizos. Bajo la leve luz de la luna admire y adiviné su cuerpito, redondito y pequeño, sus pechos apretados sobre sus brazos cruzados. Llegamos a la camioneta, una Luv que se cae a pedazos y tras varios intentos, la puse en marcha. Conforme salíamos del lugar miraba de reojo a Anahí, estaba contento por haber sabido quien era pero seguramente no la iba a volver a ver. Según sus indicaciones me metí por un camino de tierra. Qué ganas de ser bandido y asaltarla, pensaba. De repente la camioneta pegó un par de saltos y se detuvo. Juro que no fue mi culpa. Me bajé a intentar arreglarla pero con la oscuridad no veía nada.

-Nos quedamos tirados –le anuncié a Anahí con la vaga esperanza de que ella accediera a pasar la noche allí conmigo.

-Pero podemos dejar el auto aquí, total no pasa nadie. Volvamos donde tu tío y mañana venimos y lo arreglamos.

Sus deseos eran órdenes. Antes de irnos registré la camioneta para no dejar nada de valor y encontré una botella de vino, que nos fuimos tomando en el camino. Entre lo que había tomado, el aire fresco y este vino ya estaba bastante mareado. Ambos tomábamos del gollete y me iba calentando pues pensaba que era una forma sutil e indirecta de besarse. Estaba ebrio.

Como buen habitante de ciudad me costaba mucho caminar en terreno agreste, y en un par de ocasiones casi me caigo. Ella se reía de mi torpeza e imaginaba su bella sonrisa. Hasta que de nuevo casi me caigo y me afirmo en ella, la rodeo con mis brazos y quedamos frente a frente. Sólo dura un par de segundos. La aprieto y me acerco a ella. Pero Anahí se aleja.

-Por favor, no empieces con esas cosas.

Seguimos caminando en silencio, no sé si disculparme o insistir. Pero ese par de segundos donde sentí su aliento acelerarse me da una luz de esperanza. El camino es más largo de lo que pensaba, ella no me da más vino. Luego de un buen rato de caminata, llegamos donde Nacho.

Ya casi todos se han ido a dormir, hay gente en las camas, sillones, algunos en el suelo, pasando la borrachera y descansando. Nacho nos dice que nos acomodemos donde podamos. Recorremos la casa en puntas de pies adivinando quien está en cada pieza.

-Era mejor quedarse en la camioneta –me dice Anahí y sonríe con esa boquita que me desarma.

Finalmente encontramos una cama grande de dos plazas, donde ronca una tía mía.

-Acuéstate tú ahí –le digo a Anahí.

-¿Y tú?

-Yo me acomodo en cualquier lado.

-No seas leso, si aquí cabemos los tres.

Obviamente no me hice el difícil y ella se acostó en el medio y yo en la orilla de la cama. A los pies de la cama, sobre una alfombra y en un saco de dormir, estaba otro primo mío.

En cuanto me acosté supe que iba a ser una noche larga, no tenía nada de sueño con lo caliente que me tenía Anahí, y más encima ella estaba allí, accesible y deseable. Sentía su cuerpo acomodarse y mi corazón se aceleraba. Producto de mi borrachera y calentura me fui acercando lentamente hacia ella. Muy lentamente. Anahí había quedado dándome la espalda. Mientras avanzaba centímetro a centímetro sentía como su calor se me iba haciendo más cercano. Llegaba la hora de la verdad. Me pegué a ella haciendo cucharita y puse una mano en su cadera. Sentí la caída a su cintura fina, la recorrí suave y lentamente. Olí su pelo.

Nada. Anahí no hacía nada. ¿Estaría durmiendo? Con mis manos rodeé su vientre tibio y la apreté bien.

-No empieces con esas cosas –susurró.

Pero ya no era una advertencia, parecía un ruego así que lo ignoré y seguí. Lamí su orejita mientras apretaba mi pubis contra su culo para que sintiera my pene duro. Todo esto muy lentamente, suavemente para no despertar a mi tía ni a mi primo. Mis manos subieron y acariciaron sus tetas por encima del vestido, sentí su redondez y sus pezones duros. Ella echó atrás sus manos y tocó mi paquete.

Teníamos que movernos muy despacio, el roce de las frazadas se distinguía perfectamente en el silencio de la noche. Mordí suavemente su cuello y mi mano bajó desde su pecho hasta su ombligo y luego más abajo. Acaricié su pubis y sus nalgas se apretaron contra mi pene duro, frotándolas levemente.

Sus manos desabrocharon mi pantalón y yo levanté su vestido para palpar su calzoncito y luego bajarlo, siempre a velocidad de caracol. Con sus calzones en las rodillas mi mani subió y acaricié su vello, un triangulito motudo y perfecto. Aventuré un dedo y acaricié suavemente su sexo. Mi pene se frotaba contra su culo y las delicadas manos de Anahí lo acariciaban. Repentinamente sentí su humedad que rebasaba su interior y mojaba sus dedos.

Puse mi pene tocando su conchita y lo froté a lo largo mientras sentía los ahogados suspiros de Anahí. Ella lo apretaba contra su sexo y se iba mojando por completo. Sin abandonar la posición de cucharita acomodé mi sexo para irla penetrando lentamente. Sentía como mi pene iba conociendo cada milímetro de su empapada vagina. Uf. Finalmente llegué al fondo. Ahora lentamente hacia atrás. De nuevo al fondo. Así, muy lentamente para no despertar a nadie.

No sé cuanto rato estuvimos así; tal vez una hora. En un momento ella comenzó a morder la frazada ahogando sus gemidos: Había tenido un orgasmo. Yo lo único que deseaba era moverme más rápido, mi cuerpo pedía más de ese placer maravilloso que la deliciosa Anahí me iba entregando. Le apretaba suavemente sus tetas ya a medio salir de su sostén, y seguía entrando y saliendo lentamente. Volví a bajar mi mano a tocar su clítoris y la masturbé delicadamente con mi pico adentro. Sentí las contracciones de su vagina en un nuevo orgasmo. Sentí sus nalgas redondas y suaves contra mí mientras retomaba mi pausado bombeo.

Hace rato que sentía que mi pene estaba a punto de explotar, hasta que mi cuerpo comenzó a temblar, y comenzó un orgasmo larguísimo, sentí como llenaba el sexo de Anahí con chorros y chorros de semen que no paraban nunca, tiritaba entero gozaba entero y el placer parecía no acabar nunca así como mis emisiones de leche.

Nos quedamos abrazados unos minutos sin decir palabra. Luego, siempre muy lento, nos separamos y vestimos. Entonces me dormí feliz.

A la mañana siguiente nos levantamos y otro pariente mío fue a dejar a Anahí a su casa y a remolcar la camioneta. Por mientras pensaba qué hacer para volver a verla.