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Mi vecina Teresa me lo besa

en Sexo con maduras

Después terminar el contrato de prácticas, me han subido el sueldo, y he alquilado un piso para mi sola. Ahora que soy una profesional estoy evitando hacer locuras. En mi apartamento me siento pletórica, he decorado todo al detalle, y me siento genial escuchando música desparramada en el sofá. Las plantas son ahora mi afición, mi balcón, ¡qué balcón!, lo tengo como una selva, y me encanta cuidar mis macetas. Mi vecina Teresa tiene su balcón junto al mío, separándolos solo un cristal opaco; cuando me siento en mi mecedora escucho las conversaciones que tiene con su marido y con sus hijos (sus hijos tendrán veintitantos años como yo), Teresa es una madraza de unos cincuenta años que no ha perdido la figura; y por cómo habla con su marido y sus hijos, se ve que es la que dirige el hogar.

El otro día, después de ducharme y depilarme las piernas y el potorro, vino Teresa a tomar algo conmigo (son encantadores desde que llegué, sobre todo Teresa), nos sentamos en el balcón a tomar una cerveza y unos pistachos. Estando relajadas me habló desahogándose.

—Sabes Isabel, me da envidia sana ver lo a gusto que estás sola aquí en tu piso, sin gente a tu cargo, ¿sabes?; entre mi marido y mis hijos, a veces me siento la criada de los tres.

—Teresa la envidia nunca es sana, demuestra que algo te falta, ¿es libertad?, ¿o solo más tiempo para ti?

—Bueno, visto así Isabel, pues si algo hay, te cuento: tienes la mitad de años que yo, y tu independencia me hace recordar mi juventud; en esa época no disfruté mucho de mi libertad, me até pronto, ¡además!; te voy a hacer una confidencia Isabel, pero que sea nuestro secreto. "Con tu edad dudé entre casarme o liarme con mi mejor amiga", que era lesbiana y un encanto de chica. Yo sabía en aquel tiempo que ella me quería, pero la ignoré; "tú me recuerdas mucho a ella", también era una joven rubia y guapa como tú —su forma de hablarme me agradó, la vi abierta a mí con sinceridad y me sinceré yo también.

— ¡Sabes!, Teresa, yo también soy lesbiana, y un poquito bisexual, aunque a veces lo que soy es una atrevida muy cambiante, y juego a dos bandas a la vez  —Teresa se Sorprendió.

—No lo hubiera pensado Isabel, te vi hace unos días paseando con un chico muy guapo cogida de la mano, y pensé que había noviazgo.

Es mi anterior novio, que está triste porque lo dejé, y lo consolaba, pero no le doy esperanzas, ¡harta me tiene!, además de ser aburrido, me gusta más su hermana pelirroja que él, y es que estoy en un periodo lésbico total, y los hombres están "aparcados", pero me da pena y por eso dejo que me visite.

Teresa me habló de sus deseos en la juventud, cuando dudaba de su sexualidad, sintiéndose culpable por desear a mujeres, en un tiempo menos liberal. Me contó que cuando veía a su mejor amiga le cambiaba el semblante y se le aceleraba el corazón, pero nunca se lo confesó a ella, y después de echarse novio se alejaron las dos.

Hablando, hablando, nos tomamos tres cervezas, y nos pusimos piripi las dos, su marido y sus hijos estaban con la abuela, y no volverían hasta la noche.

—Teresa, ahora de casada, ¿sigues deseando a mujeres?, después los años.

—Todos los días Isabel, pero soy fiel y no me he atrevido nunca a probar que se siente haciéndolo con otra mujer, por ejemplo, si una mujer guapa se me acerca en el súper, ¡me tiembla la piel!, en los videos del wasap, yo miro las pollas, pero sobre todo los coños Isabel, y me imagino a mi misma besando los bellos chochos de esas jóvenes.

— ¿Jóvenes como yo Teresa?

—Sí, jóvenes y guapas como tu Isabel, que vergüenza decírtelo, ¡la cerveza!

No seguí la conversación; me abrí la bata de raso, subí los pies hasta el filo de la mecedora, y le mostré mi prenda interior (un bodi blanco de una sola pieza de tela, desde los hombros hasta mi chocho, con abertura vaginal de corchetes), cuando me miraba en silencio y muy colorada, le guiñé un ojo y me desabroché los cuatro corchetes de mi bodi, "despacio", "uno a uno"; después dejé caer la lengüeta de tela inferior sobre el asiento de la mecedora, y la parte superior la doblé hacia arriba, hacia mi vientre, mostrándole mi generoso chocho desnudo, duchado y afeitado esa misma tarde. Mi coño es bello, mis labios externos son gordos y alargados, en mi pubis luce un bigotito de vello castaño claro muy cortito; y entre las cervezas que nos habíamos tomado y la conversación, mis labios internos se desplegaron como las aletas de un caracol, ¡muy brillantes!

El color rosado de mis labios húmedos solo lo veía Teresa, ya que el balcón da al exterior con un muro bajito (no con baranda como otros balcones). Ese muro bajito me tapaba, sentada como estaba, hasta el cuello. Desde que me instalé en mi piso he salido varias veces al balcón, me he bajado las bragas y me he quitado la falda dejándome solo la camiseta, con mi bollo al aire, masturbándome con el bebedero de plástico blando del canario, relleno de leche calentita, taponado la abertura del recipiente con un corte de patata, para que no se saliera la leche; mientras al mismo tiempo saludaba a las vecinas de enfrente.

—Teresa, ¿quieres besármelo?, no se enterara nadie.

—No se Isabel, me da mucha vergüenza, además, tienes un coño tan bello y tan joven que verlo desnudo, saliendo del bodi tan cerca de mí me ha puesto muy nerviosa.

—Teresa, me encantaría que me lo besaras, y que cumplieras tu deseo; "yo cierro los ojos para que no te de vergüenza".

Cerré los ojos poniendo mis manos sobre ellos, y abriendo a la vez mis muslos hacia los lados, esperándola con una postura obscena y casi vulgar. Estuve más de dos minutos esperando, y cuando ya no esperaba que se decidiera a besármelo, "sentí su boca besar mi coño", sus labios pintados de rojo estaban ardiendo; quité mis manos de los ojos y acaricié su peinado algo rizado de peluquería, uffffff, "apreté su cabeza hacia mí coño, y mi bollo se aplastó contra ella, haciendo ventosa en su cara desde el mentón hasta su nariz (su nariz soltaba aire caliente al respirar contra mi clítoris, haciéndolo engordar); liberé su cabeza para que pudiera respirar, y suavemente me introdujo su lengua en mi raja rosada, despacio, torciéndola al entrar; mientras su lengua entraba en mi vagina mis labios internos crecían carnosos, brillantes y rosados; apoyándose en su lengua como si la vistieran con una segunda piel.

Después de un rato paseando su lengua entre mis labios menores me corrí, con tres chorritos que le regaron la boca y el cuello, ¡se animó!, y absorbió todos mis líquidos derramados, ¡tragándolos como un manjar!, después hizo círculos en el ojete de mi culo con la lengua, ¡que placer! La detuve cuando mi culo, del gusto que yo sentía, daba espasmos como un corazón. Me abroché la bata, ella se puso de pie y entramos en el interior.

Cerré las cortinas y la desnudé, me quité yo también la bata y el bodi y dejé a su vista mi sensual cuerpo clarito y mi melena rubia natural cayendo sobre mis pechos. La puse sobre mi cama con su culo maduro en pompa, saqué de un cajón un huevo vibrador anal, y untándolo con vaselina se lo introduje en el ano hasta que solo quedó fuera el hilo de guía, ella dijo.

— ¿Que me haces en el culo Isabel?

—Nada Teresa, solo juego con él.

Le di la vuelta boca arriba y le abrí las piernas, su coño distendido por la edad me pareció bello, sus labios colganderos los absorbí como racimo de uvas, Teresa gritó de placer y se corrió soltando solo un poco de "caldo calentito", el cual me bebí (su corrida sabia más fuerte que la de otras mujeres más jóvenes de las que había bebido su esencia, "pero me gustó", fue como un trago de licor fuerte. En ese momento accioné el mando a distancia del huevo anal que le había metido en el culo a Teresa, y su culo comenzó a vibrar como una motocicleta. Mientras su culo vibraba, me subí encima de su cara y le dije.

—Teresa, ¡bésamelo otra vez!

Me dio un beso sonoro y después me mordió el bollo dando tirones con sus dientes a mis gordos labios externos, haciéndome gritar de dolor y placer, ¡coño!, me corrí otra vez, pero más intensamente; y como estaba subida encima de su cara mi líquido íntimo, ¡le llegó hasta las orejas!

Cada día después de volver de mi trabajo, llamo a Teresa desde el balcón y ella viene y me besa el coño, y me lo come, ¡todos los días sin excepción!

El otro día fuimos de tiendas las dos, y entramos juntas en el probador de una conocida marca de ropa. Teresa se puso de rodillas en el probador, me bajo las bragas y me besuqueó y me chupo el chocho mientras yo me probaba tres blusas, situándose para hacerlo alejada de la cortina. Sentir la lengua de la señora Teresa jugando con mi sexo, mientras se escuchaba el ajetreo de la tienda, ¡me puso chorreando! Ayer después de besarme y comerme el chocho volvió a su casa con el huevo vibrador metido en el culo, y de balcón a balcón yo lo accioné en la posición tortuga varias veces, mientras Teresa veía una película con su marido.

Después de besarme y comerme el coño bastantes veces, ayer cuando le volví a meter el huevo en el culo, antes de irse a su casa, me confesó que su marido no le hace el amor desde hace mucho tiempo, que la tiene como una pasa, que la edad lo ha "tumbado".

Hoy le he dado una sorpresa a mi vecina Teresa, esta mañana compré un pene de látex con un arnés, y lleve a Teresa al campo en mi nuevo coche. Junto a un río caudaloso, y bajo los frondosos árboles la he puesto en pompa, y poniéndome el arnés la he follado como si el pene de látex fuera mío, pero sintiendo yo solamente la satisfacción de follar su coño y verla gemir. Al final Teresa alargó una mano hacia atrás y hurgó en mi vagina mientras me la follaba con la prótesis; se corrió gritando junto al río, un caballo a lo lejos relinchó al oír su fuerte grito de placer y desahogo. Después me corrí ayudada por sus dedos, saqué el pene de goma de Teresa y los restos de mi orgasmo resbalaron por el pene de látex hasta la punta del invento, pareciendo que me corría por dentro del artificio.

                                            —Fin— 

                                © Isabel Nielibra 2017