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Trampas (6): La auditoría

en Hetero: Infidelidad

El enlace matrimonial entre Daniel, un joven abogado y Silvia, una preciosa auditora, estaba siendo todo un éxito. Amigos, familiares, todos bailaban al son de la orquesta que los consuegros habían pagado para deleite de los invitados.

Daniel, con 27 años, entró en un bufete internacional y está considerado como una promesa a relativo corto plazo. Silvia, por su parte, es una bella licenciada en ADE con máximas calificaciones, y escogida por una de las “big four” auditorias mundiales. A sus 24 años, despuntaba ya como posible senior  en la próxima evaluación de personal.

Y ambos eran guapos reconocidos, con un físico que mojaba las bragas de las chicas en el caso de él, y la escultural silueta de modelo de ella levantaba tiendas de  campaña en los pantalones masculinos. Se podría decir que eran la pareja perfecta. Tras un noviazgo en su época universitaria, y ver encarriladas sus carreras profesionales, decidieron formalizar  su unión de pareja; se conocieron de muy jóvenes, y aunque él tuvo experiencias con mujeres maduras antes de fijarse en Silvia, ésta llegó virgen al noviazgo. Duró poco ese status, pero hablando llano, se  puede aseverar que su coño no conoció otra polla ni antes ni ahora.

El vestido escogido por Silvia era blanco, como debe ser en una boda clásica, pero nada de colas ni recargamientos. Era como una segunda piel que se ajustaba a su figura. Un tanga de hilo dental  sin costuras y un sujetador adhesivo para cada seno daban la impresión a los asistentes que el conjunto no tenía nada de imperfecto. El escote palabra de honor el vestido remataba unas pezoneras discretas que tapaban los pezones. Finalizaba por debajo con un corte que llegaba a los tobillos por detrás, pero por delante acababa en pico por encima de las rodillas.

Evidentemente todos querían bailar con la novia, a pesar de que el novio también tenía su séquito, pero era mucho menor por aquello del qué dirán las otras. Y aunque alguna mano se escurrió más abajo de la cintura de Silvia, todo quedó en simple anécdota. Nadie quiso estropear la gran fiesta.

Cuando los novios se iban ya y todos iban a despedirlos, ya que al día siguiente partían de viaje de luna de miel, dos jefecillos de Silvia, a los que ésta invitó, hablaban lejos de todo el mundo:

-Quién lo iba a decir, Silvia sin esos horribles trajes chaqueta que la tapan toda tiene un cuerpo de diosa.

-Estoy de acuerdo contigo. Tal vez deberíamos haber estado más por ella y quién sabe si...

-No digas tonterías, ella es de las que te miraría por encima del hombro y te diría que no. No estamos a su altura. dijo Juan imitando un estilo seudo-pijo

-¿Ah no?  Pues te aseguro que ésta delante de una buena polla cae, y más que otras. Apunta maneras de putilla.

-Venga, Pedro, que esa ya está fuera del mercado, va, busquemos a alguna amiga suya, que he visto que alguna nos lanzaba miraditas. Volvió a insistir Juan.

-Te demostraré que te equivocas, Juan; casada o no, ésta cae por viciosa, y te lo demostraré no sólo con fotos, sino que te invitaré a hacer un trío con ella.

Juan rió, pero sabía que su amigo Pedro  casi siempre consigue lo que se propone, y le aceptó la bravata. Esa tarde no follaron con ninguna invitada, y tampoco volvieron a hablar de Silvia. Pero la apuesta quedó ahí.

Las dos semanas de permiso de los tortolitos pasaron rápidas, y Silvia se reincorporó a su trabajo. Debido precisamente a sus vacaciones, la empresa tuvo que reajustar las asignaciones de trabajo, y casualidad o no, a Silvia le tocó uno en una empresa fuera de la ciudad, lo suficientemente lejos como para pernoctar en hotel. Y nada menos que 2 semanas. Su gerente para ese trabajo era Pedro, y se llevaba como senior a una chica llamada Cristina. Nunca había coincidido con ellos para auditar, así que se lo tomó como un reto, máxime cuando vio el nombre de la empresa a auditar: Foxcock (nota del autor: Fox significa zorro/a en inglés, y cock, en el mismo idioma, polla).

Silvia había oído hablar que esa empresa era como la joya de la corona, que sólo la podía auditar gente escogida y reconocida, y que les hacían firmar muchos compromisos de confidencialidad para no divulgar nada de lo que hacían allí. De hecho Pedro era el gerente habitual, y Cristina era una de las pocas que había repetido su asistencia. Es una chica guapa, pero muy reservada. Apenas cruzó cuatro palabras con ella en los 2 años que llevaba trabajando allí. Así que consideró un gran honor poder hacerlo, y así incrementar el prestigio de su brillante currículum.

Y éstos fueron los argumentos que planteó ante Daniel, mientras hacía el equipaje. Él lo entendió, pero no le hizo ninguna gracia que ahora que estaban casados se tuvieran que separar por dos semanas, pero ella le dijo que en los fines de semana se podrían ver. Consultaron mapas, y llegaron a la conclusión que no salía a cuenta el desplazamiento por las horas. Además, Daniel estaba trabajando a fondo en un caso, y pensó que así podría dedicar unas horas extras a la preparación del mismo.

Al día siguiente la recogieron Pedro y Cristina en el coche del primero. Cargó la maleta y enfilaron los casi 500 Km de carretera que había. Silvia preguntó cómo era que una empresa tan importante no estaba ubicada en un lugar más acorde con su tamaño, o bien que estuviera próxima a un aeropuerto. Con una sonrisa enigmática, Pedro le dijo que cuando llegara lo entendería.

El viaje se hizo ameno. Había mucha cordialidad y complicidad, y Silvia se sintió rápidamente integrada. Pensó que era afortunada por haber tenido tan buena oportunidad, y que no iba a desaprovecharla. Cuando llegaron ya oscurecía, y fueron directos al hotel, que estaba a pocos minutos. Allí los esperaba un representante de la compañía, el cual, antes de darles las llaves de las habitaciones, les hizo firmar papeleo de confidencialidad. Francamente, Silvia se quedó sorprendidísima de las “amenazas” y sanciones que suponía la revelación de información que la empresa catalogara como reservada o secreta. Pensó que si a fin de cuentas los informes de auditoria y las cuentas anuales siempre se hacen públicas, no tenía sentido dichas cláusulas a no ser que estuviera innovando algo muy muy importante. Se sentía rebosante, y firmó sin poner ninguna pega.

Una vez todo firmado, les entregaron las llaves magnéticas de sus respectivas habitaciones. Como habían tomado algo en el último tramo del viaje, no tenían apetito y decidieron tras deshacer maletas, reunirse los tres en la habitación de Pedro para plantear la entrada en la compañía. La habitación de Silvia era como una suite con todo lo necesario para disfrutar de una cómoda estancia. No obstante, hubo algo que le sorprendió: junto al mando de la tv, había un display con todos los canales disponibles, y en la mayoría de ellos, hacía referencia a “canal x” y un número correlativo. Iba a probarlo, cuando por el teléfono Pedro la llamó para convocarla a una reunión con Cristina en su habitación ya mismo.

Una vez los tres reunidos en torno a una mesa, por fin Pedro se dirigió a Silvia con un tono paternalista:

-Verás, Silvia, Foxcock no sólo es una empresa de logística internacional, es una empresa matriz de otra que es la que auditaremos de manera indirecta. Y ésta es la que Foxcock no desea que se de publicidad. Ya sabes que la matriz esponsoriza equipos deportivos, escuelas, proyectos solidarios, etc. Pero ésta subsidiaria tiene un negocio “especial”

-¿Especial? La pregunta retórica de Silvia hizo sonreír a Cristina.

-Vende sexo, Silvia; y ya sabes que en esta sociedad hipócrita  el sexo es tabú, más que si se dedicara a actividades de asesinatos por encargo o a hacer la guerra a otros países. Prácticamente el 90% del porno mundial que se consume en medios escritos y digitales lo produce esa filial; y lo mismo con juguetes eróticos y las empresas que buscan pareja por internet. ¿Te suena  Perretic? ¿O Lesley Addison?

-Silvia asintió, hasta alguna de sus amigas había usado Perretic para encontrar pareja.

-Pues de eso se trata. Todo lo que auditemos de esta empresa, es confidencial, y no puede divulgarse, ni siquiera la conexión con Foxcock. Y créeme, si se divulga algo, no cejan hasta encontrar a los culpables, y pobres de ellos. ¿Cómo te crees que ganamos este contrato hace años? Alguno de los anteriores auditores comentó algo a alguien, lo descubrieron y les rescindieron el contrato. Hace 5 años que son clientes nuestros, y créeme, haré cuanto esté en mi mano para que siga siéndolo muchos años.

Silvia se quedó boquiabierta. ¿Era ése el terrible secreto? No lo entendió. Y ante la cara que ponía, Pedro siguió hablando.

-Es muy sencillo, Silvia. La mayoría del negocio de Foxcock está en países donde digamos que el porno o incluso el sexo no está bien visto, y si alguien atara cabos, las pérdidas serían no millonarias, sino billonarias, escándalos al margen. Por ello hemos de ser muy discretos, y créeme, ver, oír y callar tiene sus compensaciones. Y hasta aquí puedo leer. Dijo Pedro con una enigmática sonrisa que Cristina secundó. Y tras este comentario, mandó a ambas a sus habitaciones. Justo cuando cerraban la puerta, Cristina dijo que se había dejado  un bolígrafo, y volvió a entrar.

La habitación de Silvia era contigua a la de Pedro, con puerta interior que se comunica, pero cerrada por ambos lados, fue lo primero que comprobó ella al entrar. Y mientras se estaba desvistiendo, oyó un gemido largo y prolongado provinente de otro lado de la pared. Por un memento pensó que era Cristina, pero no, lo descartó, no sería ético. Pero nuevamente un gritito la puso en guardia. La curiosidad pudo más que la discreción, y  abrió la hoja de su puerta comunicante. La de Pedro seguía cerrada, pero la cerradura era de las que permitía ver  a través. Y se agachó. No vio ninguna escena de sexo, pero sí la cara congestionada de Cristina apareciendo y desapareciendo de su corto campo visual. Los gemidos compusieron un retrato de ella a 4 patas follada por Pedro. Silvia se sonrojó y cerró la puerta sin hacer ruido. Ya hacían bastante ellos. Y durante la siguiente hora no cesaron los gemidos, hasta que por fin  la zona quedó en silencio. Pero el sueño de Silvia no fue muy reparador. Imágenes lascivas aparecían en su onírico viaje, y sobre las cinco de la madrugada se desveló del todo, notando una más que excesiva humedad en el culotte de su mini pijama.

Tras un breve desayuno, cada uno por separado,  partieron hacia las 9 de la mañana hacia la empresa. Iban cargados con maletas y ordenadores. Enseguida Pedro distribuyó el trabajo, y a Silvia le tocó el control de inventarios y el muestreo de actividades. Cristina protestó levemente, pero no se alteraron las instrucciones. De todos modos, esos procesos no los iniciarían hasta mediados de la semana o la siguiente. Lo primero era desmenuzar los balances de la compañía, a lo que se pusieron los tres con una efectividad que rayaba la perfección.

Justo antes de la hora de comer, una bella joven entró en la sala donde trabajaban, y les invitó a una sesión de spa para que se relajaran un poco. Sin rechistar y ante el asombro de Silvia, Cristina y Pedro dejaron caer los bolígrafos y se levantaron, mientras Silvia les decía que iría más tarde o no podría. La cara de Pedro se acercó a centímetros de la suya.

-Mira, Silvia, si el cliente nos invita a un spa, se va al spa, y punto. ¿O no recuerdas lo que te dije sobre la importancia de este contrato?

Sumisamente, cerró su ordenador y se incorporó al grupo.

Entraron en unos vestuarios individuales con puerta de entrada por una banda y salida por otra,  y se despojaron de la ropa, quedándose en lencería y con albornoz ambas, y Pedro con slip y albornoz también. Cuando salieron al otro lado,  les esperaban tres camillas de masaje con tres chicas ataviadas con una bata banca que parecía que les fuera a reventar de lo entallada que la llevaban. Invitaron a cada uno a estirarse. Primero fue Pedro, quien se quitó el albornoz y se estiró boca abajo con la cabeza en el dispositivo especia que le permitía relajar la cabeza. Silvia lo miró de reojo, admirando un cuerpo bastante cuidado, lo mismo que su compañera, quien fue la siguiente, mostrando que únicamente llevaba un fino tanga negro y nada más. Se serenó a ver que ellos no la miraban, y con pudorosa candidez, se dejó despojar del albornoz por su masajista, que la acompañó a la camilla correspondiente. Al estirarse, la chica le dijo que debía despojarse del sujetador para no mancharlo con los aceites. Nuevamente con timidez, lo hizo mirando de reojo a sus compañeros, que ya estaban disfrutando del masaje. Eso la hizo relajar y se dejó hacer cuando los primeros aromas suaves  inundaron la estancia.

La masajista era una experta, tocaba el cuerpo de Silvia para buscar los puntos de tensión, y la iba relajando paulatinamente. Cuando abrió los ojos por primera vez, se fijó que había una pantallita en el suelo que enfocaba directamente a su cara. ¡Estaban pasando una película porno! Eso la tensionó, y la chica se esmeró más en romper esa sensación negativa, encendiendo un incienso junto a la pantalla. El aroma embriagó a Silvia, que entonces sí se relajó. Miraba la pantalla mientras los músculos se relajaban: Una chica era follada por tres tipos a la vez. Y su mente empezó a divagar mientras  las manos expertas sobaban todo su cuerpo. Ni se percató que sus braguitas de encaje blancas estaba por debajo de su trasero, mostrando su desnudez, no sólo a la masajista, sino a sus compañeros, que ya habían finalizado, pero que en silencio contemplaron el escultural cuerpo de la recién casada; en especial cuando la masajista separaba los cachetes del culo, mostrando su preciosa intimidad, brillante. Se estaba excitando. Y en silencio, los otros dos abandonaron sonrientes la escena camino de las duchas, mientras Silvia aún disfrutó de 20 minutos más de delicioso masaje.

Cuando finalizó se sintió relajada, pero a la vez ligeramente excitada. Lo achacó a la película y a las manos expertas. Creyó recordar caricias suaves en su coño, pero  sus bragas estaban bien colocadas. Lo debió imaginar. Ni siquiera se turbó al ver que la habían dejado sola. Y con estos pensamientos se encaminó a las duchas.

El resto del día fue de trabajo duro, pero con ese puntillo de excitación que no la abandonó en ningún momento. Pensó que echaba de menos a su flamante esposo, y por la noche aliviaría ese deseo con una buena fantasía y sus deditos. Lo que no sabía es que alguien ya tenía un plan para el entretenimiento nocturno.

El hotel, aunque abierto al público, rara vez era usado por gente que fuera a pasar días de asueto. Era utilizado como base para filmación de películas, descanso de los actores, y para visitas de empresa. Y esa noche estaban rodando una escena peculiar en la piscina. Tras la cena, Pedro insistió en ver el proceso de filmación, para, según él, “poder analizar con conocimiento de causa los costes inherentes a cada proyecto”. Silvia no se lo tragó. Las actrices eran esculturales, y supuso que lo que él quería era ver sexo en directo. Pese a ese razonamiento, no dijo nada y se quedó en un margen junto con él y Cristina.

Ver esa escena en directo supuso un shock para Silvia, que no había visto apenas porno, el justito alguna vez con Daniel, y de lo más clásico, un chico con una chica, y corridita dentro. Pero esto era brutal. No podía despegar los ojos de la gran follada que un negro con una polla enorme  ejercía sobre el culo de una chica que gemía como una gatita en celo. El pistón engrasado se deslizaba veloz en el esfínter de la actriz. Y eso volvió a humedecer el sexo de Silvia.

Para acabar de rematarlo, se les unió otro actor, blanco esta vez, con una herramienta que no se quedaba atrás tampoco. La chica abrió la boca y empezaron a bombearla coordinados por arriba y por abajo. Silvia estaba sorprendido de la profesionalidad del equipo de filmación, concentrados en su trabajo, pero no se le escapó ver que el brillo de la entrepierna de la actriz era real, la chica estaba realmente excitada con el trabajito que le estaban dedicando, y más ahora, que pasó a tener una polla por el culo y otra en el coño. Miró a sus compañeros, y se quedó perpleja al ver la tienda de campaña en el pantalón de Pedro, pero más aún de que éste le estaba sobando el culo a Cristina, sin que ésta dijera nada, también hipnotizada ante la brutal escena en directo.

Esa noche, ya descansando en su cama, Silvia pudo desahogarse con una buena masturbación, pero en su fantasía no apareció su marido. Y en sueños, oyó gemidos de la habitación de al lado; y tuvo visiones de tríos y orgías ante sus ojos... hasta que despertó a las seis de la madrugada, completamente empapada en sudor y sus bragas nuevamente chorreando.

El trabajo fue monótono hasta la hora el spa. Esta vez Silvia no opuso resistencia y fue la primera que se levantó. Sus compañeros tenían ojeras de haber dormido poco. Se los imaginó revolcados y follando y no pudo evitar una punzada de envidia. Pero se le pasó rápido al ver que esta vez se trataba de un circuito de ducha escocesa especial. Había tres compartimientos, cada uno con un hombre y un par de mangueras, y pidieron a los tres que se desnudaran por completo. Pedro y Cristina lo hicieron rápido, no así Silvia, quien puso objeciones. Pedro la miró con ojos recriminatorios.. “Si el cliente invita a un spa, se va y punto”. Pero al bajar los ojos en señal de aprobación se cruzó con la polla de Pedro. Era enorme, más que la de su marido. Y él se percató de ello, porque se tensionó un poco, cosa que hizo salir del trance a Silvia. Se desnudó por fin, intentando taparse senos y vagina, provocando la sonrisa irónica de sus compañeros, que mostraban toda su anatomía sin tapujos. Y los tres se miraron antes de pasar cada uno a su compartimiento. Se pusieron de espaldas, y al momento un chorro potente de agua caliente repercutió en sus espaldas. Los chorros estaban hábilmente dirigidos para ablandar musculatura, y los compaginaban con otros de agua fría para estimular el riego sanguíneo. Silvia no lo disfrutaba, la han visto desnuda demasiada gente, y su timidez la podía. Y aún más cuando al cabo de un rato la hicieron dar la vuelta. Pero pese a su vergüenza, se sintió excitada. El hombre apuntaba con precisión milimétrica en puntos que hacían agradable el impacto de agua, sobre todo en la zona púbica y los pezones. No era nada doloroso y sí estimulante... demasiado como para que sin darse cuenta abriera un poco las piernas, y el chorro impactara directamente en su coño.

Y justo cuando se estaba excitando, finalizó el proceso. Le alcanzaron una toalla, que se anudó alrededor del cuerpo y salió  con flojera en las piernas porque realmente lo estaba disfrutando. Pedro y Cristina salieron secándose y exhibiendo sus cuerpos de nuevo sin pudor alguno. Silvia volvió a mirar la entrepierna de su jefe, quien orgulloso se plantó ante ella mostrando su poderío y una amplia sonrisa. Cristina también sonrió, pero además hizo algo para sorpresa de su compañera: cogió el rabo de su jefe con una mano y lo acarició dulcemente, mientras le decía: hay para las dos, si quieres. Luego subimos a la habitación...

Silvia se quedó unos segundos inmóvil mientras ellos iban hablando y gastando bromas. Acababan de confesar  su relación y pretendían involucrarla... pero ella estaba casada, no podía hacer eso. Su dilema empezó  justo cuando notó una humedad en su entrepierna... se había vuelto a excitar.

El resto del día fueron cada uno por separado en diversas áreas preguntando y recabando información. Por la noche ni siquiera fue a cenar con ellos, y se estiró en la cama. Pero no podía dormir... volvió a oír gemidos, y la curiosidad pudo más que su cansancio y prudencia... y abrió la puerta intermedia. Su sorpresa fue mayúscula. La banda de la de Pedro estaba abierta de par en par, y pudo ver cómo Cristina estaba a cuatro patas, mientras Pedro la enculaba salvajemente. Ninguno pareció darse cuenta de que tenían espectadora durante unos minutos, hasta que él se salió de su culo e hizo girar a su amante para correrse en su boca. Fue entonces cuando las miradas de ambas chicas se cruzaron y Pedro se giró. En ese momento una descarga potentísima de semen inundó la boca de la auditora. Ésta se lo tragó todo con una sonrisa lasciva, mientras Silvia cerró precipitadamente la puerta. Quiso ver la televisión, pero se volvió a sorprender al comprobar que  casi todos los canales eran pornográficos. Pero no la apagó. La dejó en un canal en que un trío HMM se lo montaban muy sensualmente. Y así le entró sueño...

El resto de la noche fue una orgía de sueños húmedos y calientes, y por primera vez soñó con la polla de Pedro en su interior. Se despertó con esa sensación de miedo de las primeras infidelidades. Pero ella no lo había sido... aún.

El viernes trabajaron sólo hasta el momento del spa, esta vez sólo era un jacuzzi aromatizado con un incienso muy relajante que tranquilizó el espíritu de Silvia, y más cuando Pedro le dijo que lo que pasa en una auditoria se queda en la auditoria, y que nada trasciende, en una clara alusión a lo que pasó la otra noche... pero ¿y las futuras?

El fin de semana se pasó volando, entre relax y tranquilidad, llamadas a su marido (eso sí, con el volumen de la tv flojo, pero ya habituda a ver porno, la hacía sentirse mimosa con su maridito mientras hablaban por teléfono), y nada que pudiera sobresaltarla. Quedaba una semana, y tenía ganas de volver, pero por otra, se puso a recordar, tumbada en una hamaca junto a la piscina, las experiencias vividas, y se sorprendió excitándose, más aún ante el recuerdo de la polla de Pedro, mucho más gorda y larga que la de su marido. Estaba en esos pensamientos cuando se le acercó un empleado del hotel para comentarle muy discretamente que la zona de la piscina era considerada nudista, y que no se permitía exhibirse con ropa. Como estaba a contrasol, al principio no se dio cuenta, pero luego sí. El chico sólo llevaba una pajarita en el cuello, y la polla la tenia a centímetros de su cara. Como sólo reaccionan las personas tímidas, se levantó de la tumbona, mientras una camarera, también desnuda, se acercó solícitamente y sin apenas darse cuenta, desnudó a Silvia, diciéndole que luego podría recoger su bikini en recepción. Cortada, se volvió a estirar en la tumbona, al menos no la vería la gente. Pero la verdad es que aunque ella miraba de reojo, nadie pareció prestar atención. Demasiados cuerpos 10. Eso la relajó, y se puso a leer un poco un libro que trajo, pero de nuevo la camarera se le acercó y le ofreció crema solar para que no se quemara. Era cierto. Aunque lucía un estupendo bronceado, la zona de pecho y pubis era blanca como la nieve. Y al ser una mujer, no pensó en nada raro. Así que accedió. El masaje era relajante. Se demoro su tiempo porque era una crema densa con factor de protección alto, y la mujer acarició los pezones y los senos con una dulzura exquisita. Le gustaba esa sensación. Pero al ir a darle a su zona púbica, la chica le ofreció un tratamiento gratis de depilación. Sin pensárselo, nuestra heroína  accedió, y cogiéndola de la mano, la empleada se la llevó a unas instalaciones en un anexo del hotel.

La hizo sentarse cómodamente en una silla de estilo ginecológico con las piernas abiertas, y le aplicó una espuma en el coño que repartió con los dedos. Esos mismos dedos rozaban hábilmente el clítoris, estaban predisponiendo a Silvia sin que se diera cuenta, mientras  repasaba con una navaja los pelillos hasta dejar la zona suave. Cuando acabó, con un espejo le mostró el resultado. Estaba precioso, suave. Y faltaba la crema hidratante. La extendió con suavidad. Ere efecto frescor, pero en el clítoris el efecto era altamente estimulante, y se encontró segregando flujos de autentico deseo, tantos que no se dio cuenta hasta la primera oleada de placer, que la chica le estaba lamiendo el coño con devoción. Era tanto el deseo que sentía que  le cogió la cabeza y la apretó contra su vulva que no paraba de destilar jugos. El orgasmo fue épico, la dejó temblando, vibrante. La mujer le dio un piquito en los labios y le dijo que encantada de haberla ayudado. Y la acompañó hasta su  tumbona. Silvia aún estaba en una nube, y se resistió a pensar; su chocho aun brillaba de deseo. No aguantó más de diez minutos y se retiró a su habitación.

El lunes siguiente  Silvia empezó con el muestreo de actividades. Para ello le entregaron un dossier con claves, nombres y costes para cada clave. Tenía que escoger las de mayor valor económico, y solicitar verlas. Normalmente en otras empresas les muestran facturas. Aquí se sorprendió cuando tras seleccionar unas veinte, la llevaron a una sala de proyección, y una empleada muy amable procedió a insertar en un lector de blue-ray un disco, que le dijo que correspondía a la primera clave seleccionada.

La chica antes de darle al play, le dijo que tenía dentro del apoyabrazos derecho paquetes de tisúes, y en el de la izquierda, otros materiales para su posible uso. Se lo agradeció, pero hasta que no apagó las luces y puso en marcha la filmación, no lo entendió.

En la pantalla panorámica apareció una escena de un gangbang: cuatro sementales negros follando a una chica rubia. La imagen era impactante, porque la chica no podía absorber unas trancas monumentales, dos a la vez dilatando hasta lo imposible un rasurado y abierto coño, mientras la chica se arqueaba y convulsionaba de placer. Le pareció que no actuaba, que era real, mientras una tercera polla se movía entre sus labios, y le hacía una paja al que la tenía más gorda.

Silvia, como mencioné anteriormente, hasta la semana pasada no había visto apenas porno; el justito alguna vez con Daniel, y de lo más clásico, un chico con una chica, y corridita dentro o sobre el vientre. Pero este era brutal. No podía despegar los ojos de la pantalla, mientras aquellos cañones oscuros se debatían por reventar el agujero de la pobre chica. Miró a su izquierda, y su acompañante estaba sentada en una pose con las manos entre las piernas. Parecía que discretamente se estuviera tocando. Sus miradas se cruzaron, y Silvia repuso incómoda que había visto suficiente, que tal vez debería pasar a otro. La chica le dijo que anotara por favor que lo había visto, pero que en ocasiones anteriores, los auditores pedían un muestreo aleatorio de cada película. Ela dijo que adelante, y la chica  le pidió que dijera cuánto avanzar. Silvia dijo que veinte minutos.

La escena de ese tiempo correspondía a la misma chica, mostrando su coño dilatado, sudorosa, con la mirada vidriosa. Detrás suyo, uno de los cuatro porfiaba por encularla. Cuando la verga entró en su culo, la chica se arqueó mientras los demás chupeteaban sus pezones, y uno luchaba por entrar en el túnel delantero de la chica. Estaba muy bien enfocado, pero lo que más hipnotizaba a Silvia era que esa mirada no le engañaba, la actriz estaba disfrutando de veras de la salvaje follada. Absorta, pidió otra clave. La chica cambió el disco, y le dio al play. Apareció la misma actriz, con un cuerpo de infarto, los cuatro negros, y una chica. La escena era una orgía muy bien grabada, excitante. Pidió avances rápidos, y comprobó que toda la película versaba sobre variaciones de lo mismo. Pidió otras mas, y cuando ya acababa el muestreo,  volvió a aparecer la chica que tanto le impactó en las dos primeras, esta vez  con otra mujer, en un 69 morboso, recreándose en las lenguas y los clítoris, mientras gemidos lúbricos llenaban la habitación. Llevaban casi 3 horas viendo porno duro, y ambas mujeres estaban ya completamente excitadas. Tan en tensión estaba Silvia mirando, que sin darse cuenta levantó la tapa de su izquierda, cosa que hizo que la acompañante sonriera. Casi sin darle tiempo a Silvia a mirar, la otra mujer cogió un consolador vibrador, y le dijo que usara ése, que era el mejor, y que el año pasado fue el que más usó Cristina.

Sobresaltada, cogió el artilugio en las manos, indecisa. Hacía rato que su coño había mojado sus bragas negras. La chica decidió por ella, mostrándole el interruptor de marcha, y lo orientó hacia la entrepierna de Silvia, que inconscientemente había abierto las piernas. La vibración tensó su cuerpo, la descarga que sintió en su clítoris, aun a través de la empapada braga, fue algo que ella nunca antes había sentido. La diligente acompañante, la hizo arquearse un poco para retirarle la falda para no mancharla, y las bragas, quedándose desnuda de cintura para abajo, y el consolador vibrador a las puertas de su palpitante coño.

En la pantalla había ahora un primer plano de una doble penetración con la actriz. Las pollas lubricadas con los jugos de la rubia, se deslizaban sin piedad, arrancando orgasmos a la protagonista. Silvia ya no era dueña de su cuerpo. Puso el consolador vertical en el asiento, y se empaló. Por primera vez en su vida notó que se abría totalmente, esa maza que le hurgaba el coño y le llegaba al útero. Gimió y se contorneó como nunca antes lo había hecho con Daniel, hasta que por fin explotó en un orgasmo liberador. Sólo entonces se dio cuenta que su acompañante estaba haciendo lo mismo, con cuatro dedos hurgándose en su interior. La habitación olía a sexo, pero Silvia se sentía extrañamente bien. Se vistió y se recompuso como pudo, y dijo que la prueba había finalizado.

Cuando volvió a la sala común de auditores sólo estaba Pedro, repasando balances. La miró, le sonrió y le dijo que no se preocupara, que para eso estaba la confidencialidad que había firmado.

Esa noche en la cena Pedro y Cristina no se cortaron un pelo, hablaron de sus actividades como amantes ante Silvia, en un acto, según ellos, de confianza extrema. Bebieron vino, más que de costumbre, y sobretodo Silvia, que  estaba achispada ligeramente, tanto como para confesar la comida de coño que recibió en su depilación, y los efectos de tanto spa, masajes y videos que estaban obrando en ella.

Cuando se retiraron a las habitaciones, nuevamente Cristina se quedó con Pedro, pero esta vez llamaron a la puerta intermedia. Le dijeron que les excitaba ser vistos por ella, y que no les importaba. Silvia no dijo nada, aceptó tácitamente, mientras los otros se desnudaban.

Para estar más cómoda,  Silvia se quiso sentar en una butaca, pero  le pidieron que se tumbara junto a ellos. A un palmo de su cara se besaron enlazados en una danza de cuerpos. Pedro se esmeraba en los preliminares, y Cristina le correspondía con un 69 en toda regla. Intentaba sin éxito  tragarse el enorme rabo.

Silvia sintió una sana envidia al ver la polla de Pedro desaparecer entre los labios de su compañera, y más aún cuando ésta se arqueó al ceder un mini orgasmo ante la ofensiva lingual de él en su coño.  Estaba a punto de tocarse cuando una mano  acarició sus muslos. Eso le provocó una descarga eléctrica en el cerebro. No se atrevía a mirar de quien era la mano... pero no hizo nada por retirarla; así que como un ejército invasor, subió por sus muslos hasta rozar la fina tela de sus blancas braguitas.

No supo por qué, pero Silvia abrió las piernas, ofreciendo su íntimo tesoro a la mano invasora. Cerró  los ojos. No quería saber quién era aún, pero se excitaba el pensar que era Cristina, y se mojaba sola al desear que fuera Pedro. La duda se despejó cuando un dedo fino acarició el clítoris por encima de la tela... su amiga era quien la estaba estimulando.

Decir que esa noche fue la mejor en la vida sexual de Silvia hasta el momento no era ninguna barbaridad. Todo estaba focalizado hacia ella: besos, caricias... cuatro manso y dos bocas expertas sensibilizaron el cuerpo de la hasta entonces fiel esposa para desear ser profanada por otros. Nunca olvidaría cuando a cuatro patas, la polla de Pedro se incrustó en su delicada vulva, abriéndola como nunca nadie se lo había hecho. Además, Cristina se puso por debajo de ella y le lamía el botoncito y la verga al bombearla. Dicen que una mujer nunca olvida los orgasmos que ha tenido en una noche. Silvia creyó antes de dormirse, que había ultrapasado la docena. Se quedó desmadejada en la cama, llena  de semen en su coño rezumante, y con brillos sospechosos por la cara, pechos  y pelo. La habitación olía a deseo satisfecho. Pedro y Cristina sonrieron ante el cuerpo dormido de la diosa rubia entre ambos. Sabían cuál era el siguiente paso, porque ella ya lo había vivido, o mejor dicho, disfrutado: ser protagonista de un gangbang en una película porno de la empresa que auditaban. Estaban seguros que le encantaría, pero antes debían desvirgarle el culo. Así que lascivamente, Cristina empezó a despertar a Silvia con una fantástica lamida de su puerta trasera...

Eran casi las seis de la madrugada cuando el móvil de Juan sonó al recibir un mensaje. Su esposa  se movió ligeramente pero no se despertó. Él sonrió al ver una serie de fotos que Pedro le había mandado. Por la mañana deberá decirle a su mujer que partirá un par de días de viaje para reforzar una auditoria.

 

EPÍLOGO:

Silvia ya se estaba preparando para la auditoria de Foxcock, como cada año, y éste será ya el cuarto consecutivo que va. Pero esta vez es especial, llevarán una chica nueva, que se incorporó hace poco. Se siente excitada ante el plan que le ha propuesto Pedro, y se relame ante el paso adelante que dará en su mundo íntimo y privado. Pero ahora esta a punto de correrse con Juan en su culo, Pedro martilleando su coño, y Cristina sentada sobre su cara con el sexo abierto para que el semen que antes los dos machos habían depositado en su interior, caiga en su boca...