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La nueva vida de Xenia (parte 5)

en No Consentido

La nueva vida de Xenia (parte 5)

 

Xenia despertó confusa al día siguiente. Le dolía todo el cuerpo, en especial su ano. Eran las 4 de la tarde y no quería moverse de la cama pero debía abrir el Drago’s en una hora. Sentía ganas de vomitar y estaba mareada así que decidió llamar a Ramón para decirle que no podía ir a trabajar.

 

-         Hola, rubia.

-         Hola Ramón. No me encuentro bien, no voy a poder ir al bar hoy.

-         No me jodas, Xenia. Tienes que ir, estoy fuera de la ciudad y no puedo abrir yo. Si me hubieses avisado con más tiempo.

-         Es que me acabo de despertar y no estoy en condiciones.

-         Anda, date una ducha y vete para el bar. Es domingo, habrá poca gente, cierra pronto y te vas a casa.

-         No se, Ramón, me encuentro realmente mal.

-         Ya te lo advertí anoche. Ese tipo no te conviene, es un hijo de puta mal parido.

-         Necesitaba el dinero.

-         Te habrán pagado bien por lo menos ¿no?

-         No se, Ramón.

-         ¿Qué te hicieron?

-         ¿Cómo dices?

-         Que qué te hicieron, que conozco esas fiestas y las mierdas que les van esos tipos.

-         Mira, no quiero hablar de eso ahora, no me encuentro bien

-         Anda, tómate un ibuprofeno, te das una ducha y a trabajar. Ya hablaremos.

-         Está bien.

 

A duras penas la despampanante rubia se levantó, se tomó un par de pastillas y se metió a la ducha que aún conservaba los restos de orines del día anterior. Tendría que hacer limpieza más tarde. Se vistió y de mala gana recorrió el camino hasta el Drago’s. En la puerta esperaba don Marcos solo.

 

-         Vamos rubia, llegas tarde.

-         Tranquilo, don Marcos, que no le va a pasar nada por empezar a beber 10 minutos más tarde.

 

Abrió la puerta y encendió las luces. El paisaje era tan deprimente como siempre y Xenia no estaba de humor. Afortunadamente la tarde fue tranquila. Solo don Marcos en la barra bebía un vino tras otro como era costumbre y algún cliente ocasional que entraba a comprar tabaco y tomar un café. Cuando ya estaba bastante entonado, cerca de las 12 de la noche, el viejo empezó a balbucear. Xenia echó el cerrojo, bajó las luces y comenzó a barrer para cerrar mientras escuchaba la cantaleta de don Marcos.

 

-         Ese gilipollas me ha dejado abandonado. Puto manco.

-         A lo mejor ha dejado el alcohol.

-         Claro, le diste esperanzas y ahora se piensa que si deja de beber vas a follar con él.

-         A lo mejor si, quien sabe – tonteaba la rubia.

-         Si, claro, y conmigo también.

-         Usted ya está muy mayor para mí.

-         Y por que sea viejo ¿no tengo derecho a disfrutar de un último revolcón?

-         Don Marcos, usted debería buscar una mujer de su edad.

-         ¿Un carcamal arrugado quieres que busque a estas alturas de la vida? Mira rubia, te voy a contar esto porque estoy un poco borracho, pero que quede entre tú y yo. En toda mi vida solo he estado con una mujer, mi esposa, y era fea como un demonio.

-         ¿Y por qué se casó con ella?

-         Eran otros tiempos, vosotros los jóvenes no lo entendéis. Me emborraché en las fiestas del pueblo, me la follé y luego tuvimos que casarnos. Así eran las cosas en mi juventud.

-         Que triste, don Marcos.

-         Llevo más de 20 años sin echar un polvo.

-         Bueno, ¿por qué no busca una profesional y se da una alegría?

-         Ya lo he intentado alguna vez, no creas, pero cuando llego donde ellas me da vergüenza, me arrepiento y me vuelvo a casa. Tengo dinero, pero no me atrevo.

-         No se que decirle, Don Marcos.

-         A lo mejor, con alguien de confianza, como tú…….

-         Pero que está diciendo, Don Marcos.

-         Nada, nada, supongo que un viejo como yo te dará asco.

-         Don Marcos, no es que me de asco, pero yo no hago esas cosas – mintió la rubia

-         Ya lo se, ya lo se, lo siento. Es que te veo, con ese cuerpo, esas tetas, esa boquita y me vuelvo loco. Nunca te lo he dicho, pero eres la mujer más bonita que he visto en mi vida.

 

Xenia se enterneció ante aquel ataque de sinceridad del viejo.

 

-         Muchas gracias, Don Marcos.

-         Es que hacerse viejo es muy jodido y si estás solo mucho más. Todos necesitamos un poco de cariño de vez en cuando y a mi hace demasiado tiempo que no me lo dan – decía el viejo mientras las lágrimas empezaban a asomar en sus ojos.

 

La nena empezaba a sentir una tremenda pena por aquel anciano que ya lloraba amargamente en la barra. No pudo evitar compadecerse de aquel hombre con el que tantas tardes había compartido. Sin saber porque se acercó a él y le pasó el brazo por encima consolándolo.

 

-         Vamos, don Marcos, no llore.

 

Pero el viejo había roto a llorar y ya no había forma de pararlo. Xenia, conmovida, le apretó la cabeza contra su pecho. Nunca había tocado a aquel hombre pero ahora, teniéndolo tan cerca, pudo observar con más detalle su aspecto. Conservaba una abundante cabellera grasienta y completamente blanca que se peinaba con raya a un lado, tenía una barba de 3 días y olía a rayos, mezcla del vino peleón que se tomaba y falta de higiene. Vestía un jersey rojo y pantalón marrón con unos zapatos negros totalmente desgastados. El pobre desgraciado seguía gimoteando sobre Xenia que trataba de animarlo.

 

 

-         Vamos, don Marcos, no se ponga triste. Usted todavía estaría de buen ver si dejase de beber tanto y se cuidase un poco.

-         No hija, el vino es la única motivación que tengo en la vida. Cuando uno está tan solo el alcohol es su único compañero.

 

Xenia no sabía que decirle. El viejo seguía gimoteando y ella lo abrazaba contra su pecho. Así estuvieron un rato hasta que el pobre desgraciado consiguió reponerse.

 

-         Muchas gracias, rubia. Siento haberte dado este espectáculo.

-         No se preocupe, todos tenemos momentos malos. Si puedo hacer algo más para ayudarlo dígamelo.

-         Bueno……. Si hay una cosa…… pero no se.

-         Dígame, estamos en confianza.

-         Es que no se si debo.

-         Vamos, don Marcos, después de lo que me ha contado ya no le de vergüenza sincerarse del todo.

-         Bueno, si me dejases tocarte un poco las…. ya sabes, las….. tetas, me harías el hombre más feliz del mundo.

-         Por dios, don Marcos, creía que había quedado ya claro que eso no podía ser.

-         Si, si, es que yo nunca he tocado unas como esas y me gustaría saber que se siente antes de morirme.

-         Pero si mis tetas no son gran cosa, son normalitas.

-         A mi me parecen las más bonitas del mundo.

 

Xenia estaba conmovida por las palabras de aquel viejo y pensó que no tendría nada de malo cumplir el sueño de aquel pobre desgraciado. Su vida era tan triste que la nena sentía que debía hacerle ese favor.

 

-         Está bien, le dejaré que las toque un poco por encima de la blusa pero nada más que eso, ¿de acuerdo?

-         Si, si, lo que tú mandes, con un poquito me harías el hombre más feliz del mundo.

-         Vamos, siéntese en esa silla.

 

El viejo, visiblemente nervioso, se levantó y casi cayó de bruces de la emoción y el abundante vino que había ingerido. Se sentó en la silla que la rubia le había indicado mientras Xenia se dirigió a la puerta para comprobar que estaba cerrada y correr las cortinas. Se había puesto nerviosa ante la situación pero cuando vio a aquel pobre diablo mirarla con cara de ansia sintió que no había nada de malo en lo que iba a hacer. Entre tanto el viejo, raudo y veloz, se había sacado una pastillita de viagra que siempre llevaba en su bolsillo y se la tomó sin que la nena se diese cuenta. Xenia también estaba nerviosa por la situación pero el pobre desgraciado le daba tanta pena que no pudo negarse. Se sentó sobre las piernas del viejo dándole la espalda y agarró sus callosas manos llevándolas sobre sus preciosos pechos. Cuando don Marcos notó el carnoso tacto de sus formas no pudo reprimir la emoción.

 

-         Dios mío, son maravillosas.

-         Son unas tetas normales, don Marcos.

 

Xenia, en su inocencia, no era del todo consciente de lo buenísima que estaba ni de las bajas pasiones que levantaban sus voluptuosas curvas.

Don Marcos amasaba con desesperación aquellos pechos mientras bajo su pantalón comenzaban a despertar sensaciones ya olvidadas hacía mucho tiempo para él. La rubia, por su parte, se estaba excitando levemente ante aquel ligero manoseo. Notaba sus pezones endurecerse y no hizo nada cuando las manos de don Marcos comenzaron a desabrochar los botones de su blusa y se introdujeron bajo ella.

 

-         Ohhhh, Xenia, me estás haciendo el hombre más feliz del mundo. Ya me puedo morir en paz.

-         Me alegro por usted pero vaya acabando ya.

 

Pero el viejo quería quedarse allí toda la noche y visto que la nena no oponía demasiada resistencia metió las manos bajo las copas del sujetador consiguiendo tocar los duros pezones de la rubia que seguía excitándose.

 

-         Esto no estaba dentro del trato, don Marcos.

-         Vamos, por favor, Xenia, déjame verlas un poquito, no pido más.

 

La rubia volvió a sopesar la petición y concluyó que no había mucha diferencia entre una cosa y la otra así que se levantó y se volvió a sentar, esta vez de cara al viejo que no cabía en si de su dicha. Se quitó la blusa y se desabrochó el sujetador liberando sus maravillosos pechos a escasos centímetros de la cara del viejo que babeaba ante el espectáculo.

 

-         Bueno, pero nada más, don Marcos.

-         Ohhhh, rubia, son preciosas. Eres una diosa – dijo el borracho mientras volvía a agarrar los senos de la rubia.

 

Xenia empezaba a estar bastante excitada ante los continuos sobeteos del viejo, tanto que no hizo nada cuando don Marcos hundió su cara entre sus turgentes pechos y comenzó a mamarlos como un poseso. La nena no podía reprimirse y pequeños gemidos comenzaban a salir de su boca junto con frases entrecortadas.

 

-         Mmm, mmmm, don Marcos, es usted un travieso.

-         Aghhhhhhggg

-         ¿Le gustan mis tetas?

-         Es lo mejor que he comido en mi vida

 

El viejo seguía a lo suyo mientras Xenia notaba una dureza emergiendo de la entrepierna del borracho. No podía creer que aquel viejo fuese capaz de empalmarse pero así era. Sus pezones estaban durísimos y sus pechos completamente cubiertos de babas. El borracho pasaba su lengua por toda la superficie de sus generosos senos y luego mamaba como un lechón. La rubia comenzaba a descontrolarse, su coñito se estaba humedeciendo y seguía notando la herramienta del viejo bajo ella lo cual le despertaba cierta curiosidad. Totalmente desinhibida por la excitación le habló.

 

-         Don Marcos, es usted muy malo, solo iba a tocarme las tetas por encima de la blusa y mire como me tiene.

-         Ahhhhh, rubia, este es el mejor momento de mi vida.

-         Se está usted portando muy mal.

 

Pero el viejo ya no escuchaba, solo se centraba en mamar de aquellos deliciosos cántaros. A ratos le faltaba la respiración y tenía que tomarse un respiro, en los que hablaba a la rubia.

 

-         Estoy en el paraíso, rubia.

-         ¿Le está gustando?  – preguntó la rubia con coquetería y haciéndose la tonta.

-         Siiiiii, aquí podría morirme en paz aunque….

-         Aunque ¿qué?

-         Hay una cosa……………

-         Cuénteme, don Marcos.

-         Siempre he querido que me chupen, ya sabes, que me chupen ahí abajo.

-         ¿Nunca le han he hecho una mamada?

-         No, preciosa, mi mujer pensaba que eso era pecado y por más que insistía no había forma.

 

La rubia volvía a sopesar la petición del viejo. Le parecía que eso ya era ir demasiado lejos pero miraba la cara de pena y tristeza del anciano y sentía que era como concederle un último deseo a un moribundo. Además sentía una cierta curiosidad por ver lo que se escondía bajo el pantalón del borracho así que sin pensarlo más se levantó para acto seguido arrodillarse frente al borracho con el que tantas tardes había compartido y con delicadeza desabrochar y bajar el pantalón dejando ante si unos viejos calzoncillos bajo los que se podía distinguir una importante erección. La nena no aguantó más y retiró la prenda dejando al aire una polla dura y venosa de un tamaño modesto. Primero la agarró con una mano, y comenzó a frotarla lentamente mientras jugaba con el borracho.

 

-         Don Marcos, quien iba a pensar que a su edad todavía podría ponerse así – decía la nena que no sabía de la pequeña ayuda en forma de pastilla que había tomado el viejo.

-         Ohhh, rubia, me estás volviendo loco.

-         Está usted muy bien dotado, es una pena que una polla así se haya desperdiciado durante tanto tiempo – mentía la nena para excitar más al viejo que comenzaba a jadear.

-         Rubia, chúpamela, por favor.

 

Xenia también estaba excitada por la situación, de rodillas frente a un viejo borracho en un bar de mala muerte, había algo en todo aquello que la traía loca. No hizo sufrir más al viejo y comenzó a mamarle la polla con la maestría que sus experiencias le habían hecho adquirir. Se la metió en la boca y comenzó a darle una mamada espectacular al viejo. Por alguna razón que no entendía sentía la necesidad de complacer a aquel desgraciado. Tal vez era la triste historia que le había contado o el cariño que le había cogido después de tantas tardes juntos pero la rubia estaba dispuesta a darle una buena ración de sexo oral a aquel desgraciado.

 

-         Ahhhh, estoy en el cielo, rubia

-         AAAhhhgggg, ahhhhggggg, ahhhhgggggg.

 

Xenia se metía por completo toda la polla en la boca sin dificultad, chocando a cada envite su nariz contra la abundante mata de pelos que rodeaba el falo. El viejo, se iba acelerando más y más, su corazón latía a mil por hora y sentía que se moría de placer. La nena notaba que el final estaba cerca por la agitación del viejo que bramaba de gusto

 

-         Ohhhhhhhhhh, ohhhhhhhh, más, más, rubia, me matasssss – dijo mientras sacaba su polla de la boca para dejar a la nena responder.

 

Oyendo esto Xenia aceleró el ritmo de su mamada y segundos después notó como la polla del viejo comenzaba a palpitar en su boca y empezaba la descarga. Uno, dos, tres, cuatro chorros de leche caliente inundaron su boca. Tragó cuanto pudo pero aquella corrida parecía no tener fin así que no tuvo más remedio que sacarse la polla de la boca y recibir la leche que aquella verga seguía escupiendo, más y más chorros ahora en su cara, en su pelo y en sus pechos. Parecía una fuente pero poco a poco fue perdiendo intensidad no sin antes dejar el rostro de la nena cubierto con su siminente.

Una vez terminado Xenia se levantó y se acercó a la barra para coger unas servilletas de papel y limpiarse. Mientras se quitaba todo aquel espeso líquido Xenia pensaba en lo excitadísima que estaba y en como podría bajarse la calentura cuando oyó un leve gemido por parte del viejo. Se giró y vio al borracho con el rostro contraído en una mueca de dolor sobre la silla.

 

-         Don Marcos ¿Qué le pasa?  

-         No me encuentro bien, me duele el pecho.

-         Por dios, don Marcos, voy a llamar una ambulancia.

-         Me duele el pecho, esta oprimido – seguía el viejo

 

Xenia se puso muy nerviosa y corrió hacia el teléfono para llamar una ambulancia, no era la primera vez que lo tenía que hacer en el Drago’s, y luego empezó a vestirse y adecentarse ella primero y luego a don Marcos que seguía manteniendo una fuerte erección lo cual trató de disimular bajo el pantalón.

En diez minutos llegó la ambulancia. Don Marcos se encontraba cada vez peor y rápidamente los paramédicos lo subieron en la ambulancia. Xenia, sintiéndose culpable,  cerró el bar y se subió también para acompañarlo, pero cuando le preguntaron por lo sucedido simplemente contó que el viejo había estado bebiendo toda la tarde y de repente se encontró mal.

 

Eran las 3 de la mañana cuando llegaron al hospital. Don Marcos estaba en estado crítico, sufría un infarto severo y su vida corría peligro. Lo introdujeron directamente a quirófano mientras Xenia fue conducida a un pequeña salita de espera vacía. Estuvo una hora allí, nerviosa, pensando en lo que había pasado, preguntándose si no estaría loca o enferma. ¿Cómo había podido hacer aquello con don Marcos? Y lo que era peor ¿cómo podía haberse excitado? Aún notaba su entrepierna húmeda. Mientras pensaba en todo eso no había reparado en su aspecto. Con las prisas y los nervios no había tenido tiempo de ponerse el sujetador, vestía solo su blusa bajo la cual se marcaban perfectamente sus duros pezones, y la corta falda negra. Pero lo peor era que no había reparado en que tenía algunos restos de semen en su despeinada melena. Así estaba la rubia cuando entró en la sala un médico, vestido con bata blanca y uniforme verde debajo, portando una tablilla con hojas y un bolígrafo. Era mayor, unos 55 años, calvo, alto y muy delgado. Usaba unas anticuadas gafas que dejaba caer bien abajo en su alargada nariz lo cual le permitía ver por encima de ellas y tenía la dentadura amarillenta propia de un fumador. Se dirigió a ella.

 

-         Buenas noches. Soy el doctor Bermúdez ¿Es usted familiar de Marcos Villanueva?

-         No, no soy familiar suyo.

-         ¿Cuál es su nombre?

-         Xenia XXXXXXX

-         Pero estaba usted con él en el momento del infarto ¿cierto?

-         Si, verá, yo soy camarera en un bar que él frecuenta todos los días.

-         Dígame como sucedió – preguntó escuetamente el médico mientras por encima de las gafas no le quitaba ojo a la apetitosa rubia.

-         Pues estaba en el bar y don Marcos llevaba toda la tarde bebiendo, como cada día. Ya estaba cerrando cuando se ha empezado a encontrar mal, me ha dicho que le dolía el pecho y yo lo he sentado en una silla y he llamado a la ambulancia.

 

El doctor iba apuntando todo lo que decía la rubia y una vez hubo terminado se le quedó mirando fijamente. A Xenia no le gustaba nada como la miraba aquel tipo, tenía aspecto de depravado sexual, solo quería zanjar el tema y marcharse a su casa.

 

-         Entonces, estás segura de que esto es lo que ha pasado, puedo entregarle esta declaración a la policía si abren una investigación la muerte de este viejo ¿cierto?

-          ¿Cómo? ¿don Marcos ha muerto?

-         Aún no, pero de esta noche no pasa. Pero, contéstame, esto es todo lo que tienes que decir.

-         Ehhhh, si, creo que si.

-         Bueno, tú verás.

-         ¿Qué quiere decir?

-         Mira, niña, ese viejo ha llegado al hospital con un infarto severo, producto de una agitación intensa, por no hablar de la empalmada de caballo que traía. Ahora te encuentro a ti aquí, despechugada y con restos de semen en el pelo. Vamos, que dos y dos son cuatro.

 

Xenia se quedó impactada por lo que le acababa de decir el doctor. Instintivamente se subió la blusa y se llevó la mano a su sedoso pelo notando un grumo enredado en él. Se puso roja como un tomate y nerviosa sin saber bien que decir.

 

-         Es que verá, este hombre es alcohólico y tenía una pastilla de viagra y no se que ha pasado…..

-         Mira, rubia, no me cuentes películas, llevo aquí 16 horas seguidas y no estoy para cuentos chinos. Solo se que tengo que rellenar el informe y que si a la policía le da por leerlo va a cantar por todos lados. Te puedes meter en un buen lío. Si no tienes nada más que contarme yo lo dejo así, cierro el informe y me voy para casa.

 

El doctor se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Xenia estaba histérica, no quería problemas pero no sabía que hacer.

 

-         Espere, doctor.

-         ¿Si? – dijo el calvo girándose con una pequeña sonrisa en su rostro que dejaba entrever sus amarillentos dientes.

-         ¿Podemos ir a un sitio más privado?

-         Sígueme – dijo el doctor encarando la puerta.

 

Xenia lo siguió por los desérticos pasillos del hospital, dejando cada vez más lejos la zona de recepción. Llegaron a una zona que parecía abandonada y el doctor abrió la puerta de un box, encendió la luz y le indicó a la rubia que pasase.

 

-         Aquí no nos molestará nadie, esta zona solo se usa de día.

 

En el cuarto había una camilla con reposapiernas, un biombo y unas cuantas estanterías llenas de productos médicos. Parecía una consulta ginecológica pero eso a Xenia le daba igual en esos momentos.

 

-         A ver, Xenia, cuéntame lo que ha pasado realmente.

-         Es complicado de entender.

-         Inténtalo.

-         Mire, don Marcos es un pobre desgraciado alcohólico. Todas las tardes viene al bar en el que yo trabajo y bebe hasta que cerramos. Hoy, por alguna razón, había bebido más de la cuenta y se puso triste. Me estuvo contando detalles íntimos de su vida y empezó a llorar. Yo traté de consolarlo por lástima y bueno, una cosa llevó a la otra y me pidió…..

 

Xenia dudaba en como contar lo que había sucedido. Se avergonzaba de ello pero no quería meterse en problemas así que se tragó su vergüenza y continuó.

 

-         Bueno, el me pidió que le dejase tocarme las tetas.

-         ¿Y tú aceptaste?

-         Me dio lástima de ese pobre desgraciado.

-         Y para animarse más se tomó una viagra.

-         De eso no me enteré, no sabía nada.

-         ¿Solo eso sucedió?

-         Bueno, después me pidió que le hiciese…. ya sabe.

-         ¿Qué le masturbases?

-         No exactamente.

-         ¿Qué le practicases una felación?

-         Si.

-         ¿Y accediste?

 

Muriéndose de vergüenza Xenia asintió con la cabeza. El doctor se sacó un paquete de tabaco del bolsillo de su bata y se lo encendió ante el asombro de la rubia y luego empezó a hablar.

 

-         Y supongo que eso fue demasiado para el viejo y le pegó un infarto.

-         Si – dijo Xenia mirando al suelo muerta de la vergüenza.

-         Bueno, guapa. La situación es esta. Te pueden acusar de muchas cosas. De aprovecharte de un viejo borracho, de un delito sexual y hasta de homicidio involuntario.

-         Pero yo solo quería…..

-         Sssssshhhhhh, déjame hablar. Ese viejo no pasa de esta noche, te lo aseguro, por lo tanto todo depende del informe que yo redacte.

-         Por favor, no quiero meterme en líos, omita los detalles, yo no he hecho nada malo.

-         Claro que lo has hecho, guarrilla. Chuparle la polla a un viejo alcohólico. Vamos a llevarnos bien y no te pasará nada.

-         Si, por favor, no quiero más problemas – suplicaba la rubia angustiada

-         Como veo que te gusta chupar pollas y a la mía le hace falta un buen repaso vas a empezar por esto. – dijo el doctor sobándose el paquete ante el asombro de la rubia.

-         Pero ¿qué se ha creído? Es usted un cerdo.

-         En eso no te voy a llevar la contraria. Pero me vas a obedecer o seré yo mismo quien le cuente a la policía las causas de la muerte del viejo.

 

Xenia no podía creer lo que le estaba sucediendo. Donde se había metido por complacer a un desgraciado. El doctor la miraba por encima de sus gafas con su cara de pervertido mientras daba calada tras calada a su cigarro.

 

 

Continuará.