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Martin Busca - Primera Parte

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usca (Primera Parte)

 

A veces es agradable despertar con una brisa fresca en tu cama. Sentir el aire frio de la mañana, oler la tierra húmeda a las 7 de la mañana.

Me gusta levantarme temprano. Disfruto salir de casa y ver como mi esposa se queda durmiendo aún entre las sabanas. Le doy un beso a mi hijo y parto al trabajo.

Mi trabajo es un empleo común y corriente, me dedico a realizar páginas web para algunas empresas, la paga es buena y al menos me entretengo.

Hace

algunos días atrás, la señora Rosa, dueña de Telcomix llego a pedirme una modificación en su página web. Nunca entendió que no podía actualizarla de inmediato, había datos que tenía el programador que trabaja antes ahí.

Mi jefe, me pidió que fuera a buscarlos a la casa de él. Lo llame al celular pero jamás contestó.

Odio salir del trabajo, es agradable estar sentado en esa silla todo el día frente al pc. Pero no tenía otra opción, la señora Rosa insistía, que si no, los clientes se le iban a ir. Que había que saber meter el contrato de su empresa vía online.

Después de un viaje de al menos 2 horas, llegué a la casa de Rodrigo Peñaloza. Golpeé la puerta y no había nadie.

Estuve más de 10 minutos parado como idiota afuera, a ver si alguien me abría la puerta. En realidad detesto viajar a Las Cabras, el sector en donde quedaba la casa de este tipo es realmente malo. Ni siquiera me atrevía a preguntar por él a los vecinos por medio a que me asaltaran.

De pronto, alguien salió de adentro de la casa. Un hombre de unos 50 años, con pinta de estar cesante hace mucho tiempo.

- ¿Qué es lo que quiere, iñor? - me dijo, molesto.

- Busco a Don Rodrigo Peñaloza. -Le dije, igual de molesto. Odiaba que nadie me abriera la puerta.

- ¿Pa' qué lo quere?

- Vengo de parte de Fedex. Es para pedirle los códigos de la página web de Telcomix.

El tipo se quedo pensando y me hizo pasar. Su casa era un real desastre. Recordé a las personas que tienen el síndrome de Diógenes, había montones de cosas inservibles, una televisión sin pantalla, un coche lleno de hongos en su interior, aun con excremento de guagua adentro.

El olor era casi insoportable. Muchos pañales a medio abrir, repletos de orina, gusanos, toallas higiénicas por doquier.

Llegue a pensar realmente que me había equivocado de casa.

- Señor, creo que me equivoqué de casa - dije, sutilmente - es mejor que lo espere afuera.

El tipo se rió. Y en su boca pude observar que sólo le quedaban algunos dientes. Era imposible que el tipo fuera un programador de renombre. Casi una leyenda urbana.

El jefe siempre hablaba de Peñaloza, de lo excelente que era, de que ojalá todos fueran como él.

- Sabís hermano, yo no te quiero dar los códigos. Si te los paso, ¿qué me gano yo?

- ¿Qué es lo que quiere? - le dije.

- Estoy cagado de hambre.

- ¿Quiere que le vaya a comprar comida? - le dije, la verdad es que lo único que deseaba era salir de ahí.

- No, no quiero comida. Tengo hambre de otras cosas. Tú no entendís, cabro. Eres un cabro chico, un cabro weón. ¿Qué edad tenís? de seguro como unos 27 años. Yo tengo 50. - Y empezó a meter las manos entre toda la basura que tenía. - No encuentro la weá esa. ¿A dónde la habré dejado? Seré weón...

- ¿Sabe? Estoy algo apurado –le dije.

- Mira, siéntate por ahí y te pasó los códigos.

Una vez le pregunte al jefe por Peñaloza. Si todos decían que era excelente empleado, ¿por qué lo había echado? Nunca me quiso contestar, siempre salía con evasivas, políticas de la empresa y cosas así.

Ahora pienso que es porque empezó a manifestar algún tipo de enfermedad psicológica y el jefe se dio cuenta de eso antes. Pobre Peñaloza, en lo que fue a terminar.

- Mira cabro. Hay cosas que a veces es mejor no saber. La vieja esa, la de Telcomix, es una vieja de mierda. No debiste haber venido hasta acá. Que se meta por el culo los códigos la vieja esa. No te pienso dar ni una weá.

Ya llevaba más de una hora con Peñaloza y empecé a enfurecerme.

- Mire señor, sería mejor que me los entregara. Usted ya no pertenece a la empresa. No saca nada con seguir guardando material que a nosotros nos puede servir.

Los ojos del viejo cambiaron radicalmente.

- Cállate, maricón. ¡Cállate un rato! Viejo de mierda ese, que me echó a la calle, me arruinó, yo le dije que no podía meterme en esa página, que estábamos todos jodidos si lo hacíamos. Que parara con lo de Martín busca. ¿No te ha hecho a ti trabajar para Martin Busca?

- No tengo idea que es eso – le dije, tomando mis cosas, resignado a que no me entregara nada.

- ¡Ja j aja j aja ja! – rió casi enloquecido- Martin Busca es una página web. Una página que tu jefecito empezó a pulir. Hace tiempo atrás llegó un periodista a la empresa, diciendo que había investigado acerca de la leyenda de Martín Busca, que había dado con la forma de contactar al cacho e’ cabra por medio de unos papeles que había encontrado. Que el colúo había hecho millonario a Martín, y que si creaban una página web en donde ingresaran en forma de códigos, el ritual de cómo invocar al maligno, la gente que hiciera este “contrato por internet”, estaría siendo “beneficiada”. Metete y búscala en los archivos de tu empresa, si no me creís.

- Me quedé sorprendido. Quizás el viejo estaba loco, quizás era verdad. Yo recordaba algo acerca del proyecto MB, al principio pensé que era una alianza con la Mac que iba a hacer. Un par de veces escuche al jefe hablar por teléfono y descomponerse al mencionar la MB.

- Me tengo que ir. – Le dije, incomodo totalmente y muy descompuesto.

- Yo trabajé en el proyecto MB, cabro. Me metí ahí y pude ingresar los códigos. También logré programar el contrato online. Y también hubo gente que se registró en la página. Y ahora están cagados, cagados de por vida. Tienen plata, pero no tienen alma. ¿Quiénes son? Sácales foto. Salen sin ojos.

No podía creer lo que estaba oyendo de este hombre. Sin duda estaba muy enfermo para contarme esto o bien, decía la verdad.

Una verdad bien poco creíble.

Opté por irme a mi casa. Me sentía realmente enfermo. Me tomé la temperatura y sobrepasaba los 39 grados.

Miriam, mi esposa, se acurrucó a mi lado.

- Amor, ¿qué es lo que te pasa? Estás demasiado afiebrado. ¿Cómo rayos le hiciste para enfermarte tanto?

Le tomé la mano y se la apreté.

- Miriam, te quiero. Te amo. Amo a nuestro hijo… ¿sabías? No te vayas. No me dejes.

Me quedé toda la noche en un limbo de somnolencia, en donde no sabía si era realidad lo que había vivido.

En ellos hablaba Peñaloza, gritaba como un enloquecido, que el contrato, que Martín Busca, que el alma al diablo. Que el jefe sabía de eso, que por favor hiciera pública esta historia.

Desperté gritando.

Miriam se limitó a abrazarme y yo lloraba como un niño asustado.

De pronto, Miriam empezó a oler muy mal.

- ¿Qué es ese aroma? – dije.

- Es que me ha llegado la regla, ha sido muy fuerte. – dijo ella.

De pronto, la vi abrir las piernas y un calzón cubierto de gusanos y sangre quedó a la vista.

Me salí de la cama, en un par de segundos, gritando aterrorizado.

- ¿Qué mierda eres? ¡Qué está pasando!

- Fue Peñaloza. Mientras dormías entró y… -dijo sonriendo, mientras se bajaba el calzón y dejaba al descubierto una vagina podrida, donde los insectos y la sangre salían en conjunto a un sinfín de coágulos purulentos.

No sabía qué demonios pasaba. Me metí los dedos en los ojos hasta que logre arrancarme gran parte del globo ocular. El dolor me hizo desfallecer.

 

Desperté en una cama de hospital. Me tenían conectado al suero y al oxígeno. Estaba sedado. Algo aturdido aún por todo lo que había pasado. Reconocí a mi madre a mi lado, a mi hijo y a Miriam, que estaba dormida en el sillón del hospital.

- Hijo… - susurró mi madre – Tranquilito. Las cosas van a salir bien. Has estado muchos días dormido, pero es producto de la fiebre.

- Mis ojos… - susurré.

- Tus ojos están hermosos, como siempre. Lindos como siempre, mi niño.

- Mamá…

- Aquí estoy, mi amor.

Todo había sido un asqueroso sueño. Al parecer me contagié con una extraña bacteria en la casa de Peñaloza. Me había bastante, como dijo el doctor.

Pero aún me intrigaba lo de Martín Busca. ¿Sería cierto de lo que hablaba Peñaloza? Del pacto con la oscuridad, del contrato por internet… prácticamente ya no sabía que pensar.

Me acordé que mi mamá siempre andaba con el netbook en la cartera. Era una adicta al internet, sin duda. Y una trabajólica enfermiza.

- Mamá… ¿Me dejarías el netbook unos días? Me voy a aburrir como ostra.

- Pero, ¡tengo tanto trabajo…!

- Mamá... –dije, poniendo cara de cordero degollado.

- Está bien –dijo sonriendo y me lo entregó.

A los pocos minutos estaba navegando en la web, buscando la página de Martin. Efectivamente, la encontré. Ahí estaba, la extraña página de Martin Busca.

Un simpático dibujo, ofrecía la mejor tasa del mercado en cuanto a créditos. Aparentemente no era nada más que eso, una estúpida página web de un banco.

Empecé a revisar el contrato. Cuando se descargaba la inscripción al formulario de contrato, pasaban dos segundos donde algo más cargaba. Parecía un Pop Up, pero sólo duraba unos pocos segundos y luego desaparecía. Volví a descargarlo, y apenas pasó el Pop Up, copie la pantalla con el ImpPt. Y lo pasé a paint. Extraña fue mi sorpresa, al verme frente a una serie de extraños símbolos, cosas que en mi vida había visto.

Lo único que pude comprender era esto: CIRCULUS APERTUS EST SED NUNQUAM RUMPENS.

Sentí que la sangre se me había congelado. De pronto, un flash back en mi mente. Conocía la invocación.

Continuará...