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Bronce y Flor

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"Bronce y Flor"

Todos los girasoles del campo de esa región habían acabado de ver al Sol pasar por su cenit, cuando el Dragón Alaor miró de pronto hacia abajo y casi se sintió derribado, al descender, por lo que vio.

Había llegado volando desde el lejano Cáucaso, al sur de Grozny, dominado por la cólera que le producía el haber visto morir al único familiar directo que le quedaba : su hermana Tanis.

Ella había caído en una emboscada ideada aparentemente por unos asaltantes de caminos ... Y ahora él anhelaba una pronta venganza. Si hubiera estado en sus manos, de haber podido, habría eliminado a toda la Raza humana.

Pero eso habría representado una injusticia contra los pueblos gobernados por el Emperador Hui Zong, quienes sí apreciaban y hasta veneraban a los Dragones.

Alaor, en su doliente ira, se esforzaba por recordar que no todos podían ser como los asesinos de Tanis.

Fue en esos momentos de confusas emociones negativas que dirigió la vista hacia abajo pasando sobre Clairvaux, donde unas lágrimas cayendo por un rostro femenino le hicieron el efecto de una gran piedra en la garganta. Habiendo alcanzado este nuevo nivel en su tristeza, no pudo sino descender cerca de ella.

Jacqueline, a los veintiún años recién cumplidos, no creía ser la mujer más hermosa al menos en esa comarca ; sin embargo varios habitantes del poblado la habían cortejado ya.

Pero todos sus encuentros románticos parecían estar destinados al fracaso : su primer pretendiente, un labriego, no tardó más de dos semanas en encontrar el placer compartiendo lecho ajeno. Otro que la había visitado en su casa durante casi cuatro meses amaneció muerto un día, por una enfermedad.

Un tercer pretendiente siguió los pasos del primero, y el cuarto intentó propasarse el mismo día en que la había conocido, siendo expulsado por la propia madre de Jacqueline.

Luego, durante casi un año, tuvo que sufrir no obstante el maltrato de algunos pobladores, que consideraban sus desdichados amores consecuencia de la brujería.

Jacqueline nada pudo hacer contra los crecientes rumores y, en poco tiempo, éstos se convirtieron en indisimuladas acusaciones, las cuales iban dirigidas tanto a ella como a su progenitora, Mariette.

Entre veinte y treinta aldeanos, entonces, enardecidos por sus propios impulsos, se dirigieron a la casa en cuestión ; la rodearon dando grandes voces y comenzaron a arrojar piedras y ramas ardientes.

Cuando finalmente derribaron la puerta para buscar a las presuntas brujas, Jacqueline y su madre se separaron involuntariamente al huir. Mariette corrió hacia arriba por una escalera mientras la hija se abría paso como podía entre la enfurecida turba. Así logró alejarse como por milagro, pero con la certeza de que ellos habían ultimado a Mariette.

Sin tener en cuenta ni viviendas cercanas ni caminos normalmente transitados, siguió corriendo hasta que no pudo soportar más el peso en su corazón y se derrumbó cerca de un río para llorar desconsolada.

No había tenido tiempo para llevar al menos algo de su ropa y ni siquiera sabía dónde podía ir. Estaba triste y desamparada, en esa mañana de mediados del siglo XII.

Así la vio Alaor, mientras cruzaba a cierta altura esa región.

Cuando ella, que tenía cabello castaño y lacio, estatura alta para su edad, color de piel algo más claro que el de los brezos y un nivel cultural un poco mayor que el del resto de los aldeanos, notó su presencia cercana sintió temor. Pero no porque hubiera visto un Dragón - una criatura para ella desconocida -, sino simplemente por su aspecto.

Sin embargo Alaor le habló intentando tranquilizarla, dejando a un lado su reciente pérdida.

-Espera. No te haré ningún daño, aunque seas como los que mataron a ... Pero no, ¡Qué torpe ! - su voz había sonado por un momento cargada de ira. -Bueno, ¿Qué puedo hacer para ayudarte ? ... Te vi llorando desde arriba y no tuve más remedio que bajar. Tus lágrimas lo hicieron. Pero dime, ¿Por qué llorabas ?

Jacqueline en esos momentos no esperaba ver a alguien interesado en ella ; sacudiendo tristemente la cabeza rompió a llorar otra vez, pero luego comenzó a contarle todo al único ser viviente en mucho tiempo que no se le había acercado para denigrarla o herirla.

-Unos aldeanos atacaron mi hogar y mataron - sin duda - a mi madre ... - el Dragón quedó de una pieza al enterarse del crimen. -Pero en realidad, creo que todo empezó cuando yo tenía casi dieciocho años ; cuando conocí mi primer amor. Desde entonces, todos mis romances estuvieron marcados por la desgracia, y para peor, los del poblado creyeron que todo fue debido a alguna brujería hecha por mi madre o por mí.

-Y no fue así, por supuesto ...

-No, pero ellos ... Oh, no, me parece que los oigo acercarse ; me encontraron otra vez, ¿Qué haré ahora ?

-Nada necesitas hacer, excepto ir a esconderte tras ese árbol para observar, si lo deseas, cómo dejan de molestarte.

La muchacha obedeció apresuradamente, enjugándose las lágrimas.

Alaor se aplastó contra la hierba, permaneciendo inmóvil por completo mientras los aldeanos lo rodeaban asombrados. Cuando uno de ellos le clavó la punta de una azada como para ver qué pasaba, el Dragón pareció enloquecer.

Con su primera embestida derribó a diez aldeanos. De los otros dieciséis, nueve huyeron, pasando incluso al árbol tras el cual se escondía Jacqueline ; pero ni ellos ni los siete restantes volverían ilesos a sus hogares. El Dragón volando tras ellos empujó y golpeó hasta que por todas partes sólo se oyeron veintiséis voces dando quejidos a causa del castigo infligido por Alaor.

Luego él volvió adonde estaba la muchacha.

-Grandísimos cobardes ... - gruñó. -Mejor vámonos pronto. Y después no me vendría mal un tratamiento en el hombro ... La herida de azada sigue sangrando.

-Espera un momento. Creo ... Creo que por aquí cerca hay unas plantas que servirán para curar tu herida. -Jacqueline miró en derredor y luego hacia un punto del terreno situado a treinta o cuarenta metros.

-Es allí, voy a traerlas.

-Mejor te acompaño. En algunos no puedes confiar ni aunque los veas muertos.

Si bien ella no dijo nada, ahora sabía que si había alguien en quien realmente podía confiar, ese alguien estaba caminando a su lado.

-¿Cómo te llamas ? -Preguntó entonces Jacqueline.

-Alaor, ¿Y tú ?

La joven le respondió.

-¿Y qué eres, exactamente ? ... Oh, perdón, no sé si pregunté como debía.

Sin embargo él ni siquiera se veía disgustado.

-Pues ... Tus semejantes, desde que nos conocieron, nos llamaron Dragones.

" yo vivía en los montes Kavkaz, mucho más allá de Constantinopla, pero decidí conocer otras regiones en las cuales tal vez establecerme y así estuve en Baghdad, Alepo y el monte Ida. En Alepo, ahora desearía no haber estado ; pues allí, un grupo de ... tus semejantes, dio muerte a mi hermana Tanis.

Esta vez fue Jacqueline quien quedó muda por el asombro. Mientras recogía las plantas apropiadas, recordando su tristeza, pensó en la que indudablemente había sentido el Dragón.

-¿Y qué hiciste entonces ?

-Abandoné ese país, volando muy alto para dejar atrás mi dolor yendo sobre las nubes.

" a veces, sin embargo, bajaba alrededor de mil metros para saber en qué parte del mundo estaba.

" ahora estoy aquí por haberte visto triste ... Y necesito que me cures la herida del hombro.

-Pero no tengo agua tibia, ni tela ... Según me dijo mi madre, hacen falta esas dos cosas, por lo menos.

-Sin embargo deberemos conformarnos con el agua fría, del río - dijo en tono resignado Alaor. ... Con respecto al otro elemento importante ... Espera aquí un momento.

Yendo hacia uno de los aldeanos que aún seguían sin poder levantarse, arrancó un buen pedazo de su camisa.

-Pufff ..., tal vez huela a pocilga, pero seguramente servirá.

En un pequeño hoyo, con agua del río y piedras cubriendo todo el fondo, Jacqueline echó las hojas previamente desmenuzadas para luego revolver todo con una ramita. Cuando el agua quedó ligeramente verde, mojó la tela en el compuesto medicinal y la aplicó varias veces sobre el hombro del Dragón.

Viéndole realizar el simple procedimiento curativo, él extendió involuntariamente sus alas en un arrebato de felicidad, como si gracias a esa tisana también se le hubiera ido el dolor interno.

-¿Sabes, Jacqueline ?, creo que eres muy hermosa.

-Gra ... gracias. -Se estremeció ella, volviendo el rostro ruborizado.

-¿Puedo acariciar tus manos ?

Jacqueline permaneció arrodillada frente a él ; ambos se miraban a los ojos mientras que ella tenía sus manos confortablemente envueltas por una de las de Alaor.

-Nadie me preguntó algo así como tú acabas de hacerlo, con tanta ... delicadeza.

" te necesito, Alaor. -Confesó ella, pero ahora sin atreverse a mirarlo directamente. El Dragón le hizo erguir la cabeza.

-Yo también a ti ... ¿Sabes ?, aunque los Dragones tenemos facultades extraordinarias, tú ya has hecho varios milagros en mí. Y no me importaría que fueras una bruja ; seguiría contigo, siempre.

Ambos siguieron descansando en silencio por varios minutos.

-Creo que ... yo ya te amo, Jacqueline ; lo digo en serio. Cuando el dolor nos acercó el uno al otro, también al menos en mí hizo nacer otros sentimientos.

Unas lágrimas pequeñas asomaron por los ojos de ella, sin llegar a caer.

-Oh, perdóname ... No quiero obligarte a decir si sientes lo mismo por mí.

Las simples emociones de la muchacha vieron repentinamente, en el Dragón, a alguien que había llegado hasta ella con una sinceridad de alas completamente desplegadas, para darle y a la vez pedirle lo mejor ... Alguien que en su propio infortunio la había sacado de tan gran tristeza.

Acercó el rostro al del Dragón y cerró su boca con un beso durante unos segundos. Pero para Alaor fue una feliz eternidad resumida allí.

El Sol dejó paso a la oscuridad, en ese día tan lleno de situaciones enfrentadas en cuanto a los sentimientos. Jacqueline aún se preguntaba dónde podría dormir ; no iba a ser seguro para ella volver a su casa.

-Mi hermosa desdichada ... - se compadeció el Dragón, caminando junto a ella. -Si te resulta imposible regresar allí, algún familiar o amigo que viva cerca podría dejarte pernoctar.

-Pues ... Hay una anciana tía mía viviendo casi en las afueras. Pero no quisiera que por pedirle eso termine como mi pobre madre.

-¿Y con respecto a tus amigos ?

-Me temo que tampoco puedo, mi querido Alaor. Aun si aceptan ayudarme, será igualmente malo para ellos ; y si se dejaron llevar por los rumores que corrieron sobre mí ... Además, ya me vieron contigo. Nunca voy a poder regresar allí.

-Y mi hogar se encuentra muy lejos. Pero ni puedo pensar en llevarte : lo que está bien para un Dragón, no conviene a una joven mujer.

-¿Por qué, dónde vivías ?

-En una gran caverna, como todos mis congéneres desde tiempos inmemoriales. Por confortable que sea, sin embargo, únicamente alguien como yo podría sentirse cómodo en un lugar así.

" ahora bien, como tú evidentemente tú no puedes volver a sacar dinero de tu casa, apenas lleguemos a alguna posada le mandaré un mensaje a alguien que conozco para que me traiga algo de mi caverna, con lo cual podamos vivir decentemente.

Jacqueline detuvo su lento andar para sentarse apoyando la espalda contra un ciruelo. Alaor se recostó alrededor del árbol rozando con el extremo de su cola los pies de Jacqueline y con su alargada cabeza descansando sobre las rodillas de la joven, entre sus acariciantes manos.

-Tengo sueño, querido Alaor. Pero está empezando a hacer frío y, durante la noche, este bosque es muy húmedo.

-Espera un momento. Voy a intentar algo, para que puedas dormir bien.

El Dragón apoyó la mano izquierda sobre los pies de Jacqueline y empezó a elevar voluntariamente su propia temperatura interior para irradiarla a ese frágil cuerpo.

Mirando pasar la Luna y contando las estrellas que también cruzaban el firmamento, él siguió velando el sueño de su protegida.

Ella despertó al despuntar el día, vio al Dragón y tardó varios segundos en recordar por qué estaba allí junto a él.

-¿Tú no dormiste, Alaor querido ?

-No, estuve ocupado dándote mi calor.

-¡Oh ... No sé cómo puedes ser tan tierno ! - Exclamó ella conmovida, rodeándole con sus brazos el cuello.

-Si realmente lo soy, tesoro mío, es sólo gracias a ti.

" ahora tenemos que ver dónde conseguir al menos un desayuno adecuado para ti. ¿Qué posadas conoces, aunque estén lejos ? -Preguntó esto en cuanto echaron a andar.

-Bueno, la mayoría están entre Clairvaux y Bar le Duc ; sólo que en cualquiera de ellas podrían reconocerme. En cambio podemos encontrar muchas más hacia el sur, llegando a Cluny.

" por cierto, ¿Cómo harás para que no te vean así ?

-Pues ... Podrás verlo ahora mismo : esta es otra de las maravillosas facultades que poseemos.

En apenas dos minutos transformó, frente a la sorprendida Jacqueline, su forma de Dragón color bronce con matices anaranjados aquí y allá, así como la altura cercana a un metro cuarenta y su aspecto muy similar al de un Dragón de Komodo, en la de un individuo que habría sido confundido con cualquier aldeano perteneciente a esa comarca.

-Es increíble ...

-Ciertamente. Pero para nosotros, es como aprender a leer ; también puedo transformarme en lobo, ave rapaz, ciervo o gato.

-Entonces tu gente debe ser realmente maravillosa. Pero, sin intención de ofenderte, viéndote como aldeano me pareces más apuesto como Dragón.

Alaor no pudo evitar reír.

-Es que, de cualquier modo, los Dragones no somos demasiado hermosos ...

-Pero tú, para mí, sí lo eres. Además, si algo importante pude aprender de mi madre, es que la verdadera belleza se lleva dentro.

-Otra vez tienes razón ... Bueno, si no dije eso antes no importa, lo hago ahora.

En su camino hacia Cluny se cruzaron con varios viajeros y algunos mercaderes que iban o venían, apurados por llegar. Ellos en cambio, prefirieron seguir a paso normal ; llegar para el desayuno les llevaría escasamente una hora.

Sólo una cosa les llamó la atención durante el viaje.

Un jinete que venía aparentemente desde Clairvaux, cuando pasó junto a ellos miró por unos segundos a Jacqueline antes de seguir galopando hacia Cluny ; y a ella el rostro del jinete le resultó vagamente familiar aunque no pudiera adivinar sus propósitos.

-¿Qué ocurre ? - preguntó él. -¿Te pareció conocido ?

-En realidad, no ... Tal vez no sea del pueblo de donde vengo.

-¿Algún campesino, entonces ?

-Eso es lo más probable ; pero me miró de una forma rara, como si me conociera.

-Por lo menos no se acercó a molestarnos con preguntas. Y cuando estemos allá, si uno de ellos vuelve a hacerte algo, juro como Dragón que sabrán de nuevo quién es Alaor.

-Lo sé, mi dulce protector. Pero de aquí en adelante, será mejor si nadie sabe lo que eres en realidad.

Los dos se detuvieron un momento a un lado del camino para abrazarse y besarse en los labios con discreta pasión.

Jacqueline susurró, en ese breve intervalo, algo al oído de Alaor.

-¿Sabes ?, sigues pareciéndome más dulce como Dragón que como aldeano.

Entonces el Dragón - quien con su forma verdadera debía resultar temible en lugar de tierno -, sonrió al susurrarle algo, a su vez, a Jacqueline.

En las inmediaciones de la ciudad hallaron el lugar que buscaban.

-Una posada, ¡Por fin ! - se alegró ella. -Me muero por tomar algo caliente y sentarme un buen rato.

El edificio situado a la izquierda del camino ( mirando hacia la ciudad ) contaba con tres pisos, siendo los dos superiores los reservados para huéspedes. En la planta baja se hallaban el gran salón comedor, la cocina y los baños.

Jacqueline entró, seguida por Alaor. Además de ver repentinamente tantas personas reunidas, le llamó la atención a la joven el amplio interior, construido mayormente en madera, y los dos pares de escaleras ubicadas a los costados, que llevaban a los pisos para huéspedes.

Ambos se dirigieron a una mesa y, cuando el dueño llegó hasta ellos, pidieron té y unas cuantas hogazas para comer con mantequilla.

Durante el desayuno, por un acuerdo tomado en común, evitaron sacar el tema del motivo de su viaje a Cluny. Cada vez que pudieron oír con claridad las conversaciones en derredor, escucharon varias veces los nombres "Pedro el Venerable", "Abad Hugo", "Capetos", "Plantagenet" y "Luis VII".

El caso es que Pedro era en la iglesia Cluniacense el que había logrado restaurar su antiguo esplendor, si bien con mano férrea ; el abad Hugo de Semur, unos años antes, había sido responsable por la decadencia en la misma iglesia de Cluny ; la dinastía de los Capetos, iniciada en el siglo X, se había consolidado a principios del siglo XII con Luis VI, y luego, más aún, con su sucesor Luis VII ; por otro lado, el recientemente creado dominio franco-inglés representado por los Plantagenet implicaba una gran amenaza para la dinastía de los Capetos ; Leonor de Aquitania por último, que había estado casada con Luis VII, contrajo matrimonio con Enrique Plantagenet, quien gobernaba como duque en Normandía y como conde en Anjou, Maine y Turena. Más tarde Enrique fue Rey de Inglaterra y entró en guerra contra el sucesor de Luis VII, siendo derrotado y perdiendo así sus territorios.

Pero Jacqueline, que sólo había visitado esa ciudad una vez siendo muy pequeña, no había podido saber nada de esto, viviendo allá en Clairvaux.

-Tal vez todavía debamos tener cuidado - dijo en voz no muy alta Alaor, tomando una mano de Jacqueline. -En cuanto terminemos el desayuno buscaremos una habitación, aquí o en cualquier otra posada.

-Y yo que quería descansar ... -Suspiró ella.

-No, no es exactamente lo que quise decir ... Cuando te sientas dispuesta, iremos a algún otro lado.

-Sí, eso me parece bien. Sólo necesito quedarme aquí un rato y después nos vamos.

Muy cerca del mediodía, los dos dejaron la posada y fueron caminando muy juntos, yendo a la ciudad que ni siquiera ella conocía bien.

Tras recorrerla y pasar frente a la iglesia, a la cual estuvieron contemplando maravillados -especialmente Jacqueline-, creyeron ver al jinete caminando a unos diez metros delante de ellos, en una calle donde había otro albergue que les pareció apropiado para almorzar y pedir una habitación.

-Mejor quédate junto a mí. Vamos a pedir cuanto antes un cuarto en este albergue.

El hombre en cuestión estaba ocupado organizando un encuentro que tendría lugar esa misma noche, y del cual sería integrante destacado nada menos que Pedro el Venerable.

-Supongo que será un gran acontecimiento - dijo Alaor cuando escuchó al dueño hablar del asunto. -Pero yo quería preguntar con respecto a un jinete que llegó a Cluny esta mañana, y al cual vimos rondando por aquí antes de entrar. ¿Tiene alguna idea sobre quién es, o qué hace en la ciudad ?

-No, ninguna ... A decir verdad, ni me había enterado.

Alaor miró al hombre ligeramente de costado.

-Pues yo creo que algo debe saber ... En lugares como este, cualquier cosa es noticia rápidamente.

-¿Acaso cree que miento ? ¡Vamos, no se haga el inquisidor conmigo ! ¡Y si no puede confiar en mi palabra, no tengo nada más que decir ! ... Tengo mucho trabajo por delante, si me disculpan.

Únicamente la conveniencia de pasar por Cluny lo más discretamente posible y el hecho de evitarle ante todo a Jacqueline cualquier situación desagradable, le hicieron a Alaor contener su impulso de levantar en vilo al hombre para que confesara, si es que sabía algo.

-Ven, mi tesoro, nos quedaremos en la habitación.

" más tarde si es posible lleva a nuestro cuarto algo para comer. -Pidió luego a un cocinero.

-Lo siento, señor, la comida sólo se sirve en el salón. Siempre es así.

-Bueno, entonces sube a avisarnos cuando la tengan lista. Mientras tanto, necesito que un correo lleve este mensaje sin demora a Lyon, donde deberá preguntar por Alceo, el comprador de libros.

Lo escribió en pocas líneas y se lo entregó tras plegarlo prolijamente.

Otro ayudante, en este caso muy joven y desvinculado de las actividades en la cocina, fue con el mensaje a buscar al que lo llevaría a su destino en la mencionada ciudad. Un día después, por intermedio del Dragón Alceo -coleccionista de numerosos libros-, le llegó a Alaor un morral con doscientas monedas doradas y trescientas plateadas, traídas éstas desde su lejana cueva del Cáucaso.

La muchacha entró a la habitación, nuevamente seguida por Alaor, quien luego echó el cerrojo a la puerta dejándola por dentro convenientemente asegurada.

Enseguida se volvió hacia Jacqueline.

-¿Qué te ocurre, mi adorada ?

Ella estaba sentada sobre la cama con las manos cruzadas y mirando hacia el suelo.

-No sé si voy a poder soportar más esto ... Tener que esconderme hasta el fin de mis días.

-¿Y qué te gustaría hacer ? -Preguntó él yendo a sentarse a su lado.

-Lo que más quisiera, es poder regresar a Clairvaux, para vengar a mi madre. Pero sé que es imposible. -Sollozó.

" y tú, Alaor ... No hagas nunca más esas cosas de valiente, si con eso vas a perjudicarme. No vuelvas a hacerlas.

-Ooooh, lo siento ... Te lo prometo. Te doy mi palabra. -Intentó disculparse abrazándola para que se desahogara, pero por un rato no supo qué más decir. Ella, sin ofrecer resistencia, permaneció entre sus brazos.

Luego de que ella pudo calmarse, Alaor siguió sumido en sus pensamientos, dando algunas vueltas por la habitación.

-Verdaderamente, si sólo fuera por mí, querida mía, iría a castigar a los que tanto daño te hicieron.

-¡No, no les hagas nada ! -se incorporó Jacqueline -... Quiero decir, no me dejes sola ni siquiera para ir a castigar a todos mis perseguidores. Te necesito aquí, conmigo.

-Si así lo deseas ... Mi único propósito es que tú estés bien.

" y ahora, hablando de estar, -dijo él acercándose un poco. -¿Puedo volver a mi forma original ? ... La que tengo en este momento ya me hace sentir incómodo.

-Claro, ¿Cómo me lo preguntas ?

-Gracias ... Ah, esto ya está mejor. Necesitaba estirar las alas.

" por supuesto, sólo quiero permanecer así mientras esté contigo en la paz de un cuarto cerrado.

-Sí, dulce Alaor. Ya sabes que me gusta más verte tal como te conocí.

" ven, acuéstate junto a mi cama. Necesito dormir un rato.

El Dragón color bronce se acomodó allí ; Jacqueline le acarició la cabeza hasta que fue vencida por el sueño.

La joven despertó sorprendida al ver a Alaor observándola.

-¿Y tú no dormiste ? -Preguntó, levantándose de la cama.

-No, mi bien preciado ; no tenía sueño. En realidad, duermo muy poco.

Ella buscó un peine en el pequeño armario que había bajo un espejo ; estuvo entonces diez minutos arreglándose.

-Ahora que te veo de nuevo tal como eres ... Bueno, tal vez no seas hermoso, pero como dije antes, la belleza del alma es lo único importante. Y puedo asegurar que tu alma es bella.

El Dragón, aproximándose despacio, fue a apoyar su cabeza en el hombro de Jacqueline.

-Y aunque tú no seas la mujer más hermosa del mundo, yo siempre te querré más que a cualquier reina oriental. Porque pude ver muchas, ya, de fría y distante belleza. Pero tu simple hermosura logró cambiarme por completo apenas te vi, cuando sólo deseaba en mi corazón una horrible venganza. Ahora, gracias a ti, ese deseo quedó atrás para siempre.

Cuando pasaron unos quince minutos, el ayudante del cocinero llamó a la puerta.

-Pronto estará la cena, señor.

-Muy bien, bajaremos cuando ya sea de noche. -Respondió el Dragón.

" bueno, pronto tendré que volver a ser un aldeano.

Jacqueline estaba sentada otra vez sobre la cama ; sus manos apoyadas a cada lado, y ella miraba hacia abajo pero no se veía triste.

-Lo sé, mi dulce Alaor. ¿Puedes acercarte un momento ?

Ël avanzó hasta que sus rostros quedaron a unos veinte centímetros entre sí. Ella entonces alzó la vista.

-Oh, cielos, no sé cómo voy a hacer esto. Ni cómo estuve pensando ... - se estremeció levemente. -Pero descubrí que también te amo, Alaor.

-¿Tienes miedo, o algo así ?

-Tal vez ... Todo parece muy confuso, excepto mi amor por ti.

-¿Prefieres que nos quedemos hablando en vez de bajar a comer ?

-Por ahora sí. Aunque no sé muy bien qué decir ... o hacer.

-Piénsalo tranquila. Puedo esperar horas, o días si hace falta.

-No, creo que puedo pedirte y darte todo ahora.

-¿Estás segura, mi adorada ?, yo por supuesto no haré nada que tú no d ...

Jacqueline lo interrumpió nuevamente besando su boca.

-En eso, sí lo estoy. -Dijo después.

Cuando ella se soltó el pelo, sin dejar de mirarlo sonriendo, se desvistió lentamente pero sin ninguna ceremonia.

La relación entre ambos ... Podía decirse que se encontraba a mitad de camino entre la simple pasión de una joven francesa casi campesina y la delicadeza presente en dos manos femeninas cualesquiera. Ella se movía apenas como el suave oleaje de un lago, acostada boca arriba, acariciándole a Alaor la cabeza y los hombros ; Alaor era como una barca feliz sobre ese lago acogedor mientras sus alas lo engañaban diciéndole que volaba y él enroscaba lentamente parte de su cola sobre una pierna de su enamorada.

Luego del contacto íntimo intenso y casi mágico, tal vez ni el Dragón podía imaginar que el haber estado ambos así los haría buscarse eternamente, o hasta el fin de los tiempos.

Jacqueline por su parte nunca había podido imaginar siquiera un encuentro como ese, y por otro lado le parecía que estando con Alaor había dejado atrás la desgracia que le traían sus romances.

Alaor siguió recostado junto a Jacqueline, quien se había cubierto únicamente hasta la cintura con una frazada. El Dragón acomodó con cuidado sus casi tres metros de largo.

-Mi amado, apoya aquí arriba tu brazo para que puedas estar más cómodo. En este borde también queda lugar para tu cola.

" y tus piernas también pueden estar más al centro de la cama. Así, ¿Viste, mi amor ?

-Sí, mi dulce Jacqueline.

"¿Sabes que con esa frazada tapándote hasta la mitad pareces una Sirena ?

-No, ¿Qué son las sirenas ?

-Son unas mujeres que viven en el mar ; tienen cabello largo, su torso desnudo, y de la cintura para abajo, una larga cola de pez. No quiero decir que tú la tengas, por supuesto.

-No deben ser muy atractivas, entonces.

-Para los navegantes antiguos, sí lo eran. Pero también muy peligrosas ... Pues si algún marino se dejaba llevar por su canto, podía considerarse perdido.

Siguieron hablando unos minutos, prodigándose caricias. Luego ...

-Bueno, no sé si a ti te pasa lo mismo, pero a mí la palabra pescado me despertó el apetito. ¿Bajamos a comer ?

-Siempre procuraré complacer tus deseos. -Aceptó el Dragón.

Cuando encontraron un lugar del comedor lo suficientemente alejado de Pedro el Venerable y su solemne pero bulliciosa comitiva, el mismo que había ido a avisarles a la entrada de su cuarto les llevó la cena : pollo con champiñones.

-Aaah - suspiró ella. -Me parece mentira estar aquí, contigo y tan feliz.

" además, aunque tenga que esperar unos días para saberlo ... Tal vez de mí nazca un hijo tuyo. Mi madre llegó a explicarme algunas cosas sobre eso.

Alaor sonreía, con el numeroso grupo de honorables huéspedes a sus espaldas. De ese modo no pudo ver algo que a Jacqueline no le llamó demasiado la atención : un hombre se dirigió a hablar con Pedro ( ella tampoco alcanzó a ver su rostro ) y durante esa breve conversación el Venerable volvió la cabeza un par de veces hacia donde se hallaba la joven.

Sin embargo, ella no se fijó más en lo que hacían los de la gran mesa situada casi en el extremo opuesto, sino que siguió conversando con Alaor.

-Nos quedaremos aquí unos días más, ¿No, amado mío ?

-Con lo que tengo en el zurrón, mi tesoro viviente, podríamos llegar a estar aquí diez años. Pero mi idea es que nos vayamos pronto a un lugar alejado, para que podamos estar juntos y tú tengas en paz a nuestro hijo.

-¿Nuestro bebé ? - su rostro se puso radiante. -¿Crees que realmente voy a poder ... ?

El Dragón asintió.

-Tan seguro como que en unas horas saldrá el Sol.

-Oh, ¡Cómo espero que sea verdad ! ... En un lugar donde sólo estemos tú, yo y el bebé, por supuesto.

-Yo ya pensaré en un lugar apropiado para nosotros. De momento, me gustaría dar un pequeño paseo. Ya terminé mi cena, ¿Tú no comes más ?

-Sólo un poco más de este delicioso pollo ... Bueno, listo. Caminaremos un poco y después volveremos cuanto antes al cuarto para que puedas ... -se acercó para susurrarle al oído- ser otra vez el hermoso Dragón que conocí.

Habiendo dejado el albergue, tomados de la mano llegaron al sector de los comerciantes. Allí compró Alaor un vestido azul a Jacqueline y, para él, una curiosidad de su tierra de origen expuesta a la venta en una mesa de la plaza : varios adornos llamados koltys, usados por los aristócratas rusos en diversas ocasiones festivas ; siendo de oro y plata, se agregarían a su ya considerable fortuna.

-Es hermoso, lo que me regalaste. Ya quisiera estar en nuestro cuarto para ponérmelo. Gracias, amor mío ... -Y abrazándolo fuertemente, le dio un largo beso en la boca que él devolvió igualmente agradecido.

-Vamos, mi amor, de vuelta al albergue ; así me ves cambiarme y ponerme este vestido con tus dulces ojos dorados.

A menos de veinte metros del albergue intuyeron que algo andaba mal -aunque esos soldados apostados a la entrada no podían tener nada que ver con ellos-, pero pronto descubrieron el motivo.

-Por orden de su Eminencia Pedro el Venerable, la mujer debe ser llevada ante un inquisidor, bajo acusaciones de brujería y tratos con el maligno.

Jacqueline sintió que empalidecía ; Alaor avanzó hacia el Guardia.

-¿Cómo dijiste ... ?

-¿Acaso eres sordo ?

-No, en realidad me parece haber escuchado cierta insinuación.

-Pues fue una acusación. Y tú, maldita bruja, ven con nosotros a ...

-¡¡¡Estás insultando a mi dama !!! - estalló Alaor. -¡Pídele perdón ya mismo ! ¡O lo que haga ahora con vos y tus soldados, no será nada comparado con lo que puedo hacer si haces salir a Alaor !

-¿Hacer salir a quién ? - se mofó el Guardia. -¿A la monstruosidad que venía con esta bruja desde Clairvaux ? ¿Tal vez está alojada en el albergue y el dueño no la vio entrar ?

-¡Cállate ! - exclamó el metamorfoseado Dragón al oír que todos ellos festejaban la ocurrencia del Guardia. -Si no piensas disculparte ante ella, te sugiero que nos dejes entrar ... Y tal vez puedas ver luego al que te mencioné. ¡A un lado !

Enseguida dos, tres, hasta siete lanzas hirieron al Dragón, en la espalda y el costado, antes de que se desplomara.

-¡Nooooooo ! - se desesperó ella. -¡Alaor, noooooo !

-¿Pero qué les parece ? - volvió a reír el que dirigía a los soldados. -Ese temible Alaor es este despojo sangrante. ¡Vamos, bruja !, te espera el inquisidor.

-Oh, no, ¿Qué te hice, amado mío ? ... Espero que me perdones.

-¡Camina ! -La empujaron tres o cuatro.

-¡Muy bien ! ¡Él me vengará, ya lo verán, aunque ahora lo vean malherido !

El doloroso despertar de Alaor se produjo unos veinte minutos después.

Aunque creía haber perdido mucha sangre, se incorporó tan pronto como pudo y comprobó que tenía en su mano cerrada, sujeto con fuerza, el vestido que le había regalado a ...

Entonces, sin pensar siquiera en ignorar el dolor, levantó la costosa prenda y subió a toda velocidad al cuarto donde ella y él habían comenzado a ser felices. Dobló el vestido lo mejor que pudo, reunió sus pertenencias y metió todo apresuradamente en el saco, que luego se colgó del cuello.

Tirando algunas monedas sobre la cama para pagar por el albergue, cambió inmediatamente de forma para salir volando por la ventana. Claro que, sin tiempo de pensar en la criatura adecuada, sólo atinó a salir de allí como Dragón ; y dando grandes voces atravesó el viento de la adormecida ciudad.

-¡Jacqueliiiiine ! - exclamó con voz que se quebró al final.

-¡Misael ! ¡Padre Igal ! ¡Anciana Lilian ! ¡Necesito su ayuda ! -Llamó después a todo pulmón.

-¡Está invocando a sus hermanos del infierno ! ¡Que el Cielo nos proteja ! -Se asustaron todos los que lo oyeron. El Dragón pasó dos veces sobre Cluny ; luego se perdió de vista.

Escondido en un bosque cercano, el Dragón se paseaba inquieto y sufriendo, preguntándose además cómo ayudaría a su adorada Jacqueline. Esperaba asímismo que el hecho de haber salido así del albergue no la hubiera perjudicado aún más.

Pocos minutos después llegaron Lilian, Igal y Misael. La Anciana Lilian, Dragonesa de color azul, era precisamente una de las Ancianas, encargadas de designar al sucesor de Igal el día en que éste falleciera.

Igal el Rojo era el Padre del Clan donde habían nacido ella, Misael y Alaor. Misael, de color rojo y negro, por su parte era hermano de Clan ( no consanguíneo ) del Dragón que ahora los había convocado, lo mismo que otros diecinueve.

-¡Oh, Padre mío ! - comenzó Alaor. -No sé cómo podré hablar sin deshacerme en llanto.

" pues una dama hermosa a quien yo protegía más que a mis tesoros de la montaña, fue capturada porque la acusaron de bruja ...

-Ah, pero no debes inquietarte demasiado, mi pobre hijo. Por lo que sé, tu protegida deberá pasar por un juicio, el cual por otra parte tal vez sea en unos días ; después de eso la llevarán a través de la ciudad para que todos puedan castigarla ( aquí Alaor sintió que por unos momentos se le detenía el corazón al imaginar ese frágil cuerpo apedreado y atravesado por lanzas ) ; y finalmente la atarán a un poste para quemarla viva.

" lo que en realidad quiero decir, es que tienes mucho tiempo y sobradas oportunidades de salvarla.

" nosotros por supuesto estaremos cerca, cuando estés dispuesto a salvarla de lo que le espera.

Alaor se sintió algo más aliviado.

-Si realmente intervienen en mi favor, no pierdo las esperanzas de lograrlo.

-Tú sólo traza un plan para hacerlo, y nosotros lo seguiremos. -Prometió el Dragón rojo y negro.

-Gracias, Misael. Tienes razón, debo armar un plan, cuanto antes ...

-Pero aún falta algo - habló otra vez Igal. -Tú eres capaz de convertirte en gato, ciervo, halcón, hombre o lobo, ¿No es cierto, Alaor ?

El Dragón asintió.

-Entonces debo decirte que la única forma que puedes adoptar es la del ave de presa ; con otras dos ya te vieron, si no me equivoco, y con las restantes sería muy malo para ella y para ti.

" en cambio nosotros, ni aun transformados en lobos representaríamos un problema.

-Tuviste la mala suerte de encontrar a tu dama en un lugar y una época donde tú, lo mismo que cualquiera de nosotros, eres considerado símbolo mismo del mal. -Intervino la Anciana Lilian.

-¡Entonces por mi culpa ella morirá ! -Exclamó Alaor olvidando aparentemente las palabras de Igal.

-No, si todo sale como lo deseas ... Puede que esté sufriendo en estos momentos, horribles torturas - no tiene por qué ser verdad lo que digo -, pero seguramente la salvarás. Nosotros te ayudaremos. -Concluyó ella.

-Ahora, Alaor, tampoco podrás dar un paso para rescatarla con todas esas heridas que tienes. Deja que Lilian te cure. -Le sugirió, o bien le ordenó, el Padre Dragón.

Con gran dolor en el alma, Alaor aceptó el consejo, a pesar de imaginar a su hermosa dama llorando en una mazmorra.

Habían pasado tres horas desde el infortunado incidente a la entrada del albergue.

Jacqueline estaba en una celda con poca luz, despojada de casi toda su ropa y apoyada sobre rodillas y codos ; sus muñecas y tobillos, sujetos al húmedo piso de piedra por dos pares de anillos de hierro unidos a otras tantas cadenas.

-Por favor ... Sácame pronto de aquí - suplicaba en voz baja. Casi todos sus pensamientos estaban dirigidos a él. -No importa mucho lo que hagas, ahora, pero llévame lejos de aquí.

El caso era que al Dragón esta vez sí le importaba. Pero si de algo tenía al menos una oportunidad, era de deslizarse dentro de la fortaleza en cuyas mazmorras se encontraba Jacqueline ; silencioso y casi invisible. Ningún Guardia debía poder notar su presencia. Esa misma noche se arriesgaría entrando con la única forma que representaba un peligro para su propósito.

El gato a rayas grises y negras trepó a un árbol y luego, caminando sobre una rama, se acercó lo más que pudo hacia una ventana de la fortaleza.

Desde allí miró en todas las direcciones de las cuales pudiera venir el peligro. Veinte metros más abajo se veía desierto, en tanto que en la terraza el gato percibió la evidente vigilancia. Dentro, por otra parte, a través de la ventana pudo ver grupos de entre dos y cuatro Guardias patrullando los corredores.

Tenía que entrar rápido ... Cuando vio pasar a otros tres Guardias, saltó hacia el alféizar de la ventana y permaneció unos instantes prestando atención a lo que ocurría en el interior. No le llegó ningún sonido ; no podía seguir esperando el mejor momento.

"¡Ahora, adentro !", se dijo. Y al aterrizar en medio del oscuro corredor, empezó a rogar que no lo descubrieran.

"¡La oscuridad, pronto ! ¡Los gatos nacieron para moverse en la oscuridad y ver sin ser vistos !"

Con esta orden para sí mismo se alejó corriendo de la ventana por donde entraba suficiente luz como para que notaran su presencia.

"¿Dónde estarán las mazmorras ? ... Jacqueline, mi amada ... Pronto volverás a mí ". -Se decía mientras iba por los distintos corredores. Pero cuando ese mismo pensamiento pasaba por su mente, le volvía el recuerdo de su conversación con Lilian, Igal y Misael ; por más que la encontrara, en forma de gato no podía salvarla.

"Oh, amada mía - lloró por dentro. -Estás esperando que te saque ya mismo de allí ... Y yo sufro doblemente por no poder hacer nada aún".

A eso de las tres, las reiteradas idas y venidas de los Guardias parecieron disminuir.

Alaor vio a uno de ellos entrando al amplio salón donde él estaba, asomado apenas detrás de un tapiz. Siguió observando sus movimientos hasta que el Guardia se alejó y Alaor, obedeciendo a un impulso instintivo fue tras él por un corredor bastante más largo, que desembocaba en una escalera descendente.

En el piso al cual llegaron luego, cinco rejas de hierro en cada pared hablaban a las claras de su función.

El gato corrió hacia una de las celdas, alejándose del Guardia, y pasó entre los barrotes.

Entonces supo que podía permanecer un rato pensando su próximo movimiento ; estaba muy cerca de Jacqueline.

Ella a todo esto se sentía prácticamente agarrotada. Ya no sabía si era peor el frío del suelo o el dolor en sus codos y rodillas. Un repentino calambre hizo que gritara ... El gato, a siete celdas de la de Jacqueline, dio un salto y fue corriendo hacia el lugar aproximado desde el cual había venido el grito.

Fue de un lado a otro frente a las puertas de hierro situadas en esa pared, y entonces ...

Jacqueline, encerrada en la celda nueve, por algún motivo alzó la vista y creyó estar soñando : el gato negro y gris caminaba despacio hacia ella.

Sus ojos amarillo-anaranjados parecían mucho más grandes. Y se posaron en los de la prisionera, a escasos diez centímetros de su rostro.

Luego el gato frotó su cabeza contra el cuello de Jacqueline y alejándose un poco volvió a mirarla con tristeza.

Un relámpago atravesó la mente de la joven, que estuvo a punto de gritar.

-Alaor ... ¿Eres tú, realmente ? -Preguntó, llena de contenida emoción.

Él le tocó la muñeca durante varios minutos hasta que un agradable calor se extendió por el cuerpo de ella.

Jacqueline casi no podía creerlo.

-Oh, mi amado Alaor, no puedes saber cuánto ...

Ahora fue él quien la interrumpió, lamiendo sus labios dos o tres veces. Ella, comprendiendo, habló de nuevo, pero en voz mucho más baja.

-Cierto, no deben saber que estoy contigo. ¿Vas a sacarme ahora ?

El gato, como tal, no podía responder ; por desgracia, sólo le era posible hacerlo como Dragón o como hombre. Y ninguna de esas formas era conveniente en el interior de la fortaleza ; menos aún estando cerca de Jacqueline.

Entre desesperado y triste inclinó la cabeza.

-¿No puedes, todavía ?

El transformado Dragón siguió mirando hacia abajo. A pesar de lo que le había prometido a ella ( en aquella habitación del albergue ), habría querido volver a ser Dragón, quedarse con ella en la celda desafiando a toda la Guardia ; hablarle y escucharla ; llevársela cuanto antes muy lejos de allí.

-Pero estás pensando en algo, ¿No es cierto ? -Se le ocurrió entonces a Jacqueline.

De inmediato él volvió a frotarse contra la joven, a lamer su cuello, sus manos, su rostro ... Jacqueline supo que eso era un sí.

-Entonces creo que puedo esperar horas. O días, si es necesario. Ahora creo que podré soportar este encierro hasta que vengas a buscarme.

El gato sintió una punzada de dolor ; ella no sabía lo que le esperaba, y ahora él era el único que podía decírselo.

Hasta ese momento, durante quince minutos no había vuelto ningún Guardia, pero Alaor temblaba por dentro pensando en lo que podía pasar si alguno lo descubría ...

Alaor vio una piedra del piso con la superficie adecuada y, sacando una uña, dibujó como pudo la figura de un dragón.

Ella intentó comprender lo que trataba de decirle, pero luego de hacer varias preguntas vio al gato hacer unas marcas al lado de la figura ... Las marcas se juntaron para formar su nombre. Y más abajo, "hablar".

-Ah, por fin te entiendo, quieres transformarte en Dragón para decirme algo. Pero es muy peligroso para los dos. Mejor será que te vayas ... En cualquier momento aparecen los Guardias.

El gato inclinó la cabeza una vez más. Unas nuevas marcas en el suelo formaron la palabra "dolor". Luego él lamió sus labios mientras ella lo besaba, para despedirse antes de volver a perderse en la noche.

Al reunirse con Igal, la Anciana Lilian y Misael - los cuatro en forma humana -, enseguida los puso al tanto de lo ocurrido.

El Sol ya se remontaba con fuerza y ellos se dirigían del bosque a Cluny. Pero a menos de un kilómetro de la ciudad, Alaor supo que era el momento de volver a cambiar de forma. En pocos segundos ya era un halcón peregrino, el cual voló desde la hierba para posarse sobre el hombro de Misael.

Alaor en este caso podía comunicarse mentalmente con los otros, por una especie de afinidad entre la mente del ave y la del Dragón.

Lo que no podía hacer como gato entonces - aunque tuviera otras habilidades - le sirvió para guiar a sus acompañantes dentro de la ciudad, mostrándoles la iglesia de Cluny, el albergue frente al cual habían sido separados y la fatídica fortaleza, con el dato adicional del número de la celda donde se encontraba Jacqueline.

-Bueno, entonces ... Para empezar - comenzó Igal. -Alaor, tú puedes quedarte en el árbol que está casi frente a la entrada.

" Anciana Lilian, es tu oportunidad de entrar a la fortaleza por ese ventanuco y escabullirte velozmente por bordes delgados o pegada contra las paredes, trepando o bajando por columnas y tapices hasta llegar a las mazmorras donde te quedarás sin ser vista en la celda nueve.

" Misael, tú irás esta noche por los corredores envuelto en las sombras siguiendo de cerca a los Guardias, observando todos sus movimientos con ojos que resplandecerán en la oscuridad y, con paso silencioso, acechándolos como una sombra más.

" yo, por mi parte, debo ir al bosque para lanzar un llamado al cual responda un coro de cien voces y traiga completa confusión a la ciudad.

" apenas uno de ustedes vea algo que considere importante deberá reunirse conmigo, preferiblemente, en el árbol que le indiqué a Alaor.

Habiendo escuchado a Igal, el halcón Alaor voló hasta una rama alta y larga ; la Anciana Lilian, más que experta en cuestiones de magia, corrió al interior de la fortaleza con su pequeño cuerpo de rata y sus diminutos pero veloces pies.

La pantera Misael, con su aspecto exterior de criatura inimaginable en esa parte del mundo, se escondió hasta el anochecer en el denso follaje de otro árbol ; y el lobo Igal se dirigió rápidamente hacia el bosque, para lanzar al atardecer un aullido que sonaría como un canto de guerra.

Jacqueline había comenzado de nuevo a sentir frío pero se propuso ignorarlo, pensando en el amor que se tenían ella y el Dragón. Sin embargo no había comido ni bebido en dos días, y el dolor de estar así arrodillada estaba llegando mucho más allá de lo soportable. Estando ella en tales circunstancias, entró a su celda la Anciana Lilian, Maestra de Maestras en magia y curación.

Sin haber advertido la extraña presencia, Jacqueline de pronto empezó a sentirse cada vez mejor.

Enseguida miró en torno suyo hasta donde alcanzaba a ver volviendo la cabeza.

-¿Eres tú, adorado ? -Preguntó en un susurro. Un Guardia había llegado al sector de las celdas y caminaba ahora cerca de la número nueve.

Pero abrió la que tenía el número 6 para sacar a otro prisionero, el cual sería ejecutado esa misma tarde. Jacqueline respiró aliviada al ver que aún no era su turno, pues no esperaba que ninguno de ellos la sacara de allí para otra cosa que su muerte.

El terrible dolor entretanto había desaparecido junto con la sensación de frío ; e incluso el hambre y la sed parecían menos intensas.

-Alaor, te amo ... Te amo tanto que me parece estar viéndote a mi lado - comenzó de nuevo, en voz baja. -Tanto, que mientras viva, ese solo sentimiento me llenará de felicidad.

Lilian, apenas visible en el rincón más oscuro de la celda, no tuvo que seguir oyendo para saber cuánto necesitaban reunirse Jacqueline y el Dragón.

Las horas siguieron su marcha acompasada pero ella apenas las sintió, recordando al único ser que le había devuelto la alegría de vivir.

Cuando la Luna podía verse sobre las copas de los árboles, un aullido largo y fuerte lanzado en el bosque llegó a la ciudad, seguido de un coro creciente. Los lobos, convocados por Igal, se distribuyeron en grupos alrededor de la ciudad para cantar casi al unísono desde las sombras, hasta que los habitantes de Cluny creyeron enloquecer.

Pero ya con el primer aullido supo Misael que llegaba su turno : miró hacia abajo un momento y bajó por el tronco sin intentar disimular su presencia.

Los dos primeros que vieron así a Misael fueron a alertar al resto ; pero el Dragón negro y rojo no les daría la oportunidad.

Y en su árbol, Alaor veía y escuchaba todo cuanto ocurría en el perímetro de Cluny así como en los pisos por donde andaba Misael.

Cuando la pantera, corriendo tras los desconcertados Guardias, parecía haberse multiplicado por diez - y los aullidos acabaron por ser escuchados incluso desde las celdas -, Lilian agregó algo al espectáculo. Los Guardias comenzaron a ver a la pantera negra acechándolos desde el extremo de cada corredor ; luego a varios de los prisioneros, como figuras fantasmales.

Cuando cada rugido de Misael retumbó por todo el interior, entre los que intentaban organizarse y los que buscaban una salida o al menos entender algo de lo que ocurría, sólo el caos dominó la escena.

Afuera no estaba mucho mejor : a pesar de la oscuridad, Alaor veía con sus ojos de halcón a numerosos habitantes de Cluny asomándose para echar temerosos vistazos. Otros más valientes iban en busca de alguna autoridad, pero la gran mayoría estaba en su casa, con puertas y ventanas bien cerradas por dentro.

Entretanto en la fortaleza, Jacqueline por primera vez desde su encierro sintió deseos de reír ; aun sin saber exactamente lo que pasaba -dentro o fuera del propio edificio-, llamó a Alaor ... No a causa del miedo ni del sufrimiento, sino porque estaba segura de que había llegado el momento.

La Anciana Lilian, entonces, abandonó velozmente la celda y la fortaleza para subir al árbol donde Alaor aguardaba ansioso.

-Ella se encuentra bien, pero te llama y espera verte. Quiere que la saques de ahí.

-¿Ahora ? ¿Estás segura ? ¿Pero cómo puedo entrar ? -Preguntó, refiriéndose al problema de la forma exterior.

-Estoy segura de lo que oí ... Y puedes usar el aspecto que quieras. Los Guardias todavía están ocupados en evitar a Misael.

Saltando desde la rama él aleteó dos o tres veces y luego planeó hacia el suelo, donde enseguida se transformó de nuevo en el gato rayado gris y negro.

Al entrar por otra ventana a la fortaleza pudo apreciar el efecto que había provocado Misael, cuyos rugidos llegaban ahora desde el piso más alto. Alaor caminó por pasillos desiertos hasta la escalera que llevaba a las mazmorras ... La pantera negra se las había arreglado para mantener a los Guardias alejados, ayudada por Lilian.

Pero una cosa era llegar donde lo esperaba su amada, y otra subir con ella desde la mazmorra para llevarla fuera y volar muy lejos de allí.

Mientras pensaba en eso, vio que ya se encontraba otra vez frente a la celda nueve. Sólo que ahora había llegado acompañado.

-Alaor, amado mío, ¿Quién viene contigo ?

" ah, me olvidaba que en forma de gato no podías hablar ...

El gato casi se sobresaltó al ver a la gran pitón reticulada, que daba la impresión de ser mucho mayor sólo por estar al lado de él.

Sin embargo se trataba únicamente de Lilian, metamorfoseada ahora en esa criatura.

Alaor saltó al interior de la celda, mientras la pitón vigilaba, y fue recibido por Jacqueline con una sonrisa.

-Vámonos pronto, amor mío ... De la forma que tú quieras. Yo sólo quiero agradecerte llenándote de besos.

Alaor disponía en realidad de un único recurso para hacerlo ; pero confiaba en la habilidad de Misael para que nadie pudiera llegar donde estaban ellos. Transformándose nuevamente al fondo de la celda, volvió a ser el Dragón color bronce.

Arrancó la pesada reja de hierro y la dejó caer cerca de la celda ; y luego de romper con sus manos las cuatro cadenas que retenían a Jacqueline levantó a la mujer en sus brazos para depositarla momentánemente sobre el piso de piedra. Ella afortunadamente podía tenerse en pie.

-Perdona que no podamos hablar en este momento, amor mío ... Con nosotros está la Anciana Lilian, sabia entre las sabias de mi Clan. Pero más arriba está Misael, gracias a quien ahora puedo sacarte de aquí.

Jacqueline miró a la serpiente para darle las gracias ; en su lugar vio una tigresa de tamaño respetable.

-Por todos los cielos, Lilian - dijo entonces Alaor. -Si no fuera porque te conozco bien, ya me habrías dado muchas veces un buen susto.

" pero temo que estamos perdiendo un tempo valioso. ¿Cuál es ahora, tu plan ?

-Iré un rato arriba para ayudar a Misael. Tú mejor ve con tu adorada Jacqueline al bosque a reunirte con Igal. Espérennos allá los tres. No pierdan más tiempo, llévatela ahora, Alaor.

-Tú y Misael cuídense. -Respondió él a modo de despedida.

Igal fue al encuentro de ellos, aún con la forma exterior del lobo líder, pero apenas Alaor apoyó sus pies en la hierba para dejar que Jacqueline se bajara de sus brazos volvió a ser el Dragón Rojo.

-Esta es mi dama, Padre Igal, a la que pude sacar de esa celda gracias a tu ayuda y a la de Lilian y Misael, quienes aún estarán manteniendo controlada a toda la Guardia. -Dijo esto último en tono preocupado.

-No hay que inquietarse demasiado por ellos, hijo. Misael es un buen guerrero no importa el aspecto que tenga ; y en cuanto a la Anciana Lilian, también tiene suficientes medios como para defenderse sola.

"¿Y cuál es tu nombre, bella mujer ?

La pregunta tomó por sorpresa a Jacqueline ; Igal no sólo le había hablado directamente sino que la había considerado hermosa.

-Ja ... Jacqueline - musitó ella, y luego se puso de rodillas frente al Padre Dragón. -Les agradezco a todos ustedes, lo que hicieron por mí ...

Él se acercó para ayudarla a incorporarse.

-Tú y Alaor se aman de verdad, ¿No ? -Igal la miraba sin la menor expresión de reproche, pero ella se ruborizó.

-No te preocupes : para cualquier Dragón, es casi imposible ver una mujer sin desear que esté a su lado.

-Sí, con todo el corazón.

-En ese caso, más tarde les propondré algo. Allí vuelven Lilian y Misael, de modo que es hora de alejarnos ... Los cinco.

La pantera apareció casi de la nada seguida por Lilian, que conservaba su forma de tigresa, hasta que los dos llegaron al lado del Padre Dragón.

-Muy bien, espero que hayan conservado fuerzas suficientes, pues debemos irnos ahora mismo cruzando por el cielo hasta ese lugar del cual les hablé.

-Estamos listos para volar otra vez. -Confirmaron ellos.

Cuando Jacqueline se recostó sobre la espalda de Alaor, abrazada a su cuello, los cuatro Dragones se elevaron rápidamente, perdiéndose como estrellas fugaces poco antes del alba.

El Padre Igal y los otros tres habían descendido en un paraje situado al norte del Kurdistán, y ahora formaban un círculo, para hablar entre ellos ; Jacqueline, al lado de Alaor, tenía enfrente a Igal.

-Como ya te habrás dado cuenta, valeroso hijo mío, no nos encontramos muy lejos de una de mis fortalezas. Allí tengo a muchos de mis servidores, entre Humanos, Enanos y Elfos, además de alojar en su interior a algunos integrantes del Clan donde tú también creciste y te hiciste joven.

" ahora ese castillo puede ser tuyo, con todo lo que posee dentro, para que vivas junto a Jacqueline y los dos sólo conozcan allí la felicidad.

Tanto ella como Alaor bailaron por dentro de gozo.

-¡Gracias, Padre Dragón, ya nos ha hecho felices ! -Se emocionó Jacqueline y lloró.

-Por cierto, si lo deseas, puedes considerarte hija mía en cuerpo y alma. -Ofreció Igal.

-Eso seré desde ahora, padre mío. -Aceptó ella sin pensarlo dos veces.

"¿Podemos irnos al castillo ahora ? -Se atrevió a preguntar luego.

-Ahora o cuando tú quieras, hija mía. -Concedió el gran Dragón rojo.

-Gracias ... ¡Oh, vamos allá, Alaor, tenemos cosas que decirnos !

El Dragón la tomó otra vez en sus brazos y los dos se despidieron oyendo las bendiciones que ellos les enviaban.

-¡Que puedan ser siempre felices ! -Exclamó Igal.

-¡Que tengan muchos hijos ! -Les deseó Misael.

-¡Bendigo el amor que se tienen ! -Dijo por su parte la Dragonesa.

Pero ya mientras se dirigían al que iba a ser su nuevo hogar, ninguno de los dos podía creer en su buena suerte.

Apenas tres días antes, ella y él estaban solos el uno respecto del otro, lamentando su infortunio y deseando vengarse de todo el resto del mundo ... Ahora, sin otro motivo aparente que la magia innata en los Dragones, Jacqueline y Alaor sentían como si ambos pudieran volar bajo el Sol.

El Dragón se posó sobre la torre situada al nordeste y Jacqueline se soltó de sus brazos pero sólo para arrodillarse frente a él y llenarlo de besos, como había dicho allá en la celda. El Dragón devolvió tantos como pudo y luego apoyó las manos sobre los hombros de ella para mirarla a los ojos.

-Alaor, mi amado Alaor ... Todo es de nuevo tan hermoso ...

-Sí, mi adorada Jacqueline. Gracias a que estamos otra vez juntos.

-Y además, el último día que pasé en la celda, me pareció notar un signo de que voy a tener un hijo tuyo, amado mío.

El Dragón levantándose completamente sobre sus dos pies rodeó con sus brazos el cuerpo de la joven y lo atrajo hacia sí para besarla nuevamente.

-Claro que si no estuviera embarazada, podría estarlo luego de otra velada como la que vivimos en ese albergue de Cluny.

-Pues yo creo que ya lo estás, mi viviente gema. Y si tú lo deseas, hay en el Castillo cinco habitaciones más : una para cada hijo que queramos tener.

-Y si tú quieres, mi dulce Dragón, puedo vivir a tu lado toda una eternidad.

Tras quedarse un rato aún, contemplando el paisaje anegado de sol, los dos bajaron por la escalera interior de la torre ; caminaron por un corredor iluminado no muy largo, y llegaron al gran Salón de los Escudos ... Jacqueline sólo necesitó echar un primer vistazo para saber por qué tenía ese nombre ; pero además habían allí armaduras, espadas y varios tapices con motivos de unicornios y leones.

En ese salón del segundo piso fueron recibidos por un grupo de servidores Enanos, quienes no tardaron en saber lo que había ocurrido.

-¡Han llegado nuestros nuevos Señores ! ¡Comuníquenlo a los demás ! ¡Son el Señor Alaor y su Dama Jacqueline !

Al parecer, Igal ya había anunciado que ellos llegarían. Los Enanos, o más bien algunos de ellos, corrieron a proclamar la noticia.

-¿Has visto, amada mía ?, tu padre Igal ya había pensado en un hogar para nosotros. Ahora sólo debemos ir al Salón del Trono ... De los dos Tronos.

La joven no podía sentir ni un poco más de felicidad, pues en ese caso su corazón habría echado a volar.

Cuando llegaron al lugar donde serían recibidos, su inmensa dicha dejó lugar al asombro.

Una alfombra de increíble tamaño cubría todo el piso del gran salón, que medía sus buenos 120 metros cuadrados.

Nueve esferas de oro puro colgadas del techo en filas de tres, por cadenas plateadas, daban la impresión de iluminar, cada una por separado, igual que el Sol.

Luego, en cada pared se veían tres murales de quince metros por veinticinco, orientados vertcalmente, procedentes de países que ella apenas si había oído nombrar.

Una mesa en el medio parecía poder servir para atender simultáneamente a cien personas sentadas a su alrededor, pues tampoco faltaban las sillas ni los utensilios : copas de cristal levemente coloreadas de rojo, platos de metal relucientes como espejos y hasta un par de cubiertos para cada comensal.

Los tronos podían haber sido considerados pertenecientes a algún rey francés de los siglos posteriores. Todo el borde de los respaldos estaba hecho de oro repujado, con hojas de esmeralda y cerezas de rubí intercaladas a intervalos de siete centímetros.

Su altura y solidez eran las más apropiadas para un Dragón. Un cojín rojo oscuro lo mismo que el respaldo, tenía bordado en oro un león como el que aparecería en el escudo de Inglaterra.

Las cuatro patas y la base estaban talladas de un solo bloque de mármol italiano rosado y blanco, por expertos Enanos.

Por último, ella y Alaor fueron recibidos por una pequeña multitud. Ciento cincuenta Enanos levantaron sus manos al verlos ; cerca de cien voces humanas se elevaron para saludarlos, y las de sesenta y cinco Elfos acompañaron a las demás en la bienvenida.

Y todos ellos tenían trajes apropiados para la ocasión - según el criterio de cada Raza -, por lo cual Jacqueline estaba mucho más que deslumbrada. A pesar de estar todavía tal como había venido de la celda, su rostro sonreía como el de una princesa ; siempre había vivido tan humildemente.

En ese momento el Dragón se acordó de algo.

-¡Pero si yo tenía algo para darte, hermosa mía ! ... Y ahora vas a poder hacer algo que deseabas. Ven conmigo un momento al que será nuestro cuarto.

Una vez allí, tuvo Jacqueline otro motivo de asombro : tres esferas iguales a las del Salón de los Tronos colgaban del techo arqueado entre las fuertes vigas de madera. Un gran tapiz de seda negra en cada pared mostraba distintos dibujos de Dragones orientales bordados en oro y plata, contra un fondo de montañas y al lado de caracteres chinos encolumnados.

Y por supuesto, la cámara cortinada donde se encontraba el lecho sobre el cual dormirían ella y Alaor. Era la réplica de un templo japonés construido a escala, con una superficie de nueve metros cuadrados. Las cortinas color verde oscuro, también eran de seda. Y algo entre un gran almohadón y un colchón, recubierto de suave tela azul turquesa, parecía estar invitándolos en ese preciso momento a que se acostaran para dormir.

Alaor salió un momento de la habitación y regresó con el saco de cuero donde guardaba sus pertenencias. Introdujo entonces su larga mano y sacó el vestido azul que había comprado en Cluny.

-¡Mi vestido nuevo ! ... Oh, mi amado Dragón ... -Sin poder decir más, fue a rodear de nuevo con sus brazos el cuello de Alaor, quien también la rodeó con los suyos mientras ambos se acariciaban.

Luego Jacqueline se cambió, para que él pudiera ver cómo le quedaba.

-Con tus dulces ojos dorados, amado mío. Como te había prometido.

Diez o quince minutos después, con su cabello arreglado y el vestido nuevo, Jacqueline se veía aún más como una princesa de las cortes de esos tiempos.

Y caminando junto al Dragón de regreso al lugar donde los esperaba la expectante multitud, Jacqueline - quien realmente había engendrado un hijo de él -, empezó a creer que en ese castillo casi mágico nada podía volver a sorprenderla.

Entonces comenzó el desayuno : veinticinco fuentes de plata casi desbordaban con hogazas de pan ; otras diez, perfectamente transparentes, con frutas de todo tipo.

Luego, recipientes de porcelana con tés orientales variados, y distintos dulces árabes típicos.

Todo ya parecía demasiado bueno para ser cierto, pero Jacqueline sabía que no estaba soñando.

El momento de gran felicidad había empezado para ella cuando aún estaba en la celda y sintió el primer signo de su embarazo ; pero ahora le daba la impresión de que ese momento hubiera seguido para no interrumpirse más.

Apoyó la mano en una de Alaor.

-¿Te endulzo el té, mi tesoro ?

-Sí, con dos de esas cerezas, las pequeñitas y rojas.

Ella se las alcanzó a Alaor, cuya infusión cambió levemente de color con cuatro mitades de cereza dentro. Jacqueline, con una pequeña sugerencia por parte del Dragón, exprimió en su taza un gajito de mandarina.

Cuando todos terminaron el desayuno y un pequeño conjunto de Elfos juglares amenizó la sobremesa, la joven y Alaor se volvieron a su habitación de ensueño. Aún tenían mucho de qué hablar.

Cuando regresaron para el almuerzo al Salón de los Tronos, Jacqueline pudo ver al grupo de servidores Humanos, y notó que era mucho mayor que antes.

Y si bien todos ellos estaban ataviados con sus trajes de gala, seguirían estando de por vida a su servicio y el de Alaor ... Finalmente ella reconoció a una buena cantidad de los que formaban ese grupo.

-Mira, adorado, ¡Son de donde yo vivía, de Clairvaux !

Efectivamente, eran de ese pueblo y de sus alrededores. Pero cómo habían llegado allí, era algo que sólo sabrían más tarde, por intermedio de Lilian y Misael.

Entre la hora del almuerzo y el principio de la puesta de sol, llegaron al Castillo, ahora llamado "Bronce y Flor", tres visitantes casi inesperados. Tres Dragones -uno rojo y negro, uno azul y uno rojo-, descendieron en silencio a pocos metros de la entrada. Pero no eran enemigos ni mucho menos.

-Han llegado Misael, la Anciana Lilian y tu padre ... Nuestro Padre Igal. -Dijo alegre Alaor, que los había visto desde la ventana de la habitación donde estaba con su amada.

-Bueno - sonrió ella. -Bajemos a recibirlos.

Se reunieron con ellos en el Salón de Visitas, el cual se caracterizaba principalmente por el gran mosaico artístico del piso. Tenía además cuatro vitrinas conteniendo diversos objetos tanto de metales preciosos como de porcelana.

-Ah, aquí están mis dos hijos más felices. -Dijo Igal al verlos.

-Así es en este momento, padre mío. Pero quería preguntarte algo relacionado con un grupo de nuestros sirvientes ...

-Sí, sé a qué te refieres, querida hija. Pero creo que Lilian y Misael van a poder explicarte mejor el pequeño misterio.

El nombrado se adelantó un poco para hablar.

-Esta mañana, la Anciana Lilian y yo hicimos un viaje más o menos largo, de exploración y búsqueda ... Llegamos a nuestro destino y comenzamos a preguntar en una posada por una joven llamada Jacqueline. Muchos de los allí presentes no tardaron en responder a nuestras preguntas.

" cuando el número de los que hablaban de su repentina desaparición, llegó a una cantidad aceptable, les dijimos que nos esperaran entre el bosque y el río.

" entonces Lilian y yo, estando ante ellos con nuestro verdadero aspecto, les refrescamos un poco la memoria, además de indicarles dónde podían encontrarte.

-Con la condición de estar dispuestos a obedecer cualquier orden tuya, o sufrir de lo contrario un encierro tal, que cada día les parecería un año. -Completó la Dragonesa Azul el relato del viaje.

-Y lo que fuimos a hacer a Clairvaux - agregó risueño Misael -, nos lleva a una gran sorpresa que te llegará en uno o dos días.

-Oh, por favor, dime qué es ... -Le suplicó Jacqueline.

-Es ... Una sorpresa, tal como te dije. Sólo debes tener paciencia y verás cuánto te gusta cuando la recibas.

Jacqueline aceptó el trato ; esperaría hasta que llegara ese momento.

Pasaron la hora de la cena -de la cual también participaron los tres Dragones antes de marcharse-, y luego la primera noche en que Jacqueline durmió junto a Alaor por primera vez en el lecho rodeado de cortinas.

Ella despertó un rato después del amanecer ; vio entreabiertos los dorados ojos del Dragón fijados en los suyos y le acarició las mejillas con ambas manos.

-¿Cómo dormiste, hermosa mía ?

-Como un bebé, mi dulce Dragón. Tú me das paz.

En ese momento les pareció que, aunque hubieran estado mirándose mutuamente dos horas sin decir palabra, habrían podido leer, cada uno en los ojos del otro, sus respectivas vidas.

-Ahora que hablaste de bebés, ¿Qué nombre podría tener nuestro hijo ?

-No lo pensé, todavía, pero podemos hacer una cosa : si tenemos un niño, después yo elijo el nombre ; si es una niña lo eliges tú cuando haya nacido.

-¡Me parece perfecto ! … Mi bien, debes ser una fuente de sabiduría aún no descubierta.

-¿Yo, Alaor ?

-Pues sí, tesoro ... Todo lo que hiciste, escuchaste y viste desde tus primeros años hasta hoy, fue llenando las páginas de un libro ; ese libro eres tú, amada mía. Y contiene cosas que tú ni siquiera sospechas que existan.

Ella aún parecía dudar.

-¿No me crees, corazón ? ... Pero si eso no fuera cierto, ¿Cómo habrías podido curarme la herida del hombro, allá, al lado de ese río ? ¿O logrado escapar de tu casa pasando entre todos esos desalmados ? ¿O soportar en la celda tantas horas, el dolor y el frío ? ¿O por encima de todo, contener tu impulso de huir al verme por primera vez ?

Frente a todas esas evidencias, Jacqueline comenzó a creer que sí era cierto.

-¿Sabes, amada mía ? - le dijo él cuando terminaron el desayuno -, debo ir a mi caverna del Cáucaso, para traer mi tesoro.

-¿No lo tienes ya en el saco, mi adorado ? -Preguntó extrañada Jacqueline.

-Afortunadamente, no. Aunque no tengo ni la mitad de lo que posee nuestro Padre, ningún Dragón que se precie tiene como única fortuna un puñado de monedas.

-Ah, bueno. ¿Pero por qué mejor no van los sirvientes ?

-Realmente no puedo enviarlos, hermosa mía, sin que vayan a quedarse por el camino repartiéndose mis riquezas.

Ella parecía haber comprendido pero Alaor quiso dejar todo claro.

-De todos modos, con suerte, voy a volver este mismo día. Y cuando esté de regreso, amor mío, me vuelvo contigo directamente a nuestro lecho, sin que pasemos por el Salón de los Tronos. ¿Te parece bien ?

-Así, sí ; pues si en este momento me trajeras un gran collar de oro puro, con rubíes y otras piedras preciosas, sin duda me quedaría mirando tus hermosos ojitos dorados.

No mucho después los dos se despidieron a la entrada de su Castillo ; Alaor trazó un círculo al elevarse sólo para saludarla de nuevo y luego se perdió en la distancia, volando hacia el noroeste.

El Dragón pudo llegar sin inconvenientes a su antiguo hogar de los montes Kavkaz ... Sólo que cuando descendió a unos metros de su caverna, una sombra con forma de Dragón pasó velozmente ennegreciendo el terreno irregular.

Alaor alzó la vista : un hermano de su Clan, aparentemente, de color azul y negro, descendía planeando directo hacia él.

-Parece que decidiste volver al fin, Alaor.

-¿Qué quieres decir con eso ?

-Regresado a buscar parte de tu tesoro, por supuesto.

-No estás siendo claro al hablar. ¿Por qué, parte de él ?

-Pues todo lo demás lo tienes allá, en el Castillo del Kurdistán. Yo, por cierto, en tu lugar no lo habría dejado solo ...

-Bueno, no me gusta tu forma de decir las cosas - Alaor empezaba a sentir una sombra de ira reptando desde muy adentro. -¿Y quién eres, para empezar ?

-Soy Nereo ; pero el nombre no te dirá nada porque nunca antes lo escuchaste.

-Está bien, no te conocía ... Tú a mí sí, por lo visto. Ahora, ¿Puedes decir para qué me esperabas ?, tengo que regresar cuanto antes a mi Castillo.

-Sí, por supuesto ... Debes volver allá con tu tesoro antes de que pase algo más.

Alaor, que ya casi había llegado a la roca que tapaba la entrada de su caverna, se volvió hacia Nereo con fuego en los ojos.

-¿A qué te refieres ahora ? ¡Habla claro de una vez o vete !

El Dragón azul y negro sonrió, aunque con la misma llameante mirada.

-Muy bien, si insistes ... Pero déjame hablar hasta que termine.

" yo tuve hasta hace menos de un año un caudal de riquezas igual al tuyo, y también una mujer como la que ahora te espera en el Castillo.

" pero dos de los de tu Clan, Ibar y Tiago según dijeron que se llamaban, engañaron a mi dama para que ella les vendiera la llave de mi cueva ... Una llave que hice moldear y tornear antes de que el Imperio Romano empezara siquiera a soñarse, y cuyo modelo es hoy imposible de reproducir ...

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo ?

-¡Te dije que no me interrumpieras ! ... Como parte de mi enorme cólera estuvo dirigida también a mi dama, ahora ella no quiso seguir a mi lado por más que se lo pedí. De modo que tus dos hermanos de Clan me dejaron sin ella y sin mis riquezas.

" ahora que en mí se formó la idea de vengarme de todo tu Clan, pues bien ... Ya di los golpes iniciales, aunque no pensaba que tú y Tanis fueran los primeros en sentir mi ira, y menos aun, enfrentarte directamente.

Alaor empezó a entender pero un un nuevo sentimiento de cólera oscureció su mente.

-Esos asaltantes de Alepo emboscaron y dieron muerte a Tanis siguiendo mis indicaciones -la voz de Nereo sonaba cada vez más áspera. -¡No, espera que aún no he terminado !

-Cuando te vi -siguiéndote de cerca- con tu dama al lado de ese río, fui a Clairvaux a decirles a todos dónde estaba ella. Como ellos no pudieron hacer nada, los ineptos, tuve que volver a seguirte cuando ibas con ella a Cluny, donde afortunadamente -pensé luego- estaba Pedro el Venerable.

La mente de Alaor dio un salto hacia atrás, hasta el día en que ella y él habían salido de Clairvaux, ¿Y qué habían visto por el camino ? ... Nereo continuó.

-Luego los vi observando la iglesia y permanecí cerca, para que pudieran verme cerca del único albergue donde me convenía que se hospedaran ... Donde iba a estar esa noche Pedro, con su grupo, y así yo podía delatar a tu querida.

" pues yo era ese jinete que se les adelantó camino de Cluny ; ella me vio brevemente durante la cena de ustedes aunque después no prestó atención ; y cuando más tarde los Guardias la apresaron me pareció que ya había logrado separarte de ella y de todos.

" pero tuviste que ir a buscar a Igal y los otros, de modo que debí optar, para seguir con mi venganza, por ir en pos de otro miembro de tu Clan ; en este caso, Waldemar.

Si Alaor no hubiera estado como petrificado por la ira, ya habría saltado sobre Nereo para quebrarle el cuello de un mordisco ... Y todavía le faltaba oír el final.

-Ahora que finalmente viniste a llevarte tu tesoro, yo haré todo lo que pueda para arrabatártelo, y también quedarme con la mujer que amas.

-¡¡¡Eso nunca !!! - gritó Alaor. -¡Y aunque hayas matado a Waldemar, tampoco tendrás mis riquezas !

-Ya lo veremos, ¡Sube conmigo bien alto, Alaor !

Nereo sacudió dos veces sus alas y ya se encontraba arriba de los cien metros cuando el Dragón de bronce fue tras él.

Quinientos, ochocientos metros, mil doscientos ... Sobre una gigantesca plataforma de nubes cargadas de agua en su parte inferior tuvo lugar el inicio del gran combate.

Los que se hallaban en tierra firme -en Groznii-, vieron y oyeron durante cerca de una hora relámpagos que atravesaban las nubes oscuras, acompañados de truenos casi ensordecedores.

Cuando el viento terminó de alejar de allí las amenazantes nubes, Nereo y Alaor bajaron en plena lucha y a toda velocidad a continuar la contienda bajo tierra ; esta vez, en distintos lugares del este de Anatolia se sintieron fuertes temblores.

Por último, los dos Dragones terminaron volviendo a la superficie por la chimenea de un volcán, el cual pocas horas después empezó a entrar en actividad.

Estando ambos igualmente malheridos, los últimos golpes corrieron por parte del Dragón azul y negro. Alaor voló a duras penas hasta que cayó cerca de la para él fatídica Alepo, en tanto que Nereo, sin poder seguirlo más, fue a caer cerca de Chipre.

La noche llegó, fuera y dentro de Alaor ; y en el Castillo alcanzó también el corazón de Jacqueline.

Misael fue quien lo encontró, poco después del amanecer. De inmediato fue en busca de Igal, que andaba cerca.

-Lo he encontrado, oh, Padre. A unos seiscientos metros de aquí, al oeste. Pero algo le ocurrió ...

Igal y él se dirigieron velozmente hacia allí, para ver luego cómo lo ayudaban a volver con ellos.

Jacqueline, que miraba desde una de las torres, empezó a bajar corriendo por la escalera de caracol ; había visto a Igal y a Misael llegar con Alaor.

Al verlo se horrorizó ... Él tenía al menos tres heridas en cada brazo, otras tres en el cuello, cinco en una pierna y cuatro en la otra, dos en la cabeza y siete entre la espalda y el abdomen, aparte de un ala rasgada.

-¡Oh, no ! ¿Qué le ha pasado a Alaor ? ... No está muerto, ¿Verdad ?

-No, pero parece haber estado inconsciente un buen rato ; y no podrá decirnos qué ocurrió por varios días ... -Respondió tristemente Igal.

-Pero no si la Anciana Lilian no tarda en volver ... -intervino Misael-. Ella puede curarlo en menos de una o dos horas.

-Es muy posible - estuvo de acuerdo el Padre Dragón. -Voy a ver si ...

Pero Jacqueline se negó abiertamente.

-¡No, déjenme con él ! ¡Yo lo curaré ! -gritó, casi, ante el propio Igal. Luego suavizó algo su voz. -Padre mío, ¿Podrías ir a Clairvaux y traerme una buena cantidad de ciertas plantas con hojas alargadas y flores pequeñas, que crecen cerca del río ?

-Iré ahora mismo, hija mía. -Y se alejó, tan rápidamente como había llegado.

-Misael, hermano, más tarde haz calentar en la cocina bastante agua y procura conseguir un rollo de tela. Ah, también algo con qué cortarla. Ahora ayúdame por favor a llevarlo a la habitación.

Cuando así lo hicieron, ella permaneció recostada en el piso junto al Dragón malherido, hablándole despacio y acariciando lentamente su cuello.

"¿Entonces no podía seguir todo tan bien, aunque no fuera por culpa suya o mía ?" -Se decía ella, lamentándose.

¿Por qué habría querido ir allá solo ? ¿Y por qué a pesar de todo no había mandado a sus sirvientes ? ¿O a Igal ? ¿O a Misael ?

Y de cualquier modo, ¿Contra quién había peleado y por qué ? ... Nada de esto podría saber hasta que Alaor se recuperara totalmente.

Teniendo dos heridos en el Castillo - uno de ellos mucho más grave -, Misael se alegró de ver regresar a Lilian. Al menos la Anciana podría seguir atendiendo a la otra víctima.

Alrededor del mediodía también volvió Igal el Rojo, con gran cantidad de las plantas requeridas, envueltas en una sábana anudada por las puntas.

Jacqueline se incorporó al ver aparecer al Padre Dragón y fue en busca de Misael. Cuando pudo conseguir un caldero pequeño lleno de agua caliente, empezó a echar allí los pedacitos de las hojas alargadas.

Luego el agua cambió de color y Jacqueline remojó una tira de la tela que le había conseguido el Dragón negro y rojo. Por fin empezaba a encargarse de atender a su amado Alaor.

Sin bajar para el almuerzo al magnífico Salón de los Tronos que ahora parecía tan triste como vacío, tres veces más repitió Jacqueline ese día, con agua nueva y recién hervida, el tratamiento curativo. Misael entró a la habitación y fue a echarse cerca de ella como una gran esfinge, plegando sus alas y quedando en silencio varios minutos.

-Jacqueline, hermana ... -Dijo entonces.

-¿Qué, hermano mío ?

-Sé que estás haciendo esto muy bien ... Sólo deberías dejarle a Lilian la parte del ala. Supongo que me comprendes.

-Bueno, pues ... Sí. -Suspiró ella.

-La Luna está ya bastante alta. Mientras la Anciana Lilian se queda aquí un rato, ¿Por qué no bajas a cenar ?

Jacqueline permaneció inmóvil mirando a Alaor.

-Sólo se encargará de su ala rota ; yo ya le dije que así debía ser. -Le aseguró entonces él.

La joven lo siguió escaleras abajo.

-Cuando vuelvas a la habitación, Lilian se retirará y podrás seguir curando las heridas de Alaor ; por ahora ... En el Salón hay alguien que quiere verte.

Jacqueline, sin poder imaginar ni remotamente a quién podía referirse él, continuó junto al Dragón rojo y negro su camino hacia el Salón.

Y los dos entraron ... Entre los numerosos comensales, la joven notó de repente a una mujer de cierta edad sentada de espaldas a ella. ¿Pero por qué le resultaban tan familiares el vestido y el pañuelo que llevaba ?

Apenas caminó unos pasos hacia la mujer, ésta volvió la mirada hacia Jacqueline y la joven por poco se desmaya de la impresión.

Sentada a la mesa, mirándola sin el menor signo de asombro lo mismo que al Dragón negro y rojo que la había precedido, estaba la madre de Jacqueline.

Si alguna vez ella había sentido ganas de reír, gritar y llorar al mismo tiempo, fue esa.

-¡Madre ! ¿Pero cómo es posible ... ?

Y corrió los escasos metros que la separaban de ella, para caerle encima en un abrazo.

-Es cierto, hija mía ; tampoco yo puedo creerlo del todo. Y menos teniendo en cuenta que esas extrañas criaturas demostraron tener mejor corazón que muchos en Clairvaux.

" porque fue Lilian quien descubrió dónde me tenían encerrada - esperando ellos que me buscaras para poder atraparte y matarnos a las dos - ; y fue Misael quien se encargó de sacarme, para traerme a este Castillo donde Lilian se hizo cargo de mí.

" por cierto, hija mía ... Hablando de buenos corazones, parece que al fin encontraste uno de verdad, aunque haya tenido que ser uno muy singular.

-Oh, sí, es cierto : lo conocí el mismo día en que huí de casa, asustada. Luego él fue conmigo a Cluny, donde me sacó de un sitio horrible, y ...

La madre apoyó sus manos en las de Jacqueline.

-Sí, era un lugar muy malo para ti. Por suerte, allí estaban Igal, Lilian y Misael ; además de tu querido Alaor, por supuesto.

-¡Oh, madre ... ! - se echó llorando Jacqueline en los brazos de ella -¡Gracias por haber vuelto y aceptar mi amor por el Dragón !

-Todo está bien, hijita ... Sólo procura comer, y luego vuelve donde te espera Alaor. Ya tendremos oportunidad de conversar, nosotras.

Jacqueline tomó un pañuelo para secar sus lágrimas y comenzó a cenar en silencio, pensativa.

-Tengo que decirte algo, todavía -dijo al terminar su plato. -En algún momento, hoy o mañana.

Con los cuidados de Jacqueline, Alaor tardó entre tres y cuatro días para recuperarse.

Apenas abrió los ojos y pudo volver a hablar, sólo vio a su lado a la mujer que amaba ... Pero ahora estaba en el confortable lecho de la habitación que compartían en el Castillo "Bronce y Flor ". Lilian lo había subido allí dos días antes.

-Ja ... Jacqueline, ¿Qué pasó ? ¿Cómo estoy aquí ? ¡Y Nereo ! - exclamó de pronto, sobresaltándola. -¿Dónde está Nereo ?

Ella lo miró con cierta tristeza.

-No sé, pero si quieres, lo hago llamar.

-Mejor no lo hagas, amada mía - terminó Alaor de aclarar sus pensamientos. Que se quede más bien donde lo perdí de vista, hace ... ¿Cuántos días pasaron desde que llegué ?

-Fueron cuatro, mi bien.

-Cielos, cuatro días ... Qué suerte que Nereo no haya querido, o intentado, venir al Castillo mientras yo estaba aquí inconsciente. Claro que se habría encontrado con Igal, Lilian y Misael.

-¿Pero quién es Nereo, mi amor ?

-Es el responsable de muchas cosas malas que te ocurrieron y me sucedieron. Pero después les contaré todo, cuando los cinco estemos reunidos.

-¿Él también te hizo esto ?

Alaor creyó ver en los ojos de Jacqueline una sombra de reproche al formular ella esa pregunta.

-Sí, pero ya vas a poder saber qué ocurrió, cuando ...

-No, quiero saberlo ahora. Estuve esperando cuatro días, mirándote sin poder preguntártelo. ¿Qué fue lo que pasó ?

A modo de disculpa, Alaor le contó en detalle su encuentro con Nereo y el enfrentamiento que siguió. Jacqueline escuchaba, entre la certeza de que todo eso era así y la incredulidad con respecto a cómo Nereo había llegado a tanto para vengarse.

-¿Y Nereo ... Sobrevivió ?

-Estaba vivo, todavía, cuando me alejé de él en la costa oriental del Mar Negro. Por eso dije un rato antes que tuvimos suerte de que no haya vuelto a atacar.

-Pero estaba malherido igual que tú, ¿No es así, mi amor?

-Sí, aunque ... Si es que sobrevivió, ya se habrá curado.

-Ven, vamos a avisarle de esto a nuestro Padre.

Alaor no había esperado tanta determinación en Jacqueline.

Viéndola dirigirse a la puerta, dejó el confortable lecho azul, haciendo uso de sus fuerzas por primera vez en cuatro días y caminó detrás de ella hasta que llegaron al Salón de los Tronos donde estaban Lilian, Igal, Misael y la madre de Jacqueline ; grupos de sirvientes iban y venían por el Salón y los corredores.

-Ahora que vamos para allá - dijo ella cuando todavía estaban a medio camino -, yo diría que Nereo no pudo quitarme todo. O más bien, que no me quitó nada. Porque, ¿No pudo ser Nereo, también, el que instigara a los de Clairvaux contra mi madre ?

-Tal vez, pero ... No entiendo bien lo que quieres decir.

-Ya podrás entenderlo - lo miró ella por unos segundos. -Ahora, aquí estamos todos otra vez. Cuéntales por favor lo que ocurrió frente a tu cueva del Cáucaso.

Los tres Dragones y la mujer tuvieron que oir, con diversas expresiones de asombro, acerca de todo el plan vengativo de Nereo.

-Y todavía puede volver - dijo amargamente Misael. -Se me ocurre que deberíamos informar al Padre Dragón de su Clan. Es Marduck, ¿No ?

-No, Mardoqueo - respondió Igal. -Pero si es que vuelve, no nos queda tiempo para ir a hablar de esto con Mardoqueo. No tenemos otra opción que permanecer en el Castillo y montar guardia de noche ; es decir, desde ahora.

Todos estuvieron de acuerdo ; eso tenía que ser lo mejor.

Jacqueline iba a su cuarto junto al Dragón de bronce.

-Hermosa mía, pareces muy cambiada en relación a cómo eras cuatro días antes.

-¿En qué, mi amor ?

-Algo en tu forma de ser, pero no en cuanto a tus sentimientos hacia mí.

-Ahora yo, no te entiendo.

-¿Te acuerdas de lo que dije del libro lleno de "cosas que tú ni siquiera sospechas "?, bueno, tal como te veo ahora, creo que eres capaz de enfrentar a Nereo si a él se le ocurre atacarte.

Pero de improviso ella se largó a llorar, sorprendiendo aún más al Dragón.

-¿Qué ocurre, adorada, fue por algo que dije ?

-Oh, Dios mío ... No, mi bien. Tú tenías razón.

Alaor se quedó con Jacqueline en la mitad de un corredor, esperando a que ella pudiera continuar.

-Es cierto, cambié mucho en estos días, pero creo que es por haber venido aquí, al Castillo.

" no es que sea malo nuestro hogar, sino que no terminé de acostumbrarme ... ¡Pero también traté mal a Misael ! ¡A mi padre ... Y a ti, mi amor ! -Jacqueline ya parecía inconsolable.

" estuve actuando como si fuera una reina, y cuando te hice ir al Salón de los Tronos no pensé que tal vez no estabas en condiciones de levantarte ... ¡Y tampoco te dije quién era la mujer que estaba con ellos !

-Oh, bueno ... - se aproximó a ella el Dragón. -Puedes dejar lo último para más tarde ; y no pienses ahora en tantas cosas malas a la vez. Ya las arreglaremos, de a una.

-Oh, cielos ... Tú eres muy dulce, pero yo no merezco tu amor.

-¿Qué dices ? ¡Claro que sí !

-¿De verdad me amas, todavía ?

-Nunca dejé de amarte ni lo haré jamás.

Mientras los dos se llenaban de besos y caricias, en ambos extremos del corredor los sirvientes festejaban con gran algarabía.

Poco más de una hora antes del alba, un murciélago se descolgó de la rama de un árbol cercano y voló hacia una ventana de la torre noroeste. Bajó volando también, en círculos y malhumorado, por el interior de la oscura torre.

Pero este murciélago podía ver ; aunque obviamente no conocía el Castillo, iba cruzando corredores y salas de distintos tamaños sin muchos titubeos. En una del segundo piso vio desde el aire un lobo inmóvil, con aspecto de embalsamado ; no le prestó mayor atención, como tampoco a una lechuza que también parecía momificada, sobre el borde de una pequeña mesa del primero.

El murciélago sin embargo buscaba un botín mucho más grande, y para su propia sorpresa lo encontró en un pasillo del ala norte.

-Vaya, vaya, vaya. Por fin estoy viendo a la dama de Alaor ... Sola.

-¿Qué ? ¿Quién habla ?

-¿Cómo, no te habló el Dragón de mí ?, pues en ese caso ...

... Y un segundo después, donde no parecía que hubiera nadie, Nereo dirigió sus ojos color verde hoja hacia Jacqueline.

-Ah, así que tú eres el que buscó hacerme tanto daño.

"pero no lo lograste, Nereo, ¿Sabes ? ... Y ahora te hablo así porque creo que no te tengo miedo.

El Dragón azul y negro parecía furioso pero ella continuó.

-¿Vas a atacarme, o a llevarme contigo ? ... Yo puedo gritar hasta que aparezcan Igal, Misael, Alaor y todos los demás. Incluso puedo intentar defenderme, ¡Y en ese caso te haré todo el daño que pueda !

Nereo, que no había tenido ocasión de limpiar convenientemente sus heridas del combate, tuvo que tomar en serio las amenazas de la joven.

Ella trató de sacar más ventaja de la situación.

-Bueno, ¿Entonces ? ¿Qué eliges ? ... Lo mejor, por supuesto, sería que te fueras y ...

-¡No, a menos que vengas conmigo ! -Y Nereo saltó sobre ella, pero ...

Una sombra delgada y veloz pasó limpiamente por encima de Jacqueline, y enseguida una pantera negra comenzó a luchar ferozmente con el Dragón.

Lilian e Igal entretanto -como lechuza y lobo respectivamente-, apremiaron a Jacqueline para alejarla de alli.

-Él puede arreglárselas con Nereo, ven con nosotros ahora.

Alejándose de los gruñidos y de la refriega, ella siguió a las dos criaturas a quienes aún no reconocía.

-Pudimos ver a Nereo cuando ya estaba dentro -explicó Igal, aún con figura de lobo. -Después, Lilian y yo fuimos en busca de Misael y, apenas te escuchamos hablar con el Dragón, nos apresuramos a llegar para sacarte de alli.

" por supuesto, fuiste muy valiente ... Pero de no haber llegado nosotros a tiempo, ahora tendríamos que honrar la memoria de tu valor.

-Pero no se hable más -continuó sin embargo el mismo Igal. -Aquí te dejamos sana y salva, con Alaor. Lilian y yo tenemos que volver donde están Nereo y Misael.

-Sí, vayan pronto a ayudar a mi hermano. Yo le contaré todo a Alaor.

El Dragón color bronce se despertaba en esos momentos.

En el sector opuesto del Castillo, Misael había seguido luchando con el Dragón, pero ahora él era un oso pardo y Nereo un león ; ambos ya sangraban por muchas heridas, pero el león llevaba la peor parte.

Cuando cambió su forma por la del murciélago para poder escapar rápidamente, un certero golpe del oso le hizo estrellarse contra una pared. Segundos después, unos pocos anillos mortales de Lilian -como la pitón reticulada- extinguieron de Nereo el último aliento. Y luego dio cuenta de él, lentamente.

Al otro día los cinco se sentían cansados, pero cuando todos ellos pudieron reunirse para desayunar -incluyendo además a la madre de Jacqueline-, pareció que todo el grupo celebraba una gran fiesta familiar.

Los cuatro Dragones movían armoniosamente sus alas y los largos cuellos mientras hablaban entre ellos, o con Jacqueline y con su madre.

Ella y la joven se veían felices, a cada lado de Alaor, que a esa altura ya sabía quién era esa mujer casi anciana.

La madre hacía todo lo posible por atenderlo, agradeciéndole el haber estado acompañando a su hija.

-No, no tengo inconveniente -aseguró, alcanzándole al Dragón una bandeja con grandes hogaas. -Además, ahora puedo sentirme orgullosa de los dos.

" Alaor, encontraste a una mujer maravillosa.

" Jacqueline, tú encontraste a un homb ... Ah, bueno, uno con alas, escamas y de color anaranjado oscuro, pero hombre por dentro, que siempre te amará.

" y me parece bien, así podrán dejar atrás cualquier tormenta que venga a oscurecer los felices años que van a pasar juntos.

-No, no hablemos ahora, de tormentas, porque ... ¿Se lo digo, mi dulce Alaor ? ¿Lo que descubrí cuando estaba encerrada en Cluny ?

-Ah, sí, ya es hora de que lo sepa, mi adorada.

-Él y yo vamos a tener un hijo. -Susurró casi, ella, por la emoción.

Ahora la reacción de sorpresa de la madre fue igual a la que había tenido Jacqueline al ver que ella estaba con vida y en el Salón de los Tronos.

-¡Cielo santo ! ¿Acaso pretendes matarme de un susto ? ... Después de tanto tiempo que llevabas buscando sin éxito un compañero para tu vida. Ven acá, hija traviesa. -Y la ahogó en las efusiones de su abrazo.

-Apoya aquí tus manos - le dijo luego la joven. -Todavía casi ni se siente, pero cuando pasen unos siete días ya va a notarse el cambio.

Así fue, finalmente : luego de diez días, Jacqueline mostraba a simple vista los signos de su estado.

Y cuando pasó poco más de un mes y medio, ella salió de noche del cuarto donde dormía con Alaor. Enseguida, tanto la madre como Lilian, Misael, Igal, Alaor y algunos sirvientes se levantaron algo alborotados : Jacqueline estaba cerca de dar a luz.

El Padre Dragón, presuroso, le encargó a la Anciana Lilian el trabajo de atender a la joven en tal situación ; llamó personalmente también al grupo de Dragonesas pertenecientes al mismo Clan de Alaor, que apenas si había mencionado el día en que el Dragón de bronce empezaba a vivir con su amada en el Castillo. Las Dragonesas resultaron ser Asistentes de Lilian en los nacimientos.

-¿Así que ya lo sospechabas, Padre ? - preguntó riendo, Alaor -, lo mismo que Lilian y Misael ?

-Sí, por algo que dedujo la Anciana escuchando a tu dama antes de ir a hablar contigo en ese árbol, frente a la fortaleza.

Menos de dos horas después, con los primeros rayos del Sol, Jacqueline -cómodamente recostada sobre el lecho de su habitación-, sostenía en sus brazos a un muy pequeño vástago de Dragón : su cuerpo y sus miembros eran regordetes como los de cualquier bebé humano, pero en lo demás era un Alaor en miniatura, con cuernecillos apenas esbozados, color aún más cercano al dorado, alitas frágiles y una colita ancha y corta.

Ese era ahora su mayor tesoro ; el otro, el de su consorte Dragón, ya había sido traído al Castillo unos días antes por Igal y Misael.

La joven madre llamó al flamante progenitor, el cual pasó por entre los que celebraban el acontecimiento, incluyendo la madre de Jacqueline.

-Bueno, amado mío ... Aquí tienes a nuestro bebé. Por lo que me dijo Lilian, puedo decirte que tuvimos un niño, de modo que debo elegir el nombre. Se llamará Albo. ¿Te gusta ?

Él terminó de llegar al lado de Jacqueline igual que si caminara feliz sobre las nubes.

Tal fue el verdadero principio de los largos años que ella vivió junto al Dragón en el Castillo "Bronce y Flor ". Con muy pocos disgustos surgidos entre ellos, y especialmente con otros dos hijos -niña y niño- semejantes a Albo, que pudieron tener en paz.