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Atrapada con mi jefa en el ascensor

en Lésbicos

Mi jefa es una empresaria de prestigio, es soberbia, sofisticada, e independiente, no está casada y aun es bella a sus cuarenta años. Su altura impone, de joven ella jugaba al baloncesto, «medirá unos dos metros». Yo tengo veintiséis años, y soy muy pequeñita, sólo mido uno cincuenta, «pero soy preciosa», ¡como una Barbie rubia!

Soy su secretaria personal, y de todos los jefes y jefas que he tenido es la que mejor paga, ¡pero tiene un carácter!, cuando se enfada da porrazos en la mesa y voces. El otro día le hice una fotocopia de menos y las voces sonaban en la calle.

— ¡Julia, coño, que pareces tontaaaaa!, ¡cómo me fotocopias esto a medias!, ¿tú no sabes que tengo currículum esperando para enterrarte en ellos?

—Sí señora, ¡perdón!, me distraje pero no volverá a pasar —dicho esto comencé a llorar.

Ella me acarició la cabeza desde su altura, como si yo fuera su perrillo, ¡es curioso!, cómo me siento cuando me hace un gesto de cariño después de regañarme; me siento sumisa y agradecida, y me dan ganas de abrazarla y volver a pedirle perdón, soy tan tonta.

Mi jefa no está casada, pero el otro día mi compañero de trabajo Jaime me contó que se lo llevó a su casa y se lo folló, ¡sí!, ¡sí!, ¡se lo folló ella a él.

Jaime me contó, «entre lágrimas» que después de decirle el a ella, en el piso de ella que estaba a su servicio, «para lo que deseara»; lo amarró a la cama y le penetró el culo, poniéndose ella un arnés con un pene de cuero untado en vaselina. Jaime dice que está loca, pero yo creo que sólo le gusta mandar.

Cada vez me impone más, es lo mismo de mala que de guapa, este mes me ha subido el sueldo, y sólo me ha dicho.

— ¡A ver si espabilas y te lo ganas!, como te equivoques otra vez, ¡te enteras!

Anoche cuando estaba en mi bañera, regalándome un baño de sales súper relajada, me acaricié el sexo y el ano espatarrada como una perrita, ¡tan a gusto! Mientras pasaba los dedos suavemente por mi raja, vino a mi mente la figura de mi jefa, seria y con su traje de chaqueta mirándome desde arriba, ¡esa visión me sofocó!, pero al mismo tiempo me excitó, no podía quitarla de mi mente mientras me masturbaba. Yo con mis veintiséis años estoy soltera, y he vivido de todo, relaciones con hombres y con mujeres, ¡pero nunca me había excitado nadie por su poder!, como me está pasando con ella.

Ocho de la tarde, mi jefa y yo las últimas en salir de la oficina (la oficina es de lujo, pero está en un edificio muy antiguo), ella cierra la puerta de la oficina y nos montamos en el ascensor, estamos en el noveno piso.

Se cierra la puerta del ascensor, sólo estamos las dos; es un cacharro viejo, apto para cuatro personas; hace un ruido horrible al bajar, el calor es sofocante en pleno mes de julio. Estamos en la quinta planta cuando se para el ascensor, se ha quedado sin luz, «no se ilumina ni la botonera». Mi jefa más que llamar al botón de alarma, ¡lo golpea!, y nada, no se escucha el timbre, ella está muy cabreada, yo estoy a su lado y no puedo evitar agachar la cabeza en señal de obediencia o algo así; entonces ella comienza a gritar.

— ¡Me cago en la puta que parió a este puto edificio!, ¿dónde cojones está el porterooooooo?, la polla de edificio, ¡me tenía que haber trasladado hace ya añosssss!

Parece que se calma algo. El edificio es solo de oficinas y a las siete de la tarde no queda nadie, a esa hora se va el portero también (a veces me he cruzado con él al salir). El ascensor es antiguo y no tiene conexión por teléfono para emergencias, sólo tiene el timbre ¡y no funciona! Ha pasado una hora, nos cae a las dos el sudor por la cara, la ropa se pega al cuerpo, ¡que agobio! Mi jefa se está quitando el traje de chaqueta, después se ha quitado la camisa y ahora el sostén; ¡que pedazo de tetas tiene la tía!, ¡y que pezones!, mientras ella golpea la puerta sus grandes tetas bailan en el aire (a la altura de mi cabeza) con tan poco espacio yo me siento intimidada viéndola, entonces me dice.

— ¡Lela no te quitas la ropa!, es que estas cuajada, ¡que te vas a derretir!

Sus palabras más que un consejo las sentí en mí como una orden, y sin pensarlo me desnude entera, incluso me quité las bragas, ella al ver mi bonito chocho rubio, ¡silbó!, y dijo.

— ¡Cojones como está la muñequita!, nena estás buenísima.

Acto seguido ella también se quitó las bragas, y sólo se dejó sus medias con liguero y sus zapatos de tacón (una pija de cuarenta tacos pensé). Su coño era un erizo de pelos negros espesos y sólo un poco recortado. Por la diferencia de alturas su coño estaba a la altura de mis tetas, ¡con sólo mirar un poco para abajo podía tener su coño cerca de mi boca!

Ella abrió un poco las piernas dejando que asomaran al exterior sus grandes labios internos; entonces me narró la verdad de lo de Jaime.

— ¡Sabes Julia!, él creyó que me había conquistado, y se dejó amarrar como un juego sensual, entonces estando atado, ¡tuvo la osadía de decirme a la cara!: (Jefa eres un putón de las más cerdas), y esto me animó a ponerme el arnés y a follarle el culo; pero, ¡lo que de verdad le duele al carbón es que en el fondo le gustó!

No dejo de mirarle el coño a mi jefa, miro a otro lado pero vuelvo a él, ella taconea nerviosa y sus tetas me salpican gotitas de sudor. Estoy ardiendo, por dentro y por fuera, mi chocho desnudo pátina «como la margarina» al mover las piernas, estoy sonrojada, ella ve que estoy sensible y me abraza, ¡mi cabeza queda entre sus tetas!, su sudor empapa más aún mis mejillas, «ya sudadas», y ella me dice.

—No te preocupes verás cómo salimos de esta.

Al decirme esto refuerza el abrazo metiéndome un gordo pezón en la boca. «Yo lo muerdo un poco» y lo chupeteo, «lo suelto», ¡y lo vuelvo a morder!;  ella agarra mi cabeza y me restriega las tetas por la cara, de un lado a otro diciéndome.

— ¡Si mi secretaría!, así ¡putita eres mía!, ¡cómeme las tetas!, ¡cómeme toda! Después me ha achuchado la cabeza hacia abajo, y la ha apretado contra su coño diciéndome.

—Cómeme el coño ahora mismo, ¡tú ya eres mi zorra particular!

Así me sentí en mi interior, como su zorra, ¡necesitaba ser su zorra!, con total sumisión; mi cara se cubrió con su coño lleno de pelos, olía a sudor, a pis y a mujer. ¡Comencé a chupar sus labios de adentro y a morder los de afuera!, le metí la lengua, ¡a fondo!; entonces ella apretó mi cabeza contra su coño, ¡zarandeándome para restregarlo contra mi boca!, en ese momento se corrió mojando mi cara y mi boca. Bebí todo y calme algo la sed.

Mi jefa me cogió por la cintura y ¡me alzó!, poniendo mi coño en su boca, y mis piernas sobre sus hombros, que quedaron colgando a sus espaldas, y me sostuvo en el aire mientras, se metía mi coño, ¡entero en la boca!, ¡me lo absorbía!, ¡me dolía!, y entonces de gusto que sentí, me orine un poquito en su boca, al notar ella mi pis me dijo.

— ¡Muñequita!, ¡oríname más!, que me beba tus orines de secretaria ¡guarra y servil!

¡Temblé al oír su potente voz gritándole!, y mientras me sostenía en el aire «como un pelele», me oriné casi asustada; con un chorro continuo que regó su boca, y bajó por sus pechos desembocado en su raja, ¡entonces ella me zarandeo!, ¡golpeando mi cabeza contra el techo del ascensor!

En ese momento se abrió la portezuela del techo y un bombero asomo la cabeza y dijo.

—Las hemos podido rescatar gracias a la cámara de seguridad del techo del ascensor; ¡¡vaya espectáculo en la sala control de la empresa de seguridad!!

¡Han ido a verlas!, ¡hasta los que estaban de vacaciones!

FIN

(C) Isabel Nielibra  2016