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La mamá mora.

en Sexo con maduras

Me llamo Manuel, acabo de cumplir 17. Soy un chaval normal, supongo que como todos los chavales a mí edad, más salido que los palos de un churrero. Haciéndome más pajas que un mono aburrido. Tengo un amigo que está más salido o tanto como yo. Nuestras madres se conocen, son amigas también.

Como siempre andamos los dos pensando y mirando tetas y culos. Un día me llegó con la buena nueva de que su madre había metido a una chica mora a limpiar en su casa. Fuí porque no me lo creía, y era verdad, era una chavala de unos 20 y pocos años. Más buena que el pan, con unas curvas que quitaban el hipo. Y además sabiendoque los dos la mirábamos, se dejaba ver. No es que fuera demasiado descarada, pero vimos braga y sujetador. Pero lo mejor de todo es que la madre de mí amigo, me dijo que le dijera a mí madre que la chica estaba dispuesta a venir a nuestra casa a limpiar también, por lo visto mí madre le había preguntado y yo no sabía nada.

Así fue como una semana después la chica mora estaba en mí casa limpiando y dejándose ver. En el tiempo que la chica estaba en casa podían caer dos o tres pajas. Pero lo malo es que ella se dió cuenta y durante dos o tres días, no me dejó ver nada. Lo bueno de mí casa es que estábamos los dos solos, mis padres trabajaban y noestaban, por lo que tenía libertad para espiarla, e incluso pensé en hacerle algún tipo de chantaje. Tras varias semanas de tira y afloja, un día se presentó con una señora. Vestía con una chilaba, no llevaba un burka, pero sí un pañuelo en la cabeza, que le tapaba todo el pelo. Debía tener unos 50 años o más.

Era una mujer muy morena de piel, le pregunté a la chica y me dijo que era su madre, y que durante unos días, vendría a hacerle compañia. Aquello no me gustó, pero mí madre había accedido, y yo no podía decir nada. Lo peor es que la madre no hablaba nada de español, y yo no entendía nada de lo que hablaban entre ellas dos. Lachica limpiaba el piso de arriba y la madre se paseaba mirando estanterías en el salón donde yo estaba. Me fijaba en la mujer, más porque no me fiaba de ella, que por mirarla, me di cuenta que cuando caminaba se le movía el culo de arriba a abajo, tenía un culo grande, se notaba algo debajo de la ropa que llevaba, al girarse a mirar una foto de una estantería baja, pude ver que sus tetas se despegaron de su cuerpo, debía tener dos buenas razones para la perdición. Lo único malo, es que la dichosa mujer era más fea que pegarle a un niño, pero aún así, mí polla necesitada de ver, se puso gorda en cuestión de segundos. Los mismos que tardó la señora en darse cuenta que mí cipote había crecido debajo del chándal que llevaba puesto.

La señora se acercó y me dijo algo señalando mí polla, intenté taparme como pude, pero la señora seguía hablando en árabe, al final plantó su mano sobre mí polla, cogiéndola, rió, se había acercado tanto a mi, que podía oler el olor que desprendía, no era desagradable, pero no olía a los olores a los que estamos acostumbrados. Por un momento dejé de hacer fuerza con ella, y la dejé que manoseara mí polla, a la vez que yo me acercaba más a ella para olerla mejor. Había un olor que no identificaba, parecía pachuli, pero otro era sin lugar a duda el olor de sus sobacos. La señora mora seguía manoseando mí polla, y yo seguía oliendo muy cerca de ella, se dió cuenta y levantó su brazo izquierdo y me pegó la axila a la cara riendo, el olor era fuerte, pero no se porqué aquello, en vez de alejarme de ella, me la puso más dura y eso tampoco pasó desapercibido para ella.

Debajo de la chilaba, que era de un color amarilla y blanca, llevaba pantalones a juego, también amarillos, pero casi ni se veían por lo larga de la chilaba, se alejó un momento de mi, se fue para la escalera que subía arriba y habló con la hija, esta le contestó y la señora mora, con una sonrisa de oreja a oreja se volvió a acercar. Me cogió la mano izquierda y tirando de mi, hasta colocarse delante mía, me hizo meter la mano por un bolsillo que tenía en la chilaba, como sí fuera un bolsillo, pero no era un bolsillo era una apertura para meter la mano, lo que toqué fue su barriga, estaba sudorosa, pero me daba igual, dejó mí mano dentro y buscó la otra para que la metiera por la otra apertura, me tuve que pegar a ella, sentía su culo flácido pegado a mí polla, ese culo era un señor culo, grande, blando, duro, grande, muy grande, flácido, no sabía como era, pero me gustaba. Solo podía sentirlo. Volvió a hablar y a mover mis manos desde fuera, subió sus brazos hacia arriba, era como sí quisiera que le cogiera las tetas, subí mis manos y me topé con dos ubres inmensas, en cuanto las toqué con las manos, ella desde fuera se las apretó con fuerza. Quería que las apretara, y eso hice.

Eran mis primeras tetas, sí seguía moviendo el culo de esa manera, sí seguía hablando de esa manera y sí seguía dejándome tocar esas tetas me iba a correr sin remedio en cuestión de segundos. Al tacto el sujetador no era agradable, era áspero, sentía en el medio la dureza de sus pezones, parecían muy grandes, esas tetas eran muy grandes. Ni con las dos manos podía  abarcar una de ellas. Ella refregaba su culo por mí polla y hablaba en voz baja. No se cuanto tiempo estuve magreando aquellas tetas, al rato se separó de mi y se sentó en nuestro sofá del salón. Me hizo señas para que me acercara y cuando me tuvo delante tiró de mí chándal sacando mí polla, la miró con cara de guarra y comenzó a hacerme una paja muy pegada a su cara, su mano era áspera, casi me dolía, pero por nada del mundo se lo iba a decir, no pude aguantar ni dos minutos, ni siquiera se apartó cuando comencé a correrme, mis chorros de leche iban directo a su cara, a su boca,  a su cuello, incluso algunos sobre la chilaba a la altura de sus tetas, cuando terminé de correrme recogió la leche con sus dedos, se los llevó a la boca y parte se la limpió en la propia chilaba, me dió tiempo a guardarme la polla cuando escuché a la hija bajando la escalera y llamando a la madre, esta me ignoró como se ignora a un perro y se fue con la hija como sí no hubiera pasado nada. Me senté en el sofá y me quedé mirando al vacío y sin poder asimilar lo que había pasado. Incluso cuando ya se habían ido seguía en el sofá sin poder moverme.

Me pasé toda la tarde pensando en la señora mora, toda la tarde con la polla dura y sin querer pajearme, deseando que llegara el día siguiente y que volviera a repetir lo ocurrido.

Al día siguiente me latía el corazón a mil por hora, no sabía que iba a pasar pero me daba igual, abrí como siempre la puerta y allí estaba la señora mora con su hija. La hija parecía enfadada, parecía que discutían, no podía quitar los ojos de la señora. La chilaba era diferente, era de color marrón, parecía que no tenía mangas, tenía aperturas grandes por los laterales, eso me parecía, el pañuelo que llevaba en la cabeza era más grande, marrón,  tanto que le caía sobre los hombros y tapaba casi sus brazos, la chilaba era mucho más ancha, debajo parecía que llevaba algún pantalón, pero era blanco, no era del mismo tejido que la chilaba, parecía mucho más fino. La hija se fue para el piso de arriba y la mamá mora se quedó mirándome de arriba abajo. Fue la primera vez que me sonrió. Con un dedo en la boca a modo de silencio, me hizo señas para que me acercara a ella.

Se quitó el velo de la cabeza, su pelo era negro como el azabache, de rizos pequeños como las negras, tenía el pelo largo recogido con otro pañuelo a modo de cola. Esa mujer era algo más alta que yo, de cuerpo grande, volvió a sonreír y tiró de mí mano, lo que tenía en los laterales era grandes aperturas, estaban sujetas por botones a la altura de la cintura, se desabrochó los botones del lado derecho y la apertura quedó totalmente abierta, por un segundo pude ver un sujetador blanco, o gris, el lateral del sujetador, era una prenda ancha. Tiró con su mano izquierda del lado derecho de la prenda y dejó al descubierto el pantalón blanco que llevaba puesto, toda su barriga y su pecho izquierdo. El pantalón era muy fino, tanto que se notaba la oscuridad que producían sus vellos debajo de él, debía tener una maraña de vellos negros como caracoles, porque la mancha era grande, tenía la barriga brillante, era sudor, estaba sudorosa, era normal con la calor que hacía y ese tipo de ropa, con la cabeza me indicó que me acercara y la tocara, me hablaba, pero no la entendía, pero me hacía gestos para que tocara su piel. Planté mis dos manos en su barriga, estaba flácida, pero me daba igual, era la primera mujer que tocaba, estaba sudada, subí mis manos a ese pecho que quedaba al descubierto, lo apreté, lo amasé, debajo se notaba un botón de un color incluso más oscuro que su piel, y ya me parecía casi una mulata, lo mordí, eso pareció gustarle, me hablaba casi en un susurro, cuando la miraba me hacía gestos para que siguiera, quería que siguiera.

Ella solo tiraba con su mano izquierda de todas sus prendas hacía ese lado, y con la derecha me instaba a tocarla. El olor que desprendía la señora mora era afrodisíaco, olía a sudor sobre todo, pero me estaba gustando ese olor en particular, el pantalón se sujetaba con un cordón, me fue fácil tirar de él y que se soltara, no cayó porque suculo lo impedía, era demasiado grande, para que lo pasara fácilmente. Pero dejó que asomaran bajo su vientre los primeros vellos rizados que veía en mí vida. Metí mí mano por dentro y agarré esos vellos, nunca había sentido algo así, casi me corro, había agarrado con mí mano derecha toda su raja, era gordo, grande, mí dedo corazón se había metido en medio de su raja, se había mojado rápidamente, sus labios mayores eran grandes, y sus labios menores sobresalían. Llevé mí mano izquierda por su lateral, hasta agarrar con fuerza su nalga derecha. Era una pasada, era tan grande y flácida como su teta. Estaba sudorosa, no tenía un tacto suave, el tacto de ese culo era más áspero que otra cosa, pero me daba igual. la mamá mora rió, sin duda no esperaba tanto atrevimiento. Hizo que me separara de ella, momento que aproveché para oler el dedo que había estado entre esos labios, olía a bacalao, su cara se iluminó, se acercó hasta el sofá y soltando la chilaba metió sus manos por los laterales y vi como el pantalón caía al suelo antes de sentarse en él.

Volvió a hablarme, me instaba a acercarme, volvió a tirar de la chilaba y dejó al descubierto todo su cuerpo, casi me corro. Estaba viendo todas sus piernas, del color de las mulatas, tenía las piernas abiertas, veía su negro coño, era casi negro, sus labios menores muy grandes, grandes y arrugados, todo lleno de vellos, vellos muy rizados, negros como el carbón. Tenía todo el bajo vientre lleno de vellos. No podía ver el agujero de su culo, porque sus gordas nalgas estaban cerradas. me sacó la lengua y me hizo señas para que se lo chupara, pensé que no metía la lengua ahí ni loco, que se me iba a caer a trozos sí lo hacía, pero por otra parte oler el aroma que emanaba me estaba llevando al clímax. Me dejé caer entre sus piernas y ella misma cogiéndome de la cabeza me hizo bajar hasta dejar mí cara pegada a su coñazo. Olía a bacalao, era un olor fuerte, olía a sudor, a pipí, a olores que no identificaba, me daba pequeños golpes en la cabeza, quería que chupara, saqué la lengua y la pasé por toda la raja, soltó un pequeño bufido y se acomodó en el sofá, seguía hablando como sí yo la entendiera. Volví a pasar la lengua, seguía oliendo a pipí, pero el olor a bacalao se había disipado y olía a lo mismo que huele mí polla cuando me voy a correr, pero muy intensificado. Supongo que aunque sea la primera vez que uno mama un coño, es como cuando una mama una polla, a los dos minutos uno sabe lo que le gusta al que está mamando. Y no tardé en adivinar lo que le gustaba a la mamá mora. Lo adiviné porque su clítoris creció como sí fuera la uña de un dedo meñique y cuanto más pasaba la lengua por él, más se retorcía en el sofá y más empujaba su coño a mí cara. Me estaba bañando la cara de caldo, era un caldo espeso, sabroso, salado. Me miraba con cara de vicio, volvió a decir algo y con la mano me hizo señas para que me subiera, con la mano me hizo señas para que me la sacara y me la follara, estaba aprendiendo árabe, eso lo había entendido a la perfección.

Tiró varios cojines al suelo delante de ella, me coloqué de rodillas sobre ellos, con la polla fuera estaba justo a la altura para llegar a esa raja. Solo tuve que acercarme y mí polla se coló como sí fuera un cuchillo en mantequilla caliente. No pude reprimir el gemido, ni yo ni ella, que bufaba, hinchando los mofletes. Había entrado hasta los huevos. Sentía como algo palpitaba en la base de mí polla, como sí me la estuvieran exprimiendo, nadie me había dicho que eso lo hacían las mujeres cuando follaban, estaba claro que sí me lo hacía un minuto más me iba a correr como un cosaco. Me hizo señas con las manos para que me moviera con fuerza, me vi cogido a sus caderas y moviéndome como sí me fuera la vida en ello, eso la hacía reír. Lo mejor es que no cogía ritmo, y eso evitaba que me entraran ganas de correrme.

Volvió a hablar, separó la espalda del asiento del sofá, y la cabeza de la parte baja del respaldar, y con las manos en la espalda sentí que trajinaba con el sujetador, a los pocos segundos, estaba tirando del sujetador incoloro hacia arriba, dejando que sus pesadas y grandes tetas cayeran a los lados de su cuerpo. Me la follé con más ganas, se dió cuenta, con la cabeza y sus manos me instó a que se las tocara. Era muy morena, pero sus pequeñas areolas resaltaban más aún en ese cuerpo. Sus areolas y sus pezones resaltaban por el color casi negro que tenían. Eran dos globos de agua, pesadas, que se movían con los embites que le daba, ya había cogido ritmo, ella me ayudaba con sus caderas, los dos estábamos a punto de corrernos, primero lo hizo ella, se agarró las tetas y las apretó estrujando sus pezones hasta tener que dolerle, mi corrida vino como un volcán, estallé sin poder contenerme, sí eso era el placer que se siente cuando se folla, me iba a hacer un adicto, y sobre todo un adicto a follar con moras olorosas como esa cincuentona.

Me había corrido, pero yo era un chaval de 17 años, eso tenía que estar en sus pensamientos, porque en ningún momento me hizo señas de parar porque se hubiera cansado. Ella no lo estaba ni yo tampoco, ni se me había bajado lo más mínimo. la seguía teniendo dura como un palo y cuanto más la metía más dura se me ponía. Agarré sus tetas, las apreté, debía dolerle que apretaran así esos pezones, pero más que dolor parecía que la encendían más, no dejaba de hablar en un susurro.

Me hizo salir de su interior, me hizo sentar y sin saber como lo había hecho la tenía sentada sobre mí polla a horcajadas. No se había quitado el pantalón pero me tenía entre sus piernas, no se había quitado la chilaba pero la tenía en la espalda, solo veía el sujetador por encima de sus tetas, y estas moverse como dos campanas chocando en el centro, era una pasada. Como pude tiré de su tripa sudorosa y me llevé por fin una de esas ubres a la boca, Bufó, no parecía haberle hecho gracia, pero me dejó hacer, le estaba mordiendo esos pezones como queriendo arrancarlos, ella seguía moviendo sus caderas, encima de mí polla, sus palabras eran entrecortadas, parecía gustarle como se la estaba follando un chaval de 17 años, un españolito. Volvió a correrse y por fin dejó de moverse. Se mantenía con los ojos cerrados y hablando en un susurro. Sentía como todo su interior me succionaba, era una pasada, era como sí tuviera vida propia en esa zona. Nos costó despegarnos, se colocó de rodillas en el sofá en pompa, era la primera vez que veía ese culo, me dijo algo, que volví a entender. Quería que le chupara el coño desde atrás.

Era un pasote, me iba a hacer un adicto a mamar coños y culos, tenía el coño abierto, podía ver el interior sonrosado, un hilo transparente de flujo caía sobre el sofá, Me lo llevé todo a la boca, chupé sacando la lengua como sí fuera un helado de chocolate, el caldo que salía de su interior se quedaba pegado a mí lengua y tenía que tragar para poder seguir chupando, me empujó con el cuerpo y movió el culo, hablaba doblando la cabeza, me hablaba casi en un susurro, no la entendía, llevó su mano derecha a su nalga derecha y tiró de ella abriendo ese canal, mí polla palpitó con fuerza, estaba viendo la canal de su culo abierto, las nalgas de la mora tenían como pequeñas manchas más clara en la piel, pero la canal que quedaba escondida por lo gorda de esas nalgas era igual de negra que los pezones y todo su coño, brillaba por el sudor, había algunos vellos, pegados alrededor de su agujero trasero, había visto algunos culos en películas, en internet, pero ninguno en vivo y en directo, su ojete era una raja, rodeada de pequeñas estrías, sobresalía, no era una hendidura, tenía borde y este llamaba la atención.

Se cansó de tirar con su mano y volvió la cabeza, como sí pensara que no me gustaba lo que estaba viendo. En cuanto soltó sus nalgas, las abrí con mis manos, ella giró la cabeza y rió moviendo el culo, volvió a hablar, sacando la lengua y moviéndola como sí estuviera chupando. La entendí perfectamente, quería que chupara ese agujero. Fue instintivo, me arrodillé detrás de ella, y acerqué con decisión mí cara a esa raja.

Desde ese momento me di cuenta que me había convertido en un guarro. en cuanto mí nariz se pegó a ese agujero, lo primero que sentí fue el olor de su sudor, olía a bacalao, olía a mierda, tenía sus nalgas fuertemente apretadas en mí manos, se la estaba abriendo incluso con fuerza, me gustaba esa sensación de flacidez que tenía esa zona de su cuerpo. Pasé la lengua a forma de helado, ella bufó, sentí como su esfínter palpitaba, sí yo era guarro, ella parecía gozar con mis guarradas, y parecía más guarra que yo incluso. Relamí su agujero, me sacié con él, había conseguido meter incluso un trozo de mí lengua en ese agujero, me daba igual su sabor, me daba igual su olor, sentía mí polla más dura que nunca. La sentía palpitar incluso produciéndome dolor, de su coño caía un hilo de baba, le caía en la ropa, por lo menos no estaba manchando el sofá. Estuve más de 10 minutos chupando ese agujero, conseguí meter cuatro dedos en su interior, dos de cada mano, se lo había dilatado hasta conseguir que cuando lo soltaba no se cerrase de inmediato, ya solo quedaba meter mí polla en ese agujero infernal. Me coloqué de pie detrás de ella y sin dejar de abrir sus nalgas con mis manos a tienta busqué con mí capullo esa raja, empujé y entró, mí capullo se había colado sin ofrecer ninguna resistencia, dentro estaba muy caliente, más que su coño, mucho más, pensé que me corría sin siquiera haber metido la mitad de mí polla, fue ella quien empujó. Empujó su cuerpo y mí polla se coló hasta los huevos en ese culo abierto. Sí antes estaba caliente, ahora quemaba, palpitaba, sentía las paredes de su intestino apretando el tronco de mí polla, sentía su esfínter abriéndose y cerrándose en la base de mí polla, ni siquiera pude moverme, solo un par de empujones y comencé a correrme como nunca lo había hecho. Fue una corrida bestial, no quería sacarla, estaba muy a gusto con mí polla dentro de su culo, parecía una funda hecha a medida. Ni siquiera sentía que me fuera a bajar la erección, ella quitó mis manos y me hizo quitarme, se abrió las nalgas con las manos, ahora estaba viendo el esfínter palpitar, estaba haciendo fuerza, la sentía, de pronto comenzó a salir mí leche de su culo, ya no era tan blanca, amarillenta, le corrió por en medio de la raja de su coño, a su altura, con una de sus manos, la metió dentro con dos de sus dedos, había sido bestial.

Se giró, se subió el pantalón sin mirarme, me guardé la polla, volvió a meter sus tetas en el sujetador, abrochó los corchetes, se alisó la chilaba cogiendo los botones del lateral, tiró de la cola de su cabeza, apretando la trenza, y volvió a colocarse el velo de la cabeza, me miró, sonrió, me guiñó un ojo y me dió un pequeño beso en los labios. Y volvió a dejarme sentado en el sofá del salón. La hija ya nos estaba mirando desde el quicio de la puerta, nos había visto follando, pero me daba igual, las dos se iban sin siquiera mirarme, yo sentado en el sofá con la polla fuera me pajeaba despacio, la madre ni se volvió, pero la hija antes de salir de mí casa, giró la cabeza y me miró, primero miró mí polla y luego me miró a los ojos. No sabía sí iba a volver, pero sí lo hacía, sabía que me la iba a follar.