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Sandra me la chupó mar adentro

en Hetero: General

Me encanta coger mi barca e irme a navegar mar adentro. Cuando estoy lejos de la costa me pongo a pescar en el silencio, solo roto por los sonidos del mar. Mi barca mide cuatro metros, es de madera con motor fueraborda (de las antiguas, huele a mar). Siempre he ido a pescar solo, hasta la semana pasada.

Mi amigo Francisco es un gran amigo, me da una amistad sincera. Vamos juntos al estadio de fútbol y después de ver el partido, de bares. A veces Francisco me invita a su casa a ver un partido y a tomar unas cervezas, tiene mujer muy simpática. A la mujer de mi amigo le caigo muy bien y bromea conmigo metiéndose con Francisco, de buen rollo, él se ríe, encantado de que me lleve bien con su mujer; le encanta verme allí. Con ellos vive la hermana de la mujer, tiene veinticinco años; se llama Sandra y es, a la vez, tímida e hiperactiva. Sandra se sienta junto a mí en el sofá con su chándal de algodón, se pega a mí como si yo fuera de la familia, casi. Ella tenía un novio pero rompieron, la hermana dice, cuando no está Sandra, que aparte de su trabajo casi no sale; que los años de noviazgo la dejaron sin amigas. El trabajo de Sandra no es cara al público y allí poco se relaciona. 

Hace dos semanas, Sandra se quedó dormida en mi hombro viendo la tele, ella sabe que tengo novia y tampoco muestra por mí otra cosa que no sea amistad; se sentía reconfortada con nuestro afecto. Su hermana bromea sobre ese afecto, pero ni Sandra ni yo le hacemos caso, Francisco sonríe. Les he contado varias veces la paz que se respira pescando en alta mar, la sensación de libertad que yo siento estando sin tierra firme a mi alrededor. Tanto mi amigo como su mujer dicen que les daría miedo estar solos tan lejos, con el mar tan profundo bajo la barca; en cambio a Sandra le parece fantástico y muy emocionante, dice que le gustaría saber pescar. Mi novia tampoco quiere venir conmigo, le da pánico el mar. 

Hace dos semanas me dijo Francisco, estando los dos en el bar...

—Tahotlo, tío, porque no le dices a Sandra que valla contigo a pescar...

— ¿Porque tendría que decírselo?

—Coño Tahotlo, pues porque está muy sola y muy metida para adentro y un día en el mar le sentaría muy bien. Te tiene aprecio y hace cuatro años que rompió con su novio, aunque salgas con Marga (mi novia) no pasa nada que le demuestres tu amistad a Sandra.

—Yo respeto a Sandra...

—Lo sé, por eso te lo digo; necesita tu amistad más que otra cosa.

Le dije a Sandra si quería venir conmigo el sábado pasado a pescar; ¡se puso como loca de contenta!, no hacía más que preguntarme que se ponía y que llevaba, yo le dije que lo que quisiera, ropa para el mar.

El sábado, a las seis y media de la mañana, ya estábamos en la barca; en el puerto pesquero, natural, donde tengo anclada la barca casi todo el año. Sandra estaba entusiasmada. Mi novia vio bien que llevara a Sandra, le conté que era la cuñada de Francisco y que le hacía mucha ilusión; Marga me dijo que mejor pescar acompañado que tan solo como voy siempre, que soy un raro.

Una hora estuvimos navegando impulsados por el motor fuera borda, bajo el toldo teníamos todo lo necesario para echar el día y en la popa dos garrafas de combustible, de sobra, por si nos alejábamos más de la cuenta.

El mar se veía oscuro, las olas suaves; lancé el sedal de la caña y apontoqué esta en el soporte. Sandra llevaba un bañador precioso y sus cabellos pelirrojos se amontonaban sobre su espalda. Ella lanzó, medianamente bien, la caña que le presté, más pequeña que la mía. Ella se puso a mi derecha, los dos sentados en dos sillas bajitas de madera que me encantan. El calor apretó a las diez de la mañana, yo llevaba un pantalón corto y amplio de algodón y una camiseta del mismo tejido, no me gusta pescar en bañador, tantas horas se me cuecen los... Sandra se puso una gorra como yo, el bañador se le ajustaba demasiado y de vez en cuando se daba tirones cerca de su sexo; le dije...

—En mi mochila tengo otro pantalón de deporte, si te lo pones estarás más cómoda. Bañarse aquí no es buena idea si vamos a estar todo el día, si no, después con la sal se cuece uno.

—Vale, es verdad; el bañador se me pega al cuerpo. Préstamelo, y una camiseta si tienes también.

Se puso bajo el toldo, detrás de mí, y se quitó el bañador poniéndose mi segundo pantalón y mi camiseta. Ella había venido con un vestido ajustado y con el bañador debajo, quería estar guapa, pero no era ropa para pescar. Después de cambiarse se volvió a situar junto a mí. Era gracioso verla con mi pantalón, ¡le quedaba enorme!, yo siempre me pongo ropa cómoda al pescar, me gusta que mi entrepierna se mueva libremente. Hablamos de todo, allí, solos los dos, compartimos muchas más cosas que hasta entonces. Pesqué un mero muy grande, tanto que me costó subirlo a bordo. Sandra estaba entusiasmada viendo saltar al pez; me decía...

—Que emocionante, como tiraba de la caña.

Estuvimos un rato en silencio, sentí como el viento suave entraba por mi amplio pantalón refrescando mis testículos. Además de amplio, mi pantalón, era muy corto, mi escroto quedaba a solo un par de centímetros de ser visible. Mi pene comenzó a engordar, sin ponerse erecto del todo; al sentir como mi escroto era acariciado por la brisa tan cerca de Sandra; mis testículos se distendieron aún más dentro de un escroto "en expansión" y mi pene, grande, se puso erecto del todo. Primero me sentí incómodo viendo cómo se abultada mi pantalón, pero después me sentí muy bien sabiendo que Sandra sabía que estaba erecto bajo el pantalón. El mar se calmó del todo, las aguas parecían una balsa de aceite y el calor aumentó. La caña dio un tirón y enrollé el sedal, nada, volví a poner un cebo y lanzarla, Sandra me dijo de pronto...

—Sabes, Tahotlo; llevo casi cuatro años sin estar con un hombre...

—Ahora estás conmigo, ¿no?

—No te burles, tú me entiendes. Después de romper con mi novio, estar sola, es lo que deseaba, pero después, sobre todo el último año, no hago más que desear estar con un hombre. He buscado en las páginas de contactos pero me da repelús cogerle el pene a un extraño, a un hombre del que solo he visto su foto antes, un desconocido.

— ¿Deseas coger un pene?,  pero supongo que desearás más hacer el amor, ¿verdad?

—También, pero lo que con más deseo, de lo que hacía con mi novio, es sentir un pene erecto entre mis manos, apretarlo. He visto que estás empalmado, no digo que por mí, puede ser por la pesca o por la brisa; el caso es que me encantaría tocarlo, ¿me dejarías?

Su rostro adquirió un color rojo intenso, estaba más abochornada por haberlo pedido que excitada; yo me tenía que andar con tacto para no dañar su autoestima, le dije...

Sandra, me encantaría satisfacer tu deseo de tocar, me caes muy bien y, si puedo hacer que te sientas mejor, te diré que me encanta que me toquen, de hecho a veces me dan masajes, me encanta el tacto de una mujer en mi pene, por favor, adelante.

—Ahora que lo he dicho estoy avergonzada, déjalo y perdona.

—Me sentiría mal si no lo haces, será nuestro secreto si quieres; por favor, te respeto, confía en mí y tócame.

No dijo nada, ni sí, ni no, pero al cabo de unos minutos en silencio, sentí como su mano izquierda se introducía en la pierna derecha de mi pantalón. Me acariciaba el muslo despacio, se detuvo ahí, frotaba mi pierna rozándome con sus uñas. Me sentí genial, ella era veinte años más joven que yo; Sandra, con tan solo veinticinco años era la hermana más joven de la mujer de mi amigo y, ¡me había metido la mano por dentro del pantalón! Mi pene se tensó y sentí como ascendían y bajaban mis testículos, engordados por el deseo. Su delicada mano rozó mi escroto colgandero y lo sopesó sobre sus dedos (se me escapó un suspiro) Sandra hizo círculos bajo mis testículos, seguía sopesándolos; elevándolos y dejando que colgaran, mis bolas iban como locas de un lado a otro. 

—Te gusta —me dijo.

—Me encanta Sandra, mucho.

Su mano ascendió dentro de mi pantalón, agarrando mi pene. Ella apenas podía abarcarlo, se detuvo en la base de mi miembro, moviendo su mano muy despacio. La brisa del mar comenzó a soplar suavemente refrescándonos y llegando a nosotros un olor a mar intenso, las gaviotas nos sobrevolaban con sus sonidos, vigilábamos las cañas sin mirarnos a los ojos, algo avergonzados los dos, pero, sentir como su mano se deslizaba por mi pene, allí, donde tanto me gustaba estar, mar adentro, me hizo sentir tan feliz que una lágrima corrió por mi cara. Giré mi mano y puse música de los años setenta en el móvil, la que más me gusta. Le dije a Sandra que esperara, que me quitaría el pantalón de deporte para que me lo viera, y para que lo frotara mejor. Sandra sacó su mano y yo tire del elástico hasta sacármelo por los pies, mis huevos colgaban grandes, enormes me parecían y mi pene erecto, nada pequeño, quedó expuesto a la brisa del mar, y a las manos de Sandra, que me dijo…

—Es muy Grande Tahotlo, me encanta, se ve tan, tan duro.

—Muchas gracias, preciosa.

Me cogió el pene con las dos manos situándose para ello delante de mí, Sandra movía el pellejo de mi glande suavemente, de vez en cuando bajaba su mano para agarrarme los huevos y apretarlos en la palma de su mano. Sin aviso y sin pedirme permiso comenzó a dar con la punta de su lengua en mi frenillo, ¡se me quería saltar la costura de la polla!, de la cual brotaron dos gotas de líquido, como dos lágrimas que anunciaban “un llanto” posterior, me dijo, separando un poco sus labios de mi pene…

— ¿Te gusta que te la chupe?, a mí me encanta chupartela, esas gotas son tan dulces y, solo la punta, ¡casi no me cabe en la boca! —era verdad, su boca se abría como un ano al querer “tragársela”, le respondí…

—Es fantástico verte hay chupándome, joder, me encanta Sandra, sigue, sigue por favor.

Sandra sacó fuerzas y se tragó la mitad, más de diez centímetros. Sus cabellos pelirrojos se movían a los lados de mi pene como remate de mi rabo, ¡joder! Cogió ritmo, le caía la baba por la barbilla, agarré sus orejitas y las acaricié. Soltó mi miembro y se tragó mis huevos, ¡a la vez!, ¡de dos sorbetones!, sin soltar el primer huevo en el segundo sorbetón “tragó” el otro.  Tiraba de ellos apretando sus labios y rodeando mi escroto.

Le dije…

—Sandra, guapetona, desnúdate, por favor.

Soltó mis testículos, se puso de pie y se quitó la camiseta y el pantalón, su coño era precioso, sus pechos grandes también. Su coño estaba rasurado entero, menos un trocito en su pubis con la forma de un óvalo de dos centímetros color pelirrojo como sus cabellos, pero más claro. Los labios de su sexo eran tan claros como la leche, un coño pequeño, con pliegues internos de un rosado tan claro que parecía artificial. Recogí el sedal de las dos cañas, plegue las cañas, guardé los anzuelos en la caja, me quité la camiseta y, ¡con la polla tiesa como un palo!, me tumbé en la barca y le dije…

—Sandra, siéntate en mi cara y, oríname.

Sandra colocó su coño pegado a mi boca, el olor de su sexo era perfecto. Con un chorrito pequeño orinó dentro de mi boca, después, con otro más pequeño aún, orinó en mi barbilla y su pis llegó a mi cuello. Tragué parte y expulse el resto, muy salado. Ella tenía una sonrisa de oreja a oreja. Chupé su sexo de una manera muy intensa, me tragaba labios externos e internos a la vez, que rico. Estuve un rato chupándoselo.

—Ponte en pompa Sandra.

Se dio la vuelta, clavó las rodillas en las tablas ásperas de la barca, exponiendo por detrás un sexo claro y pequeño, como una ostra. Su ano se había abierto también, no del todo, pero casi. Me atrajo su culo abierto y aproximé la punta de la polla a su ojete y, con solo achuchar un poco, ¡le entró el grueso glande entero!, me dijo entonces…

— ¿Por ahí Tahotlo?

—Sí, si no te molesta Sandra.

—No, me molesta, al contrario, me hace sentir no sé qué, me gusta mucho, pero nunca me la habían metido detrás, sigue.

No dije nada, solo me retiré un poco al sentir estrecho su ano, hice saliva y aproximando mi boca a su culo, la deposité en él. Luego acerqué de nuevo mi pene y, empezando por el glande, que al entrar en ella  la hizo dar un gemido sonoro; seguí apretando y se la clavé entera. Me detuve unos segundos con el pene adentro, sintiendo la brisa del mar, allí, mar adentro, al tiempo que sentía como su culo apretaba mi polla, ¡desde arriba hasta abajo! Comencé un movimiento suave mientras acariciaba sus nalgas, a los pocos minutos, mi pene entraba y salía de su culo sin apenas presión, chapoteando dentro de Sandra. Ella gemía, su sexo se contrajo y se corrió, bajaba flujo por sus muslos. Seguí un rato, intensifiqué los embates, Sandra solo emitía un gemido ahogado. Se la saqué.

Cogí agua del mar con una mano y me enjuague el miembro, seguía igual de duro, yo no me había corrido. La puse boca arriba, le penetre el coño intensamente tumbándome encima de ella, Sandra me daba fuerte con los pies en la espalda, estuve un rato largo, ella gritaba, me dolían los cachetes de meter. Se la saqué y me tumbé otra vez en el fondo de la barca, ella se subió encima de mí, se metió mi miembro y comenzó a cabalgarme con fuerza, golpeando mis testículos con sus nalgas claras. Me corrí un poco dentro y se la saqué. Me puse de pie mientras ella, agotada, se sentó en las tablas de la barca; me la meneé frente a ella, me miraba con ojos dulces. Un chorro, solo uno, la recorrió desde el cuello hasta el vientre, trazando una línea blanca sobre su, también, blanco cuerpo.

Hemos quedado en vernos, algo muy intenso se ha despertado entre los dos. No sé qué haré de mi vida, pero desde luego, ¡no pienso dejar de follar con ella!, ¡le pese a quien le pese!

© Tahotlo  9 de junio de 2018