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La sumisión de jazmín

en Dominación

Mi nombre es Tahotlo y voy a contar cómo Conocí a Jazmín.

Era un cálido día de otoño en Barcelona cuando nos conocimos, ahora hace dos años; desde entonces recibe mis órdenes «cada día», en persona o desde la distancia, ya sea por correo electrónico o por wasap.

El día que la conocí yo leía un libro sobre sumisión y dominación en la biblioteca cuando ella entró y se sentó en una mesa junto a la mía «no me di cuenta que ella observaba mi lectura». Al rato de llegar se levantó y sin dirigirme la palabra siquiera, dejó una nota doblada sobre mi mesa, se echó su larga trenza sobre el hombro izquierdo, ajustó una carpeta llena de apuntes bajo el brazo y salió de la biblioteca, se alejó moviendo sus tacones de aguja con mucho estilo.

En la nota ella había escrito lo siguiente.

-Hola me llamo Jazmín tengo veinte años y deseo ser sumisa de un hombre desde hace algún tiempo pero nunca me he atrevido. Hoy al verte a ti, un hombre que me dobla la edad, serio y formal leyendo los métodos de dominación; me he excitado y he decidido lanzarme al vacío y escribirte esta nota, ofreciéndome a ti para ser tu obediente sumisa.

Si solo ojeabas el libro ¡Tira la nota! Y olvida lo dicho, pero si eres un hombre dominante y deseas que yo sea tu sumisa ¡Aquí me tienes! Este es mi número de teléfono… ¡Llámame y dime qué te parece! Besos de Jazmín.

P.D. si solo quisieras aprovechar la oportunidad que te brindo para una aventura convencional no me llames ni me escribas, porque lo notaré al instante y te rechazaré, yo solo quiero ¡Un dominador verdadero!

Esa era la nota. 

Le pedí un folio al  joven de la mesa de detrás y redacte un contrato de sumisión «a mano» detallando los términos del mismo.

Puse una duración de cinco años renovable solo por acuerdo mutuo, La sumisión de Jazmín sería sumisión total. Mi dominación sería sin causar «daños o marcas permanentes», en los castigos o mandatos que yo decidiera aplicarle. En los actos meramente sexuales habría la misma limitación, además de ser cuidadoso de no dañar en penetraciones con objetos. Las ataduras siempre serían sin heridas ni sangrado. También podría darle órdenes de cualquier índole, «en persona o desde la distancia»; pero dichas órdenes no podrían impedir el desarrollo de la vida cotidiana de mí sumisa. ¡Jazmín!, me llamo Tahotlo y en este contrato acuerdo cuidar «mucho» de que encuentres felicidad en la sumisión, que nunca sea una sumisión ligada a tristeza alguna dentro de las prácticas de dominación y sumisión que realicemos. En la parte inferior del contrato escribí una nota de compromiso mutuo.

Juramos los dos en este contrato que tanto las acciones que decidamos hacer libremente, así como las fotos y textos que compartamos serán nuestro secreto de por vida «nunca» compartiremos este secreto con nadie.

Le hice una foto al contrato con el móvil, añadí su número a contactos y se lo mande por wasap escribiendo a pie de foto.

«Soy dominador y tengo experiencia». Y deseo que seas mi sumisa, si aceptas los términos de este contrato. Si es así mándame tu dirección y pasare para que lo firmes, ¡De acuerdo!

Tardó en contestarme un cuarto de hora, mientras tanto tomé un café en un bar y reflexione sobre Jazmín y sobre mi última sumisa, a la que no le renové el contrato a su término pese a querer ella (yo necesitaba cambiar de sumisa).

Me contestó con un wasap que decía así.

-He leído «dos veces» el contrato y estoy de acuerdo en todo, especialmente en lo relativo a la confidencialidad, porque me permitirá disfrutar de mi condición de sumisa con total libertad y sin temer la intromisión «de nadie» en mis deseos como mujer adulta. Te esperare en mi casa para firmarlo, esta es mi dirección... Estaré sola hasta las seis de la tarde, a esa hora llegan mis padres de recoger a mi hermano del aeropuerto.

Llegue a su casa a las cinco y cuarto de la tarde (el autobús tardó mucho en llegar), «debía haber cogido el coche esa mañana», teníamos el tiempo justo antes de que llegara su familia; toque a la puerta con el puño, ella abrió la puerta y me hizo pasar, llevaba una minifalda muy elegante y una bonita camisa de manga larga, sus grandes ojos miraban dentro de mí, con una mirada inteligente; tenía una expresión algo pícara, saque el contrato y lo puse sobre una mesa sin hablar, ella se acercó cogió un bolígrafo y lo firmó, se quedó de pie con las manos a su espalda.

-Ahora mismo quiero que te quites las bragas y me las des en la mano -dije con firmeza.

Se levantó la minifalda y se bajó las bragas sacándoselas por los pies, se le engancharon en uno de sus tacones, liberándose al tirar ella como si las bragas blancas de encaje fueran un tirachinas y dándomelas en las manos, las apreté las hice un gurruño y las guarde en el bolsillo delantero de mi pantalón, junto con mis llaves y unas monedas.

¡Jazmín nos vamos de paseo, yo llevaré tus bragas en mi bolsillo! ¡Qué te parece!

-Lo que Usted ordene Tahotlo -dijo con un hilo de voz.

Súbete la minifalda y mantenla alzada que quiero verte el coño ahora, alzó su minifalda sin demora dejando ver su gran chocho, depilado a los lados y recortado en el centro con los pelos púbicos con un espesor de cinco milímetros. (Su vagina era «un gran bollo», con los labios mayores grandes y los menores de un color rosa intenso). «Me empalme al instante», me acerque y acaricie su chocho con suavidad y toque su clítoris con mi dedo índice.

-Bájate la falda salimos ya ¡A! y desde ahora me llamarás «mi señor». ¡Entendido! -dije mirándola a los ojos fijamente.

-¡Sí mi señor! -Contestó con la voz quebrada. Su voz denotaba su nerviosismo y el estado de su vagina, («la cual estaba chorreando»); ¡aún tenía yo pringosa la mano!, con la que le acaricié el chocho, como si me hubiera echado crema de manos. Me chupe un dedo y me gustó «mucho» el sabor de su coño.

Salimos a la calle y nos pusimos a andar hablando de nosotros, yo le conté que era pintor, que principalmente hacia cuadros al oleo, también le dije que ahora vivía en Barcelona porque estaba preparando varias exposiciones para los dos próximos años, en la Ciudad Condal y en los alrededores.

Ella me dijo que estudiaba en la universidad de Barcelona, y que estaba haciendo la carrera de economía por las tardes. Por las mañanas trabajaba en una boutique de prestigio como dependienta. Me dijo que le gustaba montar a caballo, (yo le comente que a mí también me gustaba montar).

Ya habíamos caminado y hablado de nosotros unos veinte minutos cuando le dije.

-Jazmín, te voy a magrear el culo ahora mismo, pero sin detener el paso, ¡entendido!

-¡Sí mi señor Tahotlo! –dijo con su elegante tono de voz.

Metí mi mano derecha bajo su minifalda y agarre su culo mientras caminábamos, «comprobé antes que no venía nadie detrás», seguí tocando y apretando sus cachetes ¡Que culo tenia!, como las estatuas romanas, firme, redondo y ¡Alzado!, no pude evitar bajar más la mano y pasarle un dedo por el ojete del culo, rozándoselo con la yema áspera de mi dedo, dicho dedo era golpeado por sus firmes cachetes al caminar ¡Tenía que buscar un lugar donde follármela! ¡Ya!

Vi un callejón estrecho y solitario y pensé que era la ocasión para «estrenarla», no podía esperar a llevarla a mi piso, porque había ido a su casa en autobús y el puñetero coche estaba en mi barrio, a más de cincuenta kilómetros ¡¡Mi pene no consintió más espera!!!

Entramos en el callejón y observe que al fondo había un rincón, oculto y no visible desde la calle principal, el cual estaba lleno de desperdicios y de enseres viejos, vi un viejo palet de madera tirado en el suelo, detrás  la pared estaba casi limpia, la cogí por las caderas y  levante su minifalda, colocando su espalda contra la pared, acto seguido acaricie su culo desnudo con las dos manos despacio y apretándolo, después levanté mi mano derecha y estire el dedo índice, acercándolo a su boca y le ordene ¡Chúpalo! Ella se lo introdujo en la boca hasta chocar su barbilla con los nudillos de los otros dedos, lo saque de su boca muy húmedo y lo pase por detrás de su espalda, introduciéndolo entero en su ano, «pero despacio» mientras tanto con la otra mano le cogí la trenza, tirando de ella hacia atrás con delicadeza y pegando su cabeza contra la pared, haciendo que su profunda mirada coincidiera con la mía, mis ojos se clavaron en los de ella sin pestañear mientras movía mi dedo dentro de su ano durante cinco minutos.

Saque mi dedo de su distendido ano y le dije.

-¡Quítate toda la ropa y arrodíllate sobre ese palé de madera!, solo déjate los zapatos de tacón ¡Venga rápido! -ordené

Tiro de su minifalda Victoria's Secret y la lanzó al aire cayendo sobre el sucio suelo, luego desabrocho su blusa Lacoste y la arrojó junto a la minifalda, se desabrocho el sujetador Rosy balconette y lo tiró junto a un montón de periódicos amarillentos, ¡Tenía los pezones duros como tuercas «y de punta»! (Vestía de forma sofisticada y elegante, «como a mí me gusta»).

Me acerque a ella, que estaba delante de mí de rodillas mirándome a los ojos desnuda. Yo baje la cremallera de mi pantalón y saque mi gran pene que estaba muy duro y enroscado en los vaqueros como una serpiente de cascabel esperando salir y soltar «el latigazo», se lo acerque a la boca y le pregunté.

-¿Aún quieres ser mi sumisa?

-¡Claro que sí mi señor!, lo deseo Intensamente, nunca antes había sentido tanto placer con un hombre, los de mi edad tienen tantas ganas como dudas y usted mi señor no tiene ninguna duda y su ímpetu es casi primitivo –dijo con la misma devoción de una auténtica sumisa.

-Bien Jazmín, quería estar seguro antes de «profundizar».

Ahora deseo que me chupes el pene -le dije con naturalidad.

Comenzó dándome pequeños lametones muy despacio, como investigando mi pene con la punta de su lengua.

¡Cómo lamía mi miembro! Parecía que estuviera rebañando la cuchara después de hacer unas natillas. Después comenzó a introducirse mi pene en su boca, sus labios formaron un círculo rosado que rodeaba mi grueso pene justo por debajo del glande, pero solo se pudo meter la mitad dentro de su boca, (no le cabía entero); ¡su boca parecía el cuello de una botella de vino con el corcho atascado! Estando con medio pene dentro de su boca apretó un poco los dientes y lo mordió sin hacerme daño; «sentí placer», ella lo liberó de la dentellada y lo saque de su bella boca, su labio inferior que era carnoso y grueso quedó colgandero después del esfuerzo.

Acto seguido la puse en pompa arrodillada sobre el palet, las punteras de sus zapatos de tacón se encajaron en los huecos del palet como anclas de un remolcador dispuesto a llevarme a «buen puerto».

Yo, situado detrás de ella saque sus bragas de mi bolsillo y se las metí en la vagina enteras, girándolas en círculo; luego tire de ellas y salieron chorreando, las enrollé y se las metí en el ano despacio, hasta que entraron enteras (como un prestidigitador que escondiera un pañuelo), le dije que apretara el culo para aprisionarlas dentro y vi como se contraían sus glúteos y el ano se cerró ocultando en su interior la prenda de encaje.

Agarre mi pene, que estaba muy duro y tan tieso como la Torre Agbar de Barcelona; y con la mano derecha se lo restregué desde el final de su espalda hasta su vello púbico «pasando por su ano y por su coño», deslizándolo de arriba abajo y de abajo arriba, «su vagina se abría y se cerraba con cada pasada de mi polla» ¡Mi pene parecía estar pintando como si fuera una brocha gruesa y sin pelos ¡Que gemido de placer dio Jazmín mientras yo la «pintaba» con mi polla!

Acto seguido puse mis rodillas en el palet y le introduje el pene hasta el fondo del coño ¡Aaagggg! gritó ella «muy fuerte», yo comencé a darle arremetidas continuas, rápidas e intensas ¡Mis huevos bailaban en el aire como dos péndulos dislocados! Mi vello púbico estaba empapado con su flujo, el cual le chorreaba, ¡intensamente!; desde su coño, como si fuera un caracol sin cáscara. Ella subió sus pantorrillas hacia mí, desanclando la puntera de sus zapatos del palet y quedando sujeta solo con las rodillas y con las manos y clavó los tacones en la parte baja de mi culo ¡Sus piernas eran dos compases cerrados!

-Me gustas tú y me gusta mucho follarte -le confesé mientras le daba las últimas estocadas con mi pene.

(Me corrí dentro de su coño, como de costumbre, con un caño de leche que siempre me salía a presión, como el pitorro de una manguera de regar). A ella le chorreaba mi semen por las dos piernas, desembocando en el palet de madera, que quedó parcialmente barnizado. Las aletas de su coño quedaron tan abiertas como las alas de una mariposa.

-¡Gírate y chupa mi polla hasta que brille!

Ella giró sobre el palet y comenzó a darle lengüetazos a mi pene, el cual estaba súper lleno de churretes de semen y de flujo vaginal, lo lamió «con sed» no dejando ni una mancha en mi capullo, el cual guarde y subí la cremallera del pantalón, «con dificultad» porque aún era una buena butifarra.

-¡Vístete!, te dejare en tu casa, que ya es muy de noche, mañana ¡Más! -ordene

-¡Sí mi señor!

Caminamos hasta llegar a su casa, en la puerta la cogí por la cintura con mi mano izquierda y mientras la besaba en la boca le metí la mano derecha bajo la minifalda, sacando con dos dedos las braguitas de su ano y poniéndolas en sus manos mientras miraba sus profundos ojazos, ella las apretó entre sus manos y bajó la mirada.

-¿Mañana a qué hora estás libre Jazmín? –indague.

-Mi señor por la mañana no trabajo en la boutique, «estoy de descanso» y en la universidad hay huelga, ¡estoy todo el día libre!, –dijo esperando órdenes.

Luego te escribiré un wasap Jazmín  -le dije.

Nos despedimos. Mientras me alejaba caminando la vi entrar en su casa; a tres manzanas cogí un taxi, llegue muy tarde a mi estudio, llevaba con ella toda la tarde, al llegar me duche y me puse a pintar un bodegón, pensando qué hacer en su día libre, me acordé de mi amigo Enrique que tenía caballos, lo llame y hablamos ¡A las nueve tendríamos un caballo fuerte y sin silla preparado, montaríamos los dos en el mismo caballo a pelo!, ¡Enrique te debo una! –le dije agradecido.

Le mande un wasap a Jazmín diciéndole.

-Mañana ponte el conjunto de montar, excepto ese pantalón que suelen llevar las amazonas, en su lugar ponte una falda larga de vuelo, te recogeré en tu calle a las nueve de la mañana, montaremos los dos a la grupa de un solo caballo.

A las nueve en punto salimos, en el trayecto pasamos junto al puerto de Barcelona donde había un trasatlántico «enorme», Llegamos a la masía de mi amigo a las diez de la mañana y antes de bajar del coche le dije.

-Quítate las bragas y guárdalas en la guantera.

Se bajó las bragas despacio y las guardo en la guantera junto a los papeles del coche, mientras yo recogía el caballo.

Me presente y un joven me entregó un caballo fuerte y sin silla, de parte de Enrique. ¡Lo traeré al medio día! –dije al mozo de cuadras que entró en la masía mientras Jazmín se acercaba desde el coche.

-Esa falda de vuelo extiéndela sobre el caballo, no te sientes sobre ella, que quiero que tu coño esté «disponible» delante de mí, tú llevarás las riendas.

La ayude a montar y cogí las riendas desde el suelo, mientras caminaba junto al caballo con Jazmín a su grupa, a unos metros acerque el caballo a una valla por la que trepe a su grupa, poniéndome detrás de ella, agarrado a su cintura, ella siguió el sendero al trote un cuarto de hora.

-¡Para un momento! –le ordené.

Detuvo al caballo el cual quedó quieto al instante, me incline hacia atrás y desabroche mi pantalón, saque mi pene duro y ¡alzando sus cachetes! hacia adelante le introduje el pene entero en el coño, el cual estaba empapado, ella dio un suspiro de placer y yo dije ¡Cabalga!

Mi pene entraba y salía de Jazmín al galope mientras mis huevos y nuestros culos rozaban con la grupa cálida del animal, su larga falda tapaba nuestro coito. Antes de correrme le dije que parara junto a la arboleda que había a la derecha. Cuando paró le saque la polla de adentro, ella bajó del caballo de un salto y yo hice lo mismo, atamos el caballo a un árbol y le dije a Jazmín.

-Ahora desnúdate junto a ese gran pino caído y túmbate sobre su tronco, boca abajo con tus pechos apoyados sobre su corteza y espérame, que voy a sacar «tus arreos» del maletero –le dije con autoridad.

Saque una bolsa del maletero y la vacié en el suelo junto a jazmín, cogí dos trozos alargados de tela negra de raso suave («me encantan las ataduras elegantes cuando no son por un castigo»)

-Jazmín rodea el tronco con tus brazos y deja caer tus piernas a los lados. (El tronco se elevaba medio metro del suelo, estaba en posición Horizontal, con las ramas caídas). Me agache y até sus manos juntas bajo el tronco, acto seguido hice lo mismo con sus tobillos, «la até con suavidad para no hacerle ningún daño».

Cogí un cordón grueso y trenzado de seda roja y le dije.

-¡Abre bien la boca Jazmín!

Me desnude y me subí sobre el tronco justo detrás de ella como si montara en una motocicleta. Pase el cordón de seda por su boca a modo de riendas, cogiendo ambos extremos tras su espalda y tirando «solo un poco», su boca se abrió aún más y su cabeza se estiró hacia atrás, haciendo que su bella trenza quedara colgando en el aire junto a su hombro izquierdo.

Mis testículos estaban muy distendidos por la excitación y colgaban «como un saquito» sobre el áspero tronco rozando su corteza; y mi pene, ¿Qué decir de mi pene? ¡Era el palo mayor!

Afloje las riendas de Jazmín para que pudiera hablar y le pregunté.

¿Te hacen daño las ataduras?, ¡no he apretado mucho!, y solo he utilizado telas suaves ¡Pero si quieres te suelto ahora!

-No me duele y acabo de tener un gran orgasmo ¡Siga por favor! -jadeaba al hablar, cayéndole un hilo de saliva de la boca, junto al cordón rojo aflojado por mí.

¡¡Su ano estaba tan abierto como la boca de un túnel!! Se mostraba delante de mí sobre el tronco, flanqueado por los blancos cachetes de su bello y hermoso culo, que hacían de «diana» para mí pene.

-¡Jazmín Voy utilizar tu ano para algo más que para guardar tus braguitas!, ¿Qué te parece?

-¡¡¡Métame en el culo lo que usted quiera señor Tahotlo!!! Lo tengo ardiendo y abierto para usted.

Tras decirme eso tire hacia atrás de «las riendas» arqueando su cabeza. Al mismo tiempo le introduje mi gran pene entero y de «un solo topetazo» en su dilatado ano, «mi polla bailaba dentro de ella con soltura»; acelere el ritmo de la penetración anal hasta hacer un ruido «de chapoteo intenso», dentro de su ano ¡ella gemía! (El caballo relincho y se movió inquieto a unos cinco metros de nosotros, lo mire y vi que seguía atado al árbol donde lo amarramos).

Saque mi polla cuando estaba a punto de correrme, me la agarre con la mano derecha y la puse apuntando a la espalda de mi sumisa, ¡solté tres grandes chorros de semen «a presión»! en la parte alta de su espalda, que chorrearon a ambos lados de sus omóplatos; uno de los chorreones alcanzó su larga trenza, dejándola como un cirio derretido y goteando.

¡Acabó la excursión! –la dije

Nos vestimos y nos marchamos, apoyándonos en el árbol caído para montar en el  animal. Dejamos al fiel caballo en los establos y regresamos a Barcelona.

Estos dos años atrás transcurrieron de igual manera a como he narrado los comienzos de la sumisión, durante este tiempo he sido muy cuidadoso de no interferir en sus estudios ni en su trabajo; interrumpiendo nuestras «actividades de sumisión» cuando ella tenía que estudiar para los exámenes, así como en su horario de trabajo en la boutique, tampoco he consentido que falte ni un día a la universidad.

Ahora ella tiene veintidós años y me cuenta que la energía interior que le proporciona esta sumisión «ordenada» le está haciendo sacar muy buenas notas, pronto será una buena economista.

Hace dos meses marche de Barcelona para preparar otras exposiciones de pintura en varios puntos de Andalucía fijando mi residencia en Córdoba, desde la distancia le doy órdenes a diario, unas más sencillas y otras más complejas.

Pondré tres breves ejemplos; le prohibí utilizar, ¡bragas y tangas! A partir de entonces solo lleva bragas si yo se lo mando, también otras órdenes más sencillas, el otro día me mandó un wasap diciéndome que estaba viendo una película en su casa y que estaría sola toda la tarde, le mande otro wasap en el que le ordene introducirse un plátano sin pelar y untado con margarina en su vagina y ver atentamente toda la película con el fruto dentro de ella y sacárselo, pelarlo y comérselo a la finalización del film.

La última orden que le he dado ha coincidido con el viaje de fin de semana a Barcelona que he hecho para recoger los cuadros sin vender.

Esta orden ha sido un poco más compleja pero a la vez «muy creativa». (Tengo que decir que no cumplió lo que le ordené al pie de la letra y «tuve que castigarla»).

El viernes pasado recibió un paquete postal que le mande desde Córdoba, el cual contenía.

(Un móvil desfasado y muy pequeño, con forma ovalada que cabía en la palma de la mano, una tarjeta de prepago; el cargador para el móvil, un preservativo sin abrir, un hilo dental y unas bragas  de tela gruesa, todo esto junto con las instrucciones).

El sábado y siguiendo las instrucciones, entró en el baño antes de salir con sus amigas, puso el móvil pequeño («cargado») y sin volumen en modo vibración, lo metió dentro del preservativo y ató el condón sobrante con el hilo dental como si fuera un salchichón pequeño, dejando veinte centímetros de hilo sin atar antes de cortar el sedal, lo embadurno de crema «para el cuerpo» y se lo introdujo muy adentro de la vagina dejando el hilo sobrante asomando por su chocho y se puso las bragas de tela gruesa muy ajustadas.

A las diez y media de la noche me llamó «con su otro móvil» y me dijo que ya estaban en la discoteca.

Colgué y la comencé a llamar al otro móvil, al que llevaba «abajo», estuve haciendo llamadas hasta las once y media de la noche a intervalos dispares de tiempo, dando descansos de entre diez minutos y un minuto.

A las doce menos cinco de la noche se encerró en el aseo, tiró del hilo y se sacó el móvil de la vagina lanzándolo dentro de la taza del váter (como le ordene), después echó un gran trozo de papel higiénico para que el móvil no se quedará en el fondo, tiró de la cadena de la cisterna y comprobó que el móvil había sido succionado. Cuando salió del aseo eran las doce en punto de la noche y pensó que había perdido su «juguete» a la misma hora que cenicienta perdió su zapato de cristal.

Cuando regreso a su casa eran las dos de la madrugada, ella no había bebido nada y estaba fresca como una rosa pero muy excitada, me llamó por teléfono para relatarme lo vivido en la discoteca, yo le indiqué que me narrara todo desde su cama mientras se masturbaba suavemente con la mano contraria a la del móvil.

Me relato como en medio de conversaciones con las amigas y los amigos su coño y su vientre comenzaban a vibrar inesperadamente produciéndole un placer inmenso, cuando vibraba al bailar hacía que cambiara de ritmo como poseída. Pidiendo un refresco en el bar de la disco su coño vibro más tiempo que con anterioridad, produciéndole un orgasmo que le humedeció las bragas ajustadas. Me dijo que toda la noche estuvo el móvil sorprendiéndola y excitándola ante sus amigos que desconocían «su sentir» y que estar corriéndose mientras hablaba con sus amigas sin saber ellas nada la hizo sentir muy especial.

Me despedí de ella cuando tuvo un orgasmo al teléfono, diciéndole yo.

-Me has desobedecido, ¡te dije «claramente» en las instrucciones que me tenias que llamar a las doce en punto! y me has llamado a las dos, ¡ahora que te has corrido! escúchame con atención. Hoy he regresado a Barcelona para recoger los cuadros sobrantes de las galerías, estoy cansado y decepcionado contigo ¿Por qué no me llamaste a las doce?

-Mi señor ¡Perdón!, a las once y media dejo de vibrar el móvil en mi chocho y me relaje con las amigas, lo saque a las doce y seguí con ellas hasta las una y cuarto, ¡pensé que no le importaría que lo llamara después! -se quiso justificar.

-¡Dos horas esperando a que llamara «mi sumisa» cansado del viaje! ¡Donde vamos a llegar! Jazmín, ¡¡yo digo!! ¡Lo que importa y lo que no importa! ¿Entendido?  -le dije cabreado al teléfono.

-Sí mi señor -dijo llorando.

-¿Que ponía en las instrucciones del paquete Jazmín?

-A las doce mi señor.

-Pues eso, ¡tendré que castigarte o buscar otra sumisa!

-¡¡No deje de ser «mi dominador» por un error!!, ¡por favor! -dijo con la voz temblorosa.

-No dejaré de serlo si mañana recibes los castigos que te mereces de buen grado ¿Estás de acuerdo Jazmín? ¿No será suave? -dije autoritario.

-¡¡Castígueme como merezca!! -dijo con voz de «sumisa total».

Tú tienes que aprender a ser una verdadera sumisa y lo mejor para eso son «los castigos y el sometimiento voluntario», es la única manera de que sientas la sumisión como parte de ti las veinticuatro horas del día y entiendas que ser desobediente es contrario a ser sumisa y de ese modo no serás feliz siendo dominada -yo haré que lo entiendas «claramente».

¿Quién hay en tu casa ahora? -pregunte para ver donde y cuando seria el castigo.

-¡Solo yo!, mis padres están en Londres con mi hermano, salieron esta mañana y no regresan hasta dentro de una semana, mi señor Tahotlo.

-Bien, entonces descansaré esta noche del viaje desde córdoba, mañana estaré en tu casa a las diez en punto, para aplicarte varios castigos, tocaré al portero automático con dos toques cortos, me abres a esa señal y desde las nueve de la mañana no contestes ni al portero automático, ni al timbre y a esa hora apagas el móvil y no cojas el fijo ¡A nadie! ¿Entendido? -dije.

-¡Sí mi señor! -contestó, obediente y expectante.

El domingo por la mañana llegue a su casa a las once, (quise que esperara una hora), al llegar toque al portero automático con dos toques cortos, sonó el clic y se abrió la puerta de la entrada, después toque a la puerta de su vivienda con el puño, tres veces; «vi un ojo por la mirilla» y al instante ella abrió la puerta.

Entre sin decir nada y solté un maletín negro de mano, junto a unas fotos de familia enmarcadas que había en la entrada y le pregunté ¿Por qué vives con tus padres con veintidós años y con trabajo?

-Mi señor ganó poco en la boutique para poder independizarme, solo trabajo cuatro horas.

-¡Vale!, te castigaré aquí mismo, quítate el pijama, las bragas y esos calcetines de colores también -ordené.

¡Dónde está el aseo! -pregunté.

-Aquella puerta mi señor. -dijo señalando con el dedo.

¡Desnúdate ya!, ¡rapidito!; que ahora mismo vuelvo y vas a saber que es «ser mi sumisa».

Entre al aseo y al momento salí con una manta de baño marrón, volví junto a ella y deje la manta de baño sobre la mesa. Saque del maletín un cinturón de cuero, con el rodee su cabeza, introduciéndolo en su boca y abrochando la hebilla en su nuca, (el cinturón hizo de bozal), después saqué un collar de perro con correa y se lo puse en el cuello, por debajo del cinturón que mantenía abierta pero a la vez tapada su boca, «apretándolo» pero sin impedirle respirar. ¡Camina de rodillas! -grité a la vez agarraba la correa con la mano y tiraba de ella.

La llevaba «como mi perra» cogida por la correa, al llegar al salón di un tirón de la correa para que parase y la amarré con ella a la pata de la mesa. Junte sus muñecas amarrándolas con una brida de plástico negro, apretándola hasta que abrió las manos como alas de paloma extendidas sobre el suelo, saque del maletín una regla de madera de cincuenta centímetros y una cuerda de esparto fuerte.

Deje sobre la mesa la regla y con la cuerda rústica até sus pies por los tobillos.

Alza las manos (embridadas) hasta el tablero de la mesa y agárrate al borde, que voy a orinar sobre ti para marcar «mi dominio» y no quiero que te caiga en la cara, solo será un chorro o dos por detrás. ¿Te parece bien este castigo?, si es «que si» mueve afirmativamente la cabeza -le dije.

Ella asintió con la cabeza «tres veces». Me situé de pie detrás de ella y baje la cremallera de mi  pantalón, sacando mi pene con la mano derecha y apuntando con él a su espalda comencé a orinar sobre ella, con un chorro que regaba su espalda y su culo generosamente; cuando el choro daba en su espalda salpicaba «como una fuente», bajando los orines por sus muslos y por la raja del culo, mojando a su paso ano y vagina. ¡Me quedé satisfecho y muy excitado por haber marcado «mi territorio»!, acto seguido cogí la manta de baño de la mesa y seque su espalda, su culo y su coño con mucha delicadeza.

Después agarre la regla de madera y le dije.

-¡Levanta el culo y baja la cabeza!, «más» y apoya las manos en el suelo - y así lo hizo.

Levante en alto la regla y le di un fuerte reglazo en los cachetes (Sonó como una bofetada) ¡¡¡Aaagg!!! Intento gritar bajo el cinturón de su boca.

Me agache a la altura de su cara y le dije.

-¡Castigo o se acabo tu sumisión!, si quieres que siga mueve la cabeza afirmativamente. -movió su cabeza indicando que sí dos veces.

Agarré nuevamente la regla, la alcé y comencé a darle reglazos de distinta intensidad en el culo, sus cachetes se movían a cada golpe temblando como grandes flanes y haciendo un ruido como «de dar palmas a distinto compás», pare y agarré su culo y lo apreté (Estaba rojo como un tomate, pero sin heridas).

Fui a la cocina y busqué algo «apropiado» para el  siguiente castigo.

Cogí un rodillo de madera para amasar y busque una aceitera, volví junto a jazmín y le di aceite de oliva en el culo, restregándolo bien sobre sus cachetes. Abrí su ano con dos dedos y volqué dentro el contenido de la aceitera generosamente, me eche también aceite en la mano y restregué su chocho intensamente, haciendo que sus labios mayores se movieran como trozos de gelatina rosada.

Acto seguido unte el rodillo de amasar también en aceite, desate el cinturón de la boca de Jazmín lo deje sobre el suelo y le pregunté ¿Quieres que te amase el culo por dentro?

-Lo que Usted ordene, deseo aguantar los castigos que usted me aplique –dijo algo inquieta.

Empecé a meter el rodillo en su ano lentamente, el extremo delgado hizo de «guía» para intentar meter el resto, el cual empezó a entrar lentamente (Ella no gritaba, al contrario «estaba suspirando de placer»). Le pregunté.

-¿No te duele?, y me dijo entre suspiros.

-Al apretarme he notado fluir aceite de mi culo y me he excitado, notando como se abría mi ano, entonces a resbalando hacia adentro con el aceite y ¡Me he corrido! Y tengo el sexo empapado. -dijo emocionada.

Poco a poco su ano se dilato del todo y pude meter «medio rodillo» sin ningún esfuerzo y sin causar dolor ¡Jo! Cómo trago su culo, unos veinte centímetros de madera, por cinco o seis de grosor dentro de su culo.

Me desnude junto a ella y dejé el pantalón sobre la mesa, la camisa en el suelo y lancé mis slip sobre «el rodillo saliente» de su culo ¡y hacerte de lleno!, quedando colgados en la improvisada percha de madera.

Mi pene estaba duro como el hormigón armado, las venas tenían un color morado por la larga erección (estaba erecto desde que oriné sobre ella).

La cogí por las caderas, ella seguía en pompa; penetre su coño metiendo mi pene «a fondo», dándome con el rodillo en el vientre en cada embestida, al poco saque el rodillo de su «agrandado ano», para poder follarla con más energía, «sacarlo me costó», porque estaba a presión; como si ano y rodillo fueran pistón y cilindro de un motor «sexual». Seguí montado sobre ella, penetrando su coño con fuerza e intensidad, con mi polla dura para reventar, (los dos olíamos intensamente a aceite de oliva «virgen»), mi polla entraba y salía, ¡con mucha fuerza!, de su gran coño abierto de par en par haciendo un ruido acuoso y fuerte «como si pisara charcos continuamente».

Saque el pene «en el momento justo» antes de correrme y mirándola a los ojos lo metí en su boca al tiempo que ella la abrió más, ¡la metí hasta la campanilla!, después retrocedí hasta dejar el glande rodeado por sus labios y me corrí dentro con tres grandes chorros que brotaban por las comisuras de sus labios, saqué mi miembro y ella tragó dos veces para no derramar el contenido que yo deposite en su boca, mientras nos mirábamos extasiados de placer.

Su trenza se deshizo y pude ver su bonito y largo cabello suelto.

Le quite el collar del cuello, corte la brida de sus muñecas y desate la cuerda de sus pies; la ayude a levantarse y la abracé fuerte besando sus labios y diciendo a su oído.

-Eres la mejor sumisa que he tenido.

Esta mañana he regresado al sur desde donde seguiré dándole órdenes.

                                                        -FIN -

Tahotlo.   

(A.L) 

27 de octubre de 2015.