miprimita.com

Six Pack (5: Claudia, Los labios mas dulces)

en Sexo Oral

SIX PACK 5 (CLAUDIA, LOS LABIOS MAS DULCES)

Pensaba que el sexo oral era lo mejor...

(Nota: puedes leer los episodios anteriores de la serie accediendo a mi ficha de Autor)

Después del extraordinario fin de semana con Silvia y Jenny me imaginé que tendría una larga y aburrida semana antes de reencontrarme con Ruth y sus amigas – si acaso Ruth ya había regresado para entonces de cuidar a su madre enferma – sin embargo, el Miércoles a la hora de la comida me esperaba una sorpresa.

Un compañero de trabajo me recomendó un restaurante cerca del centro y como el proyecto iba mas adelantado de lo planeado decidí tomar un par de horas para ir a conocerlo. Me encontraba disfrutando de una excelente comida cuando unas delicadas manos cubrieron mis ojos y una dulce voz de contralto murmuró en mi oído "A que no adivinas quién soy"; mientras mi olfato se deleitaba con el leve aroma a gardenias de la misteriosa chica, traté de recordar dónde había escuchado antes esa voz; en ese instante recordé a Claudia, otra de las amigas de Ruth, una chica de piel muy blanca, cabello negro y lacio muy largo, de facciones finas y delicadas con ojos oscuros y brillantes como trozos de ónix; una belleza con senos redondos y firmes, largas y bellas piernas y caderas tan perfectas que podrían hacer pecar a un santo. Tomé sus bellas manos con las mías y le dije "Hola Claudia, te invito a comer conmigo".

Cuando pude girar para verla, noté que se veía mucho más bella aún de lo que la recordaba, su delicada figura era realzada por unos jeans a la cadera y una blusa tipo Halter que resaltaba sus bellamente torneados hombros y descubría casi por completo su espalda, con sus 1.63 de estatura realzados por unas zapatillas de corte clásico con tacón de aguja de 10 centímetros, su largo cabello peinado en una cola de caballo que le llegaba por debajo de las caderas y pendientes de oro con zafiros que enmarcaban perfectamente su bello rostro; al notar que estaba completamente inmerso en observarla, solamente sonrió y dando una pequeña vuelta sobre si misma preguntó "¿Pasé el examen?" A lo que únicamente pude responder con un suave silbido de admiración y un gesto para invitarla a sentarse.

Un rato después, durante la sobremesa, surgió el tema de mi escapada nocturna con Silvia el sábado y tontamente traté de evadir el tema mencionado que no habían acudido a la comida del Domingo y me habían dejado solo con Jenny, por lo que con un brillo travieso en la mirada preguntó "¿Así qué también con ella?" a esto, mi silencio y sonrojo respondieron mucho más elocuentemente que cualquier palabra.

No tocamos más el tema por un rato, pero todo el tiempo parecía estar ahí rondando el límite de la conversación; hasta que sin mediar aviso Claudia comentó – Si he de decirte la verdad, no entiendo la razón de porqué ellas enloquecen tanto con ese tema, desde mi punto de vista es mucho más placentero recibir una buena sesión de sexo oral que cualquier otra cosa, el coito es algo que sólo los hombres disfrutan – Esto me dejó boquiabierto por un par de segundos por la contundencia del argumento, pero más por todo aquello que implicaba. Durante un rato traté de rebatir su punto de vista, pero de modo firme ella mantuvo su postura, por lo que la invité a que me demostrara el porqué de esa opinión. Ante aquella invitación Claudia dudó un poco, pero con una sonrisa aceptó; por lo que después de una rápida llamada a mi trabajo, pagué la cuenta y salimos del local.

Una vez a bordo del taxi en camino al hotel donde me hospedaba, noté en los ojos de Claudia cierta preocupación y un ligero temblor en sus finos labios, por lo que le pregunté que sucedía, a lo que respondió que no sabía si hacía lo correcto al haberme retado; por lo que la interrumpí con un largo beso, el cual recibió al principio con algo de reticencia, sin embargo poco a poco se relajó en mis brazos; para cuando arribamos al hotel, cualquier duda o consideración que no se relacionara con acariciarnos mutuamente estaba olvidada.

Al llegar a la habitación Claudia tomó inmediatamente el control comenzando a desnudarme y por un instante pensé en dejarla continuar, sin embargo algo en mi interior me dijo que no era ése el camino para rebatir su punto de vista, por lo que en el momento en que ella se arrodillaba para besar mi pene después de bajarme los pantalones la tomé en mis brazos y la llevé a la cama.

Mientras la besaba, solté el cuello de su blusa y la bajé hasta su cintura, acariciando con suavidad sus bellos senos, con mis labios siguiendo el camino trazado por mis manos, al tiempo que el cuerpo de Claudia se estremecía suavemente de excitación; desabotoné sus pantalones y los bajé lentamente, descubriendo con sorpresa que bajo ellos no llevaba prenda alguna, pudiendo admirar su sexo perfectamente depilado. Besé con suavidad su vientre, desviándome ligeramente hacia sus caderas, besé sus firmes y torneadas piernas hasta llegar a sus delicados pies, dibujé juguetones arabescos entre sus dedos con mi lengua antes de ascender nuevamente por la parte interna de sus piernas hasta llegar a sus muslos, donde suavicé mis caricias hasta convertirlas en un delicado roce; de esta manera enervé sus sentidos, haciendo que cada ligero avance fuera acompañado por estremecimientos de excitación. Para el momento en que mis labios rozaron su sexo en una caricia apenas insinuada, ya las mieles del deseo humedecían la flor de su sexo. No queriendo esperar mas, ella tomó firmemente mi cabeza y me acercó a ella; de inmediato mi lengua buscó su clítoris, mientras los dedos de mi mano derecha la acariciaban con suavidad bordeando sus labios vaginales y la izquierda ascendía por su vientre, buscando la turgencia de sus senos. En poco tiempo, sus gemidos se convirtieron en gritos y sentí que su clímax se aproximaba; en ese instante, interrumpí mis caricias y ascendí suavemente por su cuerpo hasta que mi erecto pene rozó con suavidad su sexo.

La miré a los ojos y por un instante noté un ligero destello de terror en sus pupilas, apenas disfrazado por el velo de su excitación; entonces me detuve y le dije al oído "voy a ir muy despacio y solamente hasta donde tú lo desees" a lo cual respondió con una leve sonrisa y un ligero asentimiento; después, cerró ligeramente los ojos y sus labios se apretaron como esperando lo peor; comencé entonces a penetrarla con lentitud, confiando en la cuidadosa preparación previa que había llevado a cabo. Sentí la deliciosa estrechez de su vagina abriéndose fácilmente para recibir al erecto invasor que centímetro a centímetro reclamaba como suya la húmeda cavidad, que se contraía espasmódicamente al darle la bienvenida.

Cuando llegué al final, y nos encontramos fundidos uno en el otro, el miedo desapareció de los ojos de Claudia y fue sustituido por una mezcla de sorpresa y placer; comencé a moverme con suavidad, aumentando lentamente el ritmo, siempre buscando proporcionarle el máximo de estimulación. Al cabo de unos minutos sus gritos de placer volvían a escucharse con tanta intensidad que supe que su clímax estaba cerca, por lo que tomé su pierna izquierda y la puse sobre mi hombro al tiempo que aceleraba mis movimientos. Instantes después, un tremendo alarido de placer salió de sus labios mientras todo su cuerpo se estremecía y sus uñas se clavaban en mi cintura como tratando de hundirme aún más dentro de ella.

Poco a poco, su cuerpo se relajó y una sonrisa iluminó su rostro, mientras las últimas contracciones involuntarias de su sexo me hacían sentir al borde del orgasmo, por lo que saqué mi miembro de su húmedo sexo y me recosté a su lado. Con la respiración aún agitada, se volvió ligeramente hacia mi y sonriendo todavía me dijo "Nunca antes había sentido esto con una penetración, los otros solo se subían y no les importaba si estaba lista para ellos o si llegaba al orgasmo, hacían lo suyo y se bajaban". No pude menos que maldecir interiormente, ¿Cómo puede alguien sentir placer sin otorgar lo mismo a cambio? Dejé sin embargo las consideraciones filosóficas mientras besaba largamente a la belleza que tenía en mis brazos y al diablo con lo que los demás hicieran.

La mano de Claudia acariciaba lentamente mi pene, mientras con una sonrisa traviesa me decía que era tiempo de que ella me demostrara qué tan placentero e intenso podía ser el sexo oral, al tiempo que acercaba lentamente sus labios a la enrojecida cabeza que rezumaba gruesas gotas de líquido pre eyaculatorio, tomándola con suavidad entre ellos apenas rozando suavemente la sensitiva piel; al mismo tiempo, la punta de su lengua acariciaba ligeramente la diminuta abertura del erecto miembro, extendiendo poco a poco la caricia en movimientos circulares hasta abarcar en su totalidad la cabeza de mi pene.

A pesar de la suavidad con que me tocaba su lengua, el contacto enviaba corrientes de placer por todo mi cuerpo; Claudia interrumpió la suave caricia y comenzó a pasar lentamente su lengua por toda la longitud del miembro, mientras su mano derecha pasaba a acariciar hábilmente mis testículos. Por momentos sus caricias eran tan sutiles que apenas las sentía y sin embargo de algún modo mi cuerpo era cada vez más sensible a ellas, así que cuando aumentaba la intensidad de su toque creía perder la razón y sin embargo anhelaba cada contacto.

Por momentos sentía que me encontraba a punto de estallar en el mayor orgasmo de mi vida y sin embargo de alguna manera las manos de Claudia siempre se detenían en el momento justo en que pensaba no poder retrasar más el final. Al fin, después de lo que en mi percepción pareció una eternidad ella me llevó hasta la cima del placer y mi pene hizo erupción entre sus anhelantes labios, que le dieron la bienvenida aumentando la presión sobre el duro miembro para no dejar escapar una sola gota del semen que recibían, mientras su lengua continuaba estimulando la sensitiva cabeza de mi pene.

Totalmente desmadejado, abrí mis ojos a tiempo para ver como Claudia le daba las últimas suaves lamidas a mi pene, el cual comenzaba apenas a perder su firmeza; con un travieso brillo en sus ojos, preguntó que me había parecido. No tuve palabras para responderle, haciendo un esfuerzo la estreché en mis brazos y la besé largamente; después, me quedé dormido y cuando desperté ella estaba recostada en mi hombro, con una dulce sonrisa en los labios. Al sentir mi movimiento se despertó y sonriendo aún me dijo "Creo que los dos teníamos razón".

Después de una refrescante ducha, nos vestimos y se despidió de mí prometiendo no contarle nada a Ruth sobre nuestro encuentro "Pero eso ya te lo imaginabas ¿No?" y se alejó lanzando una alegre carcajada, mientras yo admiraba el vaivén sensual de sus caderas y su felino andar mientras se alejaba.