Gozando con mi hijo
12-09-2005
Todo comenzó hace apenas 3 meses, tengo 58 años, casada y con 3 hijos, dos
hembras y un varón, Daniel. Ahora tiene 20 años, es un chico normal, soltero y
sin novia y claro está, vive con nosotros. Yo soy una mujer alta, tengo una
talla 120 de pecho, pero debido a mi estatura y mi corpulencia no parecen
demasiado grandes, caderas anchas y un buen culo, a pesar de mi edad, me
considero una mujer joven.
Vivimos en un bloque de pisos, donde por rellano solo hay dos viviendas, y mi
vecina es a la vez la madrina de mi hijo, ambas familias compramos los pisos
juntas ya que éramos amigos desde la infancia, ellos no han tenido hijos, pero
mi Daniel es para ellos como un hijo. Nosotros vivimos en el último piso, justo
encima está la azotea, no muy visitada por los demás vecinos ya que no hay
ascensor en el bloque, y mi puerta da justo enfrente de la escalera de subida.
María es la madrina de mi hijo Daniel, y por lo tanto comadre, es una mujer algo
más bajita que yo, al no haber tenido hijos, también se mantiene en buena forma,
ambas decimos que debe ser por subir los 5 pisos hasta nuestras viviendas,
nuestros balcones están unidos y se puede pasar desde un piso a otro sin tener
que salir al rellano. María y yo habíamos sido cómplices en algún que otro
devaneo con un joven repartidor de una tienda del barrio, pero de eso hacía ya
algunos años y todo había vuelto a la normalidad, fieles a nuestros maridos y
manteniendo una vida sexual aburrida y casi nula.
Todo comenzó cuando empecé a notar en mi hijo un repentino aumento en las
salidas de casa, y sobre todo cuando siempre antes de esas salidas escuchaba su
móvil sonar, un timbre y se apresuraba a salir, sin palabras y con sigilo. Una
tarde salí detrás de él para saber donde iba, pero no me dio tiempo a llegar muy
lejos, se había parado en el piso de abajo, donde también vivía un matrimonio
mayor, no hubo palabras, pero desde donde yo estaba pude distinguir como mi hijo
se sentaba en uno de los escalones y seguidamente como Juana, que así se llama
la vecina de abajo, levantándose la falda que llevaba puesta esperaba a que
Daniel se sacará la polla para sentarse sobre ella, se la estaba follando en
toda regla, mi hijo magreaba a la Juana por encima de la ropa intentando meter
sus manos por dentro de su blusa para buscar sus grandes tetas, esa mujer era
algo mayor que yo, y se estaba follando a mi hijo, apenas podía escuchar ningún
ruido, solo algún que otro gemido de la Juana, la sesión tardó poco, apenas unos
minutos, pero echando la cuenta de las de veces que yo escuchaba el móvil de mi
hijo y él salía de casa, debían de ser unas dos o tres veces al día.
Entré de nuevo en casa cuando sentí que todo iba a terminar, pero en vez de
sentirme enfadada, me quedé pensando en lo diferente que era la vida para la
Juana y para mí.
Después de varios días espiando a mi hijo, no pude aguantar más y se lo conté a
María y ahora éramos dos espiando a mi hijo, y sobre todo ella envidiaba a la
Juana por la posibilidad de tener una polla joven que le diera placer, y yo le
dije que me excitaba ver como mi hijo se la follaba. María no tardó en venirme
con una de las suyas, me dijo que estaba decidida en probar suerte con Daniel, y
que si yo quería me daría el espectáculo delante de casa, cosas que ya habíamos
hecho en alguna que otra ocasión, ver como nos follaban nuestros maridos sin ser
vistas.
Una tarde que nuestros respectivos maridos no estarían en casa, casi nunca
estaban por sus trabajos, me dijo que me fuera para la mirilla de la puerta.
Allí estaba ella, estaba esperando a mi hijo y lo pilló mientras subía, no podía
escuchar la conversación pero supuse como ella le decía que sabía lo que estaba
pasando con la vecina de abajo y que ella también quería lo mismo, la cara de mi
hijo se iluminó, María pasaba su mano por el abultado paquete que ya mostraba mi
hijo debajo de los pantalones y sin más este se lo bajo, dejando al aire una
polla que para él se quedaba, era más grande de lo que habría podido imaginarme,
palpitaba, hasta creo que María se sorprendió de lo grande que la tenía, ella me
brindaba una visión perfecta, se agachó y pude ver como se tragaba con
glotonería la polla de mi hijo, que con los ojos cerrados no tenía la menor idea
de que su madre tras la puerta había comenzado a propinarse una de las mejores
pajas de su vida, pero la que de verdad gozaba era la zorra de María que no le
cabía la polla en la boca y que no estaba dispuesta a desperdiciar antes de
tiempo la posibilidad de que mi hijo la follara, así que después de un buen rato
mamándole, se desabrochó la blusa un par de botones y se sacó por encima de ella
sus tremendas tetas y dejó que mi hijo se volviera loco con ellas.
Ver como mi hijo se comía con desesperación esas tetas me volvió loca, y estuve
a punto de abrir la puerta para unirme a ellos, pero María no estaba dispuesta a
compartirlo, hizo sentar a mi hijo en los escalones, se subió la falda y
quitándose la braga pude ver como dejaba a mi hijo entre sus piernas y pude ver
perfectamente como se sentaba encima de su polla, enterrándola en su peludo
coño, desde mi posición podía verlo perfectamente, veía la polla entrar y salir
de su coño, podía ver como ella se chupaba los pezones intentando no perder el
equilibrio y como las manos de mi hijo iban de un sitio a otro, de las tetas a
su poblado coño, magreando sus grandes muslos, hasta que por fin sacó la polla
de su coño y soltó una cantidad de semen descomunal sobre sus vellos, falda,
llegando incluso algún que otro chorro a sus tetas, nos corrimos los tres a la
vez y fue una pasada, las piernas me temblaban por lo que tuve que irme al salón
a sentarme, seguidamente mi hijo entró en casa y se fue directamente a su
dormitorio sin decirme nada, aunque yo tampoco hubiera podido decir ni una
palabra.
Salí para la casa de María por el balcón y me la encontré tirada en el sofá aun
con la leche de mi hijo por todos sus vellos, con una sonrisa de oreja a oreja,
me acerqué, refregué mi mano por sus vellos esparciendo el néctar de mi hijo y
me lo llevé a la boca, era delicioso, María no hacía otra cosa que suspirar, y
me dijo que tenía un hijo que valía millones, y que entre las dos íbamos a
cuidarlo para que no lo estropease ninguna chica joven. Todo aquello me
excitaba, ver a mi hijo follando con estas mujeres me excitaba, pero otra cosa
era follámerlo yo, que decir tiene que a partir de ese día las salidas de mi
hijo se multiplicaron, tenía que darle placer a dos zorronas, la Juana de abajo
y su madrina María.
María venía casi todos los días a explicarme las cosas que le gustaban a mi
hijo, como se la chupaba, como le gustaba comerle el coño y lo bien que lo
hacía, y sobre todo la insistencia de este en darle por el culo, cosa que por lo
visto no le gustaba a la Juana, ni a María, y las grandes corridas que tenía mi
hijo, que a pesar de haber follado con María y Juana y volver a follar al rato
con María, le seguía soltando una cantidad de leche descomunal. Mis pajas
también iban en aumento, me sentía excitada a cada momento de solo pensar que en
cualquier momento una de las dos podría recibir esa leche y que porque no,
podría ser yo también.
Así que una tarde me armé de valor, y aprovechando que mi marido estaría varios
días fuera por causa de trabajo y como ya sabía a la hora que mi hijo recibía
los timbres de la Juana, antes de que pasara pasé al cuarto de baño y me metí en
la ducha y cuando sonó y sentí que mi hijo salía de su cuarto lo llamé con el
pretexto de que me diera una toalla, cuando sentí que mi hijo entraba me agaché
para coger algo del suelo, brindándole una panorámica excepcional de mi culo
bien abierto, a mi marido le gustaba un coño con cantidad de vellos, por lo que
rara vez me lo depilaba, yo también tengo mucha cantidad que me llegan hasta
casi la entrada de mi culo, soy muy blanca de piel, cuando entró no dijo nada,
ni me levanté, le dije que dejara la toalla y salió sin cerrar la puerta, me
levanté y me sequé bien despacio, no había sentido la puerta abrirse por lo que
intuía que Daniel me estaba espiando, me excitaba saber que lo estaba haciendo,
y sin darme mucha cuenta de lo que hacía comencé a tocarme, coloqué un pie sobre
el retrete y comencé a masturbarme dejando una visión clara de lo que hacía,
sentía mis pezones duros como piedras y sabía que mis tetas eran más grandes que
por lo menos las de María, mantenía los ojos cerrados y sentí como me corría sin
poder evitarlo, hubiera deseado que mi hijo hubiera entrado y fuera él con su
lengua quien me lo hubiera hecho, pero no fue así.
Me coloqué una bata finita sin nada debajo y salí del cuarto de baño, Daniel no
se había ido, podía sentir como su mirada se clavaban en mis tetas y en mi culo,
podía ver como su abultado pene luchaba por encontrar un sitio debajo de sus
pantalones, le pregunté si no iba a salir y respondió que no, le dije que si no
iba a salir porque no se ponía cómodo para estar en casa, voló a su dormitorio y
se quedó en calzonas, no disimulaba la terrible erección que mantenía desde
hacía rato, ya estaba lanzada y sin saber bien lo que pasaría le dije que sabía
lo que estaba pasando con la Juana y con su madrina, que era normal que un chico
de su edad tuviera esos deseos, pero que a mi me encantaría que no tuviera que
hacer esas cosas con ellas, por lo que podría pasar si un día se enteraban sus
maridos y que estaba dispuesta a hacer todo lo que él quisiera, con la condición
de que nadie se enterase, sobre todo su madrina y la Juana.
Estábamos los dos en la cocina, con un poco de vergüenza le di la espalda y me
puse a fregar unos vasos en el fregadero, sentí como se acercaba y como metía su
mano por debajo de mi bata, su mano rozaba mi piel, abrí las piernas, cerré los
ojos y lo dejé hacer, sentí sus dos manos agarrar con fuerza mis nalgas y no
tardó en avanzar entre ellas y llegar a mi ya mojado coño, estaba completamente
lubricada, me tenía que morder los labios para no gemir, sabía lo que hacer con
sus dedos, jugaba con mi clítoris, metía sus dedos en mi coño, abría mis labios,
pasaba sus yemas por el interior de mi coño, podía sentir una de sus manos
jugando con mi clítoris y como con la otra comenzaba a jugar alrededor del
agujero de mi culo, hacía mucho tiempo que no sentía una sensación como esta, no
tardó en meter uno de sus dedos dentro de mi culo, tuve que agarrarme al
fregadero y soltar un gemido cuando sentí que me corría, se separó un momento de
mi para bajarse las calzonas e intentó follarme, pero yo soy bastante más alta
que él, tuvo que buscar un pequeño taburete y subirse para de esta manera quedar
a la altura, no hubo preámbulos, refregó su capullo por mis labios y la hundió
por completo, solté un gemido, me tenía sujeta por las nalgas, y la metía y
sacaba con fuerza, sabía como dar placer a una mujer, eso estaba claro, me cogía
por los muslos para darme más fuerte y ver como mis nalgas rebotaban en su
vientre, me abría las nalgas con las manos e intentaba meter uno de sus dedos
dentro de mi culo, paraba en seco dejando su polla bien dentro y jugaba con sus
dedos en mi clítoris, yo estaba ya casi apoyada en el fregadero por lo que mis
tetas colgaban, metió sus manos por dentro de mi bata y me las apretó, sus dedos
pellizcaban mis pezones, sus movimientos se hicieron más rápidos, se iba a
correr, me sentí invadida por una descarga interminable de leche caliente,
corriéndome de nuevo a la vez que él.
Se quedó un momento dentro de mi, podía sentir como su polla palpitaba había
bajado un poco la dureza, pero no estaba flácida, yo deseaba más, me giré y me
lo llevé de la mano hasta su dormitorio, una vez allí, me saqué la bata y él las
calzonas y quedamos los dos frente a frente completamente desnudos, ver los ojos
de mi hijo, con el deseo con el que me miraba y ver como su polla volvía a
palpitar alcanzando de nuevo un tamaño considerable, me volvía loca, verme
deseada con tanta pasión era algo que no sentía desde jovencita, le dije que se
tendiera en la cama y me subí sobre él, volví a meterme su polla en el coño, que
estaba completamente encharcado con su semen y mis jugos, no tardó en
abalanzarse por mis tetas, las chupabas, las mordías, mientras yo como una loca
lo cabalgaba, gemía como nunca había gemido y era con la polla de mi propio
hijo, mi orgasmo no tardó en llegar, pero él estaba loco con mis tetas, no
dejaba de chuparlas, como si le fuera la vida en ello, sentía la misma sensación
que cuando niño lo amamantaba con ellas, su polla estaba dura como una piedra,
me hacía daño cuando la sentía en lo más hondo de mi ser, estaba deseosa de
sentirla en mi culo, pero imaginaba algo tan grande y duro y me daba miedo.
Me levanté a duras penas y me di la vuelta, no tardó en buscar mi boca para
metérmela dentro, comencé a chupársela como yo sabía hacer, y él no tardó en
tirar de mí, hasta conseguir que me subiera encima suya, su cabeza quedó
enterrada entre mis muslos, debía sentir como su propio semen salía aun de mi
coño caliente, pero no sentía reparo, hundió su cara en mi coño, mientras con
sus manos jugaba con mis nalgas, yo no tardé en sentir de nuevo otro orgasmo, me
venían uno detrás de otro, me mordía los vellos, los labios, el clítoris, metía
su lengua todo lo que podía en mi coño y en mi culo, y yo intentaba a duras
penas tragarme su polla por completo, hasta que por fin, soltando un largo
gemido me soltó su leche en la garganta, me costaba trabajo tragar, era tanta
cantidad que tuve que sacármela de la boca para respirar, era deliciosa, chupé y
chupé hasta dejarla completamente limpia, su dureza había bajado, palpitaba,
pero no estaba tan dura, sabía que ese era el momento, le dije que le tenía
guardado una pequeña sorpresa, y le dije que se levantara de la cama, me puse a
cuatro al filo y con mis manos me abrí las nalgas mostrándole en todo su
esplendor y palpitando de deseo mi tesoro más preciado, le dije que deseaba que
me la metiera por el culo, que deseaba que descargara lo que le quedaba de leche
dentro, esas palabras lo volvieron loco, se abalanzó por mi culo, intentaba
metérmela, pero estaba lo suficientemente flácida para que no lo consiguiera,
metía sus dedos, yo gozaba como nunca lo había hecho, sentir ese deseo y saber
que era mi hijo, también me estaba volviendo loca, dejaba mi esfínter relajado
para dejarlo que consiguiera meter su capullo y lo apretaba para sentir como se
ponía dura por momentos, sacaba y metía ya con falibilidad su capullo, y poco a
poco iba sintiendo como su polla iba tomando la dureza necesaria para embestirme
con fuerza.
Los dos gemíamos, me abrí las nalgas y le dije que apretara con más fuerza, su
polla se hundió por completo, fue doloroso, pero pronto el dolor pasó y comencé
a gozarlo tanto como él, me clavaba las uñas en las caderas y sentía como mis
nalgas rebotaban con fuerzas haciéndolas sonar sobre su vientre, mi hijo me
estaba empalando, podía sentir todo su tronco dentro de mi, mis orgasmos se
sucedían uno detrás de otro, hasta que me vi inundada por su leche caliente, fue
una cantidad tremenda, su corrida duró una eternidad, antes de que terminara le
pedí que no la fuera a sacar, quería sentirla aún más tiempo dentro de mi, fui
sintiendo como poco a poco perdía su dureza y ella sola salió de mi culo, cuando
me giré pude ver la cara de felicidad de mi hijo, nos fundimos en un abrazo y un
beso, y quedamos rendidos en la cama.
Esos tres días que su padre no estuvo en casa, no salimos de ella, no sé cuantas
veces follamos, me tuvo todos los días desnuda por la casa, y a cada momento se
abalanzaba sobre mí, follándome por todos los sitios posibles, después tuvimos
cuidado de que su padre no se diera cuenta, y yo para descansar lo dejaba que de
vez en cuando se fuera con la Juana o con su madrina, pero lo quiero solo para
mi. Hace tres meses que volví a nacer.