miprimita.com

Me tiro a mi cartera y la hago mi sumisa

en Dominación

Julia me trae el correo desde hace años, la he visto cambiar de peinado de forma de vestir y hasta de carácter. Nunca he intentado hacer nada con ella, porque  no creía que lo pudiera conseguir; pero el otro día cuando comenzó aquel temporal que estuvo lloviendo dos días intensamente a ella le pilló en mi portal el aguacero, con el carrito de las cartas; Julia estaba empapada cuando llamó a mi puerta (sólo una vez) para darme el correo, porque ese día no se había puesto el chubasquero pensando que sucedería como siempre últimamente, "que al final no llueve nada".

La invité a pasar y dijo que no, yo insistí y le dije que me aceptara un café, entonces me habló:

—Es usted muy amable, pero la verdad es que yo no debo aceptar invitaciones mientras trabajo.

—Solo un momento Julia, ¡que le den por culo al reglamento que te vas a constipar!

—Tienes razón Tahotlo, después de todo solo quieren bajarme el sueldo, cada dos por tres, ¡que les den!

Cuando mi cartera Julia entró dejó el carrito del correo en la entrada y cerré la puerta, la acompañé al baño y le di una toalla grande diciéndole:

—Julia guapa, mientras te das una ducha de agua caliente yo voy a preparar café, zumo y tostadas; cuando estés desnuda tírame tu ropa por la puerta para que la meta en la secadora, y mientras se seca ponte el albornoz que hay detrás de la puerta.

— Tahotlo, ¡cómo me voy a desnudar en tu casa!, si solo te conozco de vista.

—es verdad Julia, pero desde hace años, anda y no me enfades, que voy a hacer el café.

Le di la espalda y ella cerró la puerta del aseo, mientras yo hacía café oí la ducha caer un buen rato. Eché dos troncos a la chimenea, y saqué unas zapatillas de paño y las llevé al aseo, y al dejarlas junto a la puerta ella abrió desnuda con su ropa en la mano, se echó hacia atrás y la soltó en el suelo.

—Perdona Julia, te traía estas zapatillas de paño.

—No importa, Gracias Tahotlo.

Julia tendrá unos treinta y cinco años, diez años menos que yo, es morena de pelo rizado, no está gruesa pero tiene unas curvas muy ricas.

Cuando entró en el salón con mi albornoz blanco de algodón ella estaba preciosa, se sentó en la mesa y desayunamos los dos, parece que tenía hambre, se zampó dos tostadas de mantequilla con mermelada en un periquete. Después de desayunar la lluvia era torrencial y los árboles de la calle casi se doblaban del todo, nos sentamos frente al fuego tomando un segundo café.

—Julia, así no puedes repartir, que puedes hacer en este caso.

—Llamar a la central para que me recojan y repartir el correo mañana, pero esperaré aquí contigo a ver si escampa.

Sonó la campanita de la secadora y le traje su ropa, sus braguitas de flores se me cayeron al suelo, me agaché y las cogí apretándolas en mi puño y dándoselas, "ella parpadeó".

—Julia, ¿estás casada?

—Sí, desde hace diez años, vivimos solos, no tenemos hijos, ¿y tú?

—Yo no, nunca he querido estar casado Julia; permíteme aunque estés casada un piropo, eres preciosa Julia, tu marido estará disfrutando de lo lindo con ese cuerpazo que he visto sin querer.

—Ya que has sido tan amable conmigo quiero contarte un secreto, pero es muy confidencial: mi marido es impotente desde hace año y medio, desde entonces solo me toca con sus manos, lo estoy pasando mal porque siempre he sido muy fogosa, a mi marido no se le empalma, ¡ni con pastillas ni con médicos!, es algo psicológico, yo me aguanto así porque lo quiero, como ves la vida es imprevisible.

—Lo siento Julia, esas cosas pasan, ¿pero no has follado en año y medio?

—No, y lo estoy deseando Tahotlo, pero no he querido salir a buscar sola, y con las amigas menos, nos conocen a los dos.

—Julia llama a la central y diles que te has resguardado en casa de un familiar que vive en tu zona, que regresaras antes de que cierre la oficina y luego yo te llevo en mi coche a ti y al carrito ( A mi casa no llega el bus, hay que andar casi un kilómetro).

—No sé qué decir, Taholo.

—No digas nada y llama mientras me ducho yo.

Cuando Salí del baño me dijo que le habían dicho desde la oficina que me diera las gracias de su parte por ofrecerme a llevarla, y que hasta las ocho de la tarde no cerraba la central, también me comentó que llamó a su marido para que no se preocupara por el temporal, le dijo que ella estaba resguardada en casa de una amiga y que regresaría por la noche.

—Julia como tú has sido sincera conmigo quiero serlo yo contigo, te contaré un secreto que no puedes contar tampoco: yo soy un hombre dominador, soy el señor de varias sumisas mías, algunas de ellas casadas. Todas siguen mis órdenes al pie de la letra, y yo las hago disfrutar de su sexualidad, unas veces dándoles órdenes por teléfono y otras sometiéndolas en persona, ¿te atrae esta temática Julia?

—Desde que leo relatos eróticos para masturbarme por lo de mi marido esa ha sido mi fantasía, tener un dominador, que casualidad Tahotlo, estoy nerviosa.

—Tranquilízate Julia, que soy un tío normal, pero con lo que me dices me voy a lanzar a hacerte una oferta: te ofrezco que seas mi sumisa de forma incondicional y en secreto, ninguno podremos decir nada de esta relación señor-sumisa, pero una vez aceptes tienes que obedecer a todo durante un año, después decidiremos los dos si seguimos o no, ¿Julia quieres ser mi sumisa incondicional?

—Sí mi señor Tahotlo, acepto obedecerlo en todo un año, en secreto.

—Desnúdate Julia, y túmbate en el suelo.

Al momento estaba allí tendida y desnuda, a ella le iba a aplicar la sumisión de la voluntad, sin castigos, solo con obediencia, porque yo aplico la dominación a medida de cada sumisa.

Le ordené después que abriera las piernas tumbada boca abajo, le empapé  la vagina con aceite de oliva y le introduje un plátano en el coño poco a poco, después le ordené que alzara el culo poniéndose de rodillas con el plátano en su coño. Me acerqué a ella por delante, desnudo, mi pene grande estaba empalmado, entonces le hablé.

—Julia, sumisa chúpame la polla y trágatela entera.

—Mi señor es muy grande, no sé si podré

— ¿Cómo?

— ¡Si mi señor!

Le puse mi pene junto a su boca, ella atrapó la punta de mi polla entera con sus labios, un capullo gordo y grande, después apretó su cabeza contra mi polla y se la fue metiendo más adentro, hasta que con la cara colorada llegó a meta tropezando mis testículos afeitados contra su barbilla.

—Estate quieta ahora, yo me muevo "en ti".

Saque medio capullo y zarandeé mi cuerpo entrando y saliendo de su oquedad, sus labios balbuceaban ruidos apretados con mi pene y la saliva le caía a ambos lados de su boca en dos hilillos continuos, le saqué la polla antes de correrme y le dije.

—Ahora  ponte de pie, sácate el plátano del coño y dámelo.

Me comí el plátano sentado frente a ella que estaba de pie, me lo comí entero con piel y todo, mezclando en mi boca su sabor y el del plátano.

Después puse un collar a su cuello y una correa a él y la llevé a mi dormitorio desnuda. La tumbe sobre la cama de espaldas y até la correa al cabezal de la cama y le metí la polla en el culo moviéndome con intensidad hasta que su culo estuvo lleno entero, ¡desde el principio le entró sin dificultad!, su coño y su culo excitados estaban tan caldosos como un arroz.

Después de metérsela en el culo me lavé y la puse en pompa metiéndosela en el coño por detrás, dándole pollazos con brío mientras ella daba alaridos de placer y se corría a chorros sobre la cama, le saqué el pene y la senté en el suelo y desde arriba me la meneé hasta correrme en su cara y en su cabello.

Después le afeité el coño y le requisé sus bragas, desde ese día la follo cuando quiero, solo con llamarla, también desde ese día no utiliza, ¡nunca! Bragas; y lleva el coño afeitado totalmente, ¡como todas mis sumisas!

                                                                                                —Fin—

Tahotlo 2016 ©