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El forjador de historias: un chico vampiro

en Grandes Relatos

EL FORJADOR DE HISTORIAS: Un chico vampiro

Cojo mi martillo y empiezo a forjar.

En un lugar apartado, vive un chiquillo, igual que los otros chicos pero diferente en todos los aspectos.

Dotado de una agilidad, de una fuerza, de algo especial, pero sobretodo de una gran inteligencia. Una inteligencia que le permite distinguir con más claridad lo bueno de lo malo, el camino correcto del incorrecto.

David Daurmous. Así se llama el muchacho. Ojos verde intensos que transmiten algo más que una mirada, delgado si, pero con una fuerza increíble. ¿Y todo esto de dónde viene? ¿Se lo concedió la madre naturaleza al nacer?

Evidentemente no.

Jugando por unas cuevas, merodeando por dónde no debía. Su curiosidad no le mató, pero si le transformó. No le cambió la inteligencia, pero si la agilidad. No le cambió la piel pero si la fuerza. El joven David sufrió una mordedura por un pequeño murciélago.

Un murciélago que momentos antes había roído un ámbar. Un ámbar tan antiguo como los primeros seres que habitaron la tierra. Y era en ese ámbar dónde dentro habitaba un mosquito petrificado.

Ese pequeño mosquito había succionado sangre a uno de los primeros seres devoradores de la tierra, un dinosaurio. Un dinosaurio volador, con dientes afilados y carnívoro. El mosquito había mordido al antepasado de los murciélagos.

4 metros de anchura y 15 de altura, dientes afilados y carnívoro.

Sin embargo... El dinosaurio más contaminado de todos, el verdadero motivo por el que se extinguió la especie que por aquel entonces dominaba la tierra.

Pues ese volador asesino se reprodució más y más hasta llegar a la superpoblación, mordiendo y devorando todos los otros seres vivos. Y su sangre corrompida se transmitía a los otros dinosaurios. Estos morían a los pocos días, pues no podían suportar la mutación envenenada de su sangre.

Y así continuaron los antepasados vampiros matando y devorando, hasta que se quedaron solos y se devoraron unos a otros. Y al fin... no quedo ningún dinosaurio. Tan solo los insectos, las plantas y los demás seres diminutos.

Y hasta nuestros días había llegado ese ámbar maldito. Petrificado durante millones y millones de años. Con la sangre de los antiguos dinosaurio-vampiro dentro. Una sangre tan corrompida que envolvía el ámbar con un poder especial.

Gracias a dios no había llegado nadie a verlo, ni siquiera mirarlo, hasta que dentro de una cueva hubo un derrumbamiento y allí a los ojos del mundo quedo al descubierto el ámbar.

Tan solo consiguió resistir 10 días y 9 noches hasta ser captado. Su olor a sangre, a vampiro, a murciélago alentó al único ser vivo que podría captar su olor. Un murciélago, que por casualidad o por fortuna pasaba por allí captó el olor y se acercó al preciado objeto. Se posó sobre él y lo mordió. Lo mordió al mismo tiempo que un chiquillo entraba en la cueva.

El muchachito merodeando por allí asustó a los murciélagos que salieron volando por toda la cueva, y el murciélago que había mordido el ámbar, mareado, también voló. Confuso y alelado porque no sabía que le ocurría se lanzó contra la presa. El pobre David que se hallaba indefenso cubriéndose en el suelo, fue la víctima del murciélago, que le mordió débilmente antes de caer inerte al suelo por la infección del virus. DAVID YA ESTABA CONTAMINADO.

El chiquillo asustado, huyó corriendo hasta volver a casa. Allí paso 300 días moribundo, siendo visitado por los mejores médicos de la región, mimado con gran cura y reposando todos los días. Lucho contra la enfermedad con todas sus fuerzas. Pues David es muy listo y tiene el coraje más grande que un ser humano haya podido oler jamás.

Y tras ese largo tiempo el muchacho venció al virus. Consiguió vivir. No obstante... sequelas de por vida le quedarían al pobre chico. No podía ver la dañina luz del sol que le derretía la piel. Tampoco podía ver los ajos pues le producián los mismos efectos. Por el contrario, tenía una gran fuerza y agilidad, unas increíbles capacidades que daban miedo a todos lo que lo veían. Pero lo que de verdad asustó a su familia era su sed de sangre. Necesitaba beber sangre cada 24 horas para no caer muerto.

Los médicos catalogaron la enfermedad de muy peligrosa y alejaron al muchacho hasta los confines de la tierra. En el lugar más oscuro y alejado posible. Un lugar dominado por bestias y fieras y dónde el ser humano jamás osaba entrar.

Es allí dónde David aprendió a convivir con ellas y se hizo más fuerte, ágil e inteligente. Y fue desde ese momento en que le abandonaron como a un perro, en el que empezó a odiar a los humanos. Empezó a odiar a su familia por haberle abandonado. Fue en ese momento, en el que comprendió lo desvergonzada y cruel que es la raza humana. Una raza que se pisan unos con otros para llegar a su objetivo, una raza egoísta, déspota, egocéntrica, que tan solo le importa ella misma.

Fue en aquel preciso instante en que David se prometió a si mismo que no descansaría hasta ver muerto todos y cada uno de los humanos.

Y así fue como empecé a forjar la historia de David. Una de las más grandes historias que han pasado en este mundo, y de buen seguro, de los que vendrán.