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Ven aquí, peque.

en Hetero: Primera vez

     Serénate, por dios. Respira hondo... coge aire, suelta aire, coge, suelta, coge... La señora que tengo al lado empieza a mirarme mal. Me limito a observar el paisaje, aunque por dentro esté hecha un manojo de nervios. ¿Le gustaré? Mira que venir en vaqueros... pero era necesario, parte de la tapadera. Al igual que la mochila en la que van mis patines, porque anoche le dije a mamá que pasaría la mañana haciendo el ganso por ahí con un par de amigas, y ella, se lo había creído. Tampoco había una razón para que no lo hiciera, en mi dieciocho años de existencia apenas le he dado quebraderos de cabeza. Digamos que soy una buena chica.

      El autobús se para y me levanto torpemente del asiento. Una vez fuera veo todo el bullicio de la estación y, no sé por qué, me siento observada, aunque nadie iba a ir a fijarse en la chica del montón con melenita rizada oscura y mirada marrón. Saco de la mochila el mapa con el recorrido explicado y tras comprar el billete de vuelta para luego, salgo de la estación.
 
     En lo que me dirijo al lugar acordado, empiezo a preguntarme qué narices hago yo en medio de esa ciudad, sola. Pero sigo caminando; me pierdo un par de veces antes de llegar y... aquí estoy, casa número 5. Espero en la puerta, como él me dijo y me siento en el escalón con la cabeza agachada, tal vez por miedo a que alguien me reconozca y, tras unos minutos, veo los pies de alguien que se para frente a mí.
 - Hola, chiquita - me dice con esa voz que me trae de cabeza.
Me levanto de resorte y me limito a sonreír tontamente. Él me devuelve la sonrisa y eso me tranquiliza un poco.
 - ¿Pasamos? - pregunta a la vez que abre la puerta.
Entro, y toca al portero automático.
 - Tenía muchas ganas de verte.
 - Yo también - ¡milagro, no se me ha trabado la lengua!
 - Seguramente no le guste a una niña tan linda como tú...
No puedo evitar reír y por toda respuesta acerco mis labios los suyos de forma fugaz, presionando suavemente y regalándole mi primer beso. No estoy segura de que él sea consciente de eso.
 
     En ese momento, abre la puerta una mujer y entramos.
 - Son 60 euros cuatro horas en la habitación. Por adelantado - noto que posa su mirada en mí.
 - De acuerdo - dice él y paga.
Pero ella no se aparta.
 - ¿Cuántos años tiene la chica?
 - Dieciocho - suelto, sorprendiéndome a mí misma.
Sin demasiada convicción, empieza a subir las escaleras y nosotros le seguimos hasta el último piso.
 - Esta es.
Entro en la habitación. Está amueblada con una silla, una cama (de esas bajitas, sin patas) y un par de cómodas; una de ellas al lado de la cama  y la otra en frente de la puerta. Encima del colchón hay un montón de peluches con forma de corazones de colores morados, rojos y rosas.
 
     Mientras que la mujer le da algunas indicaciones como en qué cajón encontrar toallas, yo me quito la mochila, dejándola encima de la silla y espero apoyada en la pared. Oigo pasos escaleras abajo y él entra cerrando la puerta tras de sí. Baja un poco la persiana de la única ventana de la habitación, se coloca frente a mí y susurra:
 - Por fin solos.
Con delicadeza, lleva sus manos a mis cadera y me acerca. Es bastante más alto que yo (tampoco es muy difícil, a duras penas llego al metro sesenta) así que se agacha un poco y me besa... poco o nada tiene que ver este beso con el que anteriormente le di yo. Abre la boca y le imito. Su cálida lengua lucha por encontrar la mía, que no sabe muy bien qué hacer. Finalmente se mueve sin demasiada destreza intentando combatir la suya. Noto las manos que acarician mi espalda, subiendo y bajando. ¡Cuántas sensaciones nuevas y agradables! Ya no me arrepiento nada de haber venido...
 
     Deja de besarme y bajando sus manos a mi trasero, me pregunta si estoy segura.
 - Del todo - susurro acercándome a su oreja.
Sonríe y me sienta en la cama. Me quita las zapatillas blancas y rosas y las deja a un lado. Luego mete los calcetines en ellas y comienza a besarme los pies. Me hace cosquillas, pero reprimo la risa como puedo. Sigue subiendo y antes de desabrochar mis vaqueros, me da un besito rápido en la mejilla. Baja los pantalones, acaricia mis piernas desde los tobillos hasta las caderas... estoy empapada, me tiene a punto de caramelo. Lo nota cuando pasa su mano entre mis muslos.
 - ¿Qué te pasa, nenita? - dice con voz lasciva.
Noto que me sonrojo (muy raro en mí). Abro más las piernas para facilitarle el acceso a sus dedos, que ya han entrado en mis braguitas y recorren mi raja, parándose especialmente en el botoncito.
 
     Se sube encima de mí, me saca la rebeca y luego la camiseta, dejándome en ropa interior. Ahora pasa sus manos por mi pelo y mis labios, hasta que finalmente se decide a bajar a mis pechos. Como abrazándome, quita el sostén dejando las tetas libres. Se queda contemplándome un momento antes de llevar sus labios a ellas; no puedo evitar estremecerme de puro gusto cuando pasa la lengua por el pezón derecho mientras que retuerce suavemente el izquierdo. En este momento sí que debo de esta empapada...
 
     Mientras que come mis tetas con verdadera dedicación, noto el bulto que tiene entre sus piernas y como hipnotizada, llevo mis manos hacia él. Detiene su tarea y me dirige una mirada llena de sorpresa.
 - Cielo... ¿quieres explorar? - sonríe.
Se empieza a quitar la camisa y yo desabrocho su cinturón. Levantándose, se saca los pantalones y queda en boxers. Su verga se adivina dura a través de la fina tela. Lanza al suelo los cojines y se tumba en la cama. Yo voy a su lado y alterno besitos y mordiscos por su cuello, orejas y labios. A la vez, intentando darle placer, muevo las caderas encima de su erección, sintiéndola a través de la tela. Coge mi culo y el marca el ritmo al que me muevo, se detiene más en los roces... hasta que empieza a bajar mis braguitas. Yo me las quito del todo y él hace lo mismo con sus boxers. Me quedo pasmada mirando su pene. Es hermoso, creo que no podría rodearlo entero con la mano, ni mucho menos metérmelo en cualquier orificio... Pero quiero intentarlo.
 
     Me acerco a gatas hasta que queda como señalándome a la nariz. Con cuidado agarro la base y voy subiendo y bajando lentamente. Miro hacia arriba y no debo de estar haciéndolo demasiado mal, él tiene una cara de absoluto placer. Intento ir más allá y lamo tímidamente el capullito... se estremece. Me gusta el sabor, aunque no se parece a nada que haya probado antes. No entiendo por qué hay chicas a las que esto les da asco. Decido empezar a comérmela poco a poco, ensalivándola bien y entonces noto sus manos por mi pelo, empujándome para que entre más y yo me dejo hacer, aguanto las leves arcadas respirando por la nariz. Aunque no entra entera, vuelvo a mirar hacia arriba y le veo derritiéndose... el que eso lo provoque yo me hace sentir muy bien y me anima a superarme. Quito sus manos y aumento el ritmo de la mamada, a la vez que acaricio con una mano la base y con la otra sus huevos, apretándolos dulcemente.
 - No creo que aguante mucho más... - dice con la voz entrecortada - me pones malo.
Yo quiero probar su leche, por lo que aumento el ritmo hasta que noto el primer chorro de espeso semen derramándose en mi boca. Me la meto todo lo que puedo, sin dejar recorrer la base, como intentado que salga más... así llega el segundo. El sabor es más intenso que el de antes, y se me queda la boca pastosa.
 - ¿De verdad nunca lo habías hecho antes?
Yo niego con la cabeza. Se acerca y me besa. Añade:
 - Será mejor que vayas a enjuagarte la boca, ahora nos encargaremos de ti - me da un cachete en el culo y hago lo que me dice.
 
     Cuando vuelvo del baño que hay al lado de la habitación, me indica que me tumbe en la cama y otra vez comienza con sus deliciosas caricias por mis tetas... sólo que ahora va bajando por mi vientre hasta llegar a mi coño. Empiezo a jadear, estoy muy excitada. Acerca sus labios hasta mi clírotis sin llegar a tocarlo y me siento desfallecer. Bien es cierto que habitualmente me masturbo, pero nunca había sentido nada parecido que lo que él consigue sin ni siquiera rozarme. Entonces su lengua juega con mi agujero y recorre la raja como antes lo hacían sus dedos. Aunque estoy completamente empapada, me escupe y creo que me voy a correr, aunque aguanto un poco más. Concretamente, lo que tarda en acariciar con insistencia mi botoncito con su lengua. Mis gemidos de hacen más intensos y rápidos, y el primer orgasmo me recorre desde la cabeza hasta el dedo meñique del pie. De repente me entra muchísimo sueño y me quedo dormida sin casi darme cuenta.
 
     Me despierto. No puedo creer que me haya dormido, esto es imperdonable... como tirar el dinero. Él está tumbado a mi lado, observándome.
 - Buenos días - pensaba que iba a estar serio, pero todo lo contrario.
 - ¿Cuánto tiempo me he dormido?
 - Apenas media hora, ¿te apetece una ducha? Nos queda una hora...
Cogemos una par de toallas y una bolsita de aseo y vamos hasta el baño. Tras meternos en la ducha, él regula el agua hasta que tiene una temperatura agradable y saca un pequeño bote de gel. Se pone un poco en la mano y después de mojarme, comienza a enjabonar mis tetas... el gel tiene un fuerte olor a vainilla, supongo que para que su pareja no note que huele a otra. Por un momento, eso me pone triste, pero no me dura demasiado ya que no puedo concentrarme en nada que no sean sus manos recorriéndome. Tomo el bote y esparzo un poco por su pecho, que empiezo a masajear. Agarrándome por las caderas me da la vuelta y me inclina contra la pared. Veo que su polla vuelve a estar erecta, eso hace que mi excitación crezca. La entierra entre mis nalgas, pasándola entre ellas y noto su dureza; al mismo tiempo, me da leves azotes y pellizcos. El agua cae por nuestras espaldas y me susurra:
 - Quiero follarte ese culito tan lindo que tienes.
Me quedo congelada y por un momento me quiero ir, pero me tiene bien cogida.
 - No, por favor... - digo a punto de llorar - lo que quieras menos eso...
 - Si no puedes aguantar el dolor, pararé.
 
     Se retira un momento y saca de la bolsita de aseo lo que parece lubricante. Vuelve detrás de mí y noto que con cuidado empieza a meter un dedo en mi culito. Está frío. Con la otra mano se lo aplica en el pene, que se me vuelve a antojar precioso... Ahora intenta meter dos. Tras unos diez minutos, y conseguir que entrasen tres, aproxima su capullo hasta el agujero.
 - Ahora voy a empezar despacito... dime cuánto te duele del uno al diez.
Empieza a empujar.
 - Mmm... uno... ah, cuatro... - casi me ha entrado la mitad - ¡ocho!
Para de avanzar y empieza a follarme con lo que ya hay dentro. No es lo más agradable que me han hecho nunca pero tampoco está mal... Vuelve a intentar meter más, ya casi no me duele nada. Lo hace despacio, hasta que noto que sus huevos golpean al ritmo del mete-saca. Aumenta el ritmo y yo cada vez disfruto más... me masturba a la vez con su mano y el segundo orgasmo del día me llega. Se lo hago saber por mis gemidos y las embestidas son más rápidas.
 - Me gusta escucharte... gimes tan bien...
Por un momento me pregunto cómo se puede gemir mal, pero mi mente abandona esos pensamiento tan absurdos cuando noto que se aprieta fuertemente contra mí y vuelvo a sentir su leche dentro, sólo que ahora es en otro orificio. Esta vez son tres chorros calientes que noto resbalar cuando me la saca. Terminamos de ducharnos con el gel de vainilla y volvemos al cuarto donde nos vestimos... ya casi han pasado las cuatro horas y mi autobús sale en poco tiempo. Si lo pierdo, aquí que me quedo y todo se descubrirá.
 
     Antes de salir, la mujer me lanza una última mirada y dice:
 - Ahora cuando salgan, no lo hagan juntos, suele rondar la policía por aquí... y ella tiene cara de niña.
Nos damos un último beso en la salida.
 - Bueno peque, es hora de irse. Sal tú primero.