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Mi sumisa vecina

en Dominación

Me llamo Joaquín y voy a relatarles cómo conseguí convertirme en el dominador de mi vecina, que era aficionada a la sumisión, y que ahora es mi sumisa fiel.

Hace años que vivo con mi esposa en el mismo piso, tiene muy buenas vistas, y me encanta observar el paisaje desde la ventana mientras fumo; muchas veces cuando disfruto de esos momentos de paz, observo a mi vecina Rosa tender la ropa o arreglar sus macetas, ella siempre me saluda muy amable desde su balcón. (Rosa es una cuarentona muy bien conservada y muy elegante, "una morenaza de cuidado", vive en el mismo piso desde hace años, "como nosotros"). Hace cosa de un mes la vi desnuda desde mi ventana a través de los cristales de su balcón, estaba al fondo de su comedor, "pero se la veía bien", (sus cortinas no estaban cerradas del todo).

Tenía una cuerda rodeando todo su cuerpo, menos los brazos; me preocupo al pronto verla así, pero mi preocupación se disipó en cuanto comprobé que estaba, "dándose a sí misma" con una fusta en las espaldas y en el culo, aquella visión me puso el pene duro como el de un burro, me excito mucho verla desnuda, "dándose" en los lomos (mientras la observaba me fume "cuatro cigarrillos seguidos", ¡en diez minutos!), ¡me vio mirándola desde el fondo de su comedor!, "me cazó", dio un grito y salió corriendo hacia otra habitación, perdiéndola yo de vista.

Mi mente comenzó a hacer fábulas e historias, y las pajas fueron cayendo a diario, "cuando mi esposa no estaba en casa", mi esposa se lleva bien con mi vecina Rosa, pero no son amigas de salir juntas o de visitarse.

Ansioso por saber "el porqué" de esas ataduras y azotes mire en Internet términos como: mujeres atadas, mujeres azotándose, mujer se ata y se azota; y encontré todo un mundo de prácticas aún más fuertes que lo que la vi hacer, todo ese mundo me era ajeno y muchas cosas me parecían desagradables, estaba entrando en el mundo del BDSM, pero no todo me desagradó, el tema de la sumisión y la dominación me cautivó y me excito "más de lo que yo esperaba", leí a fondo sobre esas prácticas con la mente puesta

en "follármela", de un modo u otro, pero tenía que saber que era ella, ¿masoquista?, ¿sumisa que recibía órdenes de alguien, para atizarse a sí misma?, ¿o era sumisa reprimida?, esto último es lo que yo deseaba, pero en cualquier caso, lo que sí estaba claro que le gustaba flagelarse "como a una perra".

La acechaba desde la ventana, pero tenía la cortina cerrada "a cal y canto" (creo que tenía temor de encontrarse conmigo "cara a cara").

Hace pocos días la encontré en la panadería y se sonrojo al verme, al salir le hable:

-Buenos días Rosa, no te veo desde hace ya bastantes días.

-Si Joaquín, no quería verte, estaba preocupada y nerviosa por lo que podrías contar en el vecindario.

-¡Nada Rosa!, no he contado nada en absoluto y no diré nada ni a mi mujer siquiera ¡Palabra de honor!, respeto tu intimidad.

-¡Que peso me quitas de encima!, gracias Joaquín.

Volvimos a casa juntos y por el camino se sinceró conmigo y se describió a sí misma como una mujer que sentía el deseo de ser sumisa, desde hacía muchos años, y a veces ese deseo la llevaba a fantasear en soledad, y por eso tenía ataduras cuando la vi desnuda. Yo le dije que me dio por todo el gusto verla atada, le dije que me hizo recordar cuando tuve una sumisa a mis órdenes (¡Mentira!, pero había que ganársela, ¡lo que hace uno por follar!), decidí hacerla creer que yo era un dominador, entonces Rosa me pregunto:

-¿De verdad que has tenido una sumisa?, ¿es tu mujer? -dijo muy sorprendida.

-No mi mujer es "normal", fue antes de casarnos; a la sumisa que tuve le daba órdenes a distancia y cada dos semanas iba a verla para atarla, azotarla y follármela -dije con tranquilidad para que ella creyera que era cierto.

-¿Le dabas azotes con fusta Joaquín? -preguntó súper curiosa.

-¡Digo con fusta!, ¡y hasta con el cinturón!, también le ordenaba por teléfono, distintas cosas, por ejemplo que fuera sin bragas a la calle y se hiciera fotos y me las mandara, ¡y más cosas!, yo soy "muy creativo" -dije entusiasta.

-Joaquín qué barbaridad tanto tiempo de vecinos sin saber yo, que tú, como yo; ya sabes -dijo con los pezones de punta "como dos garbanzos duros" marcados en la camiseta.

-¿Tienes algún dominante ahora Rosa? -pregunté socarrón.

-No tengo ninguno, la verdad es que nunca he tenido ninguno, sólo fantaseo en solitario, pero no me he atrevido nunca a buscar un hombre que me someta a su dominación, me da miedo encontrar algún trastornado que me haga más daño de la cuenta -dijo convencida.

-Pues yo creo que ha llegado el momento de que pases a la acción y que no todo sean fantasías, te pido que seas mi sumisa, te prometo hacerte sentir una auténtica sumisa sin excederme en el trato, ¿qué contestas Rosa? -dije con deseo y nerviosismo en la voz.

-Joaquín es que contigo me da vergüenza, estamos puerta con puerta.

-Bueno si aceptas ser mi sumisa será un pacto secreto, nadie lo sabrá, ni siquiera mi esposa.

-Lo pensaré Joaquín, no estoy segura de saber si quiero algo real o no, si me animo a ser tu sumisa te lo diré -dijo con la mirada perdida.

Pasaron varios días sin decirme nada, yo iba al trabajo tenso, la mera posibilidad me alteraba y me excitaba. Un día mientras yo fumaba asomado la ventana, ella abrió un poco la puerta corredera de su balcón (solo llevaba la ropa interior), tapándose con las cortinas me dijo:

-Joaquín, sobre lo que me preguntaste el otro día, ¡la respuesta es sí!

-De acuerdo rosa, voy a tu piso ahora.

-Te espero Joaquín

Después entró en su casa, cerrando la corredera del balcón. Yo quedé traspuesto ante las expectativas que se me presentaban, ella había formado parte de mis fantasías de masturbación desde hacía años, ella "tan elegante en el vestir" y en el hablar se iba a convertir en mi perra sumisa ("mi primera sumisa"). Sin darle tiempo a cambiar de idea aproveche que no estaba mi mujer en casa y llamé a su puerta (sólo hay dos puertas en la planta, ¡qué bien!, nadie me vería ir de un piso a otro). Ella abrió la puerta y bajó la mirada diciéndome que pasará, sólo llevaba puesto el conjunto de encaje, bragas y sujetador que le vi antes, cerré la puerta y le hable:

-Rosa desde hoy y hasta que yo decida serás mi sumisa, ¡y no quiero que me desobedezcas "lo más mínimo"!, y desde ahora me llamarás "señor Joaquín", ¿te parce bien o no?, ¿alguna duda? –dije.

-Ninguna duda, señor Joaquín, deseo profundamente ser su sumisa, desde el otro día ha ido creciendo en mí ese deseo y quiero cumplir todo lo que me ordene usted -dijo sin levantar la mirada.

-De acuerdo, ¡vamos a la cocina sumisa!, -dije autoritario.

Una vez en la cocina saqué un tazón de un mueble, y lo llene de leche con un cartón de la nevera; lo puse en el suelo delante de ella y le dije:

-Rosa ponte de rodillas y extiende las manos hacia mí, quiero que te bebas este tazón de leche, ¡y no dejes ni una gota!, ¡venga!, ¡a! y no puedes cogerlo con las manos.

Agachó la cabeza y metió la boca en el tazón dando sorbetones, su nariz goteaba leche, cuando ya se había bebido la mitad lo inclinó con la barbilla para que la leche fuera a ella, entonces se volcó el tazón y se derramó la leche, rápidamente lamió el suelo, mientras su culo se alzaba "poderoso" con los encajes blancos de sus bragas de marca. Mientras ella lamia y sorbía yo me fume un cigarrillo sentado en una banqueta delante de ella, ¡no dejo ni gota!, al acabar alzó la cabeza y me miró con mirada de cordero, yo le dije que permaneciera en esa postura.

Acabe mi cigarrillo y me sitúe detrás de ella también de rodillas, saqué mi pene empalmado del pantalón, y tire de sus bragas por detrás, sin quitárselas; solo apartando los encajes hacia un lado, dejando ver su coño, con el vello finamente recortado. Sin aviso previo le metí la polla, y empecé a darle "topetazos" como un animal de granja,

¡cuánto había deseado ese coño!, agarré su culo con las dos manos "apretándolo" mientras la penetraba, después alcé una mano y le di varios cachetazos en el trasero mientras le metía el pene hasta los huevos, ¡note correrme como un "latigazo" en mi columna vertebral!, ¡que placer más grande sentí!; saque el pene y situándome frente a ella le dije:

-Rosa, vecina; déjamelo tan limpio como el tazón de leche, ¡zorra!, que se vea que eres una buena sumisa.

-¡Sí mi señor Joaquín! – dijo al tiempo que comenzaba a lamer mi verga, se la metió entera en la boca, absorbiendo todo rastro de la corrida. Me quedé muy satisfecho y antes de volver a casa le dije:

-Rosa ahora cuando salga prepara una tortilla de patatas grande, es para mi mujer y para mí, cuando esté lista me llamas desde el balcón y vuelvo a por ella, ¡que no se te queme! -ordené autoritario y seguro.

-¡Sí mi señor Joaquín!, ¿quiere que le ponga cebolla? -hablo ilusionada.

-¡Pues sí, mira por donde, sumisa!, ponle un poquito, que así le gusta a tu vecina, "mi mujer".

Mi mujer me dijo durante la comida que estaba mejorando en la cocina, que la tortilla estaba "buenísima", yo le dije que estaba aprendiendo en internet. Era mi día de descanso y no trabajaba esa tarde, durante la siesta sentí que había engañado a mi mujer, pero al mismo tiempo tenía una gran excitación. Por la tarde fui al centro a una tienda de BDSM y compré varios "complementos", al volver a casa vi que mi esposa llevaba puesto solo un body, de los que se abren por abajo (ella quería guerra), mi culpa se convirtió en deseo y en la cocina la alcé del suelo, desabrochando los corchetes de su body a la altura de su coño, la penetre intensamente sobre la encimera, ella gimió y tras varias embestidas la lleve al dormitorio, donde la puse mirando a Cuenca y la volví penetrar con furia; mientras tanto el cabezal de la cama golpeaba la pared al ritmo de mis embestidas, "esa pared, tras la cual había penetrado a mi vecina Rosa por la mañana". Termine dentro de ella con un gran chorro que manchó las sábanas color crema al desbordar su coño.

A otro día, por la mañana, después de marcharse mi mujer a trabajar sentí en mi la excitación de haberme follado a las dos, " en el mismo día", mi culpa se transformó en deseo y me empalmé; no podía esperar y aproveche que yo trabajaba por la tarde y le hice una visita a Rosa, al llegar llamé a la puerta y me abrió al instante, después de cerrar le dije:

-Buenos días Rosa, traigo algunos utensilios para adiestrarte como mi sumisa, ¿Qué te parece?

-¡Me encanta señor Joaquín! -dijo ilusionada.

-Bien, eso me gusta, ¡buena predisposición!, vamos a empezar aquí mismo, en la entrada de tu piso –le hable amable.

Después cerré la puerta con llave y saqué de la bolsa un collar de perro y una correa; le puse el collar en el cuello y enganche a el la correa, diciéndole:

-Quiero una copia de la llave para venir cuando quiera; ¡ahora quítate la falda y las bragas y mételas en esta bolsa que son un recuerdo para mí!

-Si señor Joaquín -dijo

Se desprendió al instante de las prendas y las metió en la bolsa, unas braguitas de encaje preciosas que dejaron a la vista un coño aún más precioso. Agarré la correa y le ordené andar de rodillas, tirando yo de ella hasta la cocina, una vez allí até la correa a la pata de una mesa blanca de diseño, y saque de la bolsa un pequeño látigo de cuero (unos cuarenta centímetros de largo) y le dije:

-Mi sumisa te voy a dar unos latigazos en el culo, no grites muy fuerte, sólo marcaré un poco tu culo, sin heridas ¡de acuerdo! –dije buscando el "claro" consentimiento de ella.

-¡Lo que usted me ordene yo lo veo bien!, mi señor Joaquín, confió en su criterio.

Acto seguido agachó la cabeza y "alzó" su culo desnudo poniéndolo en pompa, para recibir con sumisión los latigazos. Comencé a darle latigazos en el culo desde un metro y medio de distancia con muy poca fuerza, no quería hacerle heridas, a cada latigazo ella daba un pequeño grito, "le di quince latigazos", suaves al principio y más

intensos al final (sonaba el eco del látigo en la habitación), hice pausas, y pare cuando su culo estaba ¡rojo como un tomate!, con marcas estrechas, pero sin verse morado ni con heridas; me acerque a su cara y le dije:

-¿Aún quieres ser mi sumisa Rosa? -pregunte para tantear el terreno que "pisaba".

-¡Más que nunca señor Joaquín!, ¡me he corrido dos veces!, la excitación ha sido muy intensa al sentir el látigo en mi culo.

Mientras ella me hablaba yo le mire el chocho, estaba brillante y húmedo, confirmando sus palabras. Saque de la bolsa dos pinzas y se las puse en los pezones, su postura seguía siendo con el culo en pompa, entonces le dije:

-¡No te muevas ni un milímetro mientras me ducho en tu baño!

El baño era de lujo, una maravilla, gaste bastante gel (¡sacudir el látigo me puso sudando!), me sequé y fui a ella y al llegar le pregunté:

-Rosa quería saber una cosa, ¿alguna vez te han metido un pene en el ano?

-¡Nunca señor Joaquín, siempre lo he evitado! -dijo mientras torcía el cuello hacia atrás para mirarme a los ojos, con mirada temerosa.

-¡Pues hoy lo vamos a estrenar!, ¡te voy a meter mi gordo pene!, con el glande en "vanguardia", ¡qué te parece sumisa!

-No sé, señor; haga con mi ano lo que desee, si no me gusta lo soportare -dijo con un hilo de voz.

Cogí de un estante una aceitera pequeña muy bonita, y con dos dedos le abrí un poco el ano, vertiendo en su interior un buen chorro de aceite de oliva muy oloroso; después con mi mano derecha extendí aceite por su culo y por su chocho, y con un sólo dedo untado en aceite acaricie la entrada de su ano "sin ejercer presión".

Acariciaba hacia arriba hasta su espalda, y hacia abajo hasta su clítoris; me detuve unos minutos en la piel "entre su ano y su coño", una piel oscura y con un vello muy suave, "y tensa como el pellejo de un tambor". Rocé esa piel con mis uñas llenas de

aceite, "muy, pero que muy despacio", sintiendo cómo temblaban los músculos de sus piernas con cada roce.

Después le introduje sin esfuerzo alguno mi dedo índice en el culo, y lo giré haciendo círculos (con lentitud), su ano se fue relajando y dilatando, ¡poco a poco!, mientras todo su cuerpo temblaba; a los cinco minutos de estar amasándole el ojete del culo, ¡este se abrió como una flor!, ¡cerrándose y abriéndose! "con espasmos", ¡su culo parecía la boca de una carpa en un estanque pidiendo pan!

Me embadurne el pene con aceite de oliva, ¡lo tenía tan duro como el pene de una estatua de mármol!, le metí solo la punta, y espere a que los músculos de su culo se cerraran sobre mi glande, después de notar la punta de mi verga "apresada" por sus músculos anales la cogí por las caderas, y le metí el pene entero en el ano, ¡y de golpe!, sentí su calor abrazando mi miembro, entonces lo moví "con ímpetu"; desvirgando completamente "su puerta trasera". Mientras cabalgaba su culo sentí un gran chorro de líquido proveniente de su coño estrellarse contra mis muslos y chorrear hasta el suelo, entonces le dije haciendo "una pausa":

-¿Siempre te corres con un chorro Rosa?, ¡me has puesto perdido! –le dije haciéndome el enfadado, pero la verdad es que me excito mucho sentir sus líquidos descender por mis piernas.

-¡No mi señor!, ¡nunca me he corrido con un chorro así!, pero hoy me he estremecido "hasta las entrañas" señor -dijo con la voz turbada como si hubiera bebido.

Continúe dándole por culo un rato, tras el cual saque el pene antes de correrme, porque deseaba hacerlo en su boca; y le dije:

Ahora vamos al baño para que me asees y me corra yo también. Fuimos al aseo donde me limpio el pene de aceite, con jabón y agua caliente, agarrándolo con ambas manos, después me lo chupo "como una loba hambrienta", sus pómulos se hundían al absorber mi pene, el cual se tensaba rodeado por sus labios, mientras tanto con una mano ella acariciaba mis testículos. Me corrí dentro de su boca, soltando un chorro que brotó hacia afuera entre sus labios.

Me vestí, y después le quité las pinzas de los pezones, y la aleccioné diciéndole:

-Bien Rosa me agrada "mucho", haber despertado tus instintos anales, creo que podré hacer de ti una buena sumisa, ¡qué bien lo vamos a pasar!, estoy estudiando todo lo que haremos; ¿cuándo acaban tus vacaciones y vuelves a la oficina Rosa?

-Pasado mañana señor.

-Bien quiero que te reincorpores al trabajo solo con faldas y sin ponerte bragas, llevarás puesto este dilatador anal en tus horas de trabajo, ¡todos los días!, solo te lo puedes quitar al llegar a casa o "para una urgencia", si te fijas en él tiene una cinta que asciende por detrás y otra por delante y se agarra a este fino cinturón, ¡te lo pongo a ver qué tal te queda!

Le puse el dilatador que entró casi sin esfuerzo y le quite el collar de perro.

-¿Cómo lo sientes Rosa?

-Muy bien señor, siento mi ano abierto y relleno.

-¡Estupendo Rosa!, -Cuando estés en el trabajo tendrás cuidado al agacharte para que no se vea que no llevas bragas, que tampoco se note el dilatador; ¡no quiero que sepan que tu culo va relleno!

-Sí mi señor, ¡Por supuesto!, quiero ser su sumisa fiel, ¿Esta noche puedo quitarme eso del culo señor Joaquín? -dijo pedigüeña.

-Rosa esto sólo era una demostración, quiero que lo lleves sólo en la calle y aprendas a andar con el puesto, ¿de acuerdo?

-Sí mi señor Joaquín.

Acto seguido le di un tirón del dilatador que salió de golpe haciendo el mismo ruido que si hubiéramos descorchado una botella de champán para celebrar el encuentro. Antes de marcharme le dije:

-Rosa como yo trabajo por la tarde y mi mujer por la mañana cuando empieces en la oficina te visitare cada vez que pueda, dame la llave de la puerta.

-Sólo tengo esta llave señor.

-No importa, dámela porque a mí me hace más falta que a ti, para someterte cada vez que tenga ocasión; tú no saldrás a la calle hasta que yo te traiga una copia, ahora me voy a mi casa, cuando salga de tu piso dúchate bien, ¡que estas toda pérdida de aceite!, y limpia el suelo que vas dejando gotas de aceite al andar; mañana te traeré la copia de la llave, cuando te la de ¡quiero ver todas tus bragas y pantalones metidos en bolsas!, que los voy a tirar a la basura; ¡ya no volverás a ponerte ninguna de las dos prendas!; sólo faldas y vestidos, ¡con el culo al aire!, ¿está claro sumisa?, ¿te parece bien vestir así para mí?

-Sí mi señor, me parece bien vestir así para usted, mañana estará todo en bolsas, y perdón por el aceite, "pero sale solo", mi culo se ha abierto hoy con su pene señor, y estoy turbada -dijo con los pómulos tan sonrojados como sus cachetes, doblegados por el pequeño látigo.

-Escríbeme la dirección de tu trabajo en un papel -dije

Sacó un bolígrafo y un papel de un mueble de la entrada y apuntó la dirección de su trabajo y me lo dio, me marché dejándola de rodillas, limpiando la grasa del suelo con un trapo, mientras aún brotaba aceite su abierto culo. Al día siguiente hice la copia de la llave y se la entregué, dándole permiso para ir a comprar; cogí las bolsas con sus pantalones y sus bragas y me las llevé, al llegar a la calle las tiré al contenedor de ropa.

Un día después mi vecina se reincorporó a la oficina, estando trabajando le hice una visita, al entrar pregunté por ella y me dijeron que si tenía cita, dije que sí, que le dijeran que había llegado el señor Joaquín, entró la señorita en el despacho de mi sumisa y al momento salió diciéndome:

-¡Pase usted señor Joaquín la señora Rosa le espera!

                                                                                           -FIN-

                                                                           ¿Continuará?, ¡ustedes deciden!

                                                                            © Tahotlo 31 de mayo 2016