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Mucho sadismo para una virgen

en No Consentido

Gracias por estar de nuevo leyendo uno de mis relatos. No tengo duda en decir que es el relato más violento que he escrito hasta ahora, especialmente por el comportamiento de uno de los personajes. Considero así que están avisados los posibles lectores que puedan sentirse ofendidos, y acto seguido, les invito a disfrutar de este relato tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

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- Imagínatelo, tía. Anoche estuve allí, en la explanada detrás del bosque. La luna era la única iluminación del escenario. Encima de la gran roca esa gris estaba yo, totalmente desnuda y tumbada sobre la fría piedra y le dije a él: “¡Fóllame!”. Él ya tenía la polla dura como el hierro y me la metió sin más en el coño, me empezó a follar bruscamente, me empujaba contra la roca y me hacía algo de daño, pero me ponía a mil…

Esti miraba a su amiga Sandra contando sin pudor sus aventuras sexuales en medio del vestuario del gimnasio. A ella le daba algo de corte oírlo, pero Sandra disfrutaba contándole los detalles.

- Lo estaba gozando mazo. Y apareció su amigo con la polla fuera también, se la cogí mientras me follaban y me la metí en la boca, empecé a chupársela, que dura la tenía el tío. Se la empecé a machacar mientras a mí me machacaban por abajo. Y venga a golpearme la espalda contra la piedra… Te juro que tenía la lengua tan afilada que hice venirse en nada al que se la estaba chupando. De repente me quitó el miembro de la boca y soltó una corrida caliente en mis tetas, tía. ¡Me mojó entera!

Esti miraba como su amiga seguía con la historia y se recreaba contándola mientras se quitaba las bragas y se quedaba desnuda.

- Y joder, de repente el que me follaba me dijo, “¡Me voy a correr, Sandra!”. Y presa de la excitación le grité: “¡Hazlo dentrooo!” pues la píldora ya me protege de todo. Yo también estaba gozando el orgasmo. Y así fue, de repente empezó a soltar chorrazos de semen dentro de mi vagina, imagínate, estaba bien caliente…

Esti se escandalizó con eso y dijo:

- ¿Pero qué dices Sandra, cómo dejas que se te corran dentro? Qué asco…

Sandra mostró una sonrisa traviesa y contestó a su amiga.

- Oh, Dios, algún día lo sentirás… No te imaginas cuando él salió de mí una vez había descargado todo, y yo allí, tumbada encima de la piedra, con la luz de la luna bañándome y haciendo relucir toda esa semilla de macho caliente sobre mí… El semen de las tetas ya se me escurría y bajaba hasta mi vagina, y de ella empezaba a salir más líquido de ese hombre. Y yo de mientras me sentía llena, llena hasta mi útero, llena como mujer… Esos dos me miraban llenos de deseos, queriendo empezar de nuevo. Saqué un poco del semen que me salía del coño y me chupé los dedos mojados con esperma… ¡Ah…!

Esti seguía horrorizada y apartó la mirada de su amiga, que revivía el momento e incluso pegó un suspiro para recrearse con ello.

Esti era buena amiga de Sandra, pero su vida de tan alto contenido sexual le resultaba a veces lesiva. Ella no podía comprender cómo su amiga era así de abierta. A veces incluso la llamaba puta y guarra, pero a Sandra no parecía importarle nunca, incluso se reía. “Algún día, tú serás tan puta como yo, apuntas maneras” le solía decir después. Sandra llevaba algo de razón, pues a Esti le solía gustar que los chicos le frotasen sus grandes tetas de vez en cuando, al fin y al cabo eran maravillosas; pero jamás había dejado que la tocarán más de su cuerpo. Esti sabía lo que dejaba tocar de su cuerpo y lo que no.

Las dos chicas estaban allí cambiándose en una esquina del vestuario del gimnasio al que iban juntas los fines de semana. Habían acabado de hacer ejercicio durante una hora y se iban a pegar una ducha. Esti se quedó desnuda, al igual que su amiga y cogió la toalla y el gel para meterse en las estrechas duchitas del fondo.

Pero antes de que pudiera dirigirse hacia allí, su amiga la cogió del brazo y la retuvo.

- Espera, antes de que te duches, mírame abajo y dime qué te parece – pidió Sandra.

A Esti no le sorprendía porque lo solía hacer a menudo cuando estaban allí juntas. Pero no era nada raro para la amistad que ellas mantenían y menos en un vestuario en el que ya habían visto a lesbianas haciendo cosas peores. Sandra estaba sentada y abrió ampliamente sus piernas para que Esti viese su entrepierna. La inexperta miró el interior de su amiga.

- Venga, dilo, tengo el coño como una boca de metro – dijo Sandra y se rió.

- Bueno… - intentó disimular Esti.

- Y lo mucho que lo ejercito, no en vano me acuesto con todo el que puedo… El sexo me rellena de vida, y cada eyaculación en mí me hace sentir que toco el cielo. Soy de los hombres y para los hombres, que me hacen sentir así. Quiero que me abran.

- Eres una puta, Sandra… - le recriminó Esti.

- Jajaja y con mucho gusto- se regodeó su amiga. Sandra en ese momento se paró y examinó las enormes tetas de Esti, y bajó la mirada hacia su monte de Venus. Le invadió una repentina curiosidad - ¡Hoy voy a mirar tu rajita!

- ¿Qué? ¡Oye, no!

Pero antes de que pudiera decir nada, Sandra ya le había separado sus amplios muslos y tenía una vista privilegiada del sexo de su cortada amiga. Estaba recién rasurado, era una rajita tremendamente cerrada, muy distinta a la suya.

- Esti, esto es una vagina de niña. O de monja, tía. A tus años esto no puede ser así. Yo hace más de diez años que no la tengo así.

Esti sentía vergüenza antes los comentarios de su amiga sobre su intimidad. Pero Sandra fue demasiado lejos ese día: tocó con los dedos los labios vaginales de Esti y los separó.

- ¿Qué estás haciendo, Sandraaa?

- Shhh… tranquila. Sólo quería ver esto.

Sandra había abierto la vagina de Esti lo suficiente como para tener una vista de su himen. La telita casta de Esti, en el interior de aquel coñito estrecho y precintado, era una vista totalmente chocante para la desinhibida Sandra.

Sandra examinó la virginidad rosada de su amiga, algo que nadie se había llevado pese a tener la misma edad que ella. “Qué tonta esta Esti, lo que se pierde”, pensó.

Mientras Esti se moría de la vergüenza, estando allí abierta con los labios vaginales abiertos por su amiga agachada frente a su pubis.

- ¿Para cuándo un tío que te desvirgue, Esti? – le preguntó Sandra desde abajo.

- Oye, yo ahora mismo no estoy pensando en eso…

- ¿No lo sientes cuando te dejas estrujar las tetas? ¿No sientes entonces un picor en tu coñito? En ese momento, está clamando por una polla… - le dijo Sandra con malicia.

- ¡Ay, déjame! Y levántate, anda… - le dijo Esti con vergüenza.

Sandra decidió ser un poco más mala. Desde su posición, metió la mano en el neceser y sacó un bote.

- Mira, tía, te voy a penetrar con el desodorante. ¡Dile adiós a tu virtud! – dijo Sandra y enfiló el aparato cilíndrico entre los labios femeninos de Esti…

- ¡¡Qué haces tía, ni se te ocurraaa!!

Esti empezó a revolverse en el asiento y se libró de las manos de Sandra que querían meterle el desodorante en el coñito. Algunas chicas por el fondo miraban a la pareja debido a los gritos. Sandra se empezó a reír tan fuerte tirada en el suelo allí en pelotas que hizo avergonzarse a Esti, que intentaba cubrirse su desnudez ante las miradas de las demás. El desodorante rodaba por el suelo del gimnasio.

Sandra seguía retorciéndose de la risa con la situación. Las demás chicas seguían sorprendidas al fondo, pero perdieron el interés paulatinamente.

Esti seguía allí, estaba enfadada por el comportamiento de su amiga, pero sabía cómo era Sandra porque la sufría a diario. Cogió la toalla y se encaminó a la ducha.

Una vez más fue detenida por su amiga en pelotas, que dejó de reírse, se incorporó y le dijo al oído:

- No te piques, Esti – le dio un besito a su amiga en la mejilla y Esti ya se sintió mejor. Pero Sandra dijo algo más en su oreja: - Hoy te estrenas, Esti, me voy a encargar personalmente de ello…

Esti miró sorprendida a su amiga, que rápidamente y antes que ella, se metió en la ducha.

- A las once en la Plaza del Clavo, ¡no llegues tarde, Esti! ¡Y ponte mona! – Sandra colgó el teléfono, dejando a Esti citada para la noche.

Esti se libró del móvil y empezó a cenar. Mientras comía, no se quitaba de la cabeza las últimas palabras de Sandra en el gimnasio: “Hoy te estrenas, Esti, me voy a encargar personalmente de ello…”. Después de la ducha no habían vuelto a hablar del tema, pero en la cara de Sandra había una sonrisa muy maliciosa desde que le había dicho eso. Es posible que su cabeza estuviese pensando a toda máquina…

Sandra, su amiga tan desinhibida, había probado de todo en lo referente al sexo desde que estaban en la secundaria. Esti sin embargo, había pasado esa edad con una actitud de niña, no había tenido novios en serio y se había empezado a liar con chicos hace relativamente muy poco, a partir del tercer año de universidad. Esti podía sentir de alguna forma aquello que volvía loca a Sandra a todas horas, ella también era mujer, pero se controlaba mucho.

Hasta hace poco, nadie la había tocado el cuerpo o besado. Pero en los últimos meses ese deseo iba en aumento, comenzaron sus primeros líos con chicos desconocidos en los bares. La excitaban los besos, y después uno de esos chicos no pudo evitar atacar su escote. Esti tenía unos pechos muy generosos, pero es cierto que estaban en consistencia con su figura regordita, algunos kilos de más la hacían distinta de Sandra, que era más bien delgaducha y muy plana. Los pechos eran cuestión de envidia frecuente de Sandra hacia ella.

Y claro, ese chico que fue el primero en tocar sus pechos, descubrió un nivel de excitación mucho mayor en Esti. No fueron más que unas frotadas, porque evidentemente estaban en el bar a vista de todos, pero Esti experimentó como sus pezones se endurecían y ella se rendía a sus manos. Era una sensación extraña, la de aquella vez.

Se repitió. En los siguientes líos Esti incluso llegaba a ofrecer sus atributos a los chicos. Pero tenía claro que sexo no, gracias.

La vez que a uno se le ocurrió bajar la mano y tocar su cintura, tocar la esquina de su falda… Esti se aterrorizó. Pensó en su virginidad y en que tenía que protegerla y le pegó un guantazo al sobón. Se fue de allí. Sandra le preguntó por aquello, pero ella había decidido que su rajita no se tocaba y su amiga no pudo hacerla cambiar de opinión. Ocurrió así las siguientes veces que los chicos se intentaban sobrepasarse.

Los pechos sí, pero la intimidad no.

En el fondo, Esti mantenía ese sentimiento de que su virginidad debía ser para alguien valioso, no como Sandra, que hace una década regaló su virginidad al jardinero del colegio.

Esi había acabado de cenar y fue a darse una ducha para prepararse a salir. Una vez en la ducha, ese aviso de Sandra, de que hoy perdería la virginidad le cruzó la mente mientras el agua caía sobre su cuerpo. Eso no iba a ser posible, ella no lo iba a permitir. ¿Sería acaso una amenaza, o qué? ¿O una predicción?

El pelo marrón oscuro de Esti se empezó a pegar contra su piel al mojarse, el agua resbalaba primero por su cara de niña y después por el resto su anatomía. Esti miró a través del agua sus pechos, que salían despedidos siempre que se quitaba el sujetador y eran tan grandes que a veces le impedían ver sus piernas. La figura de Esti era fuerte, sus curvas no le hacían delgada pero tampoco gorda. Eso sí, le aportaban grasa extra para perfilar sus grandes tetas, un culo bien inflado y unos muslos carnosos.

Esti tomó jabón y se frotó la vagina, primero por fuera y luego por dentro también, teniendo el cuidado de siempre de no tocar su telita virgen. Quería limpiar el rastro de su amiga, que se había atrevido a llegar hasta allí. O quizá quería dejarla bien limpia para ser desvirgada esa noche. Esti sacudió ese pensamiento obsceno de su mente y enjabonó el resto de su cuerpo, sin perder tiempo porque no quería llegar tarde.

Puntual llegó a la plaza del Clavo a la hora acordada, donde Sandra ya la estaba esperando.

Sola.

- Hola. ¿Sólo nosotras?

- Sí, hoy vamos a nuestro rollo, vamos a pasarlo teta – le dijo Sandra. Se había maquillado tanto como siempre lo hacía, se había puesto un top ajustadísimo, una minifalda y unos tacones. A Esti se le pasó la palabra puta otra vez por la cabeza, pero ya sabía que con su amiga no surtía efecto.

Esti en cambio se había maquillado tan poco como siempre y vestía de forma muy recatada, con pantalones, salvo por el escote pronunciado que había empezado a llevar desde la primera vez que le magrearon las tetas.

Caminaron juntas hacia la zona de bares.

- He avisado a alguien – le contó Sandra.

- ¿A quién?

- No les conoces, pero estás a punto de hacerlo. Vamos a esperarles dentro de la Mazorca.

La Mazorca era un bar que no era del gusto de Esti, pero a Sandra le encantaba. Tenía fama de ser el pub donde más se ligaba, con su tenue luz y sus esquinas numerosas. En fin, Esti sabía que esa noche mandaba ella porque el anterior finde ambas habían hecho lo que Esti propuso.

La Mazorca ya estaba llena de gente, pese a ser relativamente temprano. Sonaba una música electro atronadora y entre las escasas luces del antro relucían vasos llenas de distintos colores. Sandra se acercó a la barra llevando de la mano a Esti y pegó un manotazo para llamar la atención al camarero. Hizo un gesto de pedir dos cosas con los dedos de una mano y con la otra sacó de la cartera dinero. El camarero sirvió dos cubatas grandes de ron con cola y se cobró con lo que ofrecía Sandra.

Ella pasó uno de los vasos a Esti, que quiso protestar porque el ron no era de sus bebidas favoritas, pero Sandra le había invitado y sabía que si protestaba solía poner una cara nada agradable. Le pegó un trago, y al rato Sandra chocó su vaso con el de ella para brindar por ambas e hizo que ese trago fuese algo más largo. Esti miró al fondo del bar, donde estaban los baños y había unas chicas esperando. Miró que al fondo, más allá de los baños, había una puerta decrépita cerrada con llave y recordó lo que contaban de lo que había detrás de ella…

La música empezó a mover las caderas de Sandra, a quien le encantaba bailar. A Esti no, así que para disimular bebía más deprisa. El camarero hizo un gesto para cambiar de canción a su compañero, se encendieron más luces y empezó a sonar un tema que a Sandra le volvió loca. Esti pensó mientras bebía que lo hacía por ella, no dudaba que se habrían liado más de una noche.

Los minutos pasaban lentamente mientras cuadrillas tomaban chupitos. Al de poco las chicas acabaron sus vasos y Sandra animó a su amiga a tomarse tres chupitos de tequila de golpe, chillando como una loca cuando acababa cada uno. Llenó a Esti de sal con el salero que le habían dejado y le dijo “¡Así vas a estar mucho más sabrosa!”. Antes de que pudiese quitarse toda la sal del pelo, Sandra había hecho aparecer dos cubatazos de vodka con naranja, muy ricos porque llevaban zumo recién exprimido y rápidamente le encajó uno a Esti.

A Esti le supo mal porque sabía que si bebía tan rápido eso tendría consecuencias malas, no sólo para su sistema digestivo, sino también para su nivel de consciencia. Pero el vodka le supo apetitoso y le refrescó mucho el amargor de los tequilas.

Tras una visita al baño de tías para descargar algo los líquidos, Esti se empezó a animar y bailó un poco con Sandra. No tardaron en aparecer babosos que hicieron un corro alrededor de Esti, Sandra y sus vasos. Esti les miró con dificultad en la oscuridad: la mayoría miraban el culo de su amiga, pero un chico estaba muy interesado en sus propios pechos, al menos tenía la vista bien fija en ellos.

Sandra hizo un ademán y movió a Esti consigo para adentrarla más lejos de la barra. Esti no se podía creer que por una vez Sandra se alejase de unos chicos, pero recordó que le había dicho que habían quedado con alguien y bien podía ser por eso. Esti acercó su boca a la oreja de la otra y le preguntó por ello.

- Están al llegar ya ya. ¡Dale un último trago que vamos a por otro chupito de mientras!

Justo al acabar de tomarse el chupito – negro y de sabor muy fuerte, con algo de crema – dos chicos algo mayores aparecieron detrás de la pareja de chicas. Esti les miró con indiferencia, pero Sandra se abalanzó hacia ellos.

- ¡Eeeee, los putos amos! ¡Ya habéis tardado! – gritó.

Sandra procedió a presentar a los dos desconocidos a su amiga. Los dos rondarían los 28 años y explicó Sandra que eran amigos, sin dar más explicaciones, por los que Esti aventuró a pensar que los habría conocido en cualquier noche loca. Esti al saludarlos se percató de que estaba ya en el punto de borrachera peligrosa, casi ni articulaba palabra bien, le estaba subiendo rápido el alcohol.

En cuanto a los hombres, uno de ellos era algo regordete y de mediana estatura, con barbita y cara alegre que no agradó mucho a Esti a primera vista, pero el otro…

El otro chico amigo de Sandra era a primera vista impecable. Era alto, mucho más que Esti, de pelo corto y negro, con un pendiente. Tenía la piel muy morena, como si fuese surfista profesional. Estaba muy musculado por lo que se adivinaba debajo de la camiseta, sus brazos eran fuertes como los mejores chicos del gimnasio. Era guapísimo y estaba como un tren… así lo vio Esti, pero pensó que así lo vería cualquier tía con ojos.

La cara de Sandra apareció al lado de su oreja y con voz de estar algo borracha le dijo… “Sí, ese es para ti esta noche… No te quejarás” y una sonrisa maliciosa iluminó su cara y los ojos que miraban a la pechugona Esti.

Esti iba a contestarle que quién se había creído ella que era tramando esos planes, pero hábilmente Sandra se deslizó a un lado y se llevó con ella al de la barbita para decirle algo en privado, quedando el portento musculado sólo para la tímida Esti.

El chico se acercó y le habló. Esti se esperaba una conversación facilona y tonta, pero el chico le sorprendió empezando a hablar sobre un grupo que a ella le gustaba (probablemente porque Sandra se lo habría indicado) y el diálogo entre los dos cuajó pronto. El chico ya se había armado con cerveza y con un chupito que regaló a Esti. La otra pareja seguía cerca, pero como si se quisiera quedar al margen de ellos.

Entonces Esti recuerda que todo fue muy rápido. Incluso no puede recordarlo todo al día siguiente a estar en la Mazorca.

Él, el tío bueno de los dos que habían venido, seguía hablando con ella constantemente y le sonreía mucho, era muy guapo… Sandra y el otro seguían bebiendo y bailando cerca, pero ellos se distanciaron del baile. La bebida se sucedió, Esti pidió otro cubata porque se estaba muriendo de calor. No por el bar, sino porque el chico la estaba dejando muy excitada sólo con su voz cerca de su cara, necesitaba refrescarse. El chico la cogió por el hombro, pero a Esti no le importó lo más mínimo, estaba bien borracha ya y qué coño, ese tío estaba bien cachondo. Esti sintió como no tardaría en entregarle sus pechos para que les diera un repaso…

Sandra, la muy puta, ya se estaba liando con el otro feúcho, y dejaba que le sobara debajo del top…

Esti no sabía qué cubata era el que se estaba acabando, si el cuarto o el sexto, pero en ese momento la cabeza del chico se acercó a la suya y se fundieron en un beso. Un beso que se veía venir, de los que no hay que explicar el por qué. Un beso breve que busca el acercamiento de ambos.

Las bocas se fundieron al de un rato con más fuerza. Esti sintió como si él la tirase contra la pared, su cabeza fue arrastrada hacia atrás mientras una lengua, la de él, penetraba en su boca de forma fiera e imparable. Pero ella le dejaba. Él buscaba todo y nada a la vez, imprimir sus labios más cerca y su lengua más al fondo.

Sus lenguas se entrelazaron, intercambiaron saliva. Esti sentía que se ahogaba, pero de felicidad en cierto modo también.

Los besos de tornillo se sucedieron uno tras otro. Ese tío macizo la besaba una y otra vez, se comía sus ojos con su mirada… Las imágenes bailaban en la cabeza de Esti mientras besaba sus labios… ¿Se podía ser más feliz?

El torso del chico que conocía desde hace poco pero que ya la besaba como si fuese su marido se acercó más al caliente cuerpo de Esti. Su cuerpo también tenía mucho calor. Y un olor a colonia fresca, pero Esti olía también sus feromonas, su testosterona a rebosar…

Esti miró por el rabillo del ojo, pero Sandra y el otro no estaban.

El cuerpo de él se pegaba mucho más a ella con ese beso. Estaba bien duro en su pecho y en sus brazos. Dios, Esti se podría pasar la vida acariciando esos brazos musculosos. Él la oprimía contra la pared, quería fundirse con ella. Esti vio que sus pechos se oprimían contra él, y el chico estaba muy excitado de sentir esas esferas perfectas de carne cerca de su cuello.

Sin poderse resistir, Esti se rindió al sexo y a la cogorza. Cogió una de las manos de él, que estaban detrás de su cabeza y la puso encima de una de sus tetas. La apretó contra sus virtudes. Y el chico entendió, sin dejar de besarla, qué debía hacer con sus manos.

El macizorro la estrujaba contra la pared mientras besaba su cuello, como un vampiro. Y sus manos tocaban toda la superficie de sus pechos por encima del escote, como si no creyesen todo su tamaño y tuviesen que reconocerlo varias veces. Sus dedos se hundían en sus tetas, tocaban sus pezones que estaban ya duros como piedras y muy sensibles al tacto.

A Esti le molaba, le empezaba a estrujar más fuerte los pechos mientras sorbía su alma por su cuello. Esti se sentía en el paraíso. Dios, qué sensación… Él ponía más énfasis y movía sus tetas, una contra otra, las subía y bajaba como quería, las magreaba, ahí, dentro del bar mientras le hacía otro beso de tornillo.

Esti se sentía de nuevo algo puta, como diría su amiga, aunque sólo jugasen con sus tetas. Incluso sentía ese picor en la entrepierna que su amiga explicaba habitualmente. Un momento… ¿dónde estaba su amiga?

De repente, en otra mirada que dio alrededor buscó a zorra de su amiga. Ah sí, veía a Sandra hablar con el camarero. Este le estaba dando algo a su amiga, algo que brillaba… ¿Unas llaves? Es lo que parecían.

Sandra se dirigió con el feúcho al fondo del bar, más allá de los baños, como si fuesen hacia la puerta aquella de la que había oído hablar a veces. La puerta desvencijada del fondo. Pero es que de mientras Esti perdió el control, porque él la empezó a pellizcar sus pezones. Joder, había metido sus manos debajo de su ropa, eso era pasarse…

El alcohol le hacía ver borroso, pero los ojos verdes del chico no desaparecían de su horizonte.

¿Acaso no se habían metido Sandra y el otro tío en aquél cuartucho del fondo?

No veía bien, no podía asegurarlo… Y sus tetas ya habían sido sacadas de su escote, estaban fuera del balcón siendo tocadas por ese agradable desconocido. Cualquiera que mirara en el bar…

Pero ella no prestaba atención se rendía al masaje de sus tetas y de sus labios… Aaahhh…

Esti parecía perder el control del tiempo y de su alrededor…

Quería más… Pero no podía, más significaba su entrepierna…

La entrepierna, eso no…

Eso no, eso sí, eso no…

De repente, notó como sus pechos volvían dentro de su escote. El chico la había tapado, había interrumpido la tarea de comerle el cuello y se movía hacia el fondo. La llevaba con ella y ella se dejó llevar.

¿Pero hacia dónde? No quería ir al baño. No quería mear.

Pasaron de largo el baño, para sorpresa de Esti.

Lo que apareció delante de ella fue aquella puerta de madera deteriorada del fondo. La puerta prohibida, pensó Esti, la puerta de la que se oían esas cosas. La madera estaba hecha trizas por fuera, pero a la vez parecía rígida, como si estuviera blindada. Tenía una cerradura que parecía incrustada como un molde, porque era bastante nueva en comparación a la madera.

Tenía grafitis y pintadas fuera. ¿Qué ponía? Esti nunca se había acercado tanto a esa puerta, siempre había sido lejana a ella… No leía bien, el alcohol bailaba tecno con sus neuronas. Leyó palabras sueltas como “la chupa”, “sexo”, “una polla para ti”, “María la más puta”…

Entonces, para su sorpresa, el chico empujó la puerta como si nada, y la puerta se deslizó, abriéndose lentamente en medio de la oscuridad, mientras una luz emergía de dentro…

Esti fue empujada por el tío que la había magreado y entró dentro. La puerta se cerró violentamente y el chico y ella estaban dentro de esa habitación desconocida para Esti. Esti oyó un ruido como si cerrasen con una llave.

La habitación era muy pequeña, pero es que apenas estaba amueblada. Sólo había una mesita de noche al lado de una cama. Bueno, más que una cama era un simple colchón con una sábana. Una sábana machada con humedades en ciertas áreas. La habitación estaba alumbrada con una luz mortecina que provenía de una bombilla que colgaba del techo. Eso era todo. Pero la impresión que daba era escalofriante.

En la pared había más grafitis y palabras escritas con rotulador, como “fóllame”, “pedazo de polla”, “A Susana le follaron el culo” y números que parecían de teléfono. También había pollas dibujadas torpemente… En el ambiente había un olor estanco, como a tabaco mezclado con un olor masculino y hacía calor.

Y el suelo, el cual Esti no distinguía muy bien, parecía regado con envoltorios cuadrados de colores. También había tirados por ahí plásticos transparentes, como globos… Pero no era globos.

Esti vio confirmados los rumores que había oído sobre aquél cuartito a final del bar. Algunos clientes podían pedirlo, o pagar con él, y parejas se metían ahí a disfrutar del colchón durante media hora. Sexo puro.

Sospechaba que Sandra había acabado ahí en ese colchón muchas noches que parecía que había desaparecido. Esti se imaginaba a Sandra tumbada en ese colchón desnuda mientras un tío la penetraba violentamente y la imagen no le pareció rara.

Y allí estaba ella con ese macizo, en esa habitación tan rumoreada que ahora era completamente real, no era una alucinación de alcohol. La cama era real, porque el tío la hizo sentarse en ella. El colchón era algo duro y los muelles resonaban como si estuvieran oxidados. Esti estaba mareada, quizás por pasar de la música atronadora a este sitio algo más tranquilo, donde se amortiguaba un poco la música, donde olía tan raro… El alcohol la hacía pensar con lentitud.

Pero no tenía que pensar, el tío bueno se echó encima de ella con otro beso con lengua en la boca que a ella acabó por tumbarla completamente. Dios… No tardó en retomar sus ansiados pechos, el chico los volvió a sacar fuera de su escote, ahí no les vería nadie.

Sus tetas estaban fuera, su camiseta y el sujetador colgaba hacia abajo, hacia la tripa. Qué tío, quería ver la carne, qué pervertido, pensaba Esti. El chico siguió amasando la plenitud de sus pechos y los pezones recibían esas sensaciones endureciéndose más. Parecía que se los iba a arrancar… El tío se había quitado la camiseta y estaba muy fuerte, estaba muy bueno. La ostia de bueno.

En ese momento, algo húmedo tocó la piel de sus grandes tetas. Y es que la boca del buenorro ya no estaba en la suya, se había ido a sus pechos. ¡Le estaba chupando las tetas! Joder, nadie le había hecho eso nunca…

Uno de sus pezones acabó siendo absorbido por los dientes de él, quedó atrapado entre ellos y siendo chupado por la lengua con fuerza. Se sentía tan bien, es como si sus tetazas se revolviesen por dentro locas. Esti gemió de excitación.

Ahora él estrujaba con sus manos y cubría de saliva con su lengua. Todo iba a más, también para ella. Esti se fijó de nuevo en los pectorales cuadrados, en los brazos fuertes de él, pero chispitas recorrían sus ojos.

Esti notó que llegaba al cielo, que algo en ella se iba de su cuerpo. Algo se marchaba rápidamente por su entrepierna, algo muy caliente y húmedo salía de entre sus paredes vaginales… Pero se sentía tan rico… Sintió que sus braguitas estaban ahora mojadas.

Es como si el chico sintiese también que Esti había tenido esa sensación, porque dejó de acosar sus perfectas tetas y pareció que fuese a hacer algo nuevo. Efectivamente, el chico descendió por su cuerpo y la agarró por el pantalón, como si se lo fuese a arrancar. Ya no le apretaba tanto, él le había desabrochado el botón.

Sus braguitas blancas asomaban por debajo cada vez más mientras el pantalón se deslizaba hacia abajo. Él tiraba con fuerza para revelar la ropa interior de Esti. Y sin esperar a ello, Esti sintió que la tela de sus bragas era violada, que unos dedos la tocaban por encima, que tocaban sus labios vaginales protegidos por la prenda y se impregnaban de la humedad que antes ella había desprendido movida por el placer…

En ese momento Esti reaccionó como con un reflejo y se apartó hacia atrás. Pese a estar sumida en ese espacio sexual de unos pocos metros cuadrados, pese a estar gozando como nunca, se dio cuenta de a por lo que iba él, de que toda esa situación sólo llevaba a otra.

- ¡NO! – chilló la pequeña Esti, alejándose de él. Se zafó de sus manos y recuperó su pantalón, dejando al tío al borde del colchón mugriento. Ella se sentó e intentó subirse el pantalón para tapar sus braguitas. Esti seguía chillando como una loca, haciendo aspavientos, no todo lo que gritaba era fácil de entender. Seguía intentando colocarse la ropa que él le había arrancado, sus tetas seguían colgando al aire.

- ¡No, hasta ahí no, ya vale! ¡Me quiero ir! – gritaba Esti cada vez más alto.

El tío se quedó con una cara que reflejaba sorpresa pero a la vez cabreo.

- ¿Qué haces, niña? ¡Te voy a follar, ostia! ¿Qué crees que haces aquí sino? – dijo él, y no precisamente de forma amable.

Justo en ese momento, una voz atronadora se sumó al espacio.

- ¡¡No la jodas ahora, Esti!!

Era la inconfundible voz de Sandra, que sonaba muy enfadada, tanto como Esti jamás la había oído. Sandra y el otro amigo estaban en la puerta, dentro de la habitación que se había vuelto a cerrar con llave. Sandra tiró la llave a la esquina del cuarto, que se mezcló con todos los condones esparcidos por el suelo.

- No hagas que sea mala contigo, no me tientes – continuaba diciendo esa Sandra con una voz que no parecía la de su Sandra. Se acercó a la cama donde Esti seguía intentando vestirse como podía.

- ¿Sandra? – dijo Esti al ver una cara conocida – Oye Sandra, ayúdame, yo no quiero que pase nada más aquí, ayúdame a salir y me volveré a casa.

- No vas a volver a casa, Esti. Al menos, no tan pura como has salido – dijo Sandra sentándose al lado de ella, aparentando estar tranquila pero se notaba que no, que no lo estaba. Los dos chicos las miraban juntos desde el otro lado de la cama, muy cerca. – ¿No recuerdas lo que te he dicho a la mañana? Me iba a encargar personalmente de que te estrenases…

- Pero Sandra, yo no quiero perder la virginidad, yo no llego hasta tanto con los tíos y tú lo sabes– Sandra la miró enfadada tras esta respuesta.

- ¿¿Qué pasa, no está lo suficientemente bueno, acaso?? – preguntó señalándole y levantando mucho la voz.

- Sí – reconoció Esti – Pero que no, yo esto lo tengo claro, todavía no… Bueno, yo os dejo- Esti acabó de colocarse la camiseta más o menos bien e intentó bajarse de la cama.

- He dicho que no te vas de aquí, ¡¡coño!! – le dijo Sandra muy cortantemente y le metió mano a Esti entre las tetas, tan fuerte que le arrancó la camiseta y el sujetador de un tirón.

- ¡Sandra, déjame, estás muy borracha! – aunque la propia Esti tampoco estaba muy despierta.

- Estoy como me sale del coño, ¿te enteras? Eres idiota, tía, te lo he puesto fácil, a las buenas – Sandra tiró las prendas de Esti al suelo, con los restos de condones usados – Un tío buenazo para que te desvirgue de una puta vez, un polvo majo, pero nada, tú sigues así, ni que fueses monja… Pues igual tiene que ser a las malas.

Los dos tíos se acercaron más a Esti, que pasó a ser el centro de atención, la única virgen al cual el sexo miraba divertido.  Su alrededor se posaron en la cama las tres figuras, el tío con el que se había enrollado seguía cerca de sus piernas. Estaba desnuda de cintura para arriba, los tres la miraban. El chico feúcho la empujó hacia la cama y aprovechó para comprobar la dureza de sus grandes pechos, haciéndole un gesto obsceno al tío bueno y se rieron juntos.

- Ey, Esti, tranquila, joder. Este día iba a llegar, tía, tarde o temprano…

Sandra estaba hablando con ella desde el cabecero de la cama, pero a la vez le estaba sujetando los brazos con cierta fuerza, estirándoselos hacia atrás, haciéndole algo de daño a Esti.

- Sé una niña buena, anda… No le dejes tan caliente, déjale que termine – le pedía Sandra, pero no aflojaba la presión en sus brazos ni un ápice.

- ¡Oye, esto no es divertido! ¡¡Dejadme!! – rogaba Esti.

Esti comenzó a chillar, pero el cachondo le dijo que podía gritar lo que quisiese, que la gente del bar la oiría quizás pero estaban acostumbrados a oír gritar detrás de aquella puerta, se sabían lo que pasaba todas las noches de fiesta allí detrás. Mientras sus tetas eran manejadas por ambos tíos, les gustaba su tacto, los pezones aunque ya no estuviesen duros, los pellizcaban… El feo se abalanzó y chupó las tetas de forma muy asquerosa, dando mordisquitos a los pezones. Esti intentaba liberarse pero Sandra seguía atenazando sus brazos, y sus piernas las oprimían ellos. La voz de su amiga se elevó entre la excitación por los grandes pechos de la virgen.

- Me estáis poniendo cachonda y todo. Venga, dejaros de tanta teta… Vamos a lo que importa. Y tú, ayúdame con los brazos de esta – dijo Sandra y el feo también agarró sus brazos y parte de su torso, inmovilizándola más que antes.

El tío bueno que estaba en sus piernas, desabrochó el pantalón de la chica. Esti intentó patalear, pero inútil, él era mucho más fuerte. El tío se llevó de un empellón los pantalones de Esti hasta los tobillos y se los sacó sin esfuerzo por los pies. Esti se quedó sólo con sus bragas puestas.

Esti se sentía tan impotente que empezó a sollozar. Él tío bueno, que de repente había dejado de atraerle por lo que estaba haciendo, se acercó a su pubis. Sentía el tacto de sus braguitas blancas mojadas, algo que no pasó por alto Sandra, que comentó la excitación evidente que había alcanzado Esti minutos antes. Hizo un comentario también sobre la capacidad de aguante de deseo sexual de la chica. Con idéntica fiereza, el macho agarró las braguitas por ambos lados de la cintura y tiró de ellas hacia sí.

- ¡¡No!! ¡No por favor, no me las quites! – pero sus palabras sólo fueron contestadas por una risa burlesca de los tres que la acosaban. Pese a los esfuerzos de la víctima por apretar los robustos muslos uno contra el otro e impedir la pérdida de la ropa interior, las braguitas resbalaron hacia abajo y revelaron la intimidad de Esti rápidamente. En su recorrido por las piernas dejaron un reguero de humedad femenina por ellas. El tío sacó las braguitas por los pies y se sentó encima de las piernas de la chica.

Estaba completamente desnuda e inmovilizada.

Sandra reclamó las braguitas blancas de su amiga y el tío bueno se las pasó. Su amiga observó lo húmedas que estaban y se lo comentó a los otros. Incluso hizo una guarrada con ellas: las pasó por su propia entrepierna, en contacto directo con su tanga, frotándolas con fruición contra su propio coño. Bromeó con los tíos que estaba haciendo una tijera con Esti y se rieron haciendo mucho ruido. “La última tijera con Esti virgen”, añadió Sandra con cierta satisfacción.

El tío cachondo se levantó muy excitado y se desprendió también de sus pantalones y sus calzoncillos, quedándose desnudo como Esti lo estaba. Esti miró con espasmo su polla. Nunca había visto una antes, todas eran así, se preguntaba. Era bastante grande y también gruesa, con pelo en la base del pubis y pelo con unos testículos grandes que colgaban debajo. El pene podía tener una longitud como un zapato de chico y un grosor como un brazo, era un órgano moreno y le surcaban unas venas muy marcadas, como si fuesen a reventar. Estaba muy erguido y se movía como si quisiese crecer más, tenía sensación de estar incluso muy duro. Su portador lo exhibía ante Esti como si fuese una lanza de guerra que fuese a pelear contra ella, la prisionera indefensa…

- ¡Eso sí que es una pedazo de polla! – dijo Sandra sin poder disimular su cachondismo al verla. – Se acercó al oído de la pobre Esti y dijo – Ya verás cuando la tengas dentro, vas a sentir que casi no te cabe, que te abre entera. A mí me encanta este tío pero más su verga cuando me folla…

La polla se acercó a su cara de niña buena, pero se quedó a medio camino, entre sus tetas. Se metió en el canalillo y se deslizó hacia delante y hacia atrás, entre sus gigantescas tetas. La piel del prepucio se arrugaba sin parar, la polla quedaba muy cerca de la boca de Esti, la dureza de sus tetas oprimían al enorme miembro entre ellas mientras el tío las hacía juntarse contra ella con sus manos.

El tío dijo que no había podido resistir probar a hacerse una cubana con semejantes pechos delante de él, pero que era sólo un calentamiento y lo dejó. Volvió a situarse a la altura de las piernas de la chica tumbada.

- Luego tendrás tiempo de saborearla con tu paladar, pero prefiero que vayamos al momento culmen primero… - dijo Sandra. Esti notó que Sandra se movía un poco, y le pareció ver que temblaba de excitación, que una mano suya ya no estaba, había desaparecido debajo de su minifalda y frotaba su sexo.

Para Esti, ahora la parte importante de la actuación volvía a ser su entrepierna, todos dirigieron allí su mirada. Esti procuraba mantener sus rollizos muslos juntos para tapar al máximo su rajita a la vista de los otros. Pero los dos hombres se conjuraron para tomar sus piernas y apartarlas a los lados con fuerza, a lo que ella no pudo hacer frente. Cuando quiso volverlas a juntar, el macizo y su miembro ya estaban entre sus muslos, agachados sobre su pelvis, y no podía cerrarlos de nuevo. Ahora exploraba su vagina, la cual sólo había visto Sandra antes. Qué vergüenza sentía Esti, como había caído en la estúpida trampa de su amiga.

Merece comentar lo atractivo del coñito de Esti por lo mucho que atrajo la atención de su perpetrador. La rajita de la virgen Esti que yacía tumbada en la cama y oprimida por sus captores estaba cuidadosamente depilada en las horas de gimnasio, lo cual hacía que luciese mucho más su belleza virginal. La vagina estaba muy cerradita, dejaba sobresalir un poquito de su clítoris pero el aspecto de la hendidura era muy suave y puro, no en vano jamás había sido embestida… En ese momento se encontraba un poquito húmeda, algo de líquido vaginal salía de entre los labios mayores debido a la excitación de la exaltación del amor anterior y se escurría hacia la raja de las nalgas.

El hombre agarraba también el culo, que quedaba fuera de su vista, unas nalgas gruesas y redondas, para acercar más la entrepierna virginal de Esti hacia él. La portentosa polla miraba empalmada su próximo destino carnal. Una imagen que a Esti le parecía cargada de horror, pero que a Sandra le excitó mucho la imagen que ofrecía esa polla frente a su tímida virgencita Esti y se metió los dedos más adentro del coño, sintiendo más placer…

El musculoso hombre tocó la vagina de Esti, por vez primera el sexo masculino rozaba su intimidad. Pasó un dedo por la superficie de los labios e intentó meter un dedo dentro, pero le costó hacerlo porque Esti tenía una vagina muy estrecha y cerrada, no al uso de la de Sandra. El calor casto de la vagina irradiaba a aquel hombre que no era la primera vez que desvirgaba a una putita y follaba todas las semanas con cinco o seis mujeres distintas, era el contraste de la inexperiencia con la maestría. Sus dedos, mojándose con el néctar de la niña, procedieron a abrir aquella delicada flor del paraíso, a separar los labios estrechitos para descubrir el interior sin tocar de la joven mujercita.

Estirando con dificultad los apretados labios de Esti, allí apareció la tan preciada virginidad de ella, que estaba a punto de desaparecer. Delicada, la membranita relucía con color rosado entre las paredes carnosas de la virgen de la ofrenda. Él la miró muy goloso, y el feo se le unió mirando la membrana virgen y relamiéndose, aunque sabía que esa miel no era para él.

- Te va a quitar la membranita… La virginidad, Esti… - se oyó a Sandra al fondo, mientras sacaba el dedo de su propio coño. El feo volvió a su lugar apretando los brazos y el pecho de la prisionera, y dejaba a Sandra moverse.

Ella deslizó una mano, la que había usado para excitarse, suavemente por toda la anatomía de Esti, de arriba abajo, mientras llegaba a la cueva recién descubierta.

- Tu ridículo himen, ya no tienes edad de conservarlo más – dijo ella mientras miraba dentro de la vagina de Esti, sujetaba los labios con sus propios dedos para ver la telita que protegía a Esti de ser mancillada por los hombres. Sandra no pudo evitar pensar que apenas había tenido recuerdo de la suya, la había perdido a tan corta edad y ni la había echado de menos, por ello verla era extraño para la guarra de Sandra.

- No la necesitas, Esti… Esto reprime a la puta que hay en ti. Ya verás como todo irá mejor luego… cuando te la rompan.

Sandra miraba al himen de Esti como si le dijese adiós. En ese momento, se acercó a la frágil membranita de su amiga y la tocó con sus labios, con su lengua y le dio un beso de despedida, mojándola con su saliva.

Sandra estaba extraña, pero no podía evitarlo, todo aquello la excitaba tremendamente…

Entonces, un acto de sadismo atravesó la mente de Sandra y decidió hacerlo:

- Joder, no me puedo resistir a hacer esto, ¡odio tanta castidad! – gritó indignada a Esti.

Sandra hundió la boca en la vagina de Esti y rasgó con uno de los dientes la telita virginal, que se desgarró en un extremo. Eso le dolió un poco a Esti, notó como si la pinchasen en la vagina con un cuchillo no muy bien afilado.

- ¡¡aaaAAAH!! – Esti gimió de dolor - ¿¿¿Pero qué???

Sandra sacó su incisivo de la vagina estrecha, por el diente resbalaban unas gotitas de sangre virgen de Esti. La visión al salir de su intimidad que pudo presenciar Esti era la de su amiga, chupándose con placer los dientes delanteros y con gotas de sangre roja intensa que caían por su barbilla, se relamía. Su cara era totalmente distinta a lo que jamás vio, ¿quién era esa Sandra?

- ¡¡¡Ayyyy!!! ¿Pero Sandra, qué haces? ¡Aaaah…! – se retorcía Esti mientras se desangraba poco a poco. Su himen aún estaba en su sitio, pero herido. ¿Quién era esa Sandra que se mostraba tan falta de compasión y tan bestia?

Esti seguía gimiendo, el dolor iba en aumento y sentía que algo iba mal en su sexo.

Sandra se incorporó, se la pasó una mano por su barbilla y dio un golpe con la otra mano al tío buenísimo, como si lo empujara.

- ¡¡Desvírgala, joder, penétrala ya!! – le gritó al macho, que salió despedido.

La enorme polla, de la que Esti casi se había olvidado, enfiló su vagina. Y allí estaba ella, Esti la virgencita, sin poderse mover, apresada por aquél trío deseoso por verla follada por primera vez.

La polla fue guiada hasta tocar las puertas del sagrado coñito. Ella sintió el tacto de aquella piel caliente del glande sobre su pliegue sexual. Él con su mano agarraba la herramienta perforadora de hímenes y la empujó contra la cavidad. El musculado hombre se acercó a su cuerpo y tomó a Esti por los hombros para servirse de punto de apoyo a la hora de empujar hacia dentro.

La vagina de Esti estaba aún algo lubricada por los flujos femininos y por un hilito de sangre que salía de la dentellada que le había pegado Sandra. Sin embargo, el cipote enorme del hombre encontró difícil abrirse paso entre las puertas de la chica.

- Joder, la putita esta tiene el coño muy cerrado… - tuvo que usar sus manos para ensanchar los labios vaginales y permitir que el redondeado glande se acogiera dentro de Esti. La superficie de la vagina tocaba ya íntimamente la gran polla que quería entrar dentro de ella y reconocerla desde dentro.

Esti pegó un chillido.

- ¡Nooooo! ¡No quiero, no quieroooo!

Aquella verga estaba muy caliente, hervía, y muy dura como el acero… no parecía que la desvirgación fuese algo placentero. El macho tomaba el cuerpo de Esti para atraerse hacia ella, para hundirse en su sexo intacto…

- ¡¡No, por favor, por favor!! ¡Nooo!

Al cachondo le costaba avanzar horrores dentro de aquellos labios vaginales, Esti era tremendamente estrecha, supuso que al ejercitarse en el gimnasio había reforzado su musculatura pélvica y vaginal. La polla avanzaba lentamente, abriéndose paso entre carnes que se resistían y ensanchando a Esti. Ella sentía como se abrían paso dentro de ella, como la presionaban al recorrerla y su cuerpo se oponía, pero era vencido por aquél sexo ardiente…

- ¡Aaaah! Jo… ¡¡aaaah!! – decía Esti entre sollozos, sentía como su cuerpo se separaba en dos como nunca lo había hecho antes. Sentía el dolor de ser abierta por primera vez.

La gigantesca polla llegó al himen de Esti y se detuvo un poco para acomodarse a la situación. Las paredes vaginales apretaban el miembro como si quisiesen sacarlo de allí, pero eso daba mucho placer al chico. Estaba muy rica, muy estrechita esta virgen. El coñito de Esti no se acostumbraba al espacio que ocupaba el sexo masculino y se resentía contra su dueña en forma de escozor.

La punta de la polla toco la delgada membranita de Esti, la que la hacía virgen... no por mucho tiempo. El dueño del pene se regodeó con ese tacto suave y puro del himen de la chica, guardado celosamente.

- No, por favor, no por favor, ya vale… No quiero esto, quiero ser virgen… - musitaba Esti mirando al techo y sintiendo la fragilidad de su pureza – No me violéis…

Los presentes también notaban la tensión del momento. El violador se agarró fuertemente al cuerpo de Esti para embestir. Una lágrima cayó por el cuello de Esti. Sandra se había metido los dedos en el sexo, la situación le excitaba como nunca antes lo había hecho nada…

Y fue Sandra pidió que llegase el momento:

- ¡¡Rómpeselo ya, con fuerza!!! – le animó.

El chico no aguantaba más tampoco, así que obedeció. La polla atacó como un ariete, con firmeza, con un golpe fuerte en el que el hombre puso todo su esfuerzo. Quería romper el himen, traspasar a esa niña como virgen y conocerla como mujer realizada.

La delicada telita, ya sangrando, se mostró incapaz de resguardar la pureza de Esti y cedía, mientras la vagina se expandía para meter el miembro más adentro de la virgen…

La gigantesca polla avanzó como si de un martillazo se tratara, se metió de un golpe brusco y avanzó dentro de la niña.

El himen se desgarró entero y la sangre brotó al momento de la vagina.

- ¡¡¡aaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAHHH!!!! ¡¡¡Dioooos, joder!!

Esti estaba desvirgada.

- ¡¡AAAAAAAAAAAAHHH!! ¡Qué dolor!, ¡¡¡mierdaaaaAAAA!!! ¡¡¡La ostia, AAAAAAHHH!! – se quejaba Esti, llorando, gritando por quedarse sin su membranita virginal.

La polla avanzó entre los restos del himen, en un mar de sangre, mientras la vagina se convulsionaba por dentro por el escozor y la dueña se retorcía como loca del sufrimiento de perder su virtud. El miembro, duro ante la vagina que se fragmentaba y sangraba, se abrió paso más al fondo, de forma rápida, abrió más a la cerrada Esti y la separó en dos por primera vez. Se metió con fuerza, mucha fuerza, hasta lo más adentro que pudo, hasta que sólo la detuvo chocarse con las paredes del útero.

- ¡AAAAAH! ¡AAHHH! – Esti seguía quejándose sin parar - ¡AAAH! ¡Me duele, me dueleeee! ¡¡Se me ha roto algo, mi coñitoooo!! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHH! ¡Eres un hijo de putaaaa!

Costaba retener a Esti quieta, los violadores hacían lo que podían para que no se contorsionase, se retorcía sin parar y el dolor venía de su profanada entrepierna, donde una polla descomunalmente grande seguía instalada, como una estaca.

- ¡¡AAH!!! ¡AAH! – Esti seguía rota por la violencia. – ¡¡AAAAAHHH!! ¡¡Cabrón!!

El que la penetraba respiraba como loco del esfuerzo, de lo que le había costado cortar aquella flor aparentemente tan dulce y disfrutaba de aquél coñito descompuesto por la opresión y bañado en sangre que apretaba su polla dándole gran cantidad de placer.

Arremetió con fuerza para mover su miembro, la vagina de Esti aún estaba apretada pero se iba haciendo a la forma de aquél instrumento fálico. Dio un par de embestidas para meter y sacar su polla, aún con gran presión y dificultad. Una polla demasiado grande para aquél orificio, pobrecita…

- ¡¡¡Me escuece, para!!! ¡¡AAAHHH!! ¡¡¡Para, joder, no te muevas, me ardeee!!!

En esos movimientos, la sangre de Esti cubrió bien todo el miembro, de forma que ya se veía que la polla del chico estaba manchada con los restos sangrientos de la virginidad de la indefensa Esti, la cual seguía llorando...

Sandra se fijó en que la polla que empezaba a salir de la vagina maltrecha de su amiga estaba teñida de granate y por un momento pareció estar fuera de sí. Los ojos se le abrieron al máximo, su cara se tornó desconocida incluso para ella misma.

- ¡¡Sangra Esti, sangra, joder!! ¡¡Jódete vivaaaa!!

Eran chillidos de su amiga Sandra, la que se había convertido en una extraña, la que gritaba como una loca.

- ¡Libérate del virgo, sangra más! ¡MÁS! –gritaba sádicamente Sandra y reía como una mala de película, con una risa cuyo eco rebotada y no acababa de desvanecerse.

La polla acabó de salir de la vagina de la hasta entonces virgen y salió cubierta de sangre. Pero más líquido estaba por salir de su vagina, como una corriente caudalosa de sangre que salía por su coñito abierto y manchaba sus piernas y la sábana de aquella infectada y asquerosa cama de flirteo.

- ¡Sangra Esti! ¡Así, rojo, muy rojo, que tu sangre se lleve tu asquerosa pureza! – Sandra acercó un dedo al líquido rojo que salía del sexo desvirgado de la pobre Esti y se recreó al verlo deslizarse por su uña. Recogió un poco de la sangre que se vertía del coñito de su amiga con su mano.

Sandra estaba disfrutando de Esti y su dolor como si fuera la beneficiada del crimen. No podía explicar cómo, pero le encantaba aquello, era lo más excitante que había vivido, y mira que lo había probado casi todo… La sangre de su amiga, resbalando entre sus dedos, la encendía un lado de su alma que ni ella misma conocía, quería más dolor de Esti, más de su pureza rota…

Esti entre lágrimas la miró destrozada, sin comprender nada, sin entender lo más mínimo a aquella amiga que disfrutaba tanto el momento.

- ¡Adiós a tu membrana virgen, este es el sacrificio de Esti la casta! - Empezó a reírse de forma perversa, como si se fuese a desencajar. A Esti, Sandra la asustaba mucho… Ya apenas parecía reconocerla. Esti no entendía nada, siempre había tenido una concepción positiva y romántica de lo que sería perder su virginidad, pero esto era horrible, para nada lo que podía imaginar, ni en su peor pesadilla.

- Mira toda esta sangre, Esti. Ya eres mujer. Ya puedes ser su recipiente… - dijo Sandra acercándose a ella y mostrándole su mano empapada de las entrañas de la joven Esti, pero su amiga no quería ni escucharla. Sandra se sorprendió a si misma incluso sorbiendo la sangre que había recogido de Esti, bebiéndosela…

A todo esto, el desvirgador se quedaba con ganas de seguir gozando de la desvirgada, así que sin perder mucho tiempo metió su polla de nuevo dentro de la chica escocida. Esta vez también le costó, pero antes había sido más difícil y Esti empezaba a estar menos estrecha, en cierto modo también la tan celebrada sangre servía como lubricante. La empaló de nuevo hasta el fondo de su vagina y Esti gimió de dolor de nuevo, seguía muy dolorida. Esa polla enorme, descomunal, por mucha fuerza que se imprimiera, no entraba completamente dentro de aquella chica, no entraba dentro de aquella vaina caliente y primeriza y unos pocos centímetros sobresalían.

La polla, empezó a coger ritmo de mete-saca, a moverse dentro de la prieta vaginita hacia dentro y hacia fuera, y Esti sentía los movimientos con mucha sensibilidad, mientras las lágrimas no se secaban de las cuencas de sus ojos. El tío se la estaba follando, buscaba su propio placer y veía difícil encontrar el de la chica, pero eso no importaba, él quería correrse como con todas las demás. Ella no era diferente para él, ella era una vagina más, con buenas tetas.

Los movimientos de él empezaron a hacer moverse a la cama a su ritmo, Esti sentía que alguien iba y venía entro de ella mientras seguía desfalleciendo, pero ni ganas tenía de quejarse… Los empujones empezaron a hacerse más violentos, la polla excavaba a Esti hasta lo más profundo para salir de nuevo, se movía entre sus carnes apretadas como una cuña. Esti se sentía desprecintada al máximo ante aquél desconocido con el que todo había empezado tan bien y acabado tan mal…

El coñito de Esti excitaba a ese hombre como también lo habían hecho sus tetas y el espectáculo sangriento del sexo no consentido, los movimientos se incrementan y hacían botar el colchón más deprisa, haciendo un ruido horrible. El duro miembro desgarraba con más velocidad el interior de Esti, queriendo llegar más adentro y chocando contra el útero.

El musculado violador se sentía ya alcanzado el orgasmo y empezó a moverse frenéticamente, sin dejar a la chica respirar. Ella no notaba nada raro, tenía mucho más miedo y no podía luchar contra esa fiera feroz que se reproducía con ella, que la comprimía robándole todo el espacio de su vagina.

Sandra sabía inconfundiblemente que él iba a terminar, lo sabía de cuando follaba con ella y se corría en su coño. Quiso que su amiga experimentase lo mismo, que sus sensaciones fuesen plenas aquella primera vez…

- Dentro, échalo todo dentro de ella, por favor – ordenó Sandra por encima del ruido que producía ese macho follando a Esti. Sandra seguía masturbándose ahí con el coño al aire, le excitaba de sobremanera ver a Esti sufrir y su orgasmo tampoco estaba lejos…

Esti, debajo del follador, sólo entendió una palabra: “dentro”. El chico empezó a respirar más profundamente y a proferir gritos de placer sin censurarse. Todo esto, y el ritmo al que se movía dieron pistas a Esti de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo que sabía que hacían los chicos cuando llegaban al orgasmo, los espermatozoides que nadaban en un líquido lechoso que se metía dentro de las chicas…

- ¡¡No, joder, dentro noooo!! – exigió Esti ante el machaque de la follada que la estaban dando, por lo menos que le concediesen ese deseo… - ¡En mis tetas aunque seaaaa!

Pero los testículos del chico ya se retorcían del placer del orgasmo masculino, él gritó y los movimientos fueron hasta el éxtasis, perforando a la chica hasta el fondo de su cavidad sexual. En cuestión de segundos su polla, aún en el interior de aquella jovencita, se cargó del espeso esperma propio de los auténticos sementales.

Y lo soltó dentro de su conchita, donde debía estar y donde le habían ordenado. Su polla explotó dentro de Esti, su orificio en la punta empezó como loca a expulsar violentamente líquido blanco, lechoso, espeso y muy caliente que rebotó contra las paredes vaginales de la hasta hace poco virgen Esti y llegó rápidamente al útero. Pero la manguera no dejaba de verter semen por dentro de la putita desvirgada, más y más esperma denso salía de dentro de aquél miembro enorme y se colaba dentro de la pequeña, semen vigoroso que buscaba la fecundación de Esti o se agolpaba inundando las paredes vaginales doloridas por la pérdida del himen y haciéndolas hervir por el calor masculino.

El semen se mezclaba con la sangre, con la matriz empapada de la apetecible Esti. El dueño de la polla flipaba al ver que expulsaba tanta semilla, era un no parar el torrente dentro de aquél tesoro vaginal. Esti, por su parte, gritó que no podía ser aquello, pero era tarde, ella se sentía llena a presión por un excedente de esperma. La mojaba por dentro, se metía entre todos sus pliegues, ella sentía como llegaba al útero y resbalaba hasta el fondo, arrastrando sangre virgen también. ¿La dejaría embarazada?

Cuando por fin el derramamiento de semen cesó, el chico sacó su polla, dejando el regalo de todo su líquido dentro de Esti.

Sandra, que vio como rellenaban a Esti con crema masculina, sintió el orgasmo que se había proporcionado con sus dedos y no pudo evitar gritar también con pasión mientras disfrutaba de un orgasmo que hacía tiempo que no sentía por sus propias manos. Tras la efervescencia del placer, ella también quedó en silencio.

De repente, todo era más tranquilo, hasta para Esti. Todo parecía haber acabado… para mal, pero había terminado. El cabrón de su follador estaba allí con la polla mojada y aún ensangrentada, suspirando de placer fuera de ella, de la chica que acababa de desflorar. Esti aún se notaba llena como un vaso por el líquido del hombre. Se estiró con dolor, le escocía mucho el coño pero también el resto del cuerpo por la tremenda follada que habían sufrido todos sus huesos y músculos con aquella mole encima…

Esti estaba destrozada, se quedó inmóvil, ya no tenía lágrimas en las que bañar su tristeza… Poco a poco, sintió que su sexo se vaciaba un poco. Era el canal de esperma que salía de ella como un río, salía por la abertura vaginal y caía por sus muslos, manchando toda la zona cercana a la entrepierna y la cama con denso esperma de hombre y algo de sangre disuelta en esa mancha que se hacía cada vez más grande. Era un espectáculo ver derramarse esa mezcla de jugos sexuales y sangre de la vagina de una chica virgen hasta hace unos pocos minutos… un espectáculo obsceno que Sandra no dudó en disfrutar con su vista.

La vagina cerradita que antes había visto en el gimnasio estaba ahora más ancha por la buena polla que la había desvencijado, llena de semen que sin duda estaría camino de fecundar a Esti al ser ese uno de sus días fértiles, y sin esa horrible marca del himen que apartaba a la tonta de Esti del mundo del sexo salvaje y sin límites.

Aunque ese día no había disfrutado mucho, pensó Sandra, había muchos más por delante para que su amiga se recuperase de este episodio y adoptase la actitud hacia el sexo que debía mantener una auténtica chica moderna como lo era ella; había otras camas y sitios donde aparearse como loca, aunque aquél sitio siempre sería de alguna forma especial para Esti por dejar allí romperse la membrana siguiendo su profecía, aunque fuese a la fuerza… Sandra se moría por ver a la puta de Esti gozar tanto o más que ella dentro de poco, sabía que esa alma de putita que se dejaba tocar las tetas por hombres estaba aún por manifestarse a lo grande.

Sandra recordó entonces cómo se había dejado llevar durante la desfloración de Esti por el deseo de robarle su virtud y, sobre todo, de que sufriera… ¿Qué había sido todo eso? En la mente de Sandra apareció el recuerdo de ella chillando para que Esti sangrara más, mucho más… El recuerdo de pegarle un mordisco a su himen, de recoger su sangre y probarla cual vampira. Sandra fue consciente de que todo aquello había estado fuera de su control, el sadismo puro la había llevado a disfrutar de su amiga desvirgada. Y lo peor es que su amiga había sido testigo.

Esti aún la miraba como si no pudiese reconocerla, ni ella a sí misma podía creerse su actitud.

La chica desvirgada sentía aún que nunca podría recuperarse… Sin avisar, un chorrazo de semen cayó sobre sus pechos. Era una corrida del feo, que no iba a quedarse sin disfrutar de la fiesta, aunque fuera por su cuenta. Esti tenía semen en todas sus partes erógenas, la ardía como el infierno… Recordó la historia del polvo que le había contado Sandra esa mañana sobre el polvo encima de la roca, ella había terminado así, igual de cubierta de esperma, orgullosa de ello. Esti era la misma imagen que la puta de su amiga… ¿era también ella una puta, aunque no hubiese disfrutado de todo esto?

Miraba a Sandra como si ella pudiese contestarle esa pregunta. Y Sandra la miraba buscando la respuesta de su violencia hacia ella.

Llamaban a la puerta de la sala del sexo, serían los siguientes que querían entrar a echar un polvo. Después de todo, ellos habían estado un buen rato y otra pareja quería entrar a follar.

Tanto Sandra como Esti estaban de acuerdo en algo al menos, en que no podía ser nada igualable a lo que allí dentro había ocurrido…

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Espero que les haya gustado el relato.

Agradezco sus comentarios, sugerencias y críticas, y no duden en contactar a mi e-mail visitando mi perfil si así lo desean.