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Uno de los mosqueteros 2

en Confesiones

No recuerdo siquiera como llegué a la cama. Solo recuerdo la relajación que tenía mí cuerpo.

Desperté temprano por la entrada del sol en el dormitorio. Demasiado temprano, no se porqué me invadió una risa tonta, reía en la cama y daba vueltas, estaba desnuda, era sorprendente pero no sentía apenas dolor en ninguna parte de mí cuerpo.

Tenía tres llamadas perdidas de mí marido y dos de Julia. Llamé primero a mí marido, solo tuve que decirle que había bebido un poco, más de la cuenta y que me había quedado profundamente dormida para que se quedara tranquilo, a Julia tuve que darle muchos detalles, tantos que me estaba excitando, me dijo que lo preparaba todo y que esa misma noche se venía a pasar una semana conmigo.

Julia y yo parecemos hermanas, la misma edad, yo quizás esté algo más gorda que ella, con algo más de tripa, aunque usamos las mismas tallas en todo. Yo soy morena y ella casi rubia. Y más blanca de piel.

Me pasé un buen rato pensando en los tres mosqueteros, sabía que podía ser un buen lío sí alguien se enteraba, al final mis pensamientos terminaron soñando en ser de nuevo bañada con una buena cantidad de leche. Me levanté caliente. Me coloqué una camiseta vieja y salí a la terraza. Mí vista se fue directa a la terraza donde había visto el día anterior a los chicos y como sí me estuviera esperando Javier asomó su cuerpo por la baranda. Solo estaba él. Me sonrió con una sonrisa de oreja a oreja y me hizo una señal con la cabeza, asentí y de nuevo en menos de 15 segundos lo tenía saltando por encima de la mía . No me dió tiempo a decir nada, se acercó y sin decirme nada estaba metiendo su mano por debajo de la camiseta colocándola en mí peludo bajo vientre. Le retiré rápido la mano mirando a todos sitios. Le dije que no volviera a hacerlo. Me explicó donde había gente y donde no. Y como eran cada uno de los vecinos que teníamos. Y que hasta el mes de agosto no tenía que preocuparme por nadie, porque nadie salvo él se fijaba en ella. Le dije que a pesar de todo tenían que ser muy discretos los tres. Que sí lo eran podrían pasarlo muy bien todos juntos.

Creo que ya estaba hablando demasiado, Javier me miraba con ojos de felino que iba a saltar sobre su presa de un momento a otro. No me aventuré y me metí para dentro de la casa, no le di opciones, me dirigí rápido al dormitorio aunque sabía que me venía siguiendo de cerca. Me paré delante de la cama. Me di la vuelta y allí estaba ya quitándose la camiseta y bajándose el bañador dejando que viera de nuevo ese cipote bien duro. Le sonreí, me empujó con su mano haciéndome caer en la cama, No hubo preámbulos, me abrió las piernas y se coló en mí coño hasta los huevos. Me hizo gemir y decirle que era un bruto, que así no se trataba a una señora, pero le dió igual, me tenía bien abierta de piernas y me embestía con todas sus ganas. No aguantó mucho, en apenas cinco minutos me estaba soltando la primera corrida en lo más hondo de mí cueva.

Rió con ganas. Se mantuvo dentro de mí unos instantes y me dijo que estaba loco por comerme el coño, el culo y las tetas.

Lo eché a un lado,me senté en la cama y me saqué la camiseta por la cabeza, su polla apenas había bajado un poco su dureza, se la meneaba despacio sin dejar de mirarme tendido en la cama. Me volvió a empujar y se colocó encima de mi, miraba con deleite mis tetas, me las tenía las dos cogidas con sus dos manos y las amasaba como sí nunca lo hubiera hecho en su vida, apretaba mis pezones entre sus dedos, me hacía daño, pero a la vez sentía como mí coño se mojaba más y más. Nunca pensé que eso me pudiera excitar tanto. Llevaba su lengua a mis pezones los chupaba y seguía apretándolos con sus dedos, ni con las dos manos conseguía abarcar una de mis tetas, sentía su dura polla en mí bajo vientre. Esa dureza incluso me producía dolor. Chupaba con fruición mis pezones, chupaba como sí intentara sacar leche de ellas, yo solo podía mirarlo, me resultaba tierno ver como un chiquillo jugaba embelesado con mis ubres. Estuvo mucho rato chupando de ellas, cuando se cansó, me miró a la cara, pude ver esa cara de felicidad, me dijo que ese era su sueño desde que empezó a hacerse pajas, mamar unas tetas como las mías, me dijo que estaba loco por mamar las tetas de su madre, pero que las mías eran más grandes y que le gustaban más las mías. me dijo que le gustaban las mujeres grandes y maduras como yo. Me hizo reir.

Me dijo que había visto en las películas como chupaban a las mujeres y que él quería hacer lo mismo conmigo, quería chuparme entera. Me hizo tender y doblar las piernas. mordió mí barriga y hurgó con su lengua en mí ombligo, cerré los ojos y lo dejé hacer. Quería que se saciara conmigo, quería dejarlo hacer lo que él quisiera. No tardó en seguir bajando, estuvo chupando mis vellos, pasaba su lengua por ellos, por mis ingles, me gustaba, sentía como me calentaba, estuvo un buen rato mirando mí coño, sentía sus dedos abriendo mis labios, me daba pequeños lametones en el clítoris, conseguía hacerme estremecer, me hacía gemir, no podía evitarlo, sentía su lengua hurgando en mí agujero, le había dado igual beberse su propia corrida, me metía un dedo de una mano, metía otro de la otra mano y me abría el coño, rozaba mí clítoris con sus dedos, lo sentía grande y duro como hacía mucho que no lo sentía, me gustaba. Consiguió meterme hasta cuatro dedos de una mano. Había conseguido que me corriera un par de veces, aunque no le había dicho nada.

Cuando se sació miró mis muslos, comenzó a acariciarme, primero uno, luego otro. Pasaba su lengua por ellos, pasó mis rodillas y siguió hasta mis pies, me tenía tendida con los codos apoyados en la cama y algo erguida, olió mis pies, me hizo gracia y no pude evitar reír por su ocurrencia. No tengo unos pies especialmente bonitos, pero por lo menos no tengo malformaciones, mis pies son acordes a mí cuerpo, más bien grandes, con unos dedos largos. Pasó su lengua por la planta del pie derecho, nunca me habían hecho algo así, y fue una sensación nueva para mi, lo miraba con la boca abierta y esperando que siguiera, pasó su lengua entre todos mis dedos, y los chupó uno a uno, me había erizado los vellos y se lo hice saber, colocó mí pie derecho sobre su polla y cogió el izquierdo para hacer lo mismo, había conseguido calentarme. Y me gustaba sentir su dura polla en la planta de mí pie. Cuando se sació de mí pie, tiró de mí pierna y me hizo girar, no tuve más remedio que colocarme boca abajo.

Estaba sintiendo como mí coño se había lubricado de una manera bestial, acarició mis pantorrillas, y siguió por la parte de atrás de mis muslos, sabía lo que me esperaba, y lo estaba deseando ya. No podía evitar apretar y aflojar mis nalgas. Me las acarició suavemente, solo rozando sus dedos por ellas. Me las movió como sí fueran flanes, estuvo un buen rato, se recreaba con ellas, metía sus dedos por mí canal, me gustaba, solo me rozaba, tenía que apretar los dientes para no chillarle que me la metiera, cuando se cansó de jugar con ellas, acercó su nariz para olerlo, me tenía abiertas las nalgas con las manos y acercaba su nariz a mí agujero para olerlo. Cuando pasó su lengua por mí agujero pensé que me corría, mordía mis nalgas y pasaba su lengua cada vez más fuerte por mí agujero. No tardó en comenzar a meter la punta de su lengua en mí culo, metía su lengua la sacaba y metía uno de sus dedos hasta los nudillos, lo sacaba y olía mí agujero y lo volvía a lamer como sí fuera un perro.

Le gustaba, sentía como comenzaba a calentarse, me tenía sujeta por las nalgas, me las tenía abiertas todo lo que podía, tenía su boca jugando con mí coño y su nariz metida en el agujero de mi culo. Cuando se sació me abrió las piernas para colocarse entre ellas, dejó caer su cuerpo hasta que su dura polla se metió entre mis nalgas, lo primero que encontró fue mí encharcado coño, su polla se hundió hasta sentir sus huevos en mí clítoris. La hundía con fuerza, no se movía, solo me tenía ensartada con fuerza, cuando sentí que comenzaba a sacarla, me relajé todo lo que pude, sabía lo que me esperaba y lo estaba deseando. Seguía con sus manos abriendo mis nalgas con fuerzas. Iba a tientas, sentía como su capullo se iba paseando por la raja hasta sentir su calor en el agujero de mí culo, sentí como dejaba caer su peso y como su capullo se abría paso. No pude evitar gemir, a él le excitaba, la tenía muy dura, soltó mis nalgas y me cogió de las caderas. Tenía su capullo dentro, pero no parecía que quisiera seguir empujando. A mí me estaba volviendo loca, nunca me habían follado así, un chiquillo me estaba llevando al límite y no iba a poder aguantar mucho más. Sentía su polla muy dura, sacó su capullo y se agachó para lamer mí agujero, volví a correrme, no pude evitar chillar de gusto y decirle que me la clavara de una puta vez.

Me la volvió a clavar en el coño con fuerza y de una sola vez, no había sentido en mí vida una polla tan dura como esa. La sacó y después de colocar su capullo en la entrada de mí culo, se dejó caer encima de mi, clavándomela de una sola vez, estaba tan lubricada que entró sin dolor, lo sentía casi tendido sobre mí espalda, empujaba para meter más y más polla, pero ya no podía entrar más, tenía sus huevos duros golpeando mí perineo. Había estado tanto tiempo jugando que comencé a sentir como se corría llenando mis entrañas de leche caliente. Fue una corrida bestial, pero lo mejor es que no la sacó ni se le puso blanda, seguía con su polla dentro de mí culo, y seguía empujando para meter más y más polla. La sentía entrar y salir y sentía como su lefa iba saliendo corriendo entre mis labios. Como pude metí una de mis manos debajo de mí cuerpo y comencé a pajearme con fuerza a la vez que sentía su cuerpo sobre el mío. Volví a correrme otra vez a la misma vez que él. Se había corrido dos veces en mí culo y sin sacarla.

En cuanto la sacó volvió a bajar a chupar mí orificio, estaba como loco, chupaba y lamía y metía su lengua todo lo que podía, como queriendo sacar su propia leche para beberla, al momento me hizo girar y abrió con sus dedos mí boca, y sin besar mis labios comenzó a soltar parte de esa corrida en mí boca. Era un niño y había conseguido calentarme más que mí propio marido. Lo empujé en la cama y me fui a chupar su polla, no estaba del todo blanda, y en cuanto le dí dos fuerte mamadas, volvió a ponerse dura. Lo hice levantar y ponerse de pie en el filo, me senté dejándolo entre mis piernas y comencé a hacerle una cubana, sabía que eso lo volvería loco, y no me equivoqué, me follaba las tetas como un desesperado, Se la chupaba hasta hacerla desaparecer por completo en mí boca, me daban arcadas, le gustaba y a mí también, volvió a mis tetas y terminó soltando dos buenos chorros de leche entre ellas. Los dos terminamos tendidos en la cama riendo como dos niños chicos. Me había dejado completamente satisfecha y él parecía saciado por completo. Me dijo que tenía que irse, y que no le contara a sus amigos lo que habíamos hecho. Le prometí que no lo haría sí él me prometía que bajaría todas las mañanas para repetirlas. Me dijo que sí, y que era muy puta. Me hizo reír mientras desaparecía saltando por encima de la baranda de la terraza.

Tuve que quedarme en la cama hasta bien entrada la mañana. Ese chiquillo me había dejado sin fuerzas. Cerré persianas para poder descansar, no quería que volvieran y me dejaran ya sin fuerzas totalmente.