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Sometiendo a la bibliotecaria. Cap.º 2

en Dominación

Sus manos "temblorosas" ataron muy bien las braguitas a mi tobillo; sin decirle nada más entré a la sala de estudio luciendo sus bragas en mi pie.

Juan, uno que casi siempre estudia junto a mí, me dijo que era muy bonita mi tobillera de encajes. Terminé de estudiar, y antes de salir me acerqué a uno de las ordenadores de la sala, metí mi pendrive y lo formateé, después escribí con Word un texto y lo guardé en mi lápiz de memoria con forma de hueso para perro. Salí de la sala de estudio y vi que Lulú estaba sola, me acerqué situándome detrás de ella y le dije al oído con un susurro.

 —Sumisa, ponte de pie e inclínate sobre la mesa, y abre bien las piernas, ¡rápido!, que no nos sorprendan —lo hizo al instante.

Me situé detrás de ella viendo sus bellos muslos bajo la falda, le metí mi mano derecha entre las piernas y "agarre su coño", muy peludo y suave, ¡estaba empapado!; separé sus labios externos y acaricié el interior de su vagina, frotándola con mis dedos muy deprisa, "antes de que alguien entrara en la recepción y nos sorprendiera"; mientras ella gemía en voz baja, con la mano izquierda saqué de mi bolso el pendrive con forma de hueso para perro, lo unté con mi mano derecha empapada como estaba con el flujo de su coño, acaricié el ojete de su culo con su propio flujo y puse a la vista de sus ojos el aparatito, para que supiera lo que iba tener adentro, luego se lo metí entero muy despacio (del tamaño de un dedo índice ) dejando fuera de su culo solo el cordoncito para el llavero.

—Ahora Lulú, ¡aprieta bien el culo!, no vayas a perder el pendrive que he metido en tu ojete, que le tengo mucho cariño. Cuando llegues a tu casa sácatelo en dos partes, primero el tapón y después el resto; luego lo miras en el ordenador, encontraras las instrucciones que tendrás que seguir.

 —Si mi dueña, así lo haré  —dijo muy dócil; entonces le pregunté.

—Cómo te sientes ahora Lulú.

—Me siento muy bien siendo sumisa, aunque me encuentro extraña sabiendo que mi culo es paloma mensajera, "pero a la vez me gusta" y no me ha dolido Isabel, ¡anda que si lo supieran las compañeras de pádel!, se quedarían de piedra. También me siento vulgar, ¿eso es normal?, mi dueña.

—No es vulgaridad lo que sientes Lulú, es entrega a mí, pero como no estas acostumbrada no lo sabes ver. Me alegro de que te encuentres bien siendo sumisa, pero habrá veces que tendrás que sentir dolor para ser una sumisa plena y feliz.

—Si mi dueña.

El texto en el pendrive decía lo siguiente:

—Lulú esta noche dormiré con tus bragas tobilleras puestas en mi coño, restregándolo con tus manchas, eres especial. Mañana sábado, como no trabajas y me has dicho que estás disponible te vienes a mi casa, aquí tienes mi dirección y mi teléfono. Trae una bolsa de viaje con lo que necesites, te quedaras a dormir en mi casa. Este sábado será especial, tu primer sábado como mi sumisa, después solo te veré a ratos, no quiero interferir en tu trabajo ni en tu vida, quiero que esto sea algo especial para ti. Tu eres muy inteligente y eso te hará disfrutar aún más de ser sumisa, eso sí, sin desobedecer, y sin voluntad. Esta noche quiero que descanses, no te arrepentirás de haberte convertido en mi perra Lulú, "ya te he dado tu hueso y todo", ¡verdad! Besos de Isabel.

El sábado por la mañana estuve de compras, buscando lo necesario para someter a mi sumisa. Esa tarde, al llegar Lulú a mi casa se la veía nerviosa, le dije que se relajara, que la haría muy feliz. Ese fin de semana mi vecina estaba de viaje y no vendría a limpiar, mi sumisa me preguntó.

—Mi dueña, ¿puedo hablarle?

—Si

—Mi dueña Isabel, esto tiene que ser secreto por favor, yo me relaciono con personas importantes de mi ciudad, mis estudios me han proporcionado amigos y amigas de prestigio donde vivo, pero muy conservadores en el pensar; si se supiera que tengo una dueña todo mi mundo se derrumbaría; por favor, ¡tranquilíceme usted!

—Lulú, esto también es nuevo para mí, que seas mi sumisa me está cambiando hasta la forma de pensar, pero esta sumisión solo será temporal, y te prometo que nunca desvelaré tu identidad, ni diré jamás en que ciudad vives; ¡ni antes!, ¡ni después de ser mi sumisa!, mi honestidad es muy importante para mí (por cierto su verdadero nombre no es Lulú).

—Gracias mi dueña, ahora me siento reconfortada; es usted tan buena conmigo y siendo tan joven es tan correcta en el trato, "además guapa", su cabello rubio me embriaga la vista. Soy inteligente y culta, pero no me gusta tomar decisiones, y ahora, con usted no tendré que decidir, lo hará usted por mí y eso me gusta, ¡me siento tranquila!

—Gracias sumisa, eres muy amable, tú también eres preciosa. Empezaras doblegando tu posición social; hoy limpiaras mi casa, y lo harás desnuda;  ¡quiero que reluzca!, ¡vale!

(Continuara en el capítulo 3)

(c) Isabel Nielibra 2017