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Vida del Rechoncho

en Textos de risa

Vivo en la orilla de los pantanos del centro de Florida ; a veces, en las mismas profundidades.

Con mi cuerpo semejante a una hamburguesa gelatinosa de ojos saltones, respiración primitiva casi branquial, y aspecto general de renacuajo con boca de buzón, me deslizo o me arrastro - como prefieran - del pantano al musgo y del musgo al pantano.

Con mis manos y pies, de tres dedos achatados y gruesos, que apenas sobresalen del costado de la hamburguesa, subo a la viscosa orilla donde encuentro mi principal alimento : los microorganismos y los pequeños anélidos, artrópodos, etc., que viven en el barro. Luego de atraparlos, aún dentro del fango, hago un esfuerzo para eliminar éste último por unos conductos que debo tener bajo la mandíbula. Pero como todavía no aparecieron de acuerdo con el plan evolutivo, me resigno y termino tragando también el barro.

A veces uno de nosotros ( hay veinte como yo en el pantano ) encuentra huevos de tortuga ; entonces los empuja lentamente hacia un pequeño pozo y los deja caer allí. Todos hacemos esto desde nuestra aparición sobre la Tierra, con la esperanza de conseguir dientes por medio de la evolución y poder comer los huevos de tortuga.

Porque ahora además, a causa de nuestro régimen, estamos en vías de extinción.

El barro - junto con los insectos que comemos - está saturado de residuos químicos provenientes de una planta industrial cercana.

Como consecuencia de la contaminación de nuestro hábitat, los cocodrilos que vivían en el pantano empezaron a emigrar. Menos mal, porque cada vez que nos pisaban mientras caminaban por la orilla musgosa, nosotros salíamos disparados a causa de nuestra contextura gelatinosa, como un jabón mojado, y quién sabe dónde íbamos a parar.

Hoy hay sol y desde muy temprano volvieron algunos botes por esta zona ; no se quedan en el pantano, pero lo cruzan a lo largo para llegar al muelle de madera carcomida de la orilla oeste. Pasaron dos que no iban muy rápido, pero el oleaje que hizo uno de ellos me llenó el ojo izquierdo de agua, tierra y algas.

Nuestros ojos se hallan a los costados y carecen de membranas protectoras o párpados, como creo que se llaman. Tuve que sumergirme.

Hoy aparecieron muertos tres de los nuestros ; les resultó demasiado pesado el barro con cromo. Anteayer, no obstante, uno de nosotros fue a la planta para hacerles saber a los operarios que el cadmio también le había caído muy mal. No sabemos qué fue de él.

Llueve abundantemente y el agua verdinegra del pantano se extiende unos diez metros sobre la orilla fangosa y contaminada. Al igual que mis congéneres, nado lo más rápido que puedo entre huevitos robados de tortuga que flotan por todas partes, hacia alguna roca musgosa.

Desde la seguridad de mi roca mojada veo pasar un pequeño cometa de derecha a izquierda. Aunque pasa justo frente a mí, sólo al anochecer me entero de que se trata de un Rechoncho : es el que fue a la planta industrial. Al tratar de atravesar una parte del camino, la rueda de un camión lo hizo volar hasta aquí.

Vuelve a amanecer lluvioso.

Ahora que lo he decidido, espero llegar antes del anochecer a la planta industrial, para pedirles a los operarios que tiren al pantano todo lo que tengan. Así nos extinguimos de una vez y volvemos a la Tierra con un organismo más adelantado en la evolución.