Descubrí que tu belleza
tiene una justa razón
y es que llevas la nobleza
de nuestra sangre Pemón.
Tus ojos de mirar tierno,
tu cuerpo hermoso y menudo,
tu sonreír sempiterno
me han puesto en el cuello un nudo.
Y sentí que me apretaba
hasta quitarme el aliento
y me morí de contento
al sentir que me besabas
con esos labios carnosos
que me llenan de deseo
cuando acercarse los veo
y me rozan deliciosos.
Sé que te llamas Alicia
y desde que yo te vi,
empecé a desear de ti
algo más que esa caricia.
Desde que tú apareciste
he deseado tenerte
todo el cuerpo recorrerte
y con mis labios medirte.
Besarte desde los pies
hasta el último cabello
dejar en tu cuerpo un sello
que dure hasta tu vejez.
Sentir que te entregas toda
a mi pasión desmedida,
verte en mis brazos rendida
hasta la última hora.
Arrancarte mil gemidos,
prodigarte mil placeres,
que sientas que casi mueres
en el lecho compartido.
Quiero que gimas mi nombre
cuando te lleve a la gloria
y quedarme en tu memoria
aunque ya seas de otro hombre,
porque sé que es imposible
que tú junto a mí te quedes,
pero si a mis ansias cedes
verás que el cielo es tangible
y es que te haré conocer
lo sublime de un encuentro
y me llevarás por dentro
como el más grande placer
Y si ya anciano me ven
sonriéndole a mis secretos,
será porque aún te recuerdo,
La Flor de Kavanayén.