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La entrega de mi esposa (2)

en Hetero: Infidelidad

LA ENTREGA DE MI ESPOSA (2ª PARTE)

 

"...allá por las tres de la madrugada recibí dos mensajes al móvil. Uno ponía: "más fácil de lo que creía". El segundo contenía una foto. Un primer plano de la cara de Marta con una polla en la boca... El corazón se me puso a mil."

 

 

Ver la cara de Marta así me provocó una erección inmediata. La repasé creo que más de cien veces, observando cada detalle, cómo se veía el bulto en su mejilla izquierda, mientras sus ojos miraban hacia el propietario afortunado del rabo que estaba en la cavidad bucal de mi mujer, y un hilillo de... ¿saliva? Casi colgaba de su barbilla. Tuve que masturbarme tres veces antes de ponerme a descansar un rato.

Me desperté al oír ruidos. Miré el reloj, las siete de la mañana. Marta regresaba a casa. Dudé si levantarme o hacerme el dormido. Opté por esto último, intentando disimular que la miraba. Dejó la luz del descansillo encendida y miró a la cama. Pude notar, aunque igual era mi calenturienta imaginación, que una expresión de alivio llenaba su cara. Entró y empezó a desnudarse de espaldas a mí. Gracias a la luz de fuera podía admirar su silueta, y una nueva erección saludaba ese ritual. Pude ver que con nervios sacó el sujetador de su bolso y lo dejaba en el cesto de la ropa sucia que tenemos junto al armario. O sea que vino a casa sin. Pero cuando casi se me escapa un gemido fue al sacarse la falda y ver que no llevaba las bragas. Las prendas cayeron al suelo, y se agachó ofreciéndome una visión de su coño y culo. Desde luego, esos dos agujeros habían sido usados, la dilatación y el brillo que tenían no me ofrecían ninguna duda al respecto. El crecimiento de mi pene me provocó un movimiento en la cama que hizo que ella se girase de golpe. Me había pillado con los ojos abiertos, mirándola, así que improvisé:

-Hola cariño, dije con voz de dormido. ¿Ya te levantas y te vistes? ¿No es temprano?

Ella se quedó unos segundos en silencio, y dijo que sí, aunque con un temblor en la voz que disimuló como pudo. Ardía en deseos de contactar con su piel, así que me incorporé un poco y me acerqué, aún sobre la cama, a ella. Toqué su cintura y ella se sobresaltó. El sentimiento de culpa provoca siempre rechazo, pensé. Se quedó rígida, inmóvil, y pensé que podría aprovechar y darle más morbo al asunto follándomela. Además, mi hija estaba con mis suegros todo el fin de semana, así que podría aprovechar sin problemas.

Le besé el cuello y la nuca, mientras mis manos se apoderaron de sus senos, cuyos pezones estaban tiesos y sensibles. Desde arriba, pude ver algún chupetón al lado de las aureolas. El morbo que sentía era indescriptible. Mi mujer, aún sucia de un contacto sexual duro, iba a proporcionarme un placer aun mayor con sus remordimientos. Empecé a bajar mis manos por su vientre. Noté algunas costras. No las vi, pero imaginé que eran de semen de su nuevo amante. En un instante me imaginé cómo ella estaría con las piernas abiertas, y él se salió de dentro de ella para descargar sobre su ombligo su blanca carga.

Cuando llegué a su coño, estaba caliente, mojado, abierto... así se lo hice saber en un susurro en la oreja (aún estaba detrás de ella, controlando la situación). Ella mintiendo una vez más, me dijo que había tenido un sueño erótico. Le pedí que me lo explicara. Sabía que sería cuanto acaeció por la noche, pero me decepcionó un poco cuando entre gemidos, sólo dijo que estaba con un extraño que la dominaba. Tal vez fui demasiado deprisa, pero su sexo aspiraba los tres dedos que le introduje. Marta instintivamente abrió sus piernas. Estaba gozando. Quise pensar por el morbo de la noche loca y que luego yo, su marido, no se daría cuenta de nada. Saqué los dedos, con restos evidentes de semen. Encima lo había hecho sin protección. Acerqué los dedos a su boca y los relamió. Ella sabia perfectamente que así ocultaba su infidelidad. Y lo hizo con un placer infinito, se lo vi en la cara..

La tumbé por fin en la cama. Boca abajo. Ella no se resistió, y elevó su culo. Pocas veces me había concedido que la follara analmente, y ese hombre a la primera la reventó. No me lo pensé dos veces, y tras rozar mi glande en su mojada raja, procedí a entrar en su trasero sin piedad. Le entró como si nada, y ella gimió de nuevo. La empecé a bombear de una manera rítmica, mientras ella movía circularmente las caderas, y se alzaba un poco más para dejarme acceso libre a su clítoris. En menos de un minuto se corrió entre convulsiones que nunca me había demostrado.

-Caramba, ese sueño deberías tenerlo más a menudo, cielo- le dije con toda la intención del mundo.

Entre dos respiros profundos, me sacó de su culo y apuntó directamente a su licuada sonrisa vertical. Noté una calidez extraordinaria, casi me quemaba la piel,, pero mi mayor sensación fue no notar apenas las paredes. Aún estaba ensanchada, demasiado ensanchada. Aunque llegaba a chocar la punta con su útero, el deslizamiento era extremo. Así que decidí girarla y follarla de frente, la clásica postura matrimonial, sólo que esta vez mi cabeza se veía adornada por una cornamenta digna de un ciervo salvaje. Y salvaje fue el mete y saca, tensando mis músculos para que al menos el frotamiento interno alcanzara su punto G. Y a fe mía que lo logré, porque empezó a dar de nuevo síntomas de un inminente orgasmo, y yo también. Le dije que me iba a correr, y ella cerrando sus piernas en torno a mi cintura, me dice con voz melosa:

-Córrete dentro, ya me compraré la píldora del día después.

¡Será puta! ¡Si a punto de correrse se le escapa una a la muy calculadora!. Como ella no toma medidas, al correrme yo dentro quedaba perfectamente legitimada para comprar esa pastilla. Decidí tirar adelante, y disfruté llenándole el coño de esperma.

Aun estuve un rato más dentro de ella, hasta que por fin disfrutó de un buen orgasmo. A saber cuántos llevaría desde ayer. Cuando me salí, ella me pidió descansar un rato. Se lo concedí, y desnuda como estaba, se quedó dormida. Tan profundamente lo estaba, que no oyó el timbre de su móvil anunciando un mensaje. Al cabo de un minuto ocurrió lo mismo con mi teléfono.

El mensaje era de Carlos. Escribía que hoy la volvería a usar, que no pusiera pegas, y me preguntaba dónde estaba. Le respondí que durmiendo. Enseguida oí el móvil de Marta. Supuse que era él.

Ella se levantó medio aturdida, y sólo atinaba a decir sí o no, y acabó la conversación con un hasta luego. No vio que la estaba observando, pero claro, es que ella cerraba los ojos y sonreía maliciosamente. Me aparté de su posible ángulo de visión, y salió del dormitorio, decidida (y desnuda) hacia la ducha.

Cuando oí el grifo abierto, no pude resistir la tentación de mirar su teléfono. Allí estaba el mensaje abierto. Carlos le ponía lo siguiente:

"Puta, prepara tu coño a fondo a partir de hoy hasta nueva orden. Espera instrucciones".

 

Estuvo más de una hora en el cuarto de baño, mientras ponía en orden mis ideas. La cosa iba muy rápida, demasiado como para que no hubiera habido algo ya previo montado por todos ellos, Montse, Carlos e incluso por la propia Marta. En esas cavilaciones estaba cuando Marta, más seductora que nunca, me dijo que saldría esa tarde con una amiga del trabajo, y que no la esperara a cenar, que seguramente tomarían algo por ahí. Y me lo iba diciendo con tranquilidad, como si la cosa fuera realmente cierta. Nunca dejará de sorprenderme la frialdad de algunas mujeres para mentir tan descaradamente a sus parejas. A todo esto, como ya era la hora de comer, hice pasta en un santiamén, la comimos con avidez, y mientras ponía los cacharros en el lavavajillas, una falda corta, un top descarado, una chaquetilla, unas botas altas y dentro de todo ello mi mujer, me dijo adiós, hasta luego. Ni un beso. ¿Tanto deseaba reunirse para follar con él?.

Al quedarme sólo, llamé a Montse. Me dijo que esperaba mi telefonazo. Ella estaba al corriente de todo, y que hoy añadiría un morbo mayor. Me dijo que vendría a mi casa, y que tuviera encendido el ordenador.

Al cabo de una hora se presentó. Llevaba una chaqueta larga de lino, abrochada hasta arriba. La dejé pasar mientras cerraba la puerta, y ella fue desabrochando los botones y dejó caer la prenda, mostrando que sólo llevaba unas medias de rejilla negra, y un tanga y sujetador a juego. El contraste con su blanca piel era excitante, y por un momento olvidé a mi mujer, pensando que con ésta ahogaría mis "penas". Y lo entrecomillo, porque las sorpresas no habían hecho más que empezar.

Me preguntó antes que nada dónde estaba el ordenador. Inocente de mi, había puesto el portátil en la mesita del salón comedor, y ella abrió el messenger. Puso una identificación: "cornudo", y una clave que no llegué a ver. En menos de un minuto, apareció una lista de contactos, la mayoría conectada. Clicó uno, de curioso nombre: "Amo de puta", y se desplegó el panel de conversación. Allí escribió: estamos a punto.

Enseguida apareció una invitación a ver imágenes de videocámara. Tras los segundos de espera típicos de la aplicación, se mostró ante nuestros ojos un dormitorio con la cama, amplia y con una sábana blanca puesta, sin nadie más. Miré a Montse confuso. Ella sonrió, no dijo nada y volvió a desviar la mirada hacia la pantalla, y puso el visionado en modo completo. En la pantalla de 17 pulgadas del ordenador se mostró en grande la habitación. Con una sonrisa en los labios, Montse activó el sonido, y luego se estiró en el sofá con su cabeza sobre mis piernas.

-Sé todo lo que pasó ayer, empezó a hablar sin alejar la vista de la pantalla. Marta apunta maneras, y fue muy sencillo para Carlos hacer que cayera en sus redes. Te puedo explicar todo ahora... ¡¡pero espera!! Mejor no te pierdas detalle de lo que vas a ver a continuación. Y lo dijo con júbilo mientras unas sombras empezaban a llenar la imagen visionada.

Supuse lo que vería, pero no estaba seguro de estar preparado para ello. Carlos llevaba a mi mujer ya desnuda y a horcajadas mientras ella se le abrazaba como una lapa. No se atinaba a ver, pero estaba seguro de que la estaba empalando. La cara de gozo de Marta expresaba todo. Me dispuse a ver una sesión de sexo con ellos de protagonistas, y mi polla empezaba a dar señales de alegría, cuando vi una tercera sombra junto a la cámara. Era un culo desnudo, pero por lo poco que se veía, no estaba seguro del sexo de su propietario. Parecía que se mantenía al margen, pero al estar sin ropa, seguro que no lo estaría por mucho rato.

Montse hurgó en mi bragueta y en un plis-plas sacó mi rabo. Antes de introducírselo en la boca, me dijo:

-Relájate y disfruta

Continuará...