miprimita.com

Que viva boloña

en Sexo Oral

QUE VIVA BOLOÑA!

EL TUNEL ESTABA LARGO 18 KILOMETROS Y MEDIO

Yo, Richard Hutchinson, 22 años,soy estudiante

en la Universidad del Michigan y beneficiario de una beca por investigaciones acerca de los grandes pintores del Renacimiento italiano y de su influencia sobre los artistas de los siglos de oro de España. Por estos estudios yo he visitado los màs ricos museos de Florencia, de Venecia y Roma: al presente -en el mes de Julio- tengo que disfrutar de merecitas vacaciones en una playa cerca de la ciudad de Rimini.

Esta es una tranquila y familiar playa donde recùpero mis energìas fìsicas por medio de largas nadadas en el Mar Adriatico, de competiciones de voleibol y de kilométricos paseos a la orilla del mar, mirando de un lado las ninfas marinas surgientes del agua verdusca y del otro las ninfas terestres extendidas al sol caliente.

Pero yo deseaba no sòlo hacer ejercicio fìsico, mas aun continuar a cultivar mi cerebro, por lo que, siendo ya buen conocedor del italiano, del francés, del español y obviamente del inglés, decidì de pònerme a estudiar el alemàn. La costa romañola està repleta de veraneantes y turistas alemanes, mas a fin de disfrutar de una conversaciòn necesitaba conocer por lo menos los principios bàsicos de la gramàtica de este idioma.

Pedì a un compañero de voleibol, estudiante en un instituto linguìstico, y tuve tal suerte que el me señalò una dama extendida en una tumbona cercana al bar de la playa y dijo." Ves allì aquella mujer casi desnuda? Sie ist meine deutsche Leherin (*= Ella es mi profesora de alemàn). Hay quien dice que està obsesionada por el sexo, pero come docente es super."

Yo regresé a mi asiento en la barra del bar de la playa y me puso a mirar aquel tipo de hembra. Extendida sobre la tumbona con un libro en una mano sin leerlo, los ojos cerrados, se abandonaba a las radiaciones solares llevando un escaso tanga color verde esmeraldo y un sostén del mismo color tan reducido que él sostenìa bien poco de sus desbordantes pechos. Esta vista trastornò mis entrañas aun recordando las palabras de mi amigo, por lo que preguntaba a mi mismo como pudiera presentarme a aquella dama con un bulto anterior, pidiendo:"Vuestra Merced se dignarìa en darme algunas lecciones de alemàn?"

Mi cerebro universitario hallò una oportuna soluciòn. Sobre una mona tarjeta postal escribì mi pregunta y añadì unos complidos; luego llamé el ayudante del bañero y con el gasto de un euro lo encargué de entregar mi mensaje y de esperar la respuesta.

La tarjeta regresò con el adjunto de tres palabras:"Morgens acht Uhr(*= mañana a las ocho!)". Teutònico.

La noche casi no pude adormecerme pensando en ella, me levanté temprano, llevé un traje de lino y fui a la barra, muy ansioso de descubrir como mi profesora se habrìa vestido. A las ocho menos un minuto ella entrò en el comedor del bar y marchò a la màs lejana mesita llevando un kimono azul decorado de bordados àureos que la tapaba desde el cuello hasta los pies.

Sin preliminares ella empezò su lecciòn estimulante, lùcida, compendiosa – a cabo de un mes, pensé, mi cerebro se habrà apoderado del alemàn bàsico.

Después de la tercera lecciòn ella me dijo bastante amigablemente:"Hace tres dias que tenemos comunicaciòn pedagògiica y no nos conocemos de ninguna manera. Hoy el sol enciende la arena y ahoga la respiraciòn. Le gustarìa a mi discìpulo una gira de altura en un "patino" de remos lejos de la playa para respirar un aliento de brisa marina?"

"Esa es la propuesta màs atrayente que yo he recibido en toda mi vida."

La barquita fue empujada por el bañero en el agua , yo me puse a los remos, ella se extendiò enfrente mio sobre el puente disfrutando los rayos ardientes del sol. Tanto nos alejamos de la playa que no se veìan màs ni la gente ni las ombrillas. Deseaba aquella extrana mujer, que ahora llevaba un minibikini color cereza, alcanzar la Croacia?"

Estùvimos en silencio por un largo rato. Entonces, cansado, yo me parè de remar.

Pues ella preguntò: "Quién te regalò eso pelo negro azabache?"

"Mi madre, por cierto, que es griega."

"Y tus ojos azules turqueza?"

"Mi padre, supongo, que es de Detroit, Michigan."

"Alguién te dijo que eres un joven fascinador?"

"Alguna lo dijo."

"Y como vives tu vida sexual?"

Esta pregunta me cojò de sorpresa y me vino a la mente lo que me habìa confiado mi compañero de voleibol.

"Màs bien satisfactoria ", respondì para concluir una plàtica que no sabìa con cual tono conducir."

Por otro lado mi respuesta fue totalmente falsa, dado que durante aquellos seis meses en Italia por mi intensìsimo estudio y continuos viajes (los gloriosos pintores a los que me dedicaba eran un mar al servicio de todos los prìncipes y prelatos rinascimentales) que no tuve ninguna oportunidad para liarme con alguna linda italianita y tenìa demasiado miedo del SIDA enrollandome con cualquier puta negra o slava o albanesa de que las rutas estaban repletas. Tres o cuatro ejaculaciones espontàneas soñando las màs hermosas Venuses pintadas que habìa contemplado fueron todo mi tributo al sexo.

*****

Pero una vez me ocurriò una extraordinaria aventura. De Venecia tenìa que ir a Roma y cojì un tren de largo recorrido, donde me senté en un compartimiento de segunda clase en que estaba sòlo una pareja de ancianos adormecidos, ella con su cabeza sobre su espalda : ambos roncaban un poquito. Las cortinas de la ventanilla y de la puerta estaban cerradas y sòlo la tenue luz azulada estaba encendida. Lentamente mirando esfilar ante los ojos de mi memoria las maravillosas pinturas de Tiziano, Tintoretto, Veronese y muchos otros pintores que habìa admirados en Venecia y otras ciudades del Veneto me adormecì tranquilamente y me desperté sòlo cuando el tren se parò por un largo rato en la estaciòn de Boloña y un montòn de gente subiò en nuestro vagòn. Afortunadamente la cortina de la puerta y la obscuridad del interior no fueron violadas y sòlo en el momento de la partida una mujer jadeante entrò en nuestro compartimiento. Los dos viejecitos continuaron su conciertito; creo que no se habrìan despertado ni siquiera por un asalto al tren. La dama llenò de perfume todo lo compartimiento , puso su sombrero y su neceser encima de la rejilla, se sentò en un lugar al lado de la ventanilla , apoyò la cabeza a la pared y pareciò deseosa de una buena dormida.

La luz azulada no permetìa ver mucho, mas yo no sabìa darme cuenta del hecho que una señora con aquel perfume, un sombrero, un traje de etiqueta (tal parecìa a mì) viajase en una segunda clase. El sueño con sus visiones me habìa acompañado por toda la primera parte de mi viaje; ahora sòlo la curiosidad de descubrir algo màs de aquella mujer me daba compañìa.

Entre las estaciones de Boloña y Florencia, pero màs cerca de Florencia, hay un tùnel largo dieciocho kilòmetros y medio, por lo que a beneficio de los viajeros las luces blancas fueron encendidas en todos los vagones. La pareja roncaba. La señora , cuyo vestido era verdaderamente largo y de seda negra, no hizo ningùn movimiento, por lo que yo me levanté y apagué aquella vivida luz blanca.

El tren ni siquiera habìa recorrido un kilòmetro que yo sentì una mano liviana sin dificultad buscar el cursor de mi cremallera que ligeramente fue abierta en toda su longitud. La respuesta de la parte interesada fue inmediata, duramente padeciendo el contraste con mi ropa ìntima y exterior, mas aquella mano, cierto gracias a no poca experiencia adquirida, deslizò en la hendidura de los calzoncillos y desbloqueò el prisonero, que sin duda tenìa buena presencia e hizo tan satisfactoria impresiòn que me fue negada una vista completa del rostro de la libertadora inmediatamente tumbado sobre el àquila desasnidada,

Yo no me avergonzé de ninguna manera de mi total pasividad, porque en primer lugar no sabìa cual iniciativa tomar en precencia de aquel vestido etiquetoso de seda negra y ademàs la sensaciòn percibida por mi ave en aquella cavidad tibia y hùmeda con el concurso de labios, lengua y toda la mucosa oral , lamiendo, mamando, succionando, estaba tan placentera que yo me insimismaba con un goce egoista. Sòlo me preocupaba lo que habrìa pasado al cantar del pàjaro,siendo la garganta de ella repleta. Por esto iba buscando un pañuelo, que no fue absolutamente necesario, porque todo sucediò en una manera lindìsima : chorros suculentos, tragos adecuados, captura de las ùltimas gotas por apretones manuales y bucales , despuès de que un pañuelito perfumado limpiò de la saliva el ave que fue repuesto en su nido y la jaula fue cerrada.

En aquel momento el tren salìa del tùnel. Cuando el tren redujo su velocidad entrando a la estaciòn de Florencia, la encantadora se levantò – bello rostro, maquillaje aùn perfecto – recojì su sombrero y su maletìn y, besandome en el cuello, me susurò en la oreja: "Un souvenir de Boloña".

Yo puedo ser testigo de lo que todo el mundo sabe, que las boloñesas son las màs exquisitas mamadoras del mundo.

*****

El dramàtico desarrollo de las relaciones con mi profesora os relataré otra vez.

 

BAYARD 1982