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Ven aquí, peque (2)

en Sexo con maduros

     Llevo esperándole impaciente en la entrada de la estación desde que el autobús me dejó hace casi diez minutos. Bueno, lo cierto es que llevo impaciente estas dos semanas atrás. La última y primera vez, nos despedimos en la puerta de aquella casa con un beso que me pareció insuficiente... porque yo quería más y, por lo que se ve, él también o no estaría yo aquí. Esta vez vengo con algo más apropiado que unos vaqueros: un vestido de tirantes a cuadros verdes con un par de años ya, pero que apenas me he puesto tres veces por falta de ocasiones y lo cierto es que me queda bastante diferente a cuando lo compré. Al crecer se me ha quedado un poco corto, además de que casi no me lo he podido abrochar por la parte del pecho por obvias razones. Sí, para variar me gusta la forma en que me queda y espero que a él le vuelva loco (aunque a mi madre no le ha entusiasmado y se debe de pensar que me lo he puesto para un chico. No va tan desencaminada).
 
 
     Suena un claxon y miro en dirección al sonido. A duras penas le distingo, ya que normalmente no me gusta ponerme las gafas y justo hoy no iba a ser una excepción. Voy hacia él con paso ligero y me monto en el coche. Cuando me acerco para besarle me pone la mejilla.
 
 - No cielo, aquí no... pueden vernos y a la gente le gusta hablar; - ve mi carita de pena y añade - ya habrá tiempo luego.
 - Claro - digo no muy satisfecha.
 
Charlamos sobre lo que nos ha pasado en estas dos semanas y me siento muy bien, pero de repente caigo en que no tengo ni la menor idea de adónde me lleva. Le pregunto, y él me contesta con otro interrogante:
 
 - ¿Te gusta el cine?
 - Me encanta.
 - Pues hoy iremos, ¿quieres?
 - Bien - le diría que sí a cualquier cosa, aunque lo que de verdad me apetece es que nos encerremos en alguna habitación como la última vez.
 - Una cosa, cuando estés aquí haremos que soy tu padre. Por lo que puedan decir.
 
Me hace gracia esa idea, y sólo acierto a decir:
 
 - Sí, papi.
 
Él ríe y acaricia mi pierna con su mano derecha. La forma en que lo hace me parece tan tierna que me lo comería ahí mismo a besos. Detiene el coche y nos dirigimos hacia el centro comercial donde está el cine. Durante el camino me gustaría darle la mano o andar cogida  de su brazo... pero no podemos en público.
 
 
     Compra un par de entradas para Spiderman (yo soy más de Batman, pero no se puede tener todo), otro par de refrescos y sólo un regaliz para mí ya que él no quiere nada. Subimos todos los escalones y nos sentamos en dos asientos de la última fila. Al ser jueves la sala está bastante vacía y sólo hay una par de parejas más y un grupo de chicos de mi edad. Comienza la peli...
 
 
     No veo demasiado bien pero eso pierde importancia cuando, como hizo en el coche, acaricia mi pierna. Me decido a darle un espectáculo con el regaliz, amparada ahora por la penumbra que me brinda el cine. Mi lengua recorre la punta de forma obscena y me lo introduzco hasta la mitad, empezando un vaivén lento en el que me recreo. Se acerca a mi oído y me recorre un escalofrío al sentir su aliento.
 
 - Así con ese vestidito eres una tentación... casi me he quedado de piedra cuando te he visto. - Sus dientes atrapan el lóbulo de mi oreja y tiran suavemente de él.
 
Ya ajena a la gente que hay unas filas más abajo y terriblemente caliente, dejo que lleve su mano debajo de mi falda. Acaricia mi intimidad por fuera de las braguitas y no puedo evitar que se me escapen pequeños gemidos. No lo distingo bien en la oscuridad, pero diría que se le ha puesto dura con nuestros toqueteos. A tientas busco su boca y paso mi lengua por sus labios... son tan deliciosos. Me muero por probar su lengua, que no tarda en buscar la mía y, durante ese beso, sus dedos bucean por dentro de mi ropa interior. Uno de ellos entra por mi agujerito con delicadeza, mientras el otro acaricia mi clírotis; a la vez que él me lleva al séptimo cielo, mis manos van a la cremallera de su pantalón y sacan su polla, que primero asoma sólo el capullo tímidamente y luego sale entera. Efectivamente, ya está bastante dura y comienzo a masturbarle por la base. Llevándome por la calentura agacho mi cabeza hasta ella y lamo sólo la punta, haciendo que se estremezca. Echaba de menos su sabor y calor.
 
 
     Noto que sobre todo el grupo de chavales se está girando con frecuencia y me separo de él.
 
 - Peque, no aguanto más... ¿vienes al baño?
 - Por favor, papi - eso le hace sonreír de nuevo.
 
Bajamos las escaleras y escucho cuchicheos y risitas que, imagino, son por nosotros. Capullos... ¿qué les importa lo que hagamos o dejemos de hacer? Abandonamos la sala en dirección a los servicios de caballeros y nos metemos en uno de ellos. Está bastante limpio y apoyándome sobre la puerta recorre mi cuerpo con sus manos, las lleva a mis tetas y las saca fuera del vestido. Ahora muerde mis pezones levemente... creo que son mi punto débil, porque ya me tiene otra vez gimiendo sin que yo pueda evitarlo. De repente, entra alguien y le pido por favor que pare.
 
 - Espera...
 
Parece redoblar sus esfuerzos en comerme los pezones y su mano vuelve a perderse bajo el vestido, haciendo que mi respiración se agite. Sea quien sea, me debe de estar escuchando.
 
 - Oye, ¿estás bien? - se oye al otro lado de la puerta.
 
Me dan ganas de responder que lo cierto es que estoy de puta madre, pero me contengo (en la medida de lo posible) y suelto:
 
 - ¡Sí!
 - Em... vale.
 
Creo que dice algo más antes de salir, pero yo ya no me puedo concentrar en nada que no sea él, sus manos, sus labios... su miembro, el cual está sacando del pantalón, cuando todo el morbo de la situación me sobrepasa y a duras penas consigo mantenerme de pie mientras un orgasmo arrollador me recorre. Tras recuperarme un poco, me da un beso en la frente y me pide que me siente.
 
 
     Al ver su polla justo delante de mí, como por instinto llevo mi mano derecha hacia ella y la rozo apenas. Me gusta la forma en que reacciona a mi contacto, dando pequeños saltitos sólo perceptibles desde cerca. Juego con ella como antes hice con el regaliz y me la introduzco poco a poco hasta que toco su pubis con mi nariz. Él lleva sus manos a mis mejillas. Me mantiene ahí hasta que no puedo aguantar más y me aparto tosiendo
 
 - ¿Te he hecho daño? - me dice con voz preocupada.
 - No es nada...
 
Otra vez está siendo tan dulce... ¿no se da cuenta de que eso me pone malísima? Si no estuviéramos donde estamos, le pediría de rodillas si hiciera falta que me desvirgara. Pero sólo puedo devolverle el placer que él me ha proporcionado de una forma y me pongo a ello. Le masturbo con las dos manos mientras que mi lengua se concentra en su punta. Miro hacia arriba y veo sus ojos clavados en mí... no me había fijado, son marrones salvo por pequeños matices verdes. Antes de perderme en ellos, vuelvo a concentrarme en lo mío; él suelta un pequeño gemido y apoya sus manos en mis hombros. Creo que se va a correr pronto y empiezo a recorrerla con mi boca mientras que con dos deditos hago rápidos movimientos por la base. La saca de mi boca y comienza a masturbarse frenéticamente en dirección a mis tetas, que asoman por fuera del vestido desde que las sacase antes. Las agarro para evitar mancharme el vestido y un primer y único impacto me pilla por sorpresa.
 
 
 
     No sé por qué, una sonrisa se dibuja en mis labios ante esta situación: pringada de semen en un baño público sin que nadie sepa de mi paradero salvo él. Se siente tan bien romper con todo... Me saca de mis pensamientos:
 
 - Toma un poco de papel para limpiarte.
 
Tras eso, quedamos en que él sale primero y me espera en la puerta del cine. Salimos juntos y ya me da igual lo que piensen, voy cogida de su mano. Al fin y al cabo se supone que es mi padre, ¿no?, aunque sea un poco raro en una adolescente.
 
 
 - ¿Estás segura de que todo esto te parece bien? - dice una vez en el coche.
 - Por supuesto. ¿A ti no? - siento miedo de su respuesta.
 - Sabes que sí, cielo... no estamos haciendo nada ilegal porque cuento con tu consentimiento en todo lo que hacemos. Además de que me encanta.
 
Ya llegamos a la estación. Antes de salir le doy un beso desesperado, ¿y si esta es la última vez?; no tiene ni idea de lo que me duele volver a irme. Sin embargo, él parece estar bien... vuelvo a acordarme de su pareja y me dan unos celos tremendos que intento disimular. Nos decimos adiós y voy corriendo hasta mi autobús hecha un lío.
 
 - Te quiero - digo muy bajito, mientras que con la cabeza apoyada en el cristal observo moverse el paisaje.