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Víctor

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A Víctor Dicen que el lugar preferido de las palomas en el parque es el monumento de Victor.

La guerra es sobre todo un catálogo de errores.

(Winston Churchill)

Las Palomas de Víctor

Por motivos de trabajo estuve varios días por varias ciudades de Rusia, siempre me gustaron los sitios cálidos donde poder tomarme en alguna terraza una cerveza bien fría, lógicamente en Rusia por su clima era algo inverosímil así que mataba mi poco tiempo libre haciendo un poco de turismo cuando el tiempo daba una tregua. Debo reconocer que aunque no fuse un país que me resultase especialmente muy llamativo a la hora de conocerlo, sí me gustó pasear por sus enormes aceras cubiertas de nieve y hielo bajo la sombra de sus altos rascacielos. Visité Moscú, Kazán, Samara, Vladivostok y mis últimos dos días los pase en Rostov del Don antes de volar de regreso a España. He de reconocer que la ciudad en sí me pareció bastante fea y y gris, muy poco interesante con edificios viejos y muchos grafitis en los numerosos muros que separan en varias zonas la ciudad. En mi última tarde decidí dar una pequeña vuelta antes de cenar por la ciudad, hacía mucho frío y aunque iba bien abrigado mi intención era que el paseo fuese lo más corto posible para meterme en cualquier restaurante que tuviese buena pinta y sobre todo que entendiese algo en la carta del menú para saber que pedir y no llevarme sorpresas desagradables. Aún era temprano así que me adentre en un parque no muy grande buscando un banco donde poder hacer tiempo hasta la noche, me senté en el primero que encontré, retiré un poco la nieve con la mano Y me sumergí completamente en un libro que llevaba en el bolsillo derecho de la chaqueta. Me pareció curiosa mi manía de llevar objetos siempre en el bolsillo derecho de la chaqueta y nunca nada en el bolsillo izquierdo, y más en un país tan comunista como era Rusia. Cuando llevaba apenas unas cuatro o cinco hojas leídas, levante la mirada y vi en frente de mí una pequeña estatua del busto de un niño abrazado a una paloma, hasta entonces no me había fijado pero en ese pequeño parque estaba lleno de palomas, era como su territorio, un lugar seguro, su hogar. Me pregunté quien seria ese niño abrazado a su paloma, hice una pequeña búsqueda en el móvil pero no encontré mucho, nunca se me dio bien buscar y encontrar cosas por Internet, así que me dí por vencido y volví a adentrarme en la historia del libro que tenía sobre mis manos. Apenas pude concentrarme en la historia que estaba leyendo, seguía intrigado y decidí darle una nueva oportunidad al buscador del móvil, así estuve unos minutos hasta que encontré algo en una web inglés que medio entendía, (nunca se me dieron demasiado bien los idiomas, nunca tuve paciencia para aprender otro que no fuese el castellano, siempre había dejado a medio mis estudios de idiomas, por lo tanto tenía un inglés medio y un francés muy básico) mientras me medio informaba de quién era ese niño abrazado a su paloma el móvil se apagó, la batería se había agotado y yo que era un desastre llevaba varios días que no la había cargado. Siempre tuve mucho pronto y mala leche, del cabreo lance el móvil contra la nieve maldiciendo a los móviles de nueva generación y recordando con añoranza aquellos ladrillos que se cargaban cada dos semanas. Me levanté, guardé el libro en el bolsillo derecho de mi chaqueta como acostumbraba y recuperé el dichoso móvil que me había dejado con la duda a mi intriga.

Había pasado el suficiente tiempo para ir a cenar, la temperatura seguía bajando, miré un par de veces el reloj mientras caminaba en busca de cualquier restaurante que me llamase un poco la atención, apenas me cruce con dos o tres personas por la calle, parecía una ciudad fantasma, empezaban a caer copos de nieve otra vez mezclados con una lluvia muy fina que hacia que se mojase toda la ropa, no llevaba paraguas así que me iba refugiando como podía lo más pegado posible a los edificios. Pasé por dos restaurantes, uno estaba cerrado, el otro no me causo muy buena impresión así que decidí volver y cenar en el restaurante del hotel, pensé más vale malo conocido que bueno por conocer, en la mañana ya había comido ahí y aunque debo reconocer que la comida no estaba mala, no era de mi total agrado, aún así era preferible no arriesgarme. Al llegar primero subí a mi habitación y deje cargando el móvil, me cambie la ropa mojada por una seca y me puse lo más cómodo que tenía en la maleta, estaba medio arrugado, pero me daba igual, iba a ser mi última noche y no había dejado la ropa por la mañana en la lavandería. Salí de la habitación y baje las escaleras que llevaban al restaurante, estaba en el sótano del hotel, al entrar por la puerta, vi que estaba totalmente vacío, aún así tomé mi tiempo para decidir en que mesa ponerme, siempre me gustó sentarme cerca de alguna ventana, así lo hice, aunque lo que se veía tras la ventana era un almacén donde supongo que guardaban los víveres del restaurante. Alguien toco mi hombro, era un hombre alto, barrigón pelo canoso y con cara de mala hostia, me dijo en ruso algo que no entendí, después en un inglés que era imposible entender y finalmente por señas con las manos señalándose el reloj diciéndome que faltaban aún cinco minutos para abrir, me obligo a levantarme y medio empujándome tuve que salir hasta la puerta del restaurante, por un segundo se me pasó por la cabeza irme y marcharme de allí lo antes posible, pero nunca fui un hombre de mucho carácter ni de elevar demasiado la voz en cualquier enfrentamiento dialéctico. Esperé los cinco minutos de rigor en la puerta, cuando por fin abrieron el restaurante había pasado un minuto de la hora de apertura, esta vez en plan venganza inútil señale yo con el dedo el reloj mientras intentaba poner cara de mala leche al camarero, lógicamente a él se la soplo y puso gesto de total indiferencia.

No me senté en la misma mesa, sino en la de al lado, por eso de tocar un poco los huevos al personal, me miraron con cara desafiante durante un par de segundos antes de retirarse a la cocina. Bajaron varios huéspedes a cenar, y como me esperaba atendieron a ellos primero antes de preguntarme a mi que quería, pedí una ensalada al camarero alto, barrigón y canoso, para beber agua, siempre suelo cenar bebiendo una jarra de agua bien fría, nunca toleré bien el alcohol por la noche. En la mesa dónde me había sentado antes, se colocó un hombre mayor, trajeado con barba de varios días y un sombrero de color gris marengo que educadamente se quitó al sentarse en la mesa. Me saludo con la mirada y llamó al camarero. Lo de siempre le dijo, en un perfecto castellano, el camarero lo entendió y lo apuntó en su pequeña libreta mientras volvía a la cocina. - Habla usted castellano - le dije, asintió mientras me ofreció una copa de vino, - no gracias, no tolero bien el alcohol por la noche - -Estos jóvenes- replico el con una medio sonrisa dibujada en su rostro. - ¿puedo sentarme con usted? me dijo, - sí claro - contesté, hacía tanto tiempo que no hablaba con alguien que no me importo en absoluto compartir mesa esa noche. Estuvimos hablando de cosas livianas, de cosas sin mucha importancia, a mí ya se me había pasado el hambre y la dichosa ensalada aún no había salido de la cocina, lógicamente me sirvieron el último, la venganza se sirve en plato frío pensé yo (la venganza del camarero). Pero no me importo, y si lo hizo fue bastante poco, ya que la conversación con aquel hombre fluía entre pequeñas historias de su vida, me limitaba a escuchar, y sin querer dar muchos detalles de cuando me preguntaba sobre mi trabajo, mi vida, si estaba casado, hijos, todo eso no me interesaba, intentaba desviar la conversación hacia otros temas, él era lo suficientemente viejo para notarlo, pero por su discreción parecía no darse cuenta, (en mi país se le llama hacerse el tonto pensaba). En una de las veces que intente desviar la conversación, fue cuando me preguntó por mis padres, nunca tuve relación con ellos y se me hacía un mundo hablar sobre ellos ya que me crié con mis tíos a los que siempre consideré mis padres. Lo fácil hubiese sido explicar el tema con naturalidad pero en un intento de cambiar el giro de la conversación se me ocurrió el preguntarle por la estatua del niño abrazado a su paloma que había visto esa misma tarde en el parque. El hizo una medio sonrisa pero con gesto serio, pensé por un momento que nuestra velada se acabaría en ese mismo instante, pero me equivoqué, me empezó a contar una serie de detalles sobre lo que paso en esa ciudad a finales de la Segunda Guerra Mundial...

Miré joven durante la segunda gran guerra de Europa las tropas de Hitler asediaron Rusia en lo que se le llamo "la operación barbaroja" desconozco el porque de ese nombre, pero sé que se llamaba así, ¿te suena la batalla de Leningrado? pues bien amigo, vino a través de esta operación para invadir la Unión Soviética. Todas las pequeñas ciudades sufrieron primero el gran acoso de los alemanes y esta pequeña ciudad que ves tan gris no se libró. El niño de la estatua es Victor Cherevichki que vivía con sus padres y hermanos en una casa medio destruida por las bombas nazis. En su patio, convertido en un cobertizo, Victor jugaba cada día con las palomas que tenia su padre en el palomar, era algo muy habitual en esta ciudad, y para el pequeño Victor era su pasión y su forma de distraerse en medio de la guerra. Al entrar las tropas de Hitler a las ciudades, una de las primeras medidas fue destruir todos los palomares por miedo a que los soviéticos las utilizasen para mandar mensajes ocultos al ejército rojo, las palomas volvían a lo que había sido su hogar durante toda su vida, así que fueron abatiendo una a una. Victor no quiso permitir que matasen a sus palomas, y las escondió en casa, pero en uno de los muchos registros que los alemanes hacían en las casas en busca de espías, entraron a la casa y pillaron al chico de quince años escapando con sus palomas por la parte trasera de la casa. No tuvo escapatoria y lo apresaron ante el estupor y miedo de la familia... nunca más se le vio con vida, al día siguiente apareció el cadáver del niño con un tiro en la cabeza y una paloma muerta en sus manos, el mensaje para la ciudad era claro, era una amenaza, quien no se desprendía de sus palomas correría la misma suerte que Víctor. Al niño, lo enterraron en una fosa común con los muchos muertos de la guerra...

Muchos años después, en honor al chico, pusieron la estatua en el mismo lugar donde lo encontraron muerto, y así amigo mío esta es la pequeña historia del niño abrazado a su paloma. Casi sin darme cuenta, era más de media noche, el restaurante se había vaciado y nos habíamos quedado aquel señor y yo, apenas había probado la ensalada y el hambre prácticamente se había disipado al igual que mis dudas. Después de un silencio algo incomodo, aquel hombre se despidió de mí con un apretón de manos, y deseándome un buen regreso a casa. Aquella noche fue imposible conciliar el sueño pensando en aquella historia, en aquel chico y en sus palomas, así que de camino al aeropuerto hice parar al taxi en aquel parque y coloqué una pequeña flor de manzanilla en aquella estatua de aquel niño al que no solo le robaron la vida sino a sus palomas.

Dicen que el lugar preferido de las palomas en el parque es el monumento de Victor.