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Ven aquí, peque (6)

en MicroRelatos

 
 
     Salgo del baño y decido sentarme en la barra mientras espero a que el camarero me atienda. El bar tiene forma de pasillo; si lo miras desde la entrada, a mano derecha está la barra. Es grande y de la misma madera oscura que los taburetes. A la izquierda, algunas mesas en fila pegadas a la pared con sitio para cuatro cada una. En la pared del fondo hay dos pizarras: una con las especialidades y otra con los cócteles. Cuando me pregunta qué quiero, me arriesgo. Y si cuela...
 
 
 -Buenas noches señorita, ¿qué le pongo?
 
 -Un mojito, por favor.
 
 
Por un momento se queda mirándome y creo que me va a replicar algo. Finalmente, va a prepararlo.
 
 
 
     Bien, Marthina, estás segura de querer esto y va a suceder. Que vea ese imbécil que no es el único tío del mundo con el que perder la virginidad. Porque total; ¿qué tiene de importante la primera vez? Es la primera de muchas. Se va y ya está. Si no sale bien ya habrá oportunidades para que salga mejor... ¿o no? Mis pensamientos se interrumpen cuando el camarero me planta el mojito delante. Decido atacarlo mientras miro a la gente que hay a mi alrededor. La última mesa del fondo está ocupada por una pareja bastante joven, de veinte años como mucho; en otra hay un grupo de amigos y dos taburetes a mi derecha hay un viejo con pinta de estar pasado de copas siendo tan sólo las diez de la noche... lo que me recuerda que debería de estar en casa en dos horas. Si papá y mamá me llaman, no pienso ni cogerles el teléfono. Ya sé que voy a estar castigada de por vida y tengo que disfrutar mi última noche.
 
 
 
     Se escuchan risas en la mesa de los chicos y pillo algunas frases de su conversación.
 
 
 -Tío, eres un pringado -dice uno de ellos al que parece mas joven.
 
 -¡Joder! Habla más bajo, que no se tienen que enterar todos los del bar.
 
 -¿Sabes qué? Deberían. Esto es de récord, no me puedo creer que aún no hayas mojado.
 
 -No le des la paliza, -sale en su defensa un tercer chaval- ya encontrará a alguna con la que hacerlo. Es cuestión de tiempo.
 
 
Todos deben rondar los veinte. El que se ha puesto más gallito tiene pinta de machacarse en el gimnasio, la piel bronceada y un pelo que pelo desafía a la gravedad con ayuda de, al menos, medio bote de gomina. Agarro mi mojito y le doy un sorbo largo; con la tontería ya me lo he bebido entero, así que pido otro. El que ha puesto paz tiene la misma pinta pero con menos gomina y sin ese aire de prepotencia que rodea a su amigo. Por último, el chico virgen es de complexión más delgada y pálido. Aunque sin duda es el más guapo de los tres.
 
 
 -Bueno, por mí perfecto. Lo dejamos en que no tienes huevos de entrarle a una tía.
 
 -Pasa de mí.
 
 
Dicho esto, se levanta claramente mosqueado en dirección al baño.
 
 
 -¡No tardes! -le grita el engominado desde la mesa- Que en cuanto salgas, nos vamos.
 
 
 
     Me noto capaz de lo que sea; bastante ''alegre'', tal vez porque voy por la segunda copa y es la primera vez que bebo. Le sigo y espero a que entre. Estoy dispuesta a echarle cara al asunto y a tragarme la vergüenza. ¿Qué es lo peor que puede pasarme? Espero a que salga...
 
 
 -¡Hola! Soy Marthina. Encantada -me inclino y le doy dos besos.
 
 -Ho... hola -dice encajándolos como puede y claramente sorprendido porque no me esperaba ahí.
 
 -Y tú eres...
 
 -Ah, sí. Me llamo Miguel -me vuelve a dar dos besos torpes. ¡Pobrecito! Se le nota nervioso.
 
 -Verás, Miguel, he oído que os vais a ir. Imagino que será a seguir en otro sitio un poco más animado.
 
 -Ellos irán a alguna discoteca. Yo, no sé... tal vez me vaya a casa.
 
 -¿Por qué?
 
 -Se me han quitado un poco las ganas de seguir de fiesta -supongo que por culpa de la discusión con el otro.
 
 -Es una pena... -me mira desconcertado cuando digo esto-. Había pensado en preguntarte si os parece bien que vaya con vosotros, porque estoy sólo esta noche en la ciudad y tengo ganas de salir.
 
 -Todavía puedes preguntarles a los otros dos. Seguro que te lo pasas mejor que conmigo... es más, si te da vergüenza preguntarles lo hago yo. Aunque no creo que les importe que vayas -dice, y me echa una mirada de arriba abajo.
 
 -Sólo si tú vienes. Me pareces muy agradable. Y, además; -me acerco a su oído- que no te coma la cabeza ese idiota... yo también lo soy y no pasa nada.
 
 
 
     Me separo de él lentamente y vamos hasta la mesa. Sus amigos se sorprenden un poco al verme con él.
 
 -¿No nos presentas? -digo-. En fin, lo tendré que hacer yo. Soy Marthina -me agacho para darle dos besos a cada uno, asegurándome de que Miguel tenga una perspectiva perfecta de mi culo apenas cubierto por la falda- y me gustaría ir con vosotros esta noche. Si no os importa, claro.
 
 
 -Yo soy Diego -dice el engominado-. No tengo problema en que vengas, bonita. ¿Qué dices tú, Alberto?
 
 -Me parece bien. Pagamos esta y nos vamos.
 
 
 
     De camino a la discoteca en el coche con Diego al volante no paramos de reír. Me hago la graciosilla constantemente, soltando indirectas que todos salvo Miguel aceptan de buena gana. Igual mi presencia le incomoda un poco. No sé dónde coño me estoy metiendo pero no puedo parar. Recuerdo la promesa que me hice en los baños y me empiezo a poner cariñosa con Alberto, que está sentado conmigo en la parte de atrás. Diego nos mira por el espejo retrovisor y Miguel de vez en cuando vuelve la cabeza.
 
 
 -No me puedo creer que no tengas novia -le susurro con voz melosa mientras le acaricio el brazo.
 
 -Pues créetelo, estoy totalmente libre.
 
 -¿Ni follamiga? Las tías deberían darse tortas por ti.
 
 -No, eso tampoco. Pero nunca hay que cerrarse puertas -dice mientras ríe.
 
 
Me despego de él para asomar la cabecita entre el asiento del conductor y el del copiloto.
 
 
 -¿Y vosotros?
 
 -Ya sabes, alguna chica sin compromisos.
 
 -¡Qué interesante! ¿Miguel?
 
 -No -responde tajante.
 
 -Relájate, la chica sólo se interesa por nosotros -interviene Diego mientras me acaricia la cara separando un momento su mano del volante.
 
 
Vuelvo al asiento de atrás con Alberto y caen algunas caricias más antes de llegar a la discoteca. Son cerca de las doce.
 
 
 
     En cuestión de minutos estamos dentro, y según me dice Diego, es gracias a mí. Nos sumergimos en la marea de gente, humo y luces. Diego y Alberto van a buscar algo para beber y me quedo a solas con Miguel.
 
 
 -Si he dicho o hecho algo y te ha molestado, lo siento -le digo para intentar aliviar la tensión que se ha formado en el coche.
 
 -Es igual... es cosa mía, no le des vueltas.
 
 
Me sonríe y me quedo más tranquila. Es buen chico. Llegan los otros dos con un par de copas cada uno y nos ofrecen a él y a mí. Le doy un buen sorbo a la mía, con lo que la dejo a la mitad.
 
 
 -¡Tranquila! A ver si te pones mala -exclama Alberto.
 
 
Me limito a mirarle y con una sonrisa le vuelvo a dar un trago, para después, soltar el vaso en la mesa más cercana y llevarme a Diego a bailar.
 
 
 -Se ve que tienes ganas de fiesta...
 
 -No lo sabes tú bien...
 
 -Me gustan las chicas así -me coge la cintura y me acerca-. Aunque no sé bien a lo que juegas tú.
 
 -¿A qué crees que juego?
 
 -No sé, bonita. Tonteas con los tres... ya no sé si a calentar pollas o si vas enserio con alguno -sus manos llegan a donde la espalda pierde tal nombre.
 
 -Cuando empiezo algo me gusta terminarlo.
 
 
Aún con las cuñas es más alto que yo, por lo que me pongo de puntillas y le doy un mordisco en el cuello. Con la de gente que hay nadie nos presta atención, así que me sube un poco la falda y me toca el culo más a fondo. En poco tiempo nos estamos morreando y yo sigo preguntándome qué narices hago. Me dice que si quiero ir a algún sitio a estar más cómodos.
 
 
 -Me encantaría...
 
 
     Mientras que él paga la cuenta, yo voy un momento al baño. Me miro al espejo y me repaso un poquito la raya de los ojos. El pintalabios lo dejo como está; no creo que merezca la pena volver a ponérmelo si en un momento voy a... ¿besar, chupar, morder, succionar? Sí, es lo que me apetece y lo que pienso hacer. Pero no puedo follar por primera vez con un cualquiera sin más, esto tiene que ser algo grande. Esto tiene que ser un trío.