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La Puta del Barrio Rojo

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La Puta del Barrio Rojo

 

 

 

 

 

 

 

M B V

 

 

 

 

 

 

©2012, MBV

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© Bubok Publishing S.L., 2012

1ª edición Octubre

ISBN:

Impreso en España / Printed in Spain

Impreso por Bubok


 

 

 

 

A mi tía Belén estés donde estés



 

 

La Puta del Barrio Rojo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La puta del barro rojo, nunca pensó en terminar trabajando en un sitio así, nunca pensó en tener encima suyo a infinidad de hombres cada noche, ella que había tenido una educación desde niña y que nunca había pasado hambre, además era una notable estudiante en sus años de colegio. Su destino se torció hace tiempo, cuando una disputa con su padrastro hizo que abandonara la casa familiar en la que había vivido siempre. Ella no entendía como tan solo dos meses tras la muerte de su padre otro hombre había ocupado tan pronto el corazón de su madre, tuvo que compartir la casa en la que su padre había invertido años de trabajo con ese hombre que tanto detestaba y que utilizaba a su madre para vivir a costa de la pensión de viudedad que había dejado su padre. Un hombre sin trabajo, con una edad rondando los treinta y cinco y una larga lista de mujeres tras su espaldas. Ella necesitaba escapar de ese mundo que la oprimía, la asfixiaba y no le dejaba aire para respirar. Una noche tras la disputa, una entre tantas, tomo la puerta de salida para nunca más volver. Sus sueños se fueron rompiendo a la misma vez que se iban enterrando sus sentimientos. No me llegó a contar porque llego a este lugar, ni cuanto tiempo formaba parte de su vida la soledad del cambio de sexo por dinero. Solo sé que en mi viaje a Ámsterdam de negocios tuve el placer no solo de probar su cuerpo que era suave, sus besos cálidos y su pelo negro, rizado y largo hasta su cintura, si no de conocer su alma también desnuda y llena de sinceridad y dolor.

Yo solo era uno más que la había utilizado para disfrutar de su cuerpo, pero no solo abrió su cuerpo ante el mió si no su ser, su corazón y sus secretos pocas veces revelados.

Volví cada noche a verla mientras duró mi estancia en aquel lugar, cada noche la veía más demacrada y triste y sus ojos brillaban como pocas veces vi brillar a algo tan bello, pero la infelicidad abundaba en ese cuarto lleno de luces rojas una cama medio desecha y un olor a sexo, que hacía de aquel lugar, el sitio más frío de toda la ciudad.

Solo la calidez de su rostro daba encanto a aquella habitación, y su cuerpo medio desnudo solo dejaba paso mi excitación por tocarla, por acariciar esos cabellos negros y morder sus labios.

Esas noches en la que su cuerpo y el mío se entrelazaron en solo uno, estuve lo más cerca posible de la felicidad que jamás había estado nunca, en tan solo unas noches me había enamorado de su cuerpo, de su alma olvidando mi vida por completo.

Cada encuentro que teníamos, su misterio se hacía más y más grande dejando silencios largos cada pregunta que le hacía a su vida anterior al mundo de la prostitución.

Nunca llegué a saber su edad, pero era muy joven, quizás moralmente demasiado joven para un hombre maduro como yo superando los cuarenta y cinco años y con una familia que le esperaba al terminar  este viaje.

Los días se fueron sucediendo rápidamente, quizás  demasiado y mi única semana en Ámsterdam por trabajo empezaba a terminar. Yo deseaba que llegaran las 22:00H de la noche para verla, para compartir una hora de placer y conversación con la mujer que me había robado la razón, a esa hora la había visto siempre, y a esa hora quería verla un Jueves, pero cuando llegué a aquel lugar, a aquel escaparate de su prostíbulo, la cortina estaba cerrada no dejaba muchas dudas de que alguien estaba utilizando sus servicios, yo en aquel momento me sentí roto, me sentía como traicionado, aún sabiendo que antes y después de pasar yo por su cama, habían pasado más hombres, pero en ese momento me sentía como si un punzón se clavará en mí, perforando lo que esa mujer me había hecho sentir durante las tres noches que nuestros cuerpos se habían juntado y habíamos compartido parte de nosotros mismos.

En aquel momento algo se derrumbo en mí cuando vi abrirse la puerta del escaparate y vi salir a un señor bajo, gordo y canoso que vestía con traje negro y un maletín del mismo color, me fije en el porque era quien por un instante había sentido el mismo calor que había sentido yo otras veces y porque su edad triplicaba a la de mi amante.

Mi impulso no fu ir a la puerta del escaparate para entrar y verla a ella si no seguir a ese hombre, quería saber más de el, donde vivía o donde se hospedaba, cualquier cosa que me hiciese sentir mejor, sin embargo cada vez mis pasos empezaron a ser más lentos y pesados dejando que la sombra de aquel hombre se perdiera entre la multitud de la gente. Allí me quede yo parado en medio de las personas que cruzaban la calle sin  saber si irme al Hotel a descansar o volver a aquel prostíbulo donde estaba ella.

Elegí lo segundo, pero mi cuerpo ya no deseaba sentirla en aquel momento, sin embargo mi alma deseaba ver ese rostro que me iluminaba.

Volví sobre mis pasos cuando empezó a caer una ligera lluvia, tan ligera que parecía que si unas manos me estuvieran acariciando la cara, caminaba despacio, como si estuviera perdido en cualquier rincón del mundo, ciertamente me sentía perdido porque mi vida había pegado un giro de 180º haciéndome perder el norte.

Así llegue a aquel escaparate, pero me lo encontré apagado y la puerta cerrada, mire mi reloj  y aún era temprano, me extrañe de que estuviese a las once y cuarenta de la noche todo apagado y los demás escaparates encendidos ante una nube de personas pasando por aquella calle.

Decidí irme con mis dudas del porque estaba cerrado al Hotel esperando verla en mi última noche antes de volver a casa.

Viernes sobre las 05:45H mis ojos ya estaban abiertos un buen rato y mis pensamientos estaban  más en aquellas prostituta que en una importante reunión que tenía esa misma mañana.

Me levante de la cama de un salto, me mire al espejo y mis ojeras indicaban que no había sido una buena noche anterior.

Entre en la ducha para despojarme todo aquello que me oprimía, salí de ella como nuevo, me puse el traje y mientras me anudaba la corbata recupere la seguridad en mi mismo olvidando por unos instantes todo lo que me había pasado en los últimos días.

El día fue como se había programado dejando la ocasión de volver a vernos en una segunda negociación más adelante dejando las cosas muy avanzadas para cerrar el negocio.

Cuando llegue al Hotel sobre las ocho de la tarde la seguridad que había tenido durante el resto del día se había convertido en polvo y de la nada mis manos empezaron a sudar y sentirlas frías, me empecé a desvestir de abajo  arriba  y me recosté sobre la cama, cerrando los ojos, mi cabeza me daba vueltas y me sentía muy cansado, termine por dormirme con mis pensamientos durante un corto periodo hasta que una llamada al teléfono me despertó de mi letargo, era mi mujer y mis hijas,  la llamadas de las niñas me levanto el ánimo, sobretodo porque aunque mi vida se encontraba perdida tenia algo bueno por lo que regresar a casa, cuando hable con mi mujer tuve una sensación de culpabilidad que me inundo en lo más profundo de mí, y empecé a responder sus preguntas con monosílabos, me pregunto dos veces que me pasaba y mi contestación fue la misma en ambas, respondiendo con un “nada” bastante seco y cortante, así termino la conversación y con las palabras de que me recogerían en el aeropuerto.

Nada más colgar el teléfono mi nerviosismo fue en aumento sabiendo que era última noche en la que la volvería a ver, así que tras un baño me arregle para perderme entre las piernas de aquella mujer una vez más, volví a mirarme  al espejo como en la mañana y esta vez me preguntaba a mi mismo que era lo que estaba haciendo, que era lo que pretendía y que cual era el camino correcto, esa última respuesta la sabía, pero realmente por una vez en mi vida estaba haciendo algo que se salía del guión, y me gustaba, aunque  la vez me desconcertaba enormemente sintiendo una culpabilidad y un vacío en mí que nunca antes había sentido.

Cerré la puerta de la habitación sin hacer ruido como intentando no llamar la atención, realmente no la llamaba pero me sentía que todos los ojos se clavaban en mi, tras un paseo corto llegue hasta el escaparate donde estaba ella en lencería blanca, casi virginal, decidí entrar por la puerta y ella al verme me saludo con mucha calidez, note su perfume, acaricie su pelo y cuando me fije en su rostro, ese instante se paralizo  por completo.

Tenía la cara marcada, con un gran maratón que recorría su mejilla hasta llegar a su ojo, un escalofrió recorrió mi cuerpo y mientras le acariciaba, le pregunte que quien se lo había hecho…- Es lo de menos me dijo ella, era el precio que tenia que pagar por vender su cuerpo a quien pusiera el dinero suficiente, lo decía con  resignación mientras me explicaba que había hombres que se creían con derecho a todo con una mujer incluso a pegarles y humillarlas, yo apenas la escuchaba simplemente miraba sus ojos con una lastima que me partía el corazón en mil trozos y mis pensamientos solo recordaban a ese hombre de traje oscuro y maletín que se me había  adelantado en la noche del Jueves.

Quise hacer más preguntas pero ella no me dejo, cada vez que intentaba hablar me tapaba la boca con sus dedos, acariciaba mis labios con ellos mientras yo le correspondía con un beso entregándome en cuerpo y alma.

Esa noche me acosté con ella y lo hice con la mayor ternura que jamás había sentido hacia una mujer, acariciaba su piel mientras mi cuerpo se estremecía en contacto con ella.

Estuve dos horas con ella que religiosamente pague no sin antes despedirme con un “hasta siempre” y un dolor dentro mío, en el pecho de haber perdido algo valioso, realmente en ese viaje a Ámsterdam no había perdido nada si no más bien había conocido a la mujer con la que más he disfrutado en una cama y con la que más ternura he llegado a sentir, haciendo que me confundiera por completo.

Camine por las calles de la ciudad tan despacio, intentando seguir que estuviese cerca de mí pero el tiempo hizo que esa noche fuese la más corta que recuerdo en mi vida, y aún hoy sigo recordándola con melancolía, aún con el paso de los años sigue latente en mí.

El sábado por la mañana me levante de la cama intentando que todo lo ocurrido, lo sentido, se quedara en aquella ciudad, mi propósito se fue cumpliendo conforme iba doblando cada camisa e iba haciendo la maleta, me costo cerrar la cremallera, supongo que no solo estaba llena de ropa si no de recuerdos y vivencias en muy pocos días.

Baje a la recepción del Hotel, pedí un Taxi que llegó a los diez minutos, esperé en el Hall y me subí en el coche dejando atrás a aquella mujer, a aquel lugar, a aquella ciudad, aquellas dudas, dejando todo atrás.

Camino al aeropuerto observaba los canales de Ámsterdam, aquellas calles, su gente y parte de mí se quedaba allí.

Tenía ganas de llegar a casa, quizás por eso la espera en el aeropuerto y el vuelo se me hizo muy largo.

Al llegar a Madrid mi mujer y mis dos hijas me esperaban tal y como habíamos quedado, el abrazo con ellas fue maravillosos y con una ternura diferente a la que había sentido en las noches anteriores, el abrazo posterior con mi mujer lo note muy frío por mi parte, y le puse la mejilla cuando me beso, me sentía culpable por haberla engañado, no solamente carnalmente sino del alma también

Esa noche hice el amor con ella, pero no encontré ni rastro de los besos calidos, del rostro con mejillas ligeramente coloradas de ese pelo moreno y rizado, de esos ojos negros y brillantes o de la piel suave que acariciaba con las yemas de mis dedos.

En esas sabanas no la encontraba a ella, solo a una persona la cual ya no quería, me sentía extraño en la habitación, sentía que no era mi lugar, estaba ordenada, no olía a sexo y la cama estaba hecha, no existía ese desorden generado por las visitas de varios hombres cada noche.

Así me dormí  extrañado lo que hacía solo una semana no conocía y sintiéndome incomodo con lo que había sido mi vida hasta ahora.

 

2 MESES DESPUÉS…

Conforme fue pasando  el tiempo, mis pensamientos se fueron enterrando en una montaña de arena aunque todo seguía latente a la espera de un soplo de aire volviera a sacar esos sentimientos a la luz.

Ese soplo de aire vino cuando en la empresa me comunicaron que tenía que volver a Ámsterdam para cerrar la operación definitivamente, en aquel mismo instante el tiempo se paro haciendo que la impaciencia por ver aquel ángel vestido de prostituta se hiciese realidad.

Fue la semana más larga de mi vida hasta que pude subir en aquel avión con destino al reencuentro con ella.

Recuerdo como me sudaban las manos, estaba ausente, mi corazón palpitaba rápidamente, en el fondo me apenaba que en esta ocasión el viaje solo durase dos días y una noche, pero tenía puestas muchas esperazas en rescatar aquella mujer de aquel lugar y de rescatarme a mi de mi vida monótona aunque solo fuese por una madrugada más, me conformaba con eso, sabiendo que quizás era la ultima vez que podría verla, sentirla, tocarla, estar dentro suyo, aquello que durante dos meses se había enterrado entre polvo y arena.

Llegué por la mañana, muy temprano, me dirigí al Hotel, era el mismo que en mi ultimo viaje a la capital Holandesa esta vez me toco una habitación con vistas a una calle estrecha poco habitada, algo oscura y peatonal, en el fondo se distinguían los escaparates de aquel barrio que había sido mi perdición.

Quise una vez mas despojarme de lo que deseaba con impaciencia y pensar en cerrar el trato cuanto antes para disponer el máximo tiempo posible para estar con aquella mujer, me duche, me puse un traje de color azul oscuro, con corbata del mismo color, zapatos negros brillantes que parecían nuevos, cerré la puerta de la habitación con la esperanza de volver con el tacto de aquella piel sobre la mía.

La cosa no fue tan rápida como pensaba y aunque se cerro el trato en las mismas condiciones que se habían pactado en mi primera visita, el papeleo y firma de contratos me retraso bastante haciendo que mi nerviosismo fuese más patente.

Llegué mucho más tarde de lo que pensaba a mi cita, era media noche y en aquella calle solo se veían cabezas, yendo de un lado para otro, tuve que sortear a muchísimas personas no sin tropezarme con bastante gente hasta que llegué a aquel escaparate iluminado con luces rojas, la cortina estaba echada, había un cliente dentro pero en esta ocasión espere pacientemente, hasta que se abrió de nuevo aquella cortina medio roída de color marrón oscuro, se abrió la puerta y apareció un chico joven, con vaqueros azul claro, camisa blanca y zapatos negros, caminaba muy deprisa como si esa prisa fuese que llegará tarde a una cita con alguien que lo esperaba.

Cuando me acerque a la puerta ví a una mujer gorda, rubia, de unos cuarenta y cinco años con un lunar encima de los labios pintados de color rojo, su lencería era de color negro con trasparencias que dejaban ver claramente su bello púbico.

Mi sorpresa hizo que diera marcha atrás con un paso acelerado, mientras la ella me preguntaba si quería pasar, mi respuesta fue con una pregunta - ¿dónde esta? Aquella prostituta entrada en carnes me respondió con otra pregunta -¿quién? Volví a preguntar -¿dónde esta la prostituta que estaba aquí hace dos meses? Mi ingles no era excelente pero si lo suficientemente fluido para entender que mi ángel vestido de prostituta de calle ya no estaba. Ella me respondió – Se fue  a una vida mejor, o al menos eso entendí, como ya dije mi nivel de Ingles no era perfecto pero si decente. - ¿a dónde? Pregunte, pero ella no quiso darme más detalles si antes no pasaba con ella a aquel camastro de sabanas blancas.

Entre sin dudar, quería saber que había pasado con aquella mujer que me había convertido mi vida en un sin sentido.

Me contó que la encontraron muerta una mañana acostada en su cama, atada, con golpes por todo su cuerpo y un corte en el cuello, en aquel instante un rayo partió mi alma en dos, haciendo que en mis ojos aparecieran las primeras lagrimas que salían desde hacia años, nunca pillaron al que hizo aquella atrocidad, quizás la vida de una prostituta de barrio vale poco para molestarse en investigar, ni siquiera salió en las noticias de la ciudad, aquella chica joven había pasado de puntillas por su vida hasta que alguien le arrebato lo poco que le quedaba de libertad.

Esa noche salí de aquel local después de acostarme con aquella prostituta entraba en carnes, culta y con un lunar en la boca.

Quizás lo hice para estar en aquella cama por última vez, quizás para oler aquellas sabanas e intentar reencontrarme con aquella sensación de felicidad máxima, pero solo encontré vacío y dolor.

Salí de aquel escaparate tan perdido como la primera vez  que entre hasta que me encontré con ella.

Fui caminando hasta el Hotel, mientras una intensa lluvia empezó a caer sobre la ciudad, nunca más la vería, nunca más sentiría aquel cuerpo, nunca más olería aquel cabello negro, mis lágrimas se mezclaban con las gotas  de la lluvia y mis manos ya no sudaban, estaban encogidas con los puños apretados.

Nunca más volví a Ámsterdam, nunca más quise volver, y nunca más volví a engañar a mi mujer con ninguna otra mujer, solo que aún pienso en la soledad de mi alma en aquella prostituta del Barrio Rojo que me robo el sentido a mi vida haciéndome por unas noches el hombre más feliz de aquel lugar, nunca jamás estuve tan cerca de la felicidad como cuando estaba con ella.

Tras mi vuelta enterré esos sentimientos entre barro y cemento porque ninguna otra mujer llegó tan dentro de mí.