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Ahora eres mía 1 - Calentón

en No Consentido

En esta ocasión me apetece narraros cómo ocurrió una de mis primeras perversiones perpetrada contra Lucía, una de mis musas sexuales de todos los tiempos. Me remonto a la época de cuándo estudiaba mi carrera universitaria, lejos de mi hogar y compartiendo piso con un amigo que casi nunca pasaba por el lugar por el que pagaba y la voluptuosa Lucía.

Luci estudiaba Bellas Artes y era dos años mayor que yo. Pasábamos mucho tiempo en casa, ella estudiando lo suyo y yo lo mío. Se trataba de una chica rubia con pelo hasta el codo, esbelta pero con algún kilo de más que siempre quería perder y nunca encontraba tiempo de hacerlo. En la cara lucían unas pecas graciosas y unos ojos verdes que la hacían parecer a veces mucho menor que yo. Y lo mejor, tenía unos melones de infarto, a pesar de que siempre se los viese cubiertos por su ropa. Su culo respingón tampoco era despreciable. Mi habitación estaba al otro lado de la casa, para que Luci no pudiera oír como me masturbaba ruidosamente pensando en ella durante muchas noches.

La muy zorra de Lucía traía a veces a su novio, que era más soso que el agua y se lo tiraba en el piso. A Lucía le gustaba gritar como una zorra en celo, gemir mientras era penetrada. A él no se le oía, daría cualquier cosa por haber sido ese idiota y disfrutar de las tetas de mi compañera de piso mientras le daba una follada de espanto.

Y llegó el momento que tanto imaginé en mis pajas.

Esto ocurrió cuando se acercaban tiempos de exámenes, tiempos en los que ambos pasábamos mucho tiempo encerrados en nuestros respectivos cuartos y nos veíamos apenas para comer. Lucía a veces traía a Elenita, como la llamaba ella, y estudiaban juntas en su cuarto. Era una chica recatada pero que destapaba mi imaginación cuando entraban ambas en el cuarto y en mi mente Elenita se desnudaba y se perdía entre los pechos generosos de Luci.

Me llamó Luci una mañana, sin venir a cuento. Me dio los buenos días con una sonrisa que me ponía a cien y me dijo si había tenido problemas con el calentador. No era la primera vez que el agua caliente tardaba en salir, pero no había notado nada en especial. Solía ser un tema de conversación habitual. Miré el calentador y vi que andaba con presión baja, así que animé a mi amiga a ducharse cuanto antes y luego intentaría subirla, si es que no me cargaba la máquina en el intento. Luci cerró la puerta de su cuarto y se metió a la ducha. A veces me sentía culpable de que mi excitación por Luci me hubiese llevado a hurgarle entre los tangas. No era para nada una mala chica. Pero estaba tan tremenda que no podía evitarlo, quería aprovecharme de ella. Demostrarle que el bobo de su novio no podía ofrecerle la longitud de mi rabo…

Al cabo de un rato fui a preguntarle qué tal había salido el agua. No lo hice queriendo, pero abrí la puerta de su cuarto sin pensar, la puerta que ella sólo me daba permiso para abrir y sólo así podía abrirla. No caí en la cuenta, estaba nervioso por el examen de esa tarde. Abrí la puerta y sin pensar…

-Oye Luci… ¿Qué tal te… - Pero me callé, Luci estaba allí con el pelo mojado, una toalla rosa tapándole la entrepierna y unos pechos blancos mojados del agua de la ducha cubiertos con su pelo rubio. En su mano, una chuchilla de afeitar con pelo rubio, probablemente se acababa de depilar el vello de la zona púbica.

- ¡AAAAH!

Luci se estremeció al verme y al oírme y se dio la vuelta. Llevaba una toalla rosa no muy grande que distribuyó por las formas de su cuerpo. Sin dejar de mirar al fondo me preguntó furiosa girando la cabeza:

-¿Qué has visto? ¿Me has visto desnuda? ¡Di la verdad!

- No… tranquila Luci, ha sido sin querer, he dormido mal y estoy algo torpe… - Ella se puso una camiseta, la primera que pilló para tapar sus formas y ató la toalla a la cintura. – Joder, tío, me has visto las peras, ¿a que sí? Ya verás mi novio, nunca pensó que vivir con chicos fuera algo bueno para nuestra relación…

-Luci, hija, que no he visto apenas nada, las tapaba tu pelo… - Su mirada se volvió aún más furiosa. Pero al de poco se calmó. – Bueno, te perdono, sé que estás nervioso por tu examen…

Y más nervioso que estuve. ¡Le había visto los senos! Y qué senos, dios mío… No había visto cosas así en muchas pelis porno… Por culpa de Luci, no pude repasar en toda la mañana, fui al examen y me salió fatal, mi cabeza estaba llena de sexo… Y esos pezones tan ricos, enormes…

Llegué a casa muy cabreado, mucho. El examen era de los importantes, lo llevaba bien preparado, pero el shock que me había llevado al verle las tetazas mojadas a la cachonda rubia que tenía en casa, que bien podía hacer una peli X la muy puta, me había dejado descolocado. Ardía mi cabeza, pero de rabia… rabia sexual. No sabía que iba a pasar, pero me estaba descontrolando, y sólo pensaba en Luci. En el ascensor grité para mis adentros que me la iba a follar esa noche aunque fuera a la fuerza, que me lo merecía, que ella era mi derecho de pernada…

Abrí la puerta, oí el saludo de Luci desde su habitación y me llamó para preguntarme qué tal había ido. Antes de dirigirme hacia su habitación, cogí algunas cosas de mi cuarto y me las guardé en un bolsillo. Fui hacia ella, pero sólo pensaba en sexo con ella.  Me abrió ella misma la puerta de su cuarto. Estaba guapa pero parecía agotada de estar entre apuntes. Algo de verga no le iba a venir mal a la pobre. Me invitó a sentarme en la cama. Yo quería tumbarla y follármela. Le conté que me había ido mal, pero me guardé el porqué. Sus pechos debajo de su pijama pedían ser tocados. Debí darle pena, se compadeció de mí. ¿Esa mirada era lasciva? No, pero para mí sí. Quería a esa preciosidad rubia que intentaba decirme que la próxima vez aprobaría.

Y me lancé hacia ella. Me aproveché de que bajó la guardia sólo porque intentaba consolarme, pero podía hacerlo mucho mejor de otra forma. Me recosté lentamente sobre su hombro.

-¡Ey! ¿Para tanto es? Anímate.

En ese momento estaba más cerca de lo que he estado nunca, tocando su piel con mi piel. Me recosté con algo más de fuerza, llevando con mi cabeza su cuerpo hacia la cabecera de la cama, ella parecía consentirlo. Agarré con suavidad uno de sus brazos, lo volteé hacia atrás y en menos de lo que ella se habría imaginado, unas esposas ataban firmemente su brazo ahora retorcido al cabecero de la cama. Ella se dio cuenta de que algo no iba bien, pero yo no quería mucho preámbulo, quería llenarla de lefa ya. Me abalancé sobre ella, presionándola contra la cama

-¿Qué estás haciendo, tío? ¿Qué son esas esposas?- Y mientras hablaba me aproveché de su otro brazo y con otro par de esposas que me saqué de la manga ya tenía los dos brazos inservibles.

-¿Te tengo que dar más pistas? Te voy a violar, Luci, llevo meses deseándolo.

-¿¿¿Pero se te va la olla??? ¡Que soy tu compañera de piso! – Luci gritaba e inetaba desasirse sin éxito, mientras mi peso la arrollaba. Tenía unos potentes muslos que yo ya no podía atar a la cama y me darían guerra a la hora de arremeter contra su coño, pero yo era mucho más alto y musculoso que esa pobre puta rubita. Vestía un pijama rosa muy tapadito, que procedí a quitar con muchísimas ganas. Sin miramientos cogí la camiseta y se la volteé por detrás de la cabeza, dejando la prenda tendida de sus brazos esposados. Lo que tenía ante mi vista era un enorme sujetador que protegía los pechos de Luci. No tardé en liberar esas esferas de carne tan jugosas para mi vista.

Qué delicia… Unos pechos más grandes que su cabeza, blancos, coronados con unos pezones centrados y en concordancia con el tamaño de sus glándulas… Mi placer al poder tocarlos con mis manos fue terrible. Duros como pedruscos, desbordaban mis manos con su carne blanca lasciva. Los aplasté con fruición entre mis dedos.

-¡Aaaaaaaaah! Déjame, no me las sobes – gritaba mi prisionera.

La muy zorra no sabía lo que las había estado deseando.  Pero tampoco parecía ponerse muy a la defensiva, quizás estaba deseando un macho de verdad que la magrease como es debido. Me lancé sobre ellas, a sumergir mi cara entre esas maravillosas ubres, a tocar con mi lengua la blanca piel con algunas venas marcadas por debajo que recubría sus mamas, y con ganas ataqué sus pezones, chupándolos con satisfacción al principio y después mordiéndolo a la vez que clavaba mis uñas por la superficie de sus tetas, desgarrando su epitelio. Luci gritaba de dolor, pero nadie la salvaría.

Sus tetas eran formidables, pero yo quería follármela a lo bestia. Sus muslos peleaban pero los atrapé e inmovilicé. Con violencia le bajé el pantalón del pijama y apareció un tanga rojo sencillito que procedía  a bajar con mi manaza.

-¡Ya vale, tíoooo! ¡No me folles! Oye, de verdad, he tenido la regla hace nada…

Follármela cuando le iba a doler era pedir demasiado. No me costó mucho quitar el tanga, pasándolo por los rollizos muslos que me volvían loco y tirando el tanga al otro extremo de la habitación. Miré a mi rubita encadenada de manos, tumbada desnuda… Con la respiración subían y bajaban sus tetas, mientras que con los muslos intentaba proteger una intimidad que duraría poco tiempo. Toquñe sus glúteosMentí mis manos y con fuerzas separé sus piernas para verle la raja.

La raja de Luci delante de mí… Nunca había imaginado verla, ni menos aún rasurada, como se la había pelado después de la ducha de la mañana, como si lo hubiera hecho para mí. Era una raja dilatada por la experiencia, nerviosa, con un clítoris juguetón e hinchado y unos labios prominentes . Pasé mis dedos sobre la vagina seca, tentado de meterla ya mi polla para que estuviera calentita de una vez.

Me quité la ropa y saqué mi verga. Su cara fue de impresión, aposté a que a su novio no le medía ni la mitad ni tenía este grosor…

-Ostia, tío, que estoy de regla joder… Córtate, si eso otro día, me va doler la ostia. Además es muy grande.

-Conmigo sí que vas a gritar, pedazo de guarra. Te llevo queriendo penetrar desde que te conocí. Es mi noche y voy a hacer lo que quiera contigo. Eres mía, puta rubia y me vas a hacer un completo gratis por haberme puesto tan cachondo tanto tiempo.

No tardé más y enfilé mi falo erecto hacia la entrada de su conejito.  Sus labios dejaron entrar a mi miembro, el cual metí violentamente, con prisa hasta el fondo de su cavidad, arrastrando a la chica conmigo.

-¡Dioooooos! ¡Hijo de putaaa!- la imagen de Lucia en pelotas, abierta solo para mi y recibiendo mi carne en su sexo, era demasiado para mí, me iba a correr rápido…

No podía impedir entregarle todo lo que tanto tiempo me estaba guardando. Embestir con fuerza, meter todo mi rabo hasta el fondo de su cueva y sacarlo para volver a empezar, mientras la cama botaba pidiendo más. Todas mis penetraciones fueron violentas, ni una sola más generosa que las demás. Luci se retorcía de dolor por su regla.

-¡Nooooo! ¡Para ya, me duele el coñooo!

Mis movimientos de mete y saca la dejaban exhausta, me agarraba a sus tetas para darme impulso, las masajeaba violentamente, como si las quisiese hacer jirones… Menudo cuerpo de espanto. Las penteraciones que le estaba dando le iba a dejar huella de por vida seguro.

-Dios… ¿Qué va a decir mi novio?- lágrimas empezaban a escapar de sus ojos…

Sinceramente me importaba bien poco. Menuda follada le estaba pegando a Luci… Siempre la había visto como alguien inalcanzable y ahora alcanzaba sin dificultad lo más profundo de ella. Pero ya veía inevitable el orgasmo, así que le grité en plenas embestidas:

-¡Y ahora me corro, putaaaaa!

Ella abrió los ojos por la sorpresa y su cara de indignación me gritó:

-¡Cabrón, dentro NO!!!¡Noooooo!

 Pero era tarde, los ríos de mi esperma salieron disparados, me corrí de gusto mientras llenaba de lefa la vagina de Luci mientras yo moría de placer. La empapé. Cuando acabé de verter mi semen en su sexo, salí de ella y la miré desde cierta distancia.

Me quedé deleitándome al ver la estampa de la mujeraza rubia y potente esposada a la cama, de enormes senos magreados y marcados con trazos rojizos y con el coño rebosando semen que empezaba a machar las sábanas. Sólo impulsaba mi deseo de nuevo… Quería hacer tanto con ella. Correrme en sus tetas, en su cara, en su culo… Pero sobre todo preñarla de correrme tantas veces en su coño que no le cupiese una sola gota más de mí dentro de su sexo. Fui a por ella, esta vez quería penetrarla el culo, del que ya sabía que era virgen porque me había comentado que jamás consentiría el sexo anal.

Mi pene volvía a estar erecto. Volteé a una Luci que ya no tenía voz para quejarse para que me mostrase su precioso culo. Su ano estaba preparado…

Y de repente llamaron al timbre.

CONTINUARÁ

Agradezco por adelantado todo tipo de sugerencias y comentarios.