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Ven aquí, peque (4)

en MicroRelatos

     
 
     Durante la cena, la cual ha sido un poco incómoda, les he tenido que describir a mis padres el chico que se supone, me ha hecho perder el norte: se llama Luis, tiene 18 años y juega al fútbol. Su cuerpo es delgado pero sin dejar de ser musculoso, es guapo pero sin llegar a tener una cara empalagosa... Es, en definitiva, el sueño de cualquier adolescente. Bueno, no el mío, pero como tapadera mola. Me voy a dormir agotada por la sesión fotográfica y deseosa que me dé su opinión sobre ella.
 
 
     A la mañana siguiente me despierto sobre las nueve y lo primero que hago es mandárselo todo. La respuesta llega sobre las diez y devoro su contenido con ansia.
 
 
''Mi niña... sales preciosa en todas las fotos y el vídeo es sublime... has superado con creces todo lo que había imaginado. Lo único malo es que ahora tengo todavía más ganas de pillarte. Te lo demostraría con pruebas gráficas, pero mi mujer anda por casa y no puedo. Lo mejor será esperar más, pero ojalá nos veamos pronto. Besos.''
 
 
    ¿Pero cuánto más quiere esperar? Si me echase de menos como yo a él, mañana mismo nos veríamos. Encima, menciona a su dichosa mujer; creo que me va a hervir la sangre. Que tenga por algo por seguro: nos vamos a ver mucho más pronto de lo que él piensa.
 
 
     Durante el resto del domingo estoy con mis amigas. Las había dejado un tanto descuidadas y el estar con ellas me ayuda a olvidarle unas horas. Por la noche apenas puedo pegar ojo pensando en lo que voy a hacer mañana.
 
 
     Por la mañana me ducho y hago algunas cosas en casa para que mi madre no me dé el coñazo. Mientras limpio mi cuarto, doy con algo que me hace recordar...
 
 
     Fue hace ya un par de meses, por mayo. Yo quería comprar algún CD y papá tenía que arreglar algunos papeles, así que me llevó con él a la capital. Me dejó en la primera tienda de discos que vio con la promesa de recogerme en media hora. A mí me pareció bien, porque no tenía ningún interés en pasearme de oficina en oficina detrás de él.
 
 
     Al entrar en la tienda, me recibió un espacio pequeñito, con todas las paredes llenas de estanterías, y estas, a rebosar de CDs. Detrás de un mostrador, un hombre de mediana edad de aspecto simpático me saludó cordialmente. Tras un rato dando vueltas por la tienda sin saber muy bien qué buscaba, se acercó a preguntarme si podía ayudarme en algo. Estaba lo bastante cerca como para permitirme percibir su olor, que se me antojó la mar de agradable y, sumado a su enorme sonrisa, me hizo sentir una atracción inmediata hacia él. Yo estaba algo confundida porque eso nunca jamás me había pasado con nadie. Los chicos de mi edad no me llamaban la atención e incluso había llegado a dudar de mi sexualidad, pero entonces tuve claro que me gustaban los hombres. Ni los chicos, ni las mujeres; los hombres.
 
 
     Una vez me hube recuperado de la impresión inicial, acerté a responder:
 
 - Buscaba algo de Sabina, pero ningún disco en concreto.
 
 - Juraría tener por aquí ''Alivio de Luto''; ¿te interesa? - asentí con la cabeza y lo que hizo a continuación me dejó sin saber reaccionar - Lo tienes justo delante, pero queda un poco alto e igual no lo ves.
 
Se colocó detrás de mí y por un momento pensé que iba a abrazarme, pero extendió los brazos y me apretó contra la estantería en busca del CD. Notaba su aliento en mi nuca y cómo se rozaba contra mí y aquello no tenía excusa; podría haberme pedido que me apartase, pero, yo tampoco me quejé porque no me molestó. Incluso me gustaba tenerle así de cerca a pesar de que eso me confundía. Una vez lo encontró, se despegó de mí y me lo tendió. Al ver el precio, que se salía cuatro euros de mi presupuesto, se lo devolví.
 
  - Hagamos una cosa, - dijo mientras se acercaba al mostrador y cogía algo de papel de regalo. Vi cómo escribía en él por la parte interior. - yo te perdono lo que te falta a cambio de que consideres charlar conmigo alguna vez. Te dejo aquí mi correo...
 
En ese momento, y antes de que me diese tiempo a pensármelo siquiera, entró papá por la puerta.
 
 - Marthina, ¿te queda mucho? Yo al final he terminado antes.
 
 - No, ya me iba.
 
Le di el dinero que tenía y cogí el CD con manos nerviosas, como si me hubiesen pillado haciendo algo malo, aunque no estaba muy segura de qué acababa de pasar.
 
 
     Una vez en el coche de camino a casa, abrí el papel de regalo con cuidado de no romperlo y encima de su correo se leía un nombre. ''Ángel''. Sonreí.
 
 
     Ahora, sentada en la cama, el otro ángel me observa desde la portada asomando su cabecita por encima de la torre de tazas.