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Xenia, Laura y Fredy el cubano

en Hetero: Infidelidad

Parte1- Xenia

 

A sus 32 años la dulce Xenia se conservaba bien, muy bien podría decirse. 4 años casada con Oscar y una hija, la pequeña Ana de 2 años, no habían hecho que perdiese ni una pizca de la sensualidad que siempre tuvo y que levantó pasiones durante su más tierna juventud. Y es que Xenia había sido una de las mujeres más deseadas de su ciudad no hacía tanto, una pequeña ciudad del norte de España donde los hombres suspiraron y aún seguían suspirando por ella. No era muy alta, 1,62, pero era una verdadera preciosidad. Rubios tirabuzones caían hasta la mitad de su espalda, su piel clara y limpia, sus ojos azules cielo y unos rasgos dulces y perfectos la hacían toda una belleza. Siempre estuvo en forma sin proponérselo, heredó un cuerpo que no necesitaba de gimnasios ni ejercicios, sus piernas siempre firmes, su cintura siempre plana y su culo siempre carnoso y elevado. Pero eran sus deliciosos pechos lo que siempre llamó más la atención, no por su tamaño que siendo grandes no eran enormes, sino lo tersos y elevados que se mantenían siempre y por los tremendos pezones que fácilmente se excitaban y era imposible disimular. Después del embarazó y de dar de mamar a Ana, pensó que sus pechos se estropearían pero no fue así, sino todo lo contrario, se hicieron ligeramente más grandes.

 

Esa era Xenia a sus 32 años, con una vida plena, aparentemente. Y es que el último año había sido duro para ella. Dejó el trabajo cuando se quedó embarazada y ahora lo echaba de menos, con Anita ya caminando por ahí se sentía ciertamente inútil. Pensó en volver a retomarlo pero a Oscar no le pareció bien y ella, sumisa, lo aceptó. No, ya no encontraba en Oscar el apoyo que antes le daba. Después de 8 años de relación las cosas estaban desgastándose, al menos ella lo sentía así, tal vez él no, siempre los hombres menos intuitivos, menos necesitados de algo mas. No lo echaba de menos cuando él salía por trabajo semanas enteras de viaje, no le importaba que se fuese con sus amigos de juerga, cosas que antes le irritaban ahora a Xenia le daban igual. Y el sexo. Prefería no pensar en el sexo. Nunca había sido grandioso con Oscar, el no estaba muy bien dotado pero antes era incansable y generoso, siempre dispuesto. Ahora el sexo se había convertido en una obligación que no la proporcionaba ningún placer, rutinario e incluso molesto. Y no es que ella no tuviese ganas, todo lo contrario, en su interior se sentía necesitada de sexo salvaje, de ardiente pasión, de todo aquello que nunca tuvo con Oscar, si con otros, con otro en concreto. A veces recordaba a Antón, su primer novio, no muy guapo pero muy tierno cuando tenía que ser tierno y un ciclón en la cama con una buena herramienta que la saciaba cada vez, pero se dejó llevar por sus amigas, por su propia madre, que decían que aquel muchacho desgarbado y sencillo era poco para ella, en cambio Oscar, un galán de buena familia era lo que más le convenía.

Así fueron las cosas y Xenia se sentía vacía ahora, le faltaba algo que no iba a encontrar en casa, no sabía el que pero sentía que tenía que buscarlo.

Fue por esa sensación de vacío en su vida por la que decidió acercarse a aquel local del que había oído hablar, donde se daban clases de baile latino, y algo más, bueno, eso no lo sabía. En aquella pequeña ciudad donde todos se conocían, los rumores eran constantes y desde que abriera aquel local nunca cesaron. Se decía que además de clases de baile se ofrecía sexo pagado a las mujeres. Bueno, eso no era lo que la llevaba allí. Siempre la había encantado bailar y durante mucho tiempo deseó apuntarse a clases de baile pero primero la ausencia de escuelas en su ciudad y después las negativas de Oscar la echaron atrás. Había discutido con Oscar antes de decidirse a ir, pero la decisión estaba tomada.

Academia de baile “Fredy el cubano” decía el cartel rojo de la entrada. Eran las 7 de la tarde de un caluroso viernes de mayo cuando Xenia, ataviada con una pequeña minifalda vaquera y un top negro que se pegaba a su figura como todo hombre querría hacer, dio el paso que cambió su vida. Se lo pensó una vez más antes de entrar pero lo hizo, abrió la puerta y observó el panorama.

El local era pequeño pero acogedor, con una pista de baile de 10x10 más o menos, una zona de barra empotrada al fondo y unas escaleras que daban a la planta de arriba donde estaban los servicios y una puerta que ponía privado. En la pista había 7 personas, 5 mujeres, todas ellas rondando la cincuentena y dos hombres, ambos negros, uno bajito y regordete de unos 50 años y el otro más alto y estilizado que rondaría los 40, todos bailando al son de la gota fría de Carlos Vives. En la barra había otro tipo, este mulato, mayor, casi un anciano, con una graciosa camisa hawaiana y sombrero de paja que se movía también al compás de la música.

En esas estaba Xenia, observando el panorama, cuando notó que se acercaba hacia ella el negro más alto, sin dejar de bailar. Vestía unos pantalones piratas de color beige y una camisa de tirantes negra que dejaba entrever un cuerpo fibroso y atlético. Calzaba unas zapatillas negras que parecían muy cómodas y en su cuello destacaba una gorda cadena de oro que brillaba tanto como su cabeza totalmente afeitada. Con una bonita sonrisa en la cara siguió acercándose a Xenia que de repente se sentía algo nerviosa.

 

-         Princesa, en este local todo el mundo tiene que bailar.

-         Es que, solo venía a informarme.

-         No te preocupes, yo te informo mientras bailamos.

 

Mientras decía esto el negro había atraído hacia él a la pequeña Xenia que intentaba moverse al ritmo de su anfitrión.

 

-         Yo soy Fredy, natural de la Habana, el dueño y quien te va a enseñar a bailar aunque veo que no lo haces mal.

-         Yo soy Xenia, pero no estoy segura, tengo que conocer las tarifas y horarios…

-         Aquí no hay ni tarifas ni horarios ni matrículas ni nada de nada. Esto está abierto de 5 de la tarde a 10 de la noche y el que quiere entrar a aprender a bailar pone 5 euros cada día, sin límites de horas. Es así de fácil, muñeca.

-         ¿Así de fácil?

-         Si, princesa

 

Xenia se quedó sorprendida con aquello, no era lo que había esperado pero le gustaba la flexibilidad de horarios y no tener ataduras si un mes no quería ir. Todo esto pensaba mientras intentaba seguir el ritmo de aquel cubano que echó mano a su cintura atrayéndola de nuevo hacia si. Le pareció demasiado atrevida la forma en que aquel sujeto la agarraba pero no la desagradaba.

 

-         Lo haces muy bien princesa

-         Gracias

-         Vas a necesitar pocas lecciones pero aquí lo importante es divertirse y soltar el estrés. Ven conmigo que te presento a mi compadre y socio.

 

Se acercaron hacia el otro tipo, el más bajito que se movía increíblemente bien para su evidente sobrepeso.

 

-         Edu, esta preciosidad va a empezar a bailar con nosotros.

-         Hola, soy Xenia

-         Hola mi amor, yo soy Eduardo, el socio de Fredy y estoy aquí para lo que necesites.

-         Muchas gracias.

-         Bueno linda, ven que te sigo enseñando el local.

 

Fredy volvió a tomar a Xenia de la cintura y la acercó ahora hasta la zona de barra donde aquel simpático viejito seguía moviéndose al son de la música de Juanes ahora.

 

-         Wesner, marchando un mojito para esta hermosura que empieza con nosotros.

-         Wesner Andrés Fernández Santacruz para servirla, señorita.

-         Jejeje, muchas gracias.

-         Mi compadre Wesner es colombiano y prepara los mejores mojitos de España, es la gasolina necesaria para bailar, yo nunca empiezo sin tomar uno.

 

El simpático Wesner se puso manos a la obra mientras Fredy seguía arrimándose a Xenia en cada meneo de sus caderas. Xenia se sentía un poco incómoda pero se dejó llevar, viendo que todas las mujeres allí hacían lo mismo.

 

-         Aquí tienes preciosa, espero que te guste.

-         Muchas gracias.

 

Aliviada se llevó el mojito a la boca y lo probó, estaba cargado pero realmente bueno, además hacía calor y agradeció aquel refrescante cocktail.

La siguiente hora la pasó bailando cada vez más suelta, siempre supervisada y aconsejada por Fredy o Eduardo. Cuando quiso darse cuenta eran las 8:30 de la tarde, se le había pasado el tiempo volando entre canción y canción.

 

-         Bueno Fredy, me tengo que ir ya, muchas gracias, creo que volveré.

-         Cuando quieras, mi amor, te estaremos esperando ansiosos.

-         Si, me lo he pasado muy bien, eran 5 euros más el mojito…

-         No, preciosa, el primer día es gratis.

-         Bueno, pues gracias de nuevo.

-         A ti por alegrarnos la tarde.

 

Con esas palabras se despidió dándole dos besos a Xenia que se sintió un poco excitada. Salió algo nerviosa, como había entrado. De camino a casa, mientras se le pasaba el sofoco, fue pensando en aquel extraño lugar y en aquel extraño personaje. A ella nunca le habían gustado los negros, muchas de sus amigas fantaseaban con ellos, con aquella leyenda sobre lo bien dotados que estaban pero ella no, no se sentía atraída. Aunque tenía que reconocer que aquel Fredy no estaba nada mal, tenía un cuerpazo, bonitas facciones y una sonrisa espectacular. Además esa forma de bailar, de mover las caderas, de frotarse contra ella, uffff, acababa de darse cuenta de que estaba un poco cachonda. Y acababa de darse cuenta de que hacía mucho tiempo que no estaba cachonda. Intentó alejar a Fredy de sus pensamientos el resto del día pero no pudo, incluso en la cama pensó en el, ¿cómo sería estar con un negro? Estaba realmente caliente, se giró hacia Oscar y sin avisar metió su mano debajo del bóxer de su marido agarrando su pequeña virilidad.

 

-         ¿Qué coño haces?

-         ¿Y tu qué crees?

-         Estoy cansado.

-         Bueno, tú relájate y disfruta

 

Mientras decía esto último le bajaba los calzoncillos y seguía acariciando su flácido pene que ya comenzaba a elevarse. Sin mediar más palabras se acercó a aquella polla y se la metió en la boca. Era pequeña y se la podía tragar entera sin dificultades, así comenzó un suave sube y baja hasta que la verga de su marido estuvo completamente dura. Pero quería excitarle más y echar un buen polvo y sabía que a Oscar le encantaba que le dijesen guarradas mientras tenían sexo

 

-         ¿Te gusta como te la chupo?

-         Ohhh, si, que cerda eres.

-         Me la voy a tragar entera, hasta los huevos.

-         Si, guarra, chupa este pollón

 

El pobre infeliz siempre había creído que su polla era grandiosa, nada más lejos de la realidad. Xenia engulló como pudo aquel pedazo de carne pero enseguida una abundante corrida llenó su boca.

 

-         Ahhhhhhhhhhh, ahhhhh, ahhhhh.

 

Tres buenos chorretones de leche fue todo lo que Oscar le dio a Xenia aquella noche.

Después de eso se fue al baño, lo escupió y se enjuagó la boca. Cuando regresó a la cama Oscar ya estaba durmiendo y ella seguía igual de cachonda, solo que además indignada con su marido. Fantaseó con Fredy antes de dormirse, se sentía extraña, no podía dormir, aquellos sutiles roces de su cuerpo con el atlético negro la habían trastornado. Alguna vez antes le había gustado algún chico que había conocido pero nunca hasta el punto de excitarse como estaba ahora. Solo deseaba volver a aquella academia y seguir bailando.

 

Las siguientes semanas empezó a acudir regularmente lunes, miércoles y viernes a las 7 de la tarde a la academia de Fredy el cubano. Bailaba durante hora y media y se liberaba. Era el mejor momento de la semana. Se arrimaba a Fredy, dejándole tocar más de lo que debería, pero también a Eduardo que no era manco y siempre se iba excitada para casa. Además hizo amistad con algunas de las señoras con las que coincidía y en concreto con una, doña Adela, una divorciada que vivía cerca de su casa y con la que compartía siempre el camino de vuelta. Ella llevaba más tiempo practicando el baile y a sus 49 años era una gran bailarina.

Un miércoles de agosto la cosa se desmadró para Xenia. Fredy ya la tocaba su carnoso culo con total naturalidad, pero ese día fue más allá. Debido al sofocante calor (el local no tenía aire acondicionado) y las fechas vacacionales ese día solo habían acudido 3 alumnas a la clase, doña Adela, Xenia y una rusa llamada Eva, de unos 35 años muy poco sociable. Después de una hora en la que bailaron combinando parejas la rusa se marchó dejando a doña Adela con Eduardo y a Fredy con Xenia. La rubia se había tomado ya 3 mojitos bien cargados y estaba un poco fuera de si, cosa que aprovechó Fredy para sobarla cuanto quiso. Recorría sus muslos de arriba abajo con sus enormes manos siempre al son de la música, se detenía en sus apetecibles nalgas y volvía a bajar hasta que en un momento sus manos fueron más allá, rozando levemente su entrepierna bajo el blanco vestido veraniego que llevaba Xenia. Ella no pudo más que emitir un leve gemido de placer al notar el contacto y mirar deseosa a Fredy. Fue entonces cuando irrumpió en la sala un grupo de mujeres, ya eran las 8:30. Esto sacó a Xenia de su estado de shock. Reaccionó, se separó de Fredy y subió al baño a refrescarse antes de irse a casa. Ya en el baño pensó en lo que había pasado. Estaba mal, ella era una mujer casada y no podía dejar que ese negro la sobase como a una cualquiera, pero su cuerpo decía lo contrario. Se tocó la entrepierna, allí donde Fredy la había rozado y notó una enorme humedad. Estaba mojada con solo un roce. Se echó agua en la cara y bajó. Se despidió de Fredy y Eduardo con dos besos como siempre, pagó a Wesner y salió junto a doña Adela. Ya de camino a casa la conversación sorprendió a Xenia

 

-         Ten cuidado, Xeni

-         ¿Cómo dices?

-         Ten cuidado con ese negro que te está embaucando. Se toma demasiadas confianzas y tú estás casada y con una criatura.

-         Si, puede que tengas razón pero ya sabes como son esos dos, pero no te preocupes, solo son tonteos.

-         Lo se, Xeni, pero ya sabes que esta ciudad es muy pequeña y a la gente le gusta mucho hablar. Y si llega a oídos de tu marido que andas tonteando con el profesor de baile ¿cómo crees que le sentaría?

-         Si, tienes razón

-         Además ya sabes que aquí hay otro negocio además del baile.

-         Si, algo había oído pero no sabía si era solo un rumor o era cierto.

-         Si, hija si, es cierto. Doy fe de ello jajaja.

-         Pero doña Adela jajaja ¿usted? No me lo puedo creer.

-         Que quieres, niña, una tiene sus necesidades.

-         Y ¿cómo? ¿cuándo?

-         Pues suele ser los viernes a última hora, allí se va a bailar y a beber y a lo que surja. Suele haber más amigos de Fredy aparte de Eduardo y pues más o menos se van formando parejas, y… bueno, ya sabes.

-         Jajaja, y ¿qué tal?

-         Uffff hija, el dinero mejor invertido de mi vida, pero no te voy a dar más detalles no vaya a ser que te pique la tentación, tu a casa a cuidar de Anita y a tu marido. Eso es para divorciadas viejas como yo, estoy seguro que a ti no te cobrarían jajaja.

 

La conversación siguió por otro camino pero a Xenia no se le podía ir de la cabeza aquella idea. Fredy se prostituía, era cierto, y al parecer lo hacía muy bien. Esa noche Oscar le hizo el amor a Xenia, o algo parecido, pero ella en todo momento estuvo pensando en Fredy, en su cuerpo atlético, en sus fibrosos brazos, en su blanca sonrisa y en lo que podría tener en su entrepierna.

Estaba inquieta por lo que le había contado doña Adela y quería comprobarlo. Se había decidido, ese viernes iría a última hora a clase a ver lo que sucedía allí. Lo organizó para dejar a la pequeña Ana con su madre aquella noche ya que Oscar salía de juerga con sus amigos y se preparó.

 

Dicho y hecho, el viernes a las 9 de la noche se presentó en el local ataviada con una ropa muy sexy. Unas botas marrones que le llegaban a media espinilla, una minifalda negra muy corta y un top azul ajustado y súper escotado que realzaba sus tremendos pechos. En el local había cuando entró 5 mujeres, ninguna conocida y pronto se dio cuenta que casi todas estaban algo borrachas. Era viernes por la noche y los mojitos corrían sin control. Había también otros 4 hombres además de Eduardo y Fredy, todos ellos negros y rondando los 40. Entre todas las mujeres destacaba una, la que bailaba con Fredy cuando entró. Tendría su edad aproximadamente, el pelo castaño en media melena y una cara que sin ser especialmente bonita despertaba mucho morbo. Estaba muy bronceada y lucía unas piernas y un culo espectaculares, pero lo que mas llamaba la atención de ella eran sus tremendas tetas. Eran enormes y además el vestido que llevaba ajustado y muy escotado dejaba ver mucha carne. Se movía como una auténtica zorra, restregándose contra Fredy, juntando su culo contra el paquete del negro mientras algunas de sus compañeras ya pasadas de copas la jaleaban. Xenia se sintió celosa, llevaba allí 5 minutos y Fredy ni se había percatado de su presencia. Aquello no era una clase de baile, más bien parecía un picadero. Edu estaba apartado, solo en una silla observando el panorama y viendo que la preciosa rubia pasaba inadvertida se la acercó por detrás y agarrándola de la cintura la invitó a empezar a bailar. Xenia comenzó a moverse de mala gana mientras el regordete cubano la sobaba como era costumbre, pero ella no podía dejar de mirar a aquella otra pareja. Tras 10 minutos más Fredy por fin se dio cuenta de la presencia de Xenia y se acercó.

 

-         Mi amor, ¿cómo tú por aquí a estas horas?

-         Ya ves, hoy me venía mejor venir mas tarde

-         Como verás hoy hay más movimiento, no te puedo dedicar tanto tiempo.

-         No importa, Edu me atiende bien.

 

Después de decir esto se giró y comenzó a bailar con Edu de nuevo, restregándose con él, siendo todo lo zorra que podía, dejando que aquel negro la manoseara cuanto quisiera. Edu no perdía el tiempo y pronto sus manos amasaban sus redondas nalgas. La verdad es que Edu no la gustaba ni lo más mínimo, siempre estaba sudando y olía bastante mal. Además le faltaba algún diente lo cual le daba un aspecto dantesco pero en esos momentos nada la importaba, solo quería poner celoso a Fredy que de vez en cuando dirigía una mirada a la pareja de baile. Pero que estúpida era. Lo había considerado casi como de su propiedad cuando seguramente tendría 4 ó 5 alumnas más como ella, a las que daba un trato “especial”. Estaba perdida en sus cavilaciones cuando notó la mano de Edu bajo su falda, sobando sus carnosos glúteos. Se encontraban en una esquina de la pista, al otro extremo de donde se concentraba toda la acción, donde Fredy bailaba con aquellas putas y Wesner no paraba de servir mojitos. Nadie les prestaba atención y de eso se aprovechaba Edu para seguir con su sobeteo. No tardó en intentar algo más, separando el fino hilo de su tanga y deslizando un dedo por su entrepierna ante la total pasividad de Xenia, que se encontraba perdida, en otro mundo, viendo como Fredy la “engañaba” con otra. Pero todo aquel espectáculo la estaba calentando y lo roces de Edu no hacían sino aumentar esa calentura. Entonces notó un dedo invadiendo su intimidad y lo recibió como una descarga eléctrica, separándose cuanto pudo de su pareja.

 

-         ¿Qué coño haces?

-         Mamita, pensé que tal vez como habías venido hoy querías algo más que bailar.

-         Y ¿qué pasa hoy? Nadie me había dicho nada.

-         Pues que con los mojitos esto se calienta un poco y surgen cosas

-         Bueno, yo he venido a bailar nada más.

-         Pues bailemos mientras tomamos una copa

 

El rechoncho cubano se acercó a la barra y regresó con dos mojitos y siguieron bailando. Xenia, ansiosa y furiosa se tomó el suyo de un trago prácticamente y seguido fue a por otro. Eduardo listo como un zorro vio el panorama que se le presentaba y no perdió el tiempo intentando emborrachar a Xenia. Con cada mojito que tomaban el cubano se propasaba un poquito más con la dulce rubia que pronto comenzó a sentirse mareada. El rechoncho negro le había pedido a Wesner que cargase más las copas de Xenia que era ajena a todo lo que le rodeaba salvo Fredy. Malhumorada miraba como el atlético cubano se frotaba con la guarra de los enormes pechos. A su vez Fredy lanzaba miradas furtivas que Xenia interceptaba y aprovechaba para intentar ponerlo celoso, y para ello no tenía nada mas a mano que el sucio Eduardo. El cubano volvía a la carga, estaba en el paraíso, sus manos se movían como locas por todo el apetecible cuerpo de Xenia que se dejaba hacer. Se había olvidado de que estaba casada, de que tenía una hija, ahora era solo una mujer herida en su orgullo. Pero Xenia no era de piedra y los continuos contactos con el maloliente cubano la estaban calentando más cada vez. Algunas parejas comenzaban a desfilar por la puerta y otros se metían mano descaradamente en mitad del local. Fredy por su parte estaba colocado detrás de la chica de los grandes pechos y la arrinconaba contra la barra. Ella estaba visiblemente borracha y dejaba que las manos de su pareja se colasen por todas las rendijas de su vestido. Xenia volvió a notar la mano de Edu bajo su falda y esta vez no pudo impedir que un dedo penetrase en su húmeda vagina. No pudo reprimir un gemido de placer que el gordo tomó como una luz verde para seguir penetrándola. Comenzó un frenético mete y saca con su dedo mientras Xenia se mordía el labio inferior. Estaba fuera de si, todo aquel ambiente la tenía súper excitada y Edu sabía como seguir calentándola. Su coño emanaba fluidos mientras miraba a Fredy que ya se había percatado de la situación y a su vez jugaba con su mano en la entrepierna de su pareja. De repente Edu paró y sacó su mano empapada de debajo de la falda de Xenia. Esta se giró sorprendida, como pidiendo más. Ya no era ella, estaba fuera de si, había un incendio en su interior y tenía que sofocarlo como fuese, aunque tuviera que ser aquel gordo maloliente quien lo apagase. Edu la agarró entonces de la mano y la llevó consigo escaleras arriba. Xenia lo seguía mirando hacia atrás, hacia Fredy que la veía alejarse por las escaleras mientras besaba el cuello de su acompañante. La rubia estaba borracha después de 5 mojitos con extra de ron, no era dueña de sus actos y seguía sin fuerza de voluntad a su pareja. Una vez arriba pensó que la llevaría al cuarto privado pero no fue así, Eduardo entró en el baño de hombres, un pequeño cubículo inmundo con un lavamanos y un retrete que debía llevar meses sin limpiarse y que apestaba. Cuando respiró aquel hedor la preciosa rubia reaccionó y salió del trance en el que había estado sumergida.

 

-         Que haces, no, déjame salir de aquí.

-         Vamos Xenia, que lo estás deseando.

-         No no, estoy casada, no puedo hacer esto.

 

Pero el gordo cubano agarrándola por detrás volvió a introducir hábilmente su mano bajo la falda de Xenia y comenzó a masturbarla con velocidad venciendo así su débil resistencia. Xenia se inclinó entonces hacia delante dejándole su maravilloso culo expuesto al negro que no perdió tiempo, levantó la falda, bajó el minúsculo tanga y hundió su sudada cabeza entre aquellos glúteos. El cerdo mamaba de las partes íntimas de la delicada Xenia como un lechón recién nacido. Repasaba con su lengua el coño de abajo hacia arriba llegando hasta el rosado orificio anal de la preciosa rubia. Xenia no sabía que es lo que la sucedía, estaba sofocada, excitada, tenía pequeñas taquicardias y espasmos. No tardó en llegarla su primer orgasmo entre fuertes convulsiones. Sintió un placer extremo que ya no recordaba, hacía años desde la última vez que se corrió. Pero Eduardo seguía lamiendo y chupando en su entrepierna como un salvaje y Xenia volvió a excitarse rápido, su cuerpo estaba muy necesitado de sexo y tenía la intención de saciarse. Pero de repente el cubano paró, saco su cabeza de la entrepierna y giró a la dulce Xenia que pudo ver un espectáculo esperpéntico. Eduardo tenía la cabeza empapada de sudor y sus jugos vaginales y una sonrisa sádica asomaba en su rostro. El olor en el pequeño cubículo que carecía de cualquier tipo de ventilación era insoportable, mezcla de orines desparramados por el suelo, suciedad y el terrible hedor que desprendía ese cerdo que la había hecho correrse.

 

-         Ahora te toca mamar a ti preciosa – dijo Eduardo mientras posaba sus manos sobre los hombros de Xenia empujándola hacia abajo.

 

Xenia no replico, caliente como estaba a pesar de la desagradable situación. Se puso en cuclillas para no tener que tocar con sus blancas rodillas aquel suelo y comenzó a desabrochar el pantalón de tela bajo el que se marcaba una polla semierecta. Bajó el pantalón y ya a través del bóxer blanco pudo intuir lo que había debajo. Xenia bajó el calzoncillo y fue golpeada de lleno por una tranca negra y por un horroroso hedor que se desprendía de la entrepierna de ese sucio cubano. Xenia tardó en reaccionar ante lo que tenía delante. Una polla negra como el carbón y de unas dimensiones aceptables, nada del otro mundo pero más grande que la de Oscar. Estaba absorta mirando la verga cuando Eduardo la agarró con ambas manos la cabeza y dirigió su ariete a la boca de la rubia que no tuvo más remedio que abrirla al máximo para alojar el rabo de su pareja.

 

- Vamos rubia, chupa el polo de coca cola.

 

Xenia no podía responder, trataba de no asfixiarse con aquella polla cuando Eduardo empezó un frenético mete y saca en aquella dulce boca que se iba amoldando a las  dimensiones de su agresor. El sabor era repugnante, mezcla de orines, semen y varios días sin ducharse.

 

-         Oh, zorrita, cuanto hacía que no me la mamaban así, eres tan buena como me imaginaba.

 

Eduardo iba aumentando la velocidad de sus embestidas sin importarle ni lo más mínimo la incómoda situación de su pareja. Los labios de Xenia frotaban aquella polla que se introducía entera en su boca hasta tocar en la garganta del bombón. La preciosa rubia sufría arcadas continuas tanto por la follada de boca que estaba recibiendo como por el repugnante sabor de la tranca pero lograba contenerse. Eduardo, daba sonoros bufidos de placer mientras Xenia solo podía emitir ligeros sonidos guturales. Después de 5 minutos de mamada Eduardo saco su brillante polla de la boca de la pequeña Xenia que estaba encajonada entre el gordo negro y la baza.

 

-         Chúpame los huevos, cerda.

 

Xenia no había tenido tiempo de reparar en los cojones que le colgaban al cubano, negros y llenos de pelo. No tuvo más remedio que acceder y abriendo su boca al se introdujo primero un huevo. Lo chupó, lo sacó y se metió el otro.

 

-         Oh si, guarra, los tengo a reventar, te voy a llenar de leche, pero primero te voy a follar como nunca te han follado.

 

Xenia ya no hablaba, se limitaba a asentir, se levantó como la indicaba el sucio cubano y se colocó flexionada hacia delante dejando su culo en pompa para recibir el ataque de Eduardo.

 

-         Ten cuidado, por favor.

-         Dentro de un minuto me vas a pedir que no pare.

 

Xenia era una marioneta en las manos de aquel sucio patán, no tenía capacidad para contradecirle, hacía todo lo que le mandaba. Volviendo a levantar la falda y apartando el tanga a un lado Eduardo comenzó a introducir su duro mástil en el estrecho coño de Xenia, acostumbrado a la pequeña polla de Oscar. El negro ariete se abría paso con dificultades en el interior de Xenia que gemía.

 

-         Que estrecha estás, puta, te voy a reventar.

-         Ahhhh, ahhhh, ahhhh, duele, despacio por favor.

 

El negro se recostó sobre la espalda de Xenia dejando ir toda su polla ante los gemidos de dolor de la rubia. En esa posición con la cabeza encima de la sucia taza del water Xenia notó como el negro la bajaba su top, desabrochaba su sujetador y liberaba sus perfectos pechos que rápidamente fueron atrapados por las negras manos de Eduardo que se estaba dando todo un festín.

 

-         Pero que tetas tienes, rubia. Me vas a dar de mamar.

-         Ahhhh, ahhhh, me matas, cabrón.

-         Si acabamos de empezar.

 

Pero el cuerpo de Xenia empezaba a reaccionar y el dolor iba dando paso al placer. Ya entraba con soltura toda la polla de Eduardo que seguía apretando para luego embestir salvajemente y volver a sacar su tranca. Sus manos agarraban con fuerza los blancos pechos de Xenia que ya estaba completamente excitada y cerca de alcanzar otro orgasmo. Sus pezones, negros y erectos la delataban y Eduardo se dio cuenta.

 

-         Ya te empieza a gustar, zorrita.

-         Ahhh, ahhh ahhh, si.

-         Te voy a dar una follada que no vas a olvidar, guarra.

-         No pares, cabrón.

-         ¿Te gusta mi polla?

-         Si, me encanta.

 

Eduardo enardecido y viendo que tenía a la rubia fuera de si empezó a follarla como un salvaje. Soltó sus pechos, se irguió y comenzó con bruscos movimientos de cadera que dejaban ir toda la polla en el interior del ya no tan estrecho coño de Xenia. Aquel negro rabo la estaba haciendo subir a las estrellas, ni lo mucho que la desagradaba  su amante, ni el sucio cuarto donde estaban, ni el repugnante olor la impedían disfrutar de aquello.

 

-         Ohhhhh, Edu, me matas.

-         Como os gusta el rabo negro a las blanquitas, no sabéis lo que es una polla hasta que probáis esto.

-         No pares, cabrón, no pares.

-         Eres todo una yegua, no como la gorda de mi mujer, y yo te voy a montar como te mereces.

 

Pero el gordo ya estaba asfixiado y no daba mucho más de si, ríos de sudor corrían por su frente goteando sobre el precioso culo de Xenia que en esos momentos experimentaba su segundo orgasmo, este mucho más intenso y largo que el anterior. Los espasmos y contracciones de la vagina de Xenia fueron demasiado para Eduardo que empezó a correrse como un loco entre gritos y bramidos. La dulce rubia noto como su interior se inundaba con viscoso semen, lo cual hizo que su propio orgasmo se prolongase.

 

-         Ahhhhhhhh, zorra, me has sacado toda la leche, ahhhhh, ahhhhh.

-         Ohhhhh, cabrón, me llenas.

 

Edu mantuvo aún su polla unos segundos dentro del coño de Xenia para luego sacarla de golpe, cubierta de flujos y semen.

 

-         Dame un repasito, cariño, no vaya a ser que mi mujer note que he estado follando con otra.

-         Me da asco.

-         Hace un minuto adorabas mi rabo y ahora te da asco, acabemos bien la noche.

-         Bueno

 

Xenia, ya saciada quería acabar con aquello cuanto antes, se sentó en la baza, con sus tetas aún al aire y Eduardo acerco su sucio y semierecto rabo a la cara de su amante que haciendo de tripas corazón abrió la boca y chupo aquella barra de chocolate. El sabor era repugnante pero no quiso pensar en ello y se la chupo con esmero hasta que quedó limpia.

 

-         Muy bien zorrita, ha sido uno de los mejores polvos de mi vida, cuando quieras repetimos.

-         Esto no puede volver a pasar, Edu, y nadie tiene que saberlo.

-         Como quieras mi amor, pero yo diría que tú estás necesitada de polla.

-         Eso es problema mío.

 

El negro se subió los pantalones y salió del baño. Xenia se quedó un rato recapacitando sobre lo sucedido. Se lavó la cara y enjuagó la boca, aún estaba un poco borracha pero un sentimiento de culpa empezó a brotar en su interior, de incredulidad, ¿cómo se podía haber dejado poseer por un repugnante negro en un mugriento baño? ¿Cómo podía haberse corrido dos veces con ese sucio patán? Si al menos hubiese sido con Fredy. Intentó no pensar más en ello, se arregló un poco, se colocó bien la falda y el top y salió del baño. Ya no quedaba nadie en el bar, desde la parte de arriba solo se veía a Wesner barriendo la pista. Se dispuso a bajar y marcharse pero algo llamó su atención. La puerta del privado estaba entreabierta y se oían gemidos procedentes del interior. Xenia no pudo evitar la tentación de mirar lo que estaba sucediendo allí adentro. Se asomó ligeramente y quedó impactada. Dentro del cuarto privado, sobre un sofá Fredy estaba montando a la chica de las grandes tetas de forma brutal. La pobre mujer, a cuatro patas, gemía como una loca ante las estocadas que recibía a gran velocidad mientras sus pechos bailaban descontrolados al son de los pollazos. Pero lo que más impactó a Xenia fue el momento en el que Fredy sacó su rabo de golpe para cambiar de posición. Se quedó parado un rato de perfil según Xenia estaba colocada y pudo apreciar en todo su esplendor una inmensa polla de no menos de 25 centímetros y un grosor bestial. No creía la dulce rubia que pudiese existir algo así, ni mucho menos que una mujer fuese capaz de albergar eso en su interior, pero aquella zorra lo hacía y pedía más. Fredy agarró a la chica, la volteó y volvió al ataque, esta vez en posición de misionero mientras hundía su cara en los perfectos pechos de aquella golfa, que no paraba de gemir y pedir más.

 

-         Oh Fredy, ohhhh, me vas a partir en dos.

-         Solo acabamos de empezar, Laura.

-         Quiero que me folles toda la noche.

-         Cuando acabe contigo no te vas a poder mover en una semana, putilla.

-         Ahhh, ahhh, ahhhh, adoro tu polla. La quiero para mi sola.

-         Mi polla es para compartir.

 

Xenia estaba alucinada, aquel rabo debía ser al menos 3 veces más grande que la de Oscar. No podía apartar la mirada de aquella escena, todo la atraía, El cuerpo de Fredy, su inmensa polla y aquella cerda que recibía los pollazos del negro y gritaba como una loca, con sus enormes pechos que hacían parecer los suyos pequeños. Se estaba calentando de nuevo, deseaba poder entrar y unirse a aquella escena pero tenía miedo, estaba segura de que aquella polla la desgarraría por dentro. Después de unos minutos Fredy se volvió a levantar y miró hacia la puerta descubriendo a su preciosa observadora que reaccionó como si hubiese recibido una descarga apartándose de la puerta sin dejar de mirar, pudo atisbar como Fredy la guiñaba un ojo mientras sonreía y volvía a la carga.

Xenia volvió en si y se fue del local a toda velocidad sin siquiera despedirse del pobre Wesner al que había cogido un gran cariño. Casi corriendo llegó a su casa, eran las 12:30 de la noche, se duchó y se metió en la cama con intención de dormirse, pero estuvo hasta las 6 de la mañana despierta, pensando en todo, en Fredy, en su polla, en la tal Laura, en Edu, en los orgasmos. Al final se durmió justo antes de que Oscar llegase a casa.