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Me gusta tu pelo

en Lésbicos

Era viernes aquel fatídico día, bien entrada la noche, de hecho ya transcurrían los primeros minutos del sábado, yo estaba contenta porque celebrábamos el cumpleaños de una de mis mejores amigas y además estaba ahí con el chico que me gusta. ¿Qué más podía pedir? Por mi sangre fluían ya algunos grados de alcohol los cuales me hacían sentirme más desenvuelta y reírme por cualquier tontería. No llevaba mucho tiempo en ese bar cuando crucé la mirada con ella.  Nos miramos por escasos dos segundos y desvió su vista hacia abajo, yo seguí mirándola. La gran cantidad de rizos alborotados le tapaban el perfil así que yo también miré hacia otro lado después.

Disfruté mi noche, bebimos, bailamos, y volvió a aparecer entre la gente la chica de rizos de ébano. No tenía maquillaje pero su piel color caramelo no lo necesitaba. La volví a mirar y tuve la sensación de que se escondía de mí, pero aun así tenía curiosidad por verme que a veces no lograba disimular, y en esos momentos, estaba yo ahí. Observándola.

Decidí que quería hablarle, pero no podía hacerlo porque llevaba un acompañante. Me paré de la mesa y en el momento en que anotaba en un papel dos canciones para cantar en el karaoke apoyada en la barra con mis casi 1.80m de altura –ayudada por tacones-, tomé una servilleta y escribí en ella “Me gusta tu pelo :) 04XX XXXXXXX” el pequeño papel con las canciones se lo di a la encargada del karaoke y la servilleta le deslicé entre mi muslo y mi falda negra ajustada esperando el momento justo para entregárselo.

Luego de las 2 de la madrugada tenía la sangre aún más alcoholizada pero me mantenía lúcida, mi amiga cumpleañera no podía alardear de lo mismo y durante las miles de conversaciones que escapaban entre las risas le dije “tengo que darle mi número a una chica que vi”, mi amiga me dijo que ella se lo daría, que solo le indicara cual era la chica en cuestión. “Tiene mucho cabello, es rizado y largo, es delgada, está en el segundo piso del bar. Entrégale esto”. Y con mucho disimulo tomé la servilleta que escondía debajo de la falda y se la di tapándonos las manos con el mantel ante la mirada atónita de mi amiga. “Qué raro tu tan preparada, ni sé en qué momento hiciste esto”. Se paró de la mesa y yo quedé sintiendo cierto nerviosismo.

Después de un rato regresa mi amiga y entre señas me dice que no logró encontrar a la chica, que había dos mujeres de cabello rizado arriba y no supo cuál era a la que yo me refería. Me disculpé un momento con mi chico y subí a buscarla acompañada de mi amiga. No estaba arriba, sentí una leve desilusión por dentro, seguramente se había ido mientras yo estaba distraída haciendo shots de tequila. Que desperdicio.

Cuando estaba a punto de irme casi a las 4 de la madrugada llamaron mi nombre por el micrófono. Era mi turno de cantar. Sonaron los primeros acordes de aquel merengue noventero pavoso de boda que tanto disfruto y con toda mi soltura empecé a cantar “Tu espuma sobre el tocador, y aquel espejo que no ves, aún recuerdo una sonrisa de ti…” Entre la gente que me veía y otros que bailaban animadamente, estaba ella de nuevo, viéndome. Sonreí y cante con más ganas que antes, la morena de rizos salvajes veía en todas las direcciones pero inevitablemente seguía regresando a mi dirección mucho más que a cualquier otra. Apenas terminé, aproveché el sonido del público estallando en aplausos para indicarle a mi amiga donde estaba sentada la chica a la que le debía entregar la servilleta, mientras yo me iba y la esperaba en la salida. No confiaba en ella, nunca la había visto tan ebria aun así, deposité mis pocas esperanzas en mi amiga que quería ayudarme a pesar del estado en que se encontraba. “Concéntrate, es la que tiene la blusa negra, mírala está ahí”.

A los pocos minutos regresó “me besé con el mesero”, dijo entre risas y ahí mis esperanzas se esfumaron por completo. “Tranquila, si le di el mensaje, bueno, creo que era ella la que tú querías”. Le agradecí y le pedí a mi cita que por favor llevara a mi amiga a su casa porque en ese estado ella no podría manejar. Yo llegaría a mi casa en el carro de mi amiga y se lo regresaría al día siguiente.