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La entrega de mi esposa (3)

en Hetero: Infidelidad

LA ENTREGA DE MI ESPOSA (3)

 

... Montse hurgó en mi bragueta y en un plis-plas sacó mi rabo. Antes de introducírselo en la boca, me dijo:

-Relájate y disfruta.

 

Reconozco que no estaba preparado para lo que iba a ver. Carlos depositó a Marta sobre la cama, y pude observar que lucía un antifaz que le tapaba por completo la vista, por tanto, no podía ver cuántas personas había en la habitación. Pero sí comprobé que efectivamente, él ya estaba dentro de ella, ya que al dejarla estirada, se salió, quedando ambos unidos por un débil hilo blanquecino, que identifiqué como mezcla de flujos comunes. La vulva de mi mujer estaba abierta, brillante, insolente mientras esa tercera persona enfocaba bien la cámara para disfrute nuestro.

El sonido era el típico de una peli amateur, pero la protagonista era mi mujer. La oí decir: - Carlos, cariño, vuelve a mí, te necesito mucho más, aún es pronto. Sonaba a súplica, y para acentuar más aún ese ruego, con ambas manos separó los labios vaginales, demostrando que ahí ya había tenido intrusos.

Sin embargo, no fue Carlos el que se acercó a ella, sino otro hombre, que identifiqué como el del trasero que se mostró fugazmente. Blandía enhiesto su pene, grueso, enorme. Supuse que debía ser actor porno, porque una herramienta así no se desaprovecha para una sola mujer, eso lo tenía clarísimo. Pero pensaba que reventaría a Marta si se la metía hasta el fondo. No sabía aún las sorpresas que mi amada esposa guardaba.

Y mientras visionábamos la rendición de Marta, la boca de su mejor amiga colmaba mi virilidad, evidentemente menor que aquel gigantesco pollón, pero que no le hacía ningún asco, al contrario, succionaba como si le fuera la vida en ello. Y me gustaba, me gustaba muchísimo. Aquel hombre se arrodilló entre las piernas abiertas de Marta, y empezó a devorar su coño, con suavidad, arrancando con cada movimiento un gemido.

Entonces Montse me habló:

-Tu putita fue una presa muy fácil para Carlos. Primero porque ella realmente deseaba a alguien diferente a ti, y segundo, porque se encontró con la fantasía de su vida: que alguien la tratara como sexualmente lo desea: como una sumisa obediente, que se entrega a cuantas depravaciones exija su amo. Y todo en poquitas horas. Tras la cena, en la que él ya se arrimó a ella, y le fue hablando de varios temas, siempre confluyentes al sexo, se le notaba un interés especial.. Así que ya un poco achispada, la llevó a un local especial, poco conocido en el que las más duras fantasías cobran realidad. Allí tu linda mujercita recuperó su ilusión. Ella ya le había contado su frustración con sus últimos amantes, y él le dio que sería diferente desde el primer minuto. Y entraron allí.

-¿Todo esto te lo ha dicho él? Atiné a preguntarle mientras disfrutaba de su boca lamiendo entre frase y frase.

-No, mi cielo. Lo vi con mis propios ojos. Estuve allí sin que lo supiera.

Abrí los ojos desmesuradamente, a la par que Marta anunciaba desde su desconocida cama un orgasmo en la boca del hombre que le devoraba la entrepierna.

Montse prosiguió sin apenas levantar la vista de mi polla.

Carlos sabía que si la llevaba a un club de intercambio de parejas, ella podría retractarse, no en vano juegan muchos factores que no podía controlar: la gente que habría, etc. Pero en aquel lugar, estaba seguro que ciertas escenas la impactarían como así fue. Fue una perrita obediente, que superó al principio con miedo, y luego con soltura, las pruebas a las que fue sometida. De hecho, yo le hice una, pero como llevaba antifaz y estábamos en penumbra, no supo quién le dio el orgasmo de la noche.

Estaba ya muy salido. No sólo por ver en acción a Marta, o por la fenomenal mamada que Montse estaba aplicándome. Era el imaginarme la situación morbosa de anoche. Como adivinando mi pensamiento, prosiguió con el relato de los hechos, a la vez que ahora mi infiel mujer acogía en su boca a duras penas el rabo enorme de aquel tipo.

-Carlos la llevaba de la mano, un poco a rastras. Sólo entrar en aquel local, se dio cuenta que algo iba a pasar, y se la notaba tensa. Se acercaron a un corrillo de gente. La música de ambiente no era lo suficientemente alta como para hablar al oído, pero él lo hacía, sin dejarla un momento. Encontraron un hueco, y él la puso en primera fila, delante de él. En medio de ese corrillo, una mujer con botas de cuero como única vestimenta, estaba apoyada en un estribo de ginecólogo, con las piernas exageradamente abiertas, casi en ángulo recto, mientras un hombre de mediana edad jugaba a alternar entre su coño y culo una botella de dimensiones medianas. La mujer, además, tenía la cabeza apoyada en ángulo de bajada, de manera que con su boca podía dar placer a cuantas personas pasaran por delante de ella. Hizo que Marta estuviera mirándolo rato. El hombre que la bombeaba con el objeto lo hacía parsimoniosamente, recreándose en cada pliegue de las cavidades de aquella mujer, que sólo podía gemir de gusto; su boca estaba constantemente ocupada por otros hombres y mujeres que deseaban recibir caricias de su lengua.

-Sin que Marta se diera cuenta, Carlos ya le estaba acariciando la entrepierna con la falda subida. Y eso no pasaba desapercibido a la gente de alrededor. Sin embargo, las normas exigían que fuera él quien diera la señal para que otras personas pudieran disfrutarla. Aún no era el momento. Marta se dejaba besuquear el cuello, y poco a poco se iba entregando a las caricias y palabras suaves que le daba Carlos.

Nueva pausa, totalmente intencionada por su parte, para mi desesperación. Me tenía totalmente entregado, y ya me desapareció cualquier temor o duda. De hecho Marta ya estaba siendo bombeada lentamente por el martillo pilón que antes ensalivó, abriéndola toda. Los primeros planos de su sexo encharcado no daban lugar a dudas del disfrute de mi amada esposa. Y me fijé en un detalle: la follaba a pelo.

Con toda malicia, Montse escribió en el recuadro del messenger: enfócala bien, que los demás vean cómo es

-¿Los demás? Pregunté yo

Montse se subió a horcajadas sobre mí, y besándome en la boca me dijo que no éramos los únicos que la veíamos. A la vez que se clavaba mi polla, se arqueó para coger el portátil y ponerlo en el sofá al lado, para seguir viendo la morbosa situación. Pero volvió a escribir: Queremos saber cuánta gente está enganchada.

Casi inmediatamente, tuvimos la respuesta: 17 chicos, 6 chicas y 11 parejas. Y mi querido cornudete, algunos la conocen. Esa coletilla me provocó un escalofrío; me quedé helado. Pero la hábil y maquiavélica Montse era quien dirigía los tiempos en este acto, y empezó a subir y bajar rítmicamente sobre mi eje, provocándome un placer indescriptible. Entonces fue ella quien me susurró al oído:

-Si quieres que siga, ponle que deseas que algunos vayan a follarla.

Y se paró y se salió de mí, esperando que escribiera... y así lo hice. En ese momento supe que mi mujer no volvería esa noche a casa, ni la siguiente. El lunes tal vez. Me la imaginé rodeada de hombres, abierta, llena, empalada. Recibí un mensaje de nuevo diciéndome que no me arrepentiría.

Satisfecha, Montse se volvió a sentar sobre mí, besándome apasionadamente. Tuve la impresión que le ponía que yo también me entregara de esa forma. Y siguió con lo de la noche anterior.

-Pues como te decía, ella se iba entregando poco a poco a lo que Carlos le hacía. Y entonces, casi sin que ella se diera cuenta, la fue desplazando hasta estar casi al lado de la cara de aquella mujer, la que estaba siendo usada. Le remangó la falda hasta casi taparle la cara. Ya le tenía las bragas apartadas y un par de dedos dentro, cuando la sentó sobre la cara de ella, quien inmediatamente empezó a lamerle el coñito.

-Cuando notó la lengua que la devoraba, intentó levantarse, pero él la retuvo, y enseguida ella se rindió a la habilidad de aquella dama. La hizo tener un orgasmo allí, delante de todos, mientras la iba desnudando. Luego, con las piernas temblorosas, le ofreció una copa, que la ayudó a mantener el tipo, pero ya estaba desnuda como casi todos los de allí. Entonces la llevó a otro corrillo, donde otra mujer estaba siendo follada por dos a la vez por el coño. Gemía y se arqueaba llamando mucho la atención, y de nuevo la puso en primera fila y cerca de ellos, tanto, que en un momento, él hizo un gesto, y los dos hombres dejaron a esa mujer para follar, sin mediar palabra, a Marta de la misma manera. Su coño no estaba habituado a abrirse tanto, y al principio les costó, pero tras un breve forcejeo, pude ver que la tenían ensartada hasta el fondo, ella estirada y casi sin respirar, hasta que empezaron un baile a tres que fue enseguida acompasado con los chapoteos de los flujos de ella. Ah, y ninguno usaba condón. Cuando el ritmo ya era alto, Carlos puso su polla en la boca de Marta, y ya no tuvo ningún reparo en saborearla y chuparla.. Estuvieron un rato hasta que los dos tipos se fueron corriendo, pero a la que uno salía, otro lo reemplazaba. Y yo fui a por lubricante para su culito, y se lo apliqué con cariño, estaba muy abierta por delante, y con dificultad le entraba un dedo por el trasero. Y luego probé un segundo. Y al cabo de poco, un tercero. Tu mujercita llevaba mucho rato corriéndose sin parar, era alucinante. Así que cuando se salió el último, me puse yo un strap-on, y la enculé suavemente. Tuvo sorpresa, pero no dejé de acariciarle el clítoris, hasta que vi placer en su cara. Ella no me reconoció, y yo tampoco hablé para no delatarme, pero me recreé en sus labios, que acariciaba con mis dedos, mientras ella los abría ante cada envite de mi dildo de goma. Le palpé su entrada delantera, abierta, muy abierta, goteante de placer de todos los que se habían vaciado dentro de ella, y poco a poco recogí restos con mi mano y los acerqué a su boca para que los chupara. Estaba salidísima, y ella siempre mirando a Carlos, quien con su mirada aprobaba en lo que se estaba convirtiendo tu delicada esposa. Su último orgasmo le provocó que gotas de pis se le escaparan ante el aplauso general de la sala. Marta estaba entre la vergüenza y el placer que aún sentía en su interior. Pero Carlos no la dejó relajar, se la levó de allí. Era tarde, y quería que descansara un poco para lo de hoy. Y... mira!!! señaló exclamativa hacia la pantalla. Junto a Marta había dos chicos con máscara, completamente desnudos, pollas enhiestas saludando a la meretriz que acababa de dejar llena de leche el otro tipo. Ella los miró tumbada desde la cama. Se incorporó un poco, y acogió a una de ellas en la boca, mientras manoseaba la otra, valorándola, sopesándola.

Mientras me recreaba viendo la escena, Montse no perdía el tiempo, y me cabalgaba rítmicamente, notando cómo su útero acariciaba la punta de mi rabo, encajado en esa cavidad de fuego y placer. Sentía el orgasmo cerca, pero deseaba prolongarlo más, así que salí de su suave puerta delantera, y enfoqué a la trasera. No hubo problema alguno para deslizarme con suavidad por su culo, no precisamente estrecho. Ahí estuve un poco sin moverme, bien profundo, y vi en silencio cómo mi amada esposa volvía a tener otros hombres dentro de ella, usada sin miramiento alguno, sin piedad. Uno la bombeaba salvajemente en su abierto chocho, y el otro seguía disfrutando de esa boca que tantas veces había besado. Me preguntaba si cuando volviera a estar con ella sería capaz de besarla de nuevo. Ese pensamiento me hizo volver a la realidad, ya que girando mucho el cuello, tenia a otra mujer que requería de mis atenciones, y empecé a balancearme de cintura para abajo, para recorrer todo su canal interno con mi polla.

Mientras, vi que aquellos hombres duraron poco dentro de mi mujer, y se retiraron pronto dejando borbotones blancos que emanaban de su vulva y boca. Entonces se me ocurrió algo. Obligando a Montse que se saliera de mí, cogí el ordenador y tecleé: "Haced que hable de su vida sexual sin tapujos". Quise saber qué pensaba de mí, y todo sobre su amante. Hubo unos instantes en los que ella escuchó una voz que le hablaba, y como no se había quitado el antifaz, seguía pensando que había una fiestecilla con ella de protagonista, sin saber que estaba retransmitiendo en directo a un montón de gente mis cuernos; y sin limpiarse la comisura de sus labios de los grumos de la corrida del último tipo, preguntó inocentemente: ¿Por cuál empiezo, por el primero o por el último? La voz oculta preguntó cuántos había. Y ella sin inmutarse dijo: "sin contar a mi marido, hubo cuatro".

Ni Montse ni yo lo esperábamos, y nos quedamos boquiabiertos. Hasta mi polla se desinfló de la impresión. Ahí había muchas cosas a resolver, y compulsivamente tecleé, aunque la voz de aquel hombre ya se anticipó, que hablara de todos.

Marta, con tranquilidad, desnuda y "ciega" por el antifaz, dijo con toda tranquilidad: el primero lo conocí antes de casarnos, y con él estuve 4 años...

CONTINUARÁ