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Dos parejas y un solo un pene

en Orgías

Mi mujer me convenció para hacer un viaje con otra pareja, su amiga y el marido de ésta, el cual sufría de impotencia.

 

No me gusta que mi mujer me arrastre con sus amigas, yo soy muy independiente y tengo muchas "amigas" que ella no conoce; además, parte del año vivo solo en otra ciudad, bueno solo no, con el servicio; además, desde lo de su amiga Raquel me ando con más ojo. Amo a mi mujer, ella me permite muchas libertades, no es celosa y sabe que la quiero; pero el otro día me dijo:

 

—Tahotlo, tienes que venir, sabes que Paula y Diego te adoran y hasta ahora solo nos hemos juntado los cuatro para tomar café... cariño, esto es importante para mí, ya te contaré, por favor dame el gusto; que sabes que Paula es mi mejor amiga en el trabajo.

 

Vi en la mirada de Olga (así se llama mi mujer) que no estaba dispuesta a ceder y le dije que sí.

 

A las doce del mediodía tomamos un avión los cuatro con destino a Noruega, Diego había alquilado una cabaña moderna cerca de un famoso fiordo. En el avión yo me senté junto a Diego, Paula y Olga en los asientos de delante... Diego no paraba de hablarme, se sentía a gusto conmigo contándome muchas cosas; es un hombre muy agradable y simpático, da gusto estar con él, no es nada vanidoso y eso que tiene una buena carrera y un buen empleo. Las dos amigas reían y acercaban sus cabezas al hablar, se veía que además de compañeras de trabajo eran buenas amigas. Al llegar a Noruega Diego hizo de guía, sabe hablar inglés mejor que los ingleses y da gusto que se ocupe de todo. Paula es una mujer de bandera, alta, de caderas fuertes y un rostro que quita el sentido, no en vano es la relaciones públicas de la empresa, vamos, que es bellísima. Diego es mas delgado que yo y mas joven, tendrá unos treinta y cinco años, diez menos que yo; el, a simple vista parece débil... dice que los nervios no lo dejan engordar, yo en cambio tengo que estar a régimen todo el año para mantener "el buche" a raya. Olga se puso preciosa en nuestro primer día a las afueras de Oslo, un taxi nos llevo a los cuatro hasta el barco. La travesía por los fiordos fue algo espectacular, las montañas nevadas, las aguas oscuras bajo el barco; ¡hasta el frío era bonito! Paula llevaba un vestido de vuelo  celeste con el cual jugó el viento, pudiendo verle yo las bragas un par de veces, ¡que culazo!, ese culo parecía llamarme, prieto y grande... cuando se le levantó la falda y le vi el culo Paula me sonrió marcándosele en las mejillas heladas esos dos hoyuelos que tiene tan preciosos en la cara, ¡se me puso el pene duro un par de veces mientras hablaba con ella! No tengo problemas de erección, al contrario, tengo problemas "de contención"; no se si mi deseo es tan grande por ser activo o soy activo por tener tanto deseo. Tras la travesía tomamos salmón al horno en un restaurante, también tomamos vino blanco muy frío. Paula se soltó el pelo y comenzó a contar chistes verdes, sabe contarlos, pero a Diego parecían hacerle poca gracia. De vuelta a nuestra cabaña mi mujer propuso utilizar la sauna los cuatro, para quitarnos el frio que habíamos pasado en la cubierta del barco viendo los paisajes. Mi mujer dijo que solo podíamos llevar una toalla, ninguna otra ropa; pero antes de ir a la sauna Diego me llamó y fui a su habitación, al llegar yo, Paula salió envuelta en una toalla blanca desde los pechos hasta los muslos, dijo:

 

—No tardeis chicos, os esperamos en la sauna.

 

Diego se me acercó y me dijo:

 

—Tahotlo, tengo problemas de erección y mi mujer me ha dicho que Olga le ha contado que eres muy activo, !a tu edad!, coño tío, cuéntame el secreto.

 

—La verdad es que no tengo secreto, si acaso solo que no tengo complejo alguno.

 

—Que envidia, yo, solo de pensar en estar a solas con mi mujer me entran los sudores de la muerte.

 

—¿Es que no la deseas Diego?

 

—Claro que la deseo, pero pienso en follar y no se me levanta, ella dice que será algo psicológico, que ya se me pasara; pero ya llevo mas de un año sin follar con Paula, bueno con nadie, solo consigo mastubarme a solas si me concentro.

 

—¿Y Paula?, ¿todo ese tiempo sin... nada?

 

—La beso, la abrazo y le como el coño hasta que se corre, pero a veces lo oigo llorar cuando ella cree que ya duermo. Tahotlo, he comprado estas plantas a un hombre que es un naturalista, son de América, y me ha dicho que si mastico solo un trozo mi pene se alzará, pero me da temor probarlas; ¿te atreves a que las probemos los dos Tahotlo?

 

—Venga, dame un puñado; que aunque a mi no me hacen falta, por echarte "un cable" las tomaré.

 

—Gracias amigo.

 

Tomamos unas pocas plantas los dos, parecía romero pero sabia más fuerte, las mastiqué y me las tragué, El hizo lo mismo sonriéndome feliz. Me daba pena por él y deseaba que funcionara esa hierba; también empecé  a comprender el modo de mirarme su mujer en la cubierta del barco mientras le miraba las bragas y los muslos y el modo de sonreirme. Mi mujer le había contado, siempre lo cuenta, que no paro de follármela y seguro que también le había contado que mi pene es muy grueso y bastante grande, mientras Paula hace más de un año que no folla, por lo menos con su marido, aunque Diego estaba seguro de que no había tenido ninguna aventura.

 

Diego y yo nos dirigimos a la sauna caminando por las tablas de madera de la cabaña, solo con las toallas como ropa; al llegar a la sauna y abrir la puerta nos sorprendimos los dos; ¡estaban desnudas las dos!, sentadas sobre sus toallas y con las piernas algo separadas, mostrandonos sus sexos. No me importó que Diego le viera el coño a mi mujer, al contrario, me gustó. Diego se puso rojo como un tomate, yo me senté envuelto en mi toalla, luego el hizo lo mismo y se sentó a mi lado. Los dos estábamos envueltos en nuestras toallas y ellas dos lucían desnudas, me daba tanto morbo que senti como mi pene comenzaba a "despertar"... dijo Paula, aún afectada por el vino blanco:

 

—Bueno chicos, ahora os toca a vosotros desnudaros, que nosotras no somos de piedra y tambien queremos veros, ¿verdad Olga?

 

—Verdad.

 

Diego me miró como pidiéndome permiso, yo con un gesto de cabeza le dije que si; acto seguido nos desprendimos los dos de nuestras toallas sentándonos sobre ellas.

 

La verdad, mi pene no estaba empalmado, pero ya "apuntaba maneras", en cambio Diego mostraba un pene como escondido que solo dejaba ver el pellejo arrugado escondiendo el glande en su interior. Diego se tapó cruzando las manos sobre su pene. El calor de la sauna nos reconfortó, el frío desapareció de mi cuerpo por completo y mi piel, igual que la de los otros, comenzó a sudar, no en exceso. Ellas hablaban entre sí de su trabajo, yo le di una palmada a Diego en la espalda animándolo, deseaba que las hierbas le funcionaran. La sauna era circular, con un asiento también circular; Olga y Paula estaban sentadas frente a nosotros y diego a mi derecha.  De pronto sentí un calor muy fuerte en mi escroto, un calor desconocido; el pellejo que envuelve mis testículos se expandió y mis huevos se relajaron colganderos tropezando con el banco de madera circular, se veían claramente en toda su dimensión (cada uno me ocupa la palma de la mano). Miré el paquete de Diego y vi que su escroto permanecía encogido escondiendo sus testículos en el interior de su vientre, no le hizo efecto a el la planta americana, su pene tenía el tamaño de un cacahuete aún. A los pocos minutos esa calor ascendió por mi pene y sentí como se llenaba de flujo sanguíneo velozmente, miré  a mi mujer y a la de Diego, y me excitó comprobar que las dos miraban mi entrepierna sin apenas disimulo; Diego las miró a las dos y después me miró también el paquete. 

Vi en la mirada de Diego algo que no deseaba ver, su mirada ilusionada mirándome el pene y su forma de abrir los labios me decían cosas que mi experiencia no dejaba escapar. Mi pene se hinchó, e hinchó mas, ¡tanto!, que alcancé una erección tremenda, mi pene, muy grande y muy grueso se alzó robusto ante las miradas de ellas y él; las venas estaban tan marcadas bajo la luz tenue de la sauna que parecían de neón. Alguna tos nerviosa se escuchó, pero más bien silencios que hablaban,  mi mujer me miró a los ojos orgullosa de mí, eso sí, algo avergonzada pero feliz. Paula rompió el silencio y dijo sin cortarse un pelo:

 

— ¡Una buena polla como esa es lo que me hace falta a mí!, Tahotlo, da alegría mirarte, perdona Diego, pero es la verdad; y no te preocupes, que algún día se te pasara la impotencia —le contestó Diego:

 

—Tienes razón Paula, lo mío no es algo que no se ya que hacer. Tan mal me siento por ti, mas ahora con la comparación, que si quieres puedes follar con quien quieras, solo te pido que sea algo pasajero, hasta que me ponga bien, y te prometo que el mismo lunes me pongo en manos de un especialista, como llevas un año pidiéndome, y perdona cariño —respondió su esposa algo apesadumbrada:

 

—Diego, perdóname tu a mí; no he podido evitar decir lo que he dicho, es que al ver el "pollón" del marido de Olga aquí "en directo" mi coño se ha abierto de golpe y mis piernas han temblado y he sentido mucho deseo, perdóname cariño.

 

Olga se levantó y se sentó entre yo y Diego y lo abrazó a él y lo besó. Se miraron con cariño. El pene de Diego seguía encogido, ahora totalmente... en el contraste me sentí avergonzado y me levanté y me fui a mi habitación; pero antes de irme les dije a los tres mirándolos muy serio:

 

—Yo no he buscado esto, primero tu, Diego, me has dado a tomar esa hierva sin tener yo necesidad y, ¡mira como me he puesto!; y vosotras dos al poneros desnudas esperándonos lo habéis liado todo excitandome, me voy a dormir.

 

No les di tiempo a responder, me lié en mi toalla y me fui a mi habitación, una vez allí me acosté y mi pene menguó, al poco me quedé dormido. Al llegar mi mujer me despertó y me dijo:

 

—Cariño, te dije antes de salir de viaje que ya te contaría; y esto es lo que no te dije, que deseaba mostrarte a ella. Tahotlo, desde hace más de un mes mi amiga no hace más que decirme que desea que alguien se la folle, pero que quiere a su marido y no quiere ningún rollo raro... yo me acordé de lo que hicimos mi amiga Raquel y yo contigo y me excité tanto que desde entonces solo deseo compartirte con ella. Hemos hablado en la sauna, Diego siente haberte molestado y nos ha dicho a las dos que no le importaría que fueras tú el que se tirara a Paula, pero quiere verlo; dice que necesita ver el coño de su mujer siendo satisfecho, verlo, no que se lo cuenten

—Que morboso Diego, teniendo el problema que tiene, ¿no querrá también pillar "tajada"?

 

—Jajaja, a lo mejor Tahotlo, desde luego no dejaba de mirarte la polla empalmada. 

 

El segundo y último día en Noruega fuimos al centro de la ciudad, las miradas de los cuatro eran de una intensidad que no puedo describir. Diego me pidió perdón por lo de las hiervas pero también me dijo que le había impresionado verme la polla así de dura tan cerca, que yo le parecía una estatua del Olimpo. Al pasar el día el buen rollo entre los tres era palpable, Paula se cogió de mi brazo derecho y Olga del izquierdo, Diego, sonriendo, me dijo mirándome de frente para que lo oyeran bien claro las dos que se cogían a mí por los brazos:

 

—Tahotlo, me gustaría mucho que fueras tú el que aliviará a mi mujer; ellas ya lo saben, pero si decides hacérselo, me gustaría mucho poder ver como se lo haces.

 

No dije nada, pero me puse rojo como un tomate y mi pene engordó tanto en mi pantalón que se clavó en la cremallera.

 

Al llegar a la cabaña nos pusimos a cenar en la sala central junto a la chimenea; al terminar de cenar Diego sirvió las copas y nos relajamos escuchando música en los cómodos sofás de piel de alce. Dijo diego:

 

—A ver si sois capaces de desnudaros como en la sauna, yo el primero.

 

Acto seguido se quitó la ropa luciendo su pubis, antes poblado, rasurado al cero, también se había rasurado los pelos del pecho, su delgadez y su escondido pene me hacían verlo algo femenino. Me quité también la ropa, Olga y Paula hicieron lo mismo... Paula estaba preciosa, la deseaba; sus nalgas estaban sonrosadas y muy prietas; mi mujer se sentó de medio lado, como a mí me gusta, mostrándonos solo un cachete, pero entero, como un jamón sonrosado, mi mujer me miró y me lanzó un beso sonriéndome.  Mi pene, con el calor de la chimenea chispeante y la desnudez de "mi grupo" se puso duro como un mazo y mi glande se tensó brillante; ¡tanto que sobre él se reflejaban las llamas del fuego! Ya los tenía otra vez a los tres mirándome el miembro; ¡joder como me gustaba que me miraran la polla empalmada! Mi mujer se acercó a mi butaca y se puso de rodillas entre mis piernas, me cogió la polla con las dos manos y empezó a chupármela delante de ellos dos. Se la tragaba casi entera; se la sacó de golpe de la boca y la dejó vibrando en el aire cubierta de su saliva que goteaba y le dijo a su compañera de trabajo Paula:

 

—Venga Paula, chúpasela tú también; no te cortes, a no ser que te de asco de mí — le contestó Paula:

 

—No me da asco de ti, ninguno; gracias amiga, intentaré hacerlo como tú.

 

Paula se aproximó a mí y se puso también de rodillas delante de mí, Olga se quedó de rodillas junto a ella, sus culos se tocaban y sus rodillas reposaban cómodas sobre la alfombra de lana gruesa. Paula acercó su boca a mi polla sin decisión, (recuerdo con excitación como comenzó a besarme la punta del pene con dulzura sincera; en aquel momento con tanta suavidad casi me corro en su cara). Mi mujer alargó la lengua rozando con ella la boca de Paula y mi pene; al poco sus lenguas repasaban todo mi miembro y también mi escroto. Sorprendido sentí como cada una de ellas atrapaba dentro de su boca uno de mis testículos, se miraban y tiraban de ellos como sacándomelos; ¡joder que placer sentí! Diego se acariciaba su pene, que para sorpresa mía había salido hacia fuera un poco, unos diez centímetros sin empalmar; me alegré por él, era un comienzo. Paula se volvió como loca y se tragó mi pene entero, un gran esfuerzo que infló su garganta. Les dije a las dos:

 

—Por favor, poneros en pompa.

 

Dicho y hecho, sus culos, uno junto al otro, dejaban salir por detrás sus dos bonitos coños, a cual más empapado. Me agarré a las caderas de Paula y le metí la polla de golpe sin dejar de mirarle el culo tembloroso, gritaba de placer, estaba como un charco, tras varios minutos se la saqué y se la metí a mi mujer; la cual estaba empapada también. A Olga la penetré con intensidad, como le gusta a ella... Diego se puso junto a mí y, ¡me comenzó a acariciar los huevos!, ¡me sorprendió!, pero no demasiado. Se la saqué a mi mujer y se la acerqué a Paula junto a su ano, este se abrió al rozarlo mi glande y sin pensarlo se la metí en el culo, algo apretada pero hasta el fondo, su interior ardía, yo la cabalgué sin miramiento; ella me pedía:

 

—No pares, párteme el culo Tahotlo, aggggg

 

Le metía sin parar, como un animal; sus cachetes daban saltos... Mi mujer se puso de pie viendo como se lo hacía a Paula mientras Diego seguía acariciando mi enorme bolsa escrotal, que bien lo hacía. Diego soltó mis huevos y se puso junto a su mujer también en pompa, su culo junto al de su mujer; Yo me quedé pasmado, de verdad, le saqué el pene duro como el hierro a Paula del culo y miré a mi esposa; Paula a su vez miró a su marido y sin decir nada lo besó en la mejilla agachando nuevamente la cabeza. Mi mujer movió la cabeza de arriba hacia abajo diciéndome que sí, que se lo hiciera también a él. Yo no lo deseaba a el, pero deseaba poseerlo también, poseer a la pareja al mismo tiempo hizo que mi pene casi reventara de duro. Con el visto bueno de todos se la saqué del culo a Paula y la acerqué al ano de Diego. Al sentir mi pene duro como el acero su ano se abrió como una flor... se la metí de golpe, fui un bárbaro, su cuerpo se movía entero al ritmo de mis golpes de pene; a los pocos minutos se la saqué a Diego y se la metí de nuevo en el culo a su mujer... comencé a alternar sus anos con solo tres golpes de polla en cada intervalo. Mi mujer se acariciaba las tetas, excitada como nunca, como una alcahueta que había sido. Dije después de interrumpir la doble penetración anal:

 

—Daros la vuelta por favor.

 

Se pusieron delante de mí de rodillas, mirándome con las bocas abiertas mientras yo me alzaba de pie. Mi mujer se situó entre ellos dos, me guiño un ojo y abrió la boca más que ellos.

Ver sus tres bocas esperando mi semen me aceleró el pulso, me la meneé con intensidad frente a sus caras, ¡me dolía la mano por la dureza de mi pene!... Que fuerte fue ver los hilos de mi esperma estrellándose en sus rostros sin pensar donde caían, chorreando por sus ojos y por sus bocas, goteando por sus narices hasta hacérseles pompas al respirar. Seguí meneándome la polla hasta soltar todo lo que tenía a los tres, buscando al final de la corrida, con morbo, estamparlo en las partes de sus caras que más limpias veía.

Al final los tres me limpiaron el sable con sus lenguas, mientras yo, obsceno e impertinente, separaba las piernas para que también me limpiaran el escroto. Mientras sus lenguas recorrían mi pene y zarandeaban mis huevos yo me sentía el hombre más feliz del mundo, tanto que, mientras me lamian las partes nobles yo acariciaba sus cabezas peinando sus cabellos con mis dedos.

 

Le he dicho a mi mujer que ha sido una experiencia muy intensa este viaje a Noruega, que me ha gustado mucho; pero también le he dicho que no estoy seguro de querer seguir tomando a un hombre aunque tome también a su mujer; Olga me ha dicho que haga lo yo que quiera, pero que si decido repetir solo tengo que decírselo, para que les avise, que tanto Paula como Diego lo están deseando, que son míos y que gracias a esa experiencia tan intensa Diego está irreconocible y ha vuelto a poder penetrar a su mujer.

Yo no sé qué hacer, la verdad.

© Tahotlo  20 de enero de 2018