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Ahora eres mía 2 - Elenita, la amiga virgen

en No Consentido

El timbre sonó una vez.

-¿Quién coño es? - Le pregunté a Luci.

-Es mi amiga Elena… Le había dicho que viniese hoy a estudiar conmigo.

-Mándala a casa, ¿o quieres que te vea con mi semen chorreando por tu entrepierna?

Lucí se enfadó por el comentario, pero dijo que la dejaría entrar. Estaba claro que quería sentirse protegida.  Yo no la iba a dejar entrar, pero lo que dijo a continuación me sorprendió mucho. Elena tenía llaves de nuestro piso, se las había dejado Luci por si justo en ese momento estaba en la ducha. Así que subiría de todas formas.

Llamaron otra vez al piso. Entonces ella entendería que no podría ponerse al telefonillo pero subiría igualmente con las llaves. La situación pintaba muy mal para mí, pero peor para Luci, la cual por mucho que se vistiese de nuevo tenía rastros por toda la cara de estar llorosa por el polvo, y su cuerpo se movía con dolor por estar recién follada. Como no quedaba mucho tiempo para que su amiga apareciese por la puerta, le quité el par de esposas que le retenían todavía en la cama. Ella se frotó las muñecas doloridas, todavía desnuda. Quedaban segundos antes de que el ascensor dejase a Elena frente a nuestra puerta, así que aconsejé a Luci que por lo menos se duchase para que así disimuláramos delante de ella. Ella se quedó mirándome fijamente, pero decidió para sí que era mejor ocultar la violación; ella muy orgullosa y no consentiría que pensasen que había sido una mujer débil en todo este asunto. Después de todo su amiga estaría ahora con ella y no volvería a pasarle nada.

Así que Luci se metió en la ducha. Una vez cerrada la puerta del baño, cogí una silla y bloqué el giro del pomo desde fuera. Reí para mis adentros. Me vestí rápidamente sólo con el pantalón y la camiseta y salí del cuarto justo para oír:

-¿¿Luci?? Soy Elena – Había justo entrado por la puerta y encendía la luz del salón. Elena era una chica bajita, de pelo castaño platino, con gafas que hacían parecer sus ojos más grandes. No era muy atractiva, su cuerpo era como de niña, sin grandes curvas pero tampoco tenía un físico resultón. Más bien algo rellenita con unas gafas que le daban pinta de empollona.

-Hola Elena, Luci se está duchando. Tardará un poco, acaba de entrar. ¿Quieres tomar algo o tienes hambre?

-No gracias, he venido a estudiar un poco con ella, me vendría bien que me explicase algunas cosas – Elena dejó el bolso y se quitó la chaqueta, sintiéndose como en su casa. La idea perversa que ya había empezado a tomar forma en mi mente pugnaba por hacerse realidad. Follarme también a Elena esa misma noche sería tremendo… y muy factible. Sería una forma genial de joder más a la ya humillada Luci. No podía esperar mucho más, así que…

- Acompáñame un momento, Elena, hay algo que Luci quería decirte cuando llegases.- Me siguió sin pensar nada extraño al cuarto de su amiga, todavía encendido. Podíamos oír el chorro de la ducha desde el otro lado de la puerta del cuarto de baño de Luci, que estaba dentro de su cuarto. La voz de Luci, bastante menos alegre que de normal, saludó a Elena desde dentro antes de oírla llegar. Como entré antes que Elena en el cuarto, me fijé en la silla que bloqueaba la puerta del baño y corrí a taparla con una toalla.

De todas formas, Elena entró en el cuarto con una cara extraña. Algo no era habitual y ella se había dado cuenta, así que yo debía proceder rápido.

Después de todo, el cuarto estaba como lo habíamos dejado del polvo, la cama revuelta, la toalla de Sara estaba en una esquina junto a la cuchilla depiladora… Pero lo más inquietante  es que mis gayumbos estaban en el suelo, si Elena se fijaba en ellos ya no habría nada que explicar.

Y los vió. Elena se giró a mí y preguntó: 

- ¿Oye, qué…? ¡¡Aaaaaaaahh!! – No pude dejarla acabar, empezaba a ser tarde y mi plan era perfecto, así que me lancé brutalmente sobre ella, pegándole un fuerte empujón que la llevó por delante y me hizo caer sobre en ella en la cama que aún olía a sexo. Le había metido una ostia grande a la pobre, pero no podía hacer otra cosa. Mientras ella se revolvía e intentaba comprender qué pasaba, yo fui más hábil y cogí la esposa que colgaba todavía de la cabecera de la cama y cerré su fina muñeca en ella. Ahora podía resistirse todo lo que ella quisiese, pero no podría escapar como tampoco lo consiguió su amiga.

Luci había oído el ruido contra la cama, y empezó a hablar desde dentro de la ducha:

-¿Elena? ¿Qué ha sido eso, pasa algo? – Apagó el grifo de la ducha, las últimas gotas sonaban mientras Luci preguntó algo más y se quedó muda. Seguro que se podía estar figurando lo que ocurría. – ¡Elena! Dime algo, ¿estás ahí?

Le puse una mano en la boca a Elenita para que no pudiese contestar a las llamadas de su mejor amiga encerrada en el baño, sus ojos estaban casi fuera de sus órbitas mirándome a través de sus gafas de niña buena. Le puse es otro para de esposas para que no se me resistiese más. Otra puta para mí. Yo no perdí mucho el tiempo y con la mano que tenía libre tiré de su blusa para zafarla. La pobre chica debía estar sorprendida de que en menos de 30 segundos hubiese cambiado todo tanto, de la tranquilidad a tener un macho enorme imprimiendo toda la fuerza de su cuerpo contra su frágil figura y contra una cama que desprende sudor de otra hembra y olor a semen reciente, cuando el musculado de encima suyo tiene todas las ganas de follársela y su amiga no parece hacer nada por impedirlo. Palpando por encima de su ropa, parecía tener unos pechos pequeños y duritos (evidentemente nada comparado con la especie de actriz porno rubia que me había follado antes) pero bien se merecía una violación. Conseguí quitarle la blusa rasgándola por un lateral, me di cuenta de que era hora dejar que gritase un poco para imprimir morbo a la situación.

-¡Déjame cabrón! ¡¡¡Luciiiiiiii!!! ¡AYÚDAMEEEE!- gritaba Elenita esposada a la cama.

Pude oír como Luci daba algunos pasos cuidadosos sobre el suelo del cuarto de baño, se acercó a la puerta pero no fue capaz de abrirla ya que la silla estaba atrancando el picaporte. Por muchas veces que lo intentó no pudo, y de nada servía empujar porque se abría hacia dentro. Estaba encerrada, impotente dentro de 3 metros cuadrados.

-¿QUÉ? ¿¿Me has encerrado, pedazo de animal?? - gritaba Luci- ¿Pero qué clase de depravado eres, no has tenido demasiado violándome a mí? ¡¡¡Deja a Elenita en paz!!!

-¿Te ha violado Luci? ¡Socorro, ayúdame, estoy atada a la cama! ¡Me está quitando el sujetadoooor!- le contestaba en réplicas una Elena que empezaba a gimotear e incluso a poner unos ojos vidriosos. No le iba a quitar las gafas de pasta, le daban un lascivo toque de secretaria putona. Arranqué el sujetador de mi presa y sus pechos salieron a la luz.  Corrí presto a cogerlas con ambas manos, a amasarlas entre mis dedos, con fuerza…

-¡¡Nooooo!! ¡¡Mis tetas, déjame de una vez!!

Tras manosearlas debidamente y tirar de esos pezoncillos graciosos, mi boca quiso chupar la piel de sus pechitos y deslizar su saliva por esas pequeñas montañas coronadas con unos pezones apetitosos. Besé al principio suavemente y después más fuerte, incluso usando mis incisivos para dar dentelladas en su carne más privada. Algo pequeñas, pero igualmente disfrutables para mí. Las mordí a gusto y las dejé llenas de saliva, de fondo las quejas de la pobre Elenita, sometida a mis vejaciones.

-¡¡Jodeerrr, cabronazooo!!- pegó un grito Luci desde el baño mientras seguía intentando sin éxito abrir la puerta. - ¡Déjala, coño! ¡Ella es virgen! ¡Fóllame a mí todo lo que te dé la gana, pero déjala irseeee!

Me quedé alucinado. Elenita, como la llama Luci cariñosamente, era dos años mayor que yo al igual que a ella. ¿¿Y no se la habían follado aún?? ¿Cuando su amiga era la reina de gritar mientras follaba, ella ni siquiera se había metido una polla dentro? La idea me sobrecalentó de repente, sacó mis ansias sexuales más depravadas que no podía controlar… Me dominó la furia y comencé a magrear los pechos de la joven a la vez que zafaba sus pantalones y ella gritaba improperios. Entre la puta de mi compañera de piso a la que había inseminado y la virgen casta que me había regalado había una diferencia clara, pero ambas seguían siendo mujeres de pasión. Luci no había disfrutado y me encargaría especialmente de que Elena tampoco se llevase placer ninguno… me moría por reventarle el coño…

Saqué sin mucho esfuerzo los pantalones de la chica atada a la cama y vi unas bragas nada blancas sexys, lo cual podía explicar y apoyar su candidez. La muy puta seguía gritando mientras lentamente bajaba su braguita:

-¡¡Cabrón!! ¡No quiero darte mi virgo, socorrooooo!- Estaba armando demasiado escándalo, junto a Luci que seguía dando golpes a la puerta en un intento fútil de ayudar. Jalé las bragas y las deslicé rápidamente y antes de detenerme a mirar su raja, hice una bola con ellas y se la metí en su boquita de piñón para acallarla. Suficiente, ahora sus palabras eran inservibles murmullos. Cogí con gran afán sus piernas con cada una de mis manos y deslicé mis manos subiendo por sus piernas (algo más gruesas de lo que me gustaría, al igual que el resto de su cuerpo) y llegué al fin a su rajita. Separé sus patas para dejar expuesta totalmente a mí su conito. Tenía algo de vello, estaba claro que no le importaba mucho la opinión masculina y menos en este momento de violación. Pensé en afeitarla con la maquinilla de la puta rubia, pero la verdad tenía libido ya como para demorar mucho más el desvirgamiento. El conejito en sí era suave al tacto, casi esponjoso, muy cerradito, como si esperaba que yo lo descorchara… La putita de biblioteca no tenía mucho tiempo para seguir siendo intacta. La deliciosa rajita escondía un secreto que no tardaría en ser conquistado por mi polla de 23 cms, la cual ya había sacado y estaba erecta y palpitante desde que había oído la palabra virgen, dura como el acero deseando romper hasta su útero. Elenita se fijó en mi, en ese macho lujurioso que deseaba ya entrar en su desnudez. La imagen de Elenita, sometida a la cama como había estado Luci, ofreciéndome su primera vez en contra de su voluntad, era espectacular…

- ¡Mmggmmg! – intentaba oponerse con su voz, que ni siquiera ya servía para nada. Me puso a cien ver esa imagen de su boca acallada con sus bragas de monjita, sus gafas mojadas por algunas lágrimas… Dios que imagen.

-¡¡Tío, para ya, coño!! La pobre quiere reservarse su primera vez, fóllame a mi lo que quieras, ¡¡¡joder!!!- se seguía oyendo a Luci. Pero no le iba a hacer ni puto caso, aunque sí me cobraría más tarde sus palabras. Decidí quitar las bragas de la boca de mi vestal, para oír mejor su expresión de dolor al partirle el himen. No me demoré más, abrí la estrecha cuevita y comprobé con mis gruesos dedos que entre esas paredes secas estaban resguardando una membranita graciosa que acaricié pero que dejé sin mancillar para que lo hiciese a fondo mi polla.

-¡¡AAAH!! ¡Guarro noooo, párate!- hablaba con la boca de saliva tras estar silenciada.

-¡Cómo se te ocurra penetrarla de destrozo, mal nacido!- se oía a su amiga. Peor pasé de ella y me dirigí sólo a la que podía ver:

-Mira, pedazo de puta, vas a estrenarte por este pedazo de rabo y estoy seguro de que sufrirás. Todo lo que gritarás y chillarás me pondrá enormemente, no podrás evitarlo. Te voy a destrozar la vagina como he hecho con la de tu amiga la putita rubia

No me ponía ese cuerpo, me ponía de ella sólo el virgo y el morbazo de follarme a esa virgen que se pasaba el tiempo entre libros, creyéndose no preocuparse por los hombres y a punto de gozar de una buena tranca. Acerqué mi rabo a la entrada de su conejo, el simple contacto con los labios externos me volvía loco. Me metí deseoso dentro de ella, mi polla se deslizó en el angosto pasaje de su sexo hasta que llegué a tocar la membrana de la putita. Miré sus gafas llorosas, sus movimientos vanos por liberarse, por oponerse a perder su preciada virginidad, me reí potentemente y me abalancé con todas mis fuerzas destrozando su virtud.

Mi avance rompió sin vacilar su himen.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!  ¡AHHHHHHHHHHHH!!– chilló de dolor Elenita para mi asombro, que no esperaba oírla tan alto… ¡¡Diooooos, cómo dueleeee!! ¡Aaaaaaaaaaaaaah! – Otro grito, el de Luci secuestrada, no tardó en oírse.

-¡Hijo de putaaaaa! ¡¿Cómo eres tan depravado?? ¡JODERRRR! – pero Luci no podía ver la cara de desolación de su amiga al tener el pene clavado en lo más profundo de su conejito, sonde nadie antes había estado, con un hilillo de sangre que asomaba por fuera de su rajita.

- ¡Me duele a sacoooo! ¡Eres lo peor que he conocidooo! ¡¡Mierda, que saangroo!! – su cara estaba resquebrajada por el odio pero aún más por el dolor. Seguía dentro de ella y ya había tocado el fondo de su feminidad.

-¡Elenita, tranquilaa! – decía patéticamente una voz desde el baño.

-¿Qué se siente al perder tu pureza? Ahora eres toda una puta, mi putita, te voy a abrir como te mereces. Prepárate para una buena follada.

Ahora mismo Elenita sentía dentro suyo como una gran estaca se había adueñado de su parte más privada, rompiendo su membranita virginal y liberando sangre a borbotones en su sexo. Me moví tan bruscamente  como pude, rompiendo a mi paso nuevas estrecheces hasta deslizarme vigorosamente entre las paredes carnales privadas de la exvirgen. Mi cuerpo de macho arremetía ferozmente contra la chiquilla que experimentaba por primera vez y con horror el descubrimiento del sexo.

-¡Me escueceee! ¡Jo, noooo!- metí de nuevo las bragas en su boca, no quería oírla más. Que sintiera aún más su impotencia. Lo mismo que ocurría con Luci, quien aunque podía hablar tampoco le servía para nada.

-¡¡Deja de violarla animal, te vamos a denunciar!!- me daba igual. Sólo pensaba en que después le rompería a la muy puta el culo, a mi tan deseada compañera de piso, le rompería el culo y la destrozaría. Me recreé en esa imagen para acometer más violentas entradas y salidas del sexo sangrante de Elenita, que farfullaba cosas inentendibles tras la ropa en su boca.

Por un lado me ponía mucho estar follándome con bestialidad a esa chica que había dejado de ser virgen en la cama de su mejor amiga. Por otro casi me ponía más imaginarme a Luci desnuda y oír sus continuos aporreos a la puerta, sus llantos desconsolados por no haber podido ayudar a su amiga en su propia casa. Quien sabe, quizás empezase a lamentarse dentro de poco y se tocase buscando el semen que aún latía en su sexo.

La estaba abriendo demasiado mientras me la tiraba, quizás abriera alguna herida nueva en las paredes casi virginales de la empollona, pero me importaba poco, y menos ahora que estaba punto de caramelo. Me iba a correr también dentro de esta guarra. Luci se debía estar temiendo que su amiga desflorada recibiera la misma bacanal de semen en su cuquita, porque entre sollozos empezó a suplicar:

-¡Vale ya! La pobre no se lo merece, pobre Elenita, no venía esperándose esto, déjala estar…

Mi durísimo rabo, como si ya estuviera cansado de esa mujer que había perdido toda la emoción sexual al perder su virginidad, se empezó a calentar y sentí el sobrevenirse del orgasmo, la sensación de cargarme de un nuevo río de semen que pugnaba por salir.

-¡Mmmmffhfmfm!- agarré la cara de la puta con gafas y le grité:

-¡¡Pedazo de putaaa!! ¡¡Mira cómo me has puesto, recibe toda mi lefa dentro tuyo, tomaaaa!!

-¡NOOOOOOOOOOOO!  - fue Luci la que gritó, para mi sopresa, más como si fuera ella quién recibiera de nuevo mi esperma.- ¡¡No la preñes!! ¡No la llenes de semen, dentro NOOOO!

La chica atada a la cama abrió los ojos y siguió murmurando cosas incomprensibles. Yo ya no podía más con la imagen de esa chica esclavizada, salvajemente desflorada, con parte de sangre saliéndole de un sexo recién rasgado, llena de lágrimas y mis vejaciones, las que ya había recibido y seguía recibiendo sobre un cuerpo no preparado para el sexo duro. Y llegó el clímax, reventé, me puse agresivo, le retorcí los pechos tirando de sus pezones para anunciar la llegada del líquido blanco que salió vertido de mi polla para regar a su dolorida vagina. Blanca leche, abundante como lluvia que llenó el interior de Elenita para mezclarse con sus desgarros. Salí de ella, por fin, con mi miembro manchado de líquido lechoso mezclado con bandas de rojo, como también esta cascada brotó del coño de Elenita, ella sentía como estaba llena por dentro y mojaba las sábanas con la semilla que no le cabía dentro. A Luci se le seguía oyendo insultarme desde el baño.

- ¿Lo has hecho, te has corrido en ella? ¡Eres un animal!

Me quedé tumbado al lado de Elenita, que ya parecía cansada de protestar y miraba al infinito con una cara gobernada por la desesperación y la angustia. Pasé mi mano por sus labios vaginales y toqué mi semen, extendiéndole un poco por los muslos. Me gustaban esas gafas que colgaban rebeldes de su cara llorosa. Quería correrme en esas gafas y esa cara.

Pero también en todo el cuerpo de Luci. Las dos chicas seguían inmovilizadas y totalmente bajo mi control. Mis putitas.