miprimita.com

Preliminares de la boda (4 y final)

en Hetero: Infidelidad

PRELIMINARES DE LA BODA (4 Y FINAL)

Resumen de las partes anteriores: nuestra protagonista está a punto de casarse cuando tiene las experiencias sexuales de su vida. El recuerdo de sus primeros escarceos ayuda a explicar su comportamiento.

 

Mi cuerpo ya no me respondía, actuaba por sí solo a la búsqueda de placer, mientras mi cerebro se desmadejaba a cada orgasmo que sentía. Mis tres torturadores me deleitaban con sensaciones que mi sexo absorbía ávidamente. Recuerdo que durante 4 horas, Juan no llegó a sacar de mi coñito su largo pene, mientras Susana y Gloria se daban mutuamente placer, y siempre con una mano de una de las dos abriendo mi culo, separando los labios vaginales, rozando mi clítoris.

Y pese al placer, un sentimiento de culpa ahogaba mi mente. Amaba a Oscar, y no se merecía que yo fuera tan puta. En el momento de pensar la palabra puta, como un castigo, noté que Juan inundaba mi útero con su semen, notaba cada chorrito quemar mi interior. Y sin embargo, me seguía corriendo como nunca. Gloria fue la única que por un momento me pareció que se daba cuenta.

A las seis de la tarde, destrozada, con más de diez orgasmos contabilizados, y mientras me duchaba, me repetí a mí misma que no volvería a pasar, que no me casaría con Oscar, pero no sabía cómo decírselo sin herir sus sentimientos. ¿Y mi familia? ¿Me perdonaría por ser una zorra que ansía tanto sexo?

Lo que yo no supe entonces era que Susana lo había oído, había escuchado mis sollozos y mis intenciones. Tampoco me enteré que se lo fue a contar corriendo a Gloria. Ni que ésta, buscó en mi bolso el móvil y localizó el número de Oscar.

Cuando salí, tenía que ir a buscar a mi novio al aeropuerto. Gloria me dijo adiós con un beso en los labios y una frase: tranquila, todo va a ir muy bien. Quise creerla, pero no pude.

Cuando subí a casa a buscar las llaves del coche, me llamó Oscar, diciéndome que tenía retraso en el avión, y que no fuera a esperarle, que ya hablaríamos mañana. Dios sabe lo agradecida que me quedé entonces. Si lo hubiera visto, seguro que le habría dicho todo allí mismo. Me puse a dormir, y me olvidé de todo durante unas horas.

Sábado ya. Tengo el cuerpo aún algo dolorido, y mi coñito, antaño tan cerradito, ahora es una boca hambrienta, deseosa de rabo. En contra de mi mente, estaba caliente, muy cachonda. Seguro que soñé algo que me ha dejado en este estado ya de buena mañana. Instintivamente, meto dos dedos en mi rajita, que está caldosa. Saco los dedos blancos, aún hay restos de la simiente de Juan dentro de mí. Me sorprendo al lamerlos, pero más aún cuando cojo el tubo de desodorante, y me lo introduzco para darme placer. Apenas está adentro, exploto con un orgasmo. Y de nuevo el sentimiento de culpa. Lloro de desesperación. Al oírme, mi madre entra en mi habitación, y apenas me da tiempo a taparme, pero el grueso tubo aún es prisionero de mi vulva. Mi madre me dijo que me tranquilizara, que los nervios de antes de la boda hacían mella en todas las novias. Y que una tal Gloria había llamado, que al día siguiente vendría a maquillarme.

Al decirme esto, mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo sabía ella donde vivía? ¿Y por qué quería venir? Decidí llamar a Oscar, pero su móvil estaba desconectado, y en su casa me dijeron que había salido. Me senté en la cama, y un agudo dolor me atravesó el coño. No me acordaba que tenía el tubo dentro, que se incrustó velozmente hasta chocar violentamente con mi fondo. Me tumbé al momento, para aliviar la presión, pero estaba tan mojada que no podía sacarlo con los dedos. Tuve que empujar con el coño como si lo pariera, lo que me provocó un nuevo orgasmo. Cerré instintivamente las piernas para prolongar ese momento, y volví a quedarme dormida. Era ya de noche cuando desperté, mi madre me había dejado descansar, y realmente lo necesitaba. Tenía que hablar con Oscar, y lo llamé de nuevo al móvil, pero a la una de la madrugada de la noche anterior a la boda, era lógico que lo tuviera desconectado. Mañana sería un día triste y duro, y me quedé sollozando el resto de la noche.

Por la mañana, como un reloj, a las 9 de la mañana, vino Gloria a maquillarme. Como suponía, no vino sola, también la acompañaba Susana. Entraron sonrientes en mi habitación, y me felicitaron con un cálido beso en la boca que acepté con gusto y preocupación. Sabía lo que iban a hacer conmigo, y me entregué en sacrificio.

-Pero cariño, debes estar contenta el día de tu boda. Decía Gloria mientras me desnudaba. Susana preparaba todo el maquillaje. Gloria entre piquitos en la boca, orejas y cuello, me decía que nuestra amiga común era una excelente estheticienne, y que dejaría mi cuerpo como el de una princesa de cuento de hadas.

Como tenía cuarto de baño propio, entramos las tres, y Susana cogió un bote de espuma y lo aplicó por mi entrepierna y por mis axilas. Me iba a rasurar. Me tumbaron sobre la alfombra del baño, y procedió a pasar una fina navaja con una suavidad y experiencia que me dejó suave, y más tras aplicar Gloria un aceite hidratante por todo el cuerpo. Me iba excitando poco a poco y perdiendo de nuevo mi autocontrol. Le dije que quería suspender la boda porque era una puta. Ellas me miraron condescendientemente, y mientras masajeaban todos los rincones de mi cuerpo, Gloria me dijo que qué mujer no se sentiría feliz con el placer que he recibido, que había aprendido y que seguramente no renunciaré a él el resto de mi vida. Y todo esto con tres dedos suyos dentro revolviendo mis flujos en mi ya abierto coñito. Que tenía que aprender a discernir amor del sexo, que pueden complementarse, y que no tenía por qué preocuparme de nada. Y con esta palabra, acabó de hundir su mano por completo en mi chocho. Yo ya estaba fuera de mí, mi pelvis se agitaba buscando placer en ese puño que ahondaba en mis entrañas. Y por si fuera poco, Susana se sentó sobre mi cara para que degustara su también abierto coño, que tenía un gusto especial, a Juan. Y enseguida noté que le bajaban grumos blancos. Gloria me dijo que Juan se corrió esta mañana dentro de ella para que yo pudiera degustarlo. Me lo comí todo obedientemente, y le provoqué un gran orgasmo, mientras ya ni recuerdo las veces que yo hice lo mismo. Cuando sacó su mano, mi sexo aún tenía contracciones de la intensidad vivida. Entonces, ya Susana se centró en su trabajo, y debo reconocer que me dejó espléndida. Antes de irse, sacaron una cajita, y me la dieron. Me dijeron que eran unas bolas chinas especiales. Me las metieron rápidamente, sin dejarme siquiera dudar, y sacaron un mando a distancia pequeñito. Al instante noté que se hinchaban, de tal manera que el grosor era tan grande como el puño que me había taladrado minutos antes. Y apretaron otro botón, y las bolas empezaron a vibrar. Querían que contrajera matrimonio con este regalo puesto, pero ellas se quedaban el mando. Y mientras se iban, me dijeron que nos veríamos en la iglesia. Y aún mi madre les dio las gracias y una buena propina por el tratamiento que me habían hecho. Si hubiera sabido la verdad...

Estoy en la iglesia, a mi lado mi futuro marido. Aún no le he dicho nada, debo decir algo. Apenas presto atención al sermón del sacerdote, en parte por mis preocupaciones, en parte por mi sexo tan abierto, que sentada sobre el vestido y con el minúsculo tanga que llevo, estoy muy mojada. Cuando empieza a hablar del futuro, noto de repente que las bolas empiezan a vibrar...¡No! ¡han sido capaces de ponerlas en marcha! Debo decir algo antes de que sea demasiado tarde, además todo el mundo se va a dar cuenta... Y es entonces cuando la vibración aumenta, mucho, tanto que no puedo levantarme, me voy a correr, justo cuando el sacerdote me está preguntando si acepto a Oscar por esposo... Debo decir la verdad, no puedo casarme con él, debo...

Y entonces lo vi. Mi Oscar estaba jugando con un aparatito entre las manos... el mando a distancia... en un instante lo entendí todo, y mi cuerpo explotó con un orgasmo y mi mente se llenó de felicidad. Creo que nunca una novia había dicho un sí con tanto amor.

No voy a aburrir con más detalles de la boda, pero sí en nuestra flamante casa, entramos a solas, yo en brazos; pero dentro estaban Juan, Susana y Gloria. Fue entonces cuando me dijeron todo, que Susana oyó mis sollozos en la ducha, que se pusieron en contacto con Oscar, que lo pusieron al corriente, que era muy afortunada al tener un marido tan abierto de miras, y que además había probado a Susana, con lo que el círculo se cerraba. ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que con una orgía la noche de bodas?

Lo que más disfruté fue poder follar con Juan y Oscar a la vez, sentirlos a ambos a la vez dentro, empujando, intentando partirme, y que todo el rato Oscar me dijera que no sabía cómo estaba de feliz y contento al descubrir que su flamante esposa era una zorrita caliente, que seguro que querrá probar más experiencias. A punto de correrme, le dije que podía fantasear con quien quisiera, pero que yo siempre participaría con él. Y se lo demostré ya de madrugada, cuando él enculaba a Susana, y yo le iba comiendo la polla a ratos, para volvérsela a hundir dentro. Sabía que estas sesiones las podría tener toda la vida si así lo deseaba, y así fue. Nuestro matrimonio muy a menudo se convirtió en orgía, y alguien más se añadió, pero eso es ya otra historia...

Ya amanecía cuando por fin nos dormimos los cinco. Lo último que recuerdo antes de que Morfeo me abrazase fue que me sentía como nunca, ¡y con ganas de follar!

 

Fin