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El fantasma de quirófano

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La luz alumbraba la habitación, se podía sentir como temblaba esa luz blanquecina. El zumbido de la electricidad recorriendo los filamentos de la lámpara de neón rompía el silencio de la madrugada.

Gente iba y venía en el vestidor. Veía pasar las piernas y zapatos de enfermeras y médicos. Y nadie parecía notarme. Yo seguía tumbada en la misma posición desde hacia tres días… y nadie lo veía.

Finalmente me incorporé y atravesé hacia los quirófanos. Las salas comenzaban a vaciarse. Las enfermeras circulantes terminaban de anotar los últimos datos de la cirugía mientras los anestesiólogos trataban de despertar a sus pacientes. Yo los observaba, desde el medio del pasillo. La gente iba y venía, al igual que en el vestidor… y nadie me notaba.

Caminé hacia la sala de recuperación. Los pacientes aun no salían completamente de su sueño de anestesia y algunos otros se revolvían en sus camas, tratando de conciliar el sueño. Pase entre ellos. Un hombre abrió los ojos y me miró fijamente… Me miró con los ojos abiertos en toda su extensión.

Sonreí. Era la primera persona que me notaba desde hacia tres días… Ni siquiera los médicos y enfermeras a mí alrededor lo habían hecho. No se que pasó en ese lapso de tiempo.

Después ví como su rostro cambio de la somnolencia, a la sorpresa y dio paso al terror. Lanzó un grito desgarrador que despertó a los demás pacientes. Las enfermeras llegaron corriendo, prendiendo las luces y tratando de calmar a los demás hombres en sus camillas. No comprendí que pasaba… Una de ellas atravesó por donde estaba yo hacia el hombre y después de haber podido calmarlo miró a su alrededor, tratando de ver que es lo que le señalaba aquel. Posiblemente solo era un efecto de la anestesia…

Dejé la sala de recuperación atrás sin entender que había pasado y volví atravesar hacia el vestidor. Dentro, me giré al espejo… y no vi nada. Nada, absolutamente nada. Mire hacia abajo. A mis pies un charco de sangre. Volví a levantar la vista. Más sangre, mi rostro bañado… Dios, que ocurrió? Que pasó?

Recuerdos… los recuerdos me golpean como piedras siendo arrojadas por un remolino. Luces, gritos, rechinidos de frenos, olor de llantas quemadas… y dolor.

Yo llegué en la ambulancia con los demás. Bajó la camilla y corrimos a urgencias. Ahí fue donde perdí la noción de lo que pasó. Todo era caos, gritos y adrenalina… y de pronto, calma.

El dolor recorrió mi cuerpo y senté como un filo me cortaba en dos… la sangre brotaba como fuente. No puedo gritar. El cristal me atravesó los pulmones y el estómago… el vital líquido abandonaba mi cuerpo por múltiples heridas. Traté de gritar de nuevo… pero al abrir la boca algo cayó sobre mis manos. Algo caliente, carmín, con sabor ferroso…

Las lágrimas cayeron y lavaron la sangre de mi rostro. Comencé a perder la consciencia. Todo se volvia más borroso. Los sonidos cada vez eran más lejanos. Los gritos de Mario llegaban a mi y era lo único que me forzaba a mantenerme atada a mi cuerpo. Alguien me jaló y me sacó del auto. El metal caliente me laceró en varias partes, pero ya no sentía el dolor. Todo comenzaba a desconectarse.

La ambulancia… la ambulancia a lo lejos, detenida por el tráfico… Era ya tarde, no había mucho que hacer. Entre jalones y más gritos subimos al vehículo blanco. Alguien me puso suero, trataban de mantener mi nivel de sangre

La sirena trataba de abrirse paso entre los carriles, sin mucho éxito. Al final, la gente se apiadó de nosotros y comenzaron a hacerse a un lado. Con los claxones de los carros obligaban a los demás a moverse también… pero ya era tarde. Mi ropa estaba empapada en sangre… los paramédicos ya no podían hacer mucho.

Finalmente llegamos al hospital. Solo llegué a sentir como bajaban la camilla. El suelo no era liso, podía sentir como rebotaban las ruedas en el asfaltado.

Entramos a la sala de urgencias… las paredes eran verdes y las luces de neón titilaban como siempre. Mario tenía mi mano entre las suyas mientras corría a un costado de mi, todo el camino había sido así. Sentía como él era el único que me afianzaba a este mundo, pero…

La camilla se detuvo abruptamente. Me levantaron de manera brusca y me cambiaron de camilla. Ahí fue donde perdí a Mario… su mano me dejó, me abandonó…

Entramos al quirófano. Ya las figuras eran casi irreconocibles. De nuevo, otro cambio de camilla, pero esta vez, fue una cama fija: la plancha del quirófano.

Un ejército de gente se colocó a mí alrededor. No recuerdo si me anestesiaron, pero aunque lo hubieran hecho, yo ya no percibía nada en lo absoluto. Poco a poco cerré mis ojos, observando a un cirujano colocándose a mi lado, gritando por unas pinzas para detener la hemorragia, pero ya era tarde…

Abandoné mi cuerpo. El monitor lanzó su característico zumbido continuo, marcando la hora del deceso: 10:33 pm.

Vi a Mario, desesperado, tratando de averiguar q había pasado y a una enfermera que salio a tratar de tranquilizarlo. Luego… luego el cirujano, que salió con su uniforme todo ensangrentado y la cabeza gacha. Mario lanzó un grito y se lanzó contra él, descargando su ira contra el uniforme azul.

La gente hizo el intento de detenerlo, pero ya no fue necesario. Se había rendido, llorando y dejando caer su peso sobre el médico que tenía frente a él permitió que sus rodillas se doblaran y cayó lentamente al suelo, aferrado al cuerpo del hombre. Ya no podía hacer más…

La imagen se fue desvaneciendo, el llorar del hombre a quien di mi vida se fue haciendo cada vez mas débil y todo se nubló de nuevo…

Abrí los ojos nuevamente en el banco del vestidor. Nadie me notaba, nadie me notó