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Esto no fue una orgía

en Hetero: General

Para el verano Seba, un amigo de la universidad, nos invitó a Marcela y a mí a pasar unos días en una casa en la playa que le había prestado su tío. Ambos aceptamos gustosos, sobre todo porque cada uno podía ir con sus respectivas parejas: Seba con Leslie, Marcela con José y yo con Antonia, mi novia de aquellos años.

Fue una semana muy agradable, nos divertimos, conversamos mucho y además supimos respetar los gustos de cada cual, así que cada día hacíamos algo distinto para que nadie se aburriera. El problema era que la casa era pequeña, tenía una pieza matrimonial y otra pieza grande con tres camas, para las tres hijas de la familia del tío aquel. Seba, como dueño de casa, tenía derecho a ocupar la cama grande pero se negó.

-Si alguien duerme apretado, entonces todos dormimos apretados -sentenció.

Entonces cada pareja ocupaba una de las camas de la pieza de las hijas. Algo apretados para dormir, pero muy agradables para estar junto con tu pololo.

Hacia el final de los días de playa, en una de las interminables conversaciones de juegos de cartas, música y vino barato que tuvimos casi todas esas noches, Seba comentó lo difícil que había sido pasar todos estos días compartiendo, viendo en traje de baño y durmiendo juntos con Leslie sin haber tenido sexo con ella. Se produjo un silencio y todos nos miramos un segundo antes de reír.

-¿Ustedes tampoco? -nos preguntó Seba.

-¡Tampoco! -respondimos a coro.

-Con Antonia ya lo habíamos conversado entre nosotros -agregué mientras ella se ruborizaba.

-Ay, como tanto, si no somos animalitos tampoco -dijo Marcela. Ella siempre nos llamaba la atención por ser más escrupulosa y reservada que todos nosotros. Venía de una familia de dinero así que en general sus maneras eran más finas que las nuestras, aunque obviamente sin ser pesada.

-Bueno, si quieren nos turnamos en la cama grande -dijo Seba.

No parecía una mala idea aunque en realidad el solo hecho de encerrarse en esa pieza sabiendo que los otros cuatro afuera estarían concientes de lo que ocurra allí dentro bastaba para desconcentrarse. Además la casa era de madera y el menor movimiento era anunciado con crujidos y rechinados.

-No, gracias -José respondió por todos nosotros -. No quiero enterarme de sus intimidades ni quiero que ustedes sepan de las mías.

Todos reímos y aprobamos lo dicho por José.

Seguimos jugando cartas pero claramente el ambiente no era el mismo. Antonia estaba más cariñosa conmigo, así como las otras dos parejas.

La partida terminó rápido y nos fuimos a dormir. Dejamos a las mujeres vestirse dentro de la pieza mientras los hombres lo hacíamos en el living. Casi no hablamos y ellas se demoraron algo más que lo habitual.

Nos acostamos cada uno en su cama, yo abracé a Antonia y, como suele suceder, me vino una erección involuntaria que ella percibió. Se apretó contra mí y me acarició mientras mis manos buscaban su trasero. Lo llevé hacia mí para que su bajo vientre sintiera mi pene duro y nos besamos profundamente. Metí mi mano por detrás de su pantalón, acaricié sus nalgas y luego ataqué su sexo por detrás. Ya estaba mojado y comencé a masturbarla lentamente. Sentí como su respiración se aceleraba y sus manos bajaron mi pantalón y acariciaron mi sexo. Me pajeaba suavemente y yo hacía lo mismo, hasta que en un momento ella se dio vuelta y me ofreció su culo. Con mis manos guié mi falo caliente hacia su deseosa vagina que tantas veces me había recibido y la penetré. Hacíamos todo con mucho cuidado para que los demás no escucharan. Ella dejó escapar un leve gemido mientras mi invasor entraba. En ese momento, otro gemido menos disimulado vino de la cama de Seba y Leslie. Un segundo después, el lecho de Marcela y José empezó a crujir rítmicamente: Todos estábamos haciendo el amor en la misma pieza y al mismo tiempo.

En la penumbra distinguí a Leslie que, abandonando su tradicional pudor, se montaba sobre Seba y comenzaba a cabalgarlo. Marcela y José retomaron su cópula con un ritmo más fuerte y rápido, él sobre ella. Por nuestra parte, Antonia se incorporó y yo seguí detrás de ella y comenzamos a culear a lo perrito con todo descaro. Todos gemíamos y suspirábamos, nuestros empellones eran más rápidos y fuertes; en un momento Leslie gritó su orgasmo y pocos segundos después yo derramé todo mi semen en lo más profundo de la concha de Antonia. Miramos a Marcela y José y ellos acabaron al mismo tiempo entre gemidos y pequeños grititos de ella.

-Puta que nos hacía falta -dijo Seba.

Todos reímos.

-Ya, ahora a dormir los huevones -dijo Leslie.

Nos íbamos a acomodar cuando de repente se prendió la luz. Era Marcela y se encontraba completamente desnuda. Yo dudé entre cubrirme, no mirarla por temor a los celos de Antonia y ver su reacción si la miraba demasiado. Pero mi polola me sonrió y también miró a Marcela.

-Bueno, ya que rompimos el hielo y si lo hicimos una vez, no veo qué tiene de malo hacerlo de nuevo.

Los hombres le argumentamos que necesitábamos algunos minutos para reponernos, que no éramos máquinas, o sea lo de siempre. Allí nuevamente Marcela nos sorprendió, prendió la radio y puso una estación al azar. Sonaba “Juego de seducción”, de Soda Stereo. Invitó a bailar a Antonia y luego a Leslie. Mi polola terminó de sacarse su piyama con los primeros pasos de baile y Leslie, que andaba en camisa de dormir, demoró un poco su desnudez bajándose lentamente su ropa hasta que las tres quedaron totalmente desnudas. Mi polola Antonia era delgada pero con una silueta bien definida, pechos pequeños y una motita de pelo en su pubis. Marcela era también bastante flaca pero con un par de tetas que no le imaginaba y su sexo ostentaba una mata impresionante de pelo. Leslie era rellena, todo su cuerpo eran círculos, muy bonitos, cara redonda, sus pechos eran dos meloncitos, sus caderas un círculo perfecto también, y su sexo apenas tenía unas motitas de pelo, como las mujeres de Botero.

Las tres hicieron una danza erótica con tintes lésbicos (aunque nunca llegaron ni a tocarse) que rápidamente nos volvieron a calentar antes de los últimos acordes de la canción. Luego, cada una volvió a su cama y a su hombre, pero con la luz encendida.

Con Antonia nos besamos y acariciamos todo el cuerpo largamente; Leslie hizo lo mismo con Seba y luego se masturbaron mutuamente. Marcela besó y acarició y rato a José y rápidamente bajó y comenzó a lamer su verga, la chupaba con devoción y el rostro de José así lo delataba. Este cuadro me excitó más y yo comencé a lamer la concha de mi polola mientras Leslie y Seba seguían en sus manipulaciones. Al cabo de un rato, Marcela se tendió en la cama y sin decir una palabra, con la complicidad de los amantes con práctica, José comenzó a comerle su vulva. Leslie y Seba empezaron un 69 acompañado de los gritos de placer de Antonia y Marcela. Al cabo de un rato los gritos de ésta subieron de volumen y tuvo un sorprendente y chorreado orgasmo, su leche saltó por todos lados empapándola a ella y a su pareja. Yo estaba algo sorprendido por la acabada de Marcela, pero Antonia me reclamaba; se tendió en la cama y me ofreció su vagina mojada. La penetré en la posición misionero pero luego puse sus piernas en mis hombros y le di duro pues sabía que le gustaban las penetraciones profundas. Leslie comenzó a cabalgar a Seba, que resultó tener un pene de tamaño bastante respetable y Marcela se puso en cuatro patas mientras le decía a José “ven y culéame”.

Todos nos mirábamos, gozábamos y sonreíamos por lo delicioso de la experiencia. La casa crujía como en un terremoto y parecía que en cualquier momento se iba a caer. Tras cambiar por varias posiciones, Seba acabó dentro de Leslie cuyo sexo goloso recibió toda su leche. Yo me salí poco antes de acabar y derramé todo mi semen en el vientre de Antonia, pues sabía que eso le gustaba. Marcela nuevamente nos sorprendió al hacer que José se saliera poco antes de acabar y lo pajeara y mamara hasta que acabara en su boca. Nos miraba caliente a todos mientras tragaba el semen y una que otra gota caía sobre sus tetas.

Ya era tarde y esta vez sí nos dormimos.

A la mañana siguiente despertamos todos alegres y relajados, nos levantamos desnudos y paseábamos sin ropa por la casa, hablábamos de sexo entre todos, comparábamos el tamaño de nuestros penes y las mujeres las distintas partes de sus deliciosos cuerpos.

Tras el desayuno volvimos a culear todos juntos esta vez en el living, yo con Antonia sobre la alfombra, Sebastián sentado en una silla con Leslie arriba y Marcela en el sofá, que también quedó manchado con las eyaculaciones de ella y de él.

Se nos había hecho bastante tarde y teníamos que volver a nuestras casa, así que ordenamos todo, nos vestimos y salimos volando al terminal de buses. Llegamos atrasados diez minutos y ya no quedaban boletos. Nos miramos desolados pensando en las responsabilidades que teníamos que haber asumido al volver a clases.

-Qué hacemos -nos preguntó Seba.

-Volvamos a la casa -respondió Marcela, picarona.

Todos sonreímos.