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Un amigo con el que jugaba de pequeño, ahora jueg

en MicroRelatos

 

Un verano mis padres alquilaron un pequeño apartamento en una playa de Alicante, yo por aquel entonces no tenia amigos, y apenas conocía a un par de chavales con los que no podía tener mucha amistad por el tema de la edad, yo era unos años más pequeño.

 

Yo tenía unos cinco años por aquel entonces, quizás seis, no me acuerdo, pero si recuerdo la tarde en que conocí a mi vecino Matías, era de mi misma edad y me sacaba un par de cabezas, estaba muy gordo, pero su personalidad era entrañable.

En seguida me presento a su grupo de amigos, y nos hicimos todos muy colegas.

 

Siempre jugábamos en un parque cerca de casa, típicos juegos del pille pille, policías y ladrones, el toca culos (nos peleábamos por tocarle el culo a la guapa del grupo "Pili").

Fueron pasando los años y cambiado los juegos, empezamos a coleccionar cromos de la liga (principios de los años 90) y Matías siempre era el primero en hacer la colección, el cabrón encima era un as negociando y nunca salía perdiendo, jamás pude sacarle el cromo de Butragueño ganando yo.

 

Poco a poco, conforme fui ganando edad, me di cuenta junto a los demás de la pandilla que Matías era especial, no era como nosotros, tenía algo que le hacia ser el más querido del grupo pero que a la vez lo alejaba de todos nosotros, no se interesaba lo más mínimo por jugar al fútbol y cuando lo hacia (el normalmente de portero o defensa) daba patadas a todos menos al balón y por su tamaño solía hacer mucho daño.

 

Se fue despegando de nosotros, y empezó a jugar con niños más pequeños, por el no pasaban los años, si físicamente pero no en lo mental.

Mientras todos ya tonteábamos con chicas y nos dábamos los primeros morreos fue cuando comprendimos que el tenía un pequeño retraso y que siempre sería un niño. Le pregunté a mis padres y me explicaron que el al nacer le faltó oxígeno. Yo esa tarde lloré, y me peleé con el mundo.

 

Mi gran amigo tiene una peculiaridad y es que puede hablar al revés, le decías una palabra y le daba la vuelta rápidamente mientras yo tenía que pensar unos segundos más.

Este año después de muchos veranos sin coincidir, lo vi en aquel parque jugando con niños, me acerque y lo saludé, me saludó muy afectivo, estuvimos bromeando un rato hablando al revés, le presente a mi hijo, y cómo había hecho conmigo hace más de veinte años lo metió en el grupo y se pusieron a jugar todos juntos.

 

Esta es la pequeña gran historia de mi amigo Matías, el hombre que siempre será un niño.