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El Viudo VI: Té para tres.

en Trios

Nota del Autor: Gracias amigos lectores una vez más por el recibimiento a esta saga. Aprecio su puntuación y los comentarios, ya sea de aliento como las sugerencias para continuar la historia. A todos los tengo en cuenta.

Lo ideal es leer los capítulos I a V. Para los que no quieran hacerlo incluyo un brevísimo resumen. Los que conocen la historia pueden saltarlo.

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Resumen.

Cap. I: Ariana y Juan Alberto son un matrimonio de inmigrantes (de distintos países) que viven en USA y mantienen a la familia de la mujer en su país de origen. Al morir la mujer, el viudo asume el compromiso de mantener su familia política: a la suegra Graciela y a su cuñada Mercedes. Pero lo hace con la condición de tener a Mercedes como esclava sexual y de mandar sobre el hogar de toda la familia política.

Cap. II: El viudo visita a su familia política e impone su voluntad sobre ellos. Despojando al parasítico esposo de Mercedes, Gregorio, de todo el poder que siempre había tenido y humillándolo hasta límites insospechados. Mercedes le agarra el gustito a ser la putita de Juan Alberto.

Cap. III: Juan Alberto comienza a dar lecciones de manejo a Mercedes mientras sigue demandándole favores sexuales que ella presta gustosa. Gregorio no puede hacer nada al respecto pero su impotencia sexual crónica parece remediarse temporariamente al escuchar cómo su mujer es cogida por su amante.

Cap. IV: Los amantes son descubiertos en plena faena sexual por Graciela (la madre de Mercedes y suegra de Juan Alberto), que les hecha una bronca enorme. Pero luego la convencen que están cumpliendo la voluntad de la difunta Ariana y la suegra se convierte en voyeur de su hija y su yerno.

Cap. V: Durante un viaje Juan Alberto promete una 4x4 Audi a su amante. El Viudo conoce a la hermana de su concuñado Gregorio y nace un interés mutuo. El cornudo Gregorio intenta suplir su frustración sexual llamando a una prima de su esposa y extorsionando a la empleada de la casa, termina más frustrado que nunca y se ve obligado a acabar escuchando como el culo de su esposa es taladrado por el viudo. Juan Alberto termina realizando sexo anal a Mercedes en presencia de Doña Graciela que se entusiasma y participa verbalmente. A cambio de su ayuda, Graciela recibe la promesa de un televisor plasma de  regalo.

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Los días de Juan Alberto visitando a Mercedes y familia transcurrieron de manera similar a lo relatado en los capítulos II a V. Es decir: casi a diario los amantes salían juntos con cualquier pretexto posible y solían recalar tarde o temprano en casa de Doña Graciela donde tomaban un refrigerio y echaban un polvo de película. En todas las ocasiones, la señora Graciela espiaba desde afuera de la habitación o directamente ingresaba a la misma dando sendas palabras de aliento a su hija y a su yerno, pero siempre deteniéndose antes de participar activamente. Esto agradaba muchísimo al viudo, que gozaba viendo cómo interactuaban madre e hija y como se reprimía la vieja para no lanzarse ella misma a realizar un trio con “su niña” y su yerno.

Mercedes pudo observar que si bien la situación le resultaba tremendamente morbosa a su madre, la vieja ya no insistía tanto para participar físicamente como había insinuado antes y que se conformaba con mirar y comentar (muy grosera y abiertamente). Al comentárselo a Juan Alberto, este bromeó que lo atribuía a la instalación del televisor plasma de 54 pulgadas en el living de la casa de la suegra. Obviamente dicho chiste no tenía sentido alguno para la hija de Graciela, aunque sí para el yerno. Pero eso es otra historia. Mercedes se acostumbró tanto a tener la madre al lado cuando tenía sexo con Juan Alberto, al punto que llegó a preferir eso antes que el sexo a solas con su amante.

Gregorio continuó frustrado por su impotencia diurna y sus incipientes erecciones y eyaculaciones nocturnas, al escuchar como su esposa era taladrada por el intruso.

Pero luego que la estadía se prolongara por más de una semana, Juan Alberto anuncio que regresaría a su país de residencia. Las reacciones fueron muy variadas y las resumiremos en un comentario de cada uno de los actores a otro de ellos al enterarse de la noticia.

—Bueno, Juan Alberto. Imagino que un hombre tan importante debe regresar a ocuparse de sus asuntos. Ve tranquilo que todos estaremos bien.  Te esperamos, eso sí, para cuando tengas que firmar lo de la camioneta nueva, eh— Aseguró Gregorio a Juan Alberto burlonamente, aunque con cierto alivio. Y haciendo un esfuerzo sobrehumano por no estallar en hurras de euforia.

—¿Te vas a ir. Mi amor? ¿Y no vas a extrañar esto? —Preguntó Mercedes mientras lamía la verga de su amante mirándolo a los ojos con cara de reventada, para luego proceder a implorar por las remesas— No te olvides de mí y de mis necesidades, que yo no voy a olvidarme de ti ni de las tuyas.

—¿Cómo que se va, hija? ¿Cuándo? ¿Va a seguir mandando dinero? ¿Cuándo vuelve?—acribilló a preguntas Graciela a Mercedes y luego expresó su genuina tristeza—Yo lo voy a extrañar mucho. Tus visitas ya no serán lo mismo si vienes sin él. ¡Y además temo que conozca a “otra putita” y se olvide de nosotras!

—¡No te vayas, tío! ¿Quién nos comprará helados cuando sacamos buenas notas en la escuela y quien nos ayudará con la tarea?— Protestaron las sobrinas que sabían que no podían depender de su haragán padre para ninguna de las dos cosas.

En verdad todos los sentimientos eran genuinos: Gregorio lo odiaba. Mercedes y Graciela lo deseaban profundamente. Las sobrinas lo idolatraban. Pero todos, absolutamente todos en esa familia, confundían los sentimientos con las necesidades materiales satisfechas por Juan Alberto: eran un combo inseparable. Y eso a Juan Alberto, lejos de disgustarlo lo excitaba profundamente.

Entre las cosas que dejó en orden antes de partir, Juan Alberto se aseguró que Gregorio no abusara más de la pobre Raquel. Para eso habló con la joven empleada doméstica, asegurarse que el cornudo esposo no pudiera extorsionarla.

—Raquel, yo me voy por unos meses. Espero que el sueldo que acordamos te alcance. Sé que la situación está difícil y que los precios aumentan a diario. Mercedes tiene instrucciones precisas de aumentarte semanalmente para mantener tu poder adquisitivo. Sé que no es mucho, pero es algo. —Explicó con seriedad el viudo a la empleada de su cuñada.

—Señor Juan Alberto. No sabe usted cuanto le agradezco. Está todo tan difícil, antes que usted llegara no teníamos que comer y yo… tuve que… Ejem….— Se atragantó con su propio llanto la adolescente que nunca había recibido una buena paga por un trabajo digno y había tenido que recurrir a mamarle la verga a Gregorio (o dejarse coger sin forro, tal cual él se lo exigía siempre) para poder llevar comida a su casa.

—Bueno. Bueno. Todo va a mejorar, muchacha. Ustedes son un gran pueblo y tienen un gran país y vos sos joven y muy trabajadora… A propósito me gustaría que estudies. Que termines la escuela y que aunque sea aprendas algún oficio para que no tengas que limpiar casas toda tu vida. Voy a hablar con Mercedes para que se asegure que vas a la escuela. Aunque tengas que retomar de algún grado más atrás. Lo importante es que a eso lo completes— El viudo hablaba impasible, sin emoción, como si diera instrucciones a una computadora.

—Ay Señor Juan Alberto. Usted es un ángel. ¿Cómo le pagaré yo esto? —Dijo la joven, tanteándolo, acostumbrada, por los tumbos de una dura vida, a nunca recibir nada de regalo, sino siempre por un interés ulterior de un poderoso.

—Vos ya lo pagás ayudándole a Mercedes y cuidando a mis sobrinas. No hay deuda alguna, muchacha. —Respondió nuevamente Juan Alberto sin dar prenda alguna.

Animada por la confianza que le inspiraba ese extraño ser, que parecía ser desalmado con Gregorio, descarado con Mercedes y dulce con las niñas e incluso con ella, la humilde adolescente decidió largarse a la pileta.

—Si hiciera falta que yo lo “ayudara” a usted como hace la Señora Mercedes, yo con gusto lo haría. Se ve que ella no se lo pasa mal. Y yo haría lo que sea… CUALQUIER COSA… con tal de no perder este empleo y de no tener que “ayudar” a Don Gregorio nunca más. —Largó la chica, hablando rapidito y sin atragantarse una sola palabra, porque era un discurso que había preparado y practicado estando sola: mientras limpiaba, mientras viajaba en la camioneta del transporte público, mientras caminaba las angostas callejuelas que subían al cerro donde estaba el ranchito de sus padres. Cada palabra había sido ensayada y pensada cuidadosamente: ella era muy pobre y poco instruida, pero no era nada tonta.

Las palabras, en un primer momento le quemaron el corazón a Juan Alberto. Únicamente el comentario de “Se ve que Mercedes no lo pasa tan mal” le provocó algo de gracia: era obvio que todo su entorno sabía que se cogía a Mercedes por plata y que ella lo disfrutaba tanto como él. Pero el resto de la frase. El todo, bah, le cayó como un mazazo. Muchos fantasmas de un pasado que odiaba recordar se le presentaron.

El viudo hizo una pausa y miró serio a Raquel. Sus ojos claros y sus pobladas cejas rubias que siempre la miraban con afecto casi paternal se tornaron en una mirada de fuego que metía miedo.

—Vos no necesitás hacer nada a cambio de nada, Raquel. Ni me tenés que ayudar a mí, ni al sorete de Gregorio. Quiero que eso quede BIEN CLARITO. Mercedes tiene estrictas órdenes de mantenerte como empleada con una paga razonable y también de estar pendiente que Gregorio no te ponga un dedo encima. Si vos cumplís tus tareas de limpieza, cocina y cuidado de mis sobrinas como hasta ahora, no tenés nada que temer. Respeta, eso sí, a Mercedes, ayúdala, porque el inútil del esposo no es capaz siguiera de hacer “la O con el culo”. Y ocúpate de retomar la escuela. ESO es lo que tenés que hacer… POR VOS, no por mí.

A pesar de la severidad del semblante del viudo, los comentarios de Juan Alberto la hicieron reír: “no sabe hacer ni la O con el culo” era una perfecta descripción de Gregorio. Que ocurrente era ese hombre.

—¡GRACIAS! Voy a hacer lo mejor posible, con esta familia y con la escuela. ¡Se lo prometo! — Aseguró la humilde adolescente exultante.

En verdad, era un misterio la razón por la cual un hombre maduro, rico y poderoso como Juan Alberto iba a querer ayudar desinteresadamente a una chica del cerro, pobre, joven y atractiva como ella. Pero así como en su vida había aceptado montones de injusticias horrendas, se dio permiso para aceptar esta situación de cuento de hadas. En verdad era un cuento de hada pobre, de “hada cerrera” (como ella misma le llamaba), pero de hadas al fin.

Bueno, demasiada paciencia me han tenido los lectores que llegaron hasta aquí con esta historia colateral y no del todo relevante (por ahora, como le gustaría decir a Juan Alberto), así que debo continuar con la historia erótica, que es lo que debería ocuparnos.

Juan Alberto emprendió viaje de regreso “al imperio” dejando detrás una lista de “exigencias” para Mercedes. Era una lista simple, pero contundente, dividida en distintos aspectos de la vida de su madura cuñada y su familia. La copio a continuación.

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Instrucciones para MI Mercedes durante mi ausencia.

1)      Sexo (TU sexo):

  1. Toda actividad sexual que realices deberá ser aprobada por mí. Esto incluye masturbación.
  2. Estarás disponible para mostrarte por cam cuando yo lo demande

2)      Gregorio

  1. No recibirá dinero sin mi permiso
  2. No tocará a Raquel bajo ninguna circunstancia
  3. No dormirá contigo
  4. No tomará decisión alguna en cuestiones familiares
  5. Compartirá la camioneta contigo

3)      Tu madre

  1. Que no le falte absolutamente nada, gastos grandes precisan mi aprobación, gastos chicos, no.
  2. Si se le ofrece algún tipo de servicio en su hogar, que hable con Irwin (el joven negro que le instaló el TV), yo arreglo precios con el directamente y le pago por depósito directo
  3. No dejes que te mande ni ordene cosas de las niñas, si se pone pesada con algo que has decidido vos, decile que ha sido idea mía
  4. Si la visitás, no dejes que te coma la pepita (jajaja)

4)      Tus hijas

  1. Que no les falte absolutamente nada, pero los gastos importantes los apruebo yo.
  2. Que realicen sus tareas sin falta
  3. Que no falten a clases de inglés y si tienen dudas con eso, que me llamen a la hora que sea.
  4. Cuando reciban buenas notas deben recibir una recompensa pequeña: una golosina, un vale por medio helado, un vale por 10 minutos online o un jueguete sencillo.
  5. Limita su tiempo en redes sociales, pero déjaselas usar, especialmente si tienen vales para usar internet. Si protestan, deciles que es una regla de mi parte, así no se enojan con vos.

5)      Raquel

  1. Que siga realizando las tareas como hasta ahora.
  2. Que estudie, que haga la tarea de la escuela.
  3. Que Gregorio no la toque.
  4. Auméntale el pago semanal si aumentan los precios de los artículos de primera necesidad.
  5. Tratala bien, por favor. Asegurate que haga su trabajo y se comporte bien en tu casa, pero no la maltrates.

6)      Vos, mi amor, mi esclava

  1. No escatimes en gastos para estar siempre esplendida
  2. Asegurate que no te falte dinero, cuando tengas poco en la cuenta, me avisas así giro con tiempo.
  3. Administra todos los gastos de tu hogar y de tu madre. No se priven, pero no derrochen
  4. No te quedes encerrada en tu casa. Buscá algo que te guste y hacelo. PERO QUE NO SEA SEXO.
  5. Usa la camioneta todo lo que la necesites. También es tuya. Seguí practicando, pero sin Gregorio, pedile a una amiga con licencia que te ayude.
  6. No olvides gestionar tu licencia

Mercedes leyó todo y sintió una sensación extraña. Se sintió poseída. Era realmente la propiedad de ese hombre. Y a la vez se sintió protegida, amparada. Era la mujer de ese hombre. La lista era terriblemente restrictiva, pero tanto como la condicionaba, la cuidaba a ella, a su madre y a sus hijas. También, extrañamente, cuidaba demasiado de Raquel. Eso le provocó un brote de celos, temiendo que Juan Alberto terminara usándola sexualmente como lo había hecho Gregorio frente a sus propias narices, pero luego decidió no preocuparse por eso, después de todo, si a Juan Alberto se le antojaba cogerse a Raquel, nadie lo iba a poder detener.

Aparte de la lista, la partida del viudo dejó un vacío enorme en Mercedes. No solo en su vulva, que se había habituado a ser estacionamiento de la gran verga del amante, sino en su corazón y en su vida cotidiana en general.

Los primeros días fueron los más duros. Tuvo que mantener a raya a Gregorio que envalentonado por la partida del viudo intentó ganar terreno infructuosamente.

Luego de ese periodo de reajuste, la sexy madura comenzó a salir un poco y a distraerse como podía. Una de las primeras cosas que hizo fue visitar la casa de su mejor amiga y confidente, Soledad, para compartir con ella todo lo ocurrido y lo que le estaba pasando ahora que estaba “sola”.

Si alguien las hubiera conocido juntas a Mercedes y a Soledad (Sole), hubiera notado el parecido entre ellas. Acaso no tanto físico porque soledad era más bajita, mas rellenita y de tez mucho más clara que Mercedes. Pero sí que se parecían en sus actitudes y en sus vidas. Soledad tenía la misma edad que Mercedes, y estaba casada desde hacía 20 años con Luis, un hombre machista, egoísta y haragán que había sido jugador de beisbol y luego empleado público, antes de dejarlo todo con la excusa de “la crisis” y dedicarse a pasar todo el día con amigos en un bar o en una cancha de beisbol de ligas menores, echando cuentos, tomando licor y cogiéndose putitas muy baratas (en su inmensa mayoría menores de muy corta edad) que eran entregadas sin reparo alguno por sus padres y hermanos. El dinero que Luis usaba para pagarse esos vicios provenía de la cuenta conjunta que tenía con su esposa, a la cual él casi nunca aportaba.

Desde entonces, Soledad (que nunca había tenido alguien que la mantuviera desde el exterior) se había echado las finanzas del hogar encima. Trabajaba de contadora en una empresa y a fuerza de hacer horas extras hasta tarde por las noches, había logrado agradar al gerente, de quien se había convertido en amante incondicional. Además de eso, Soledad complementaba su ingreso haciendo cámaras porno por internet. Y en los últimos meses había considerado seriamente prostutuirse con militares de alto rango que había conocido a través de su empresa, trabajando como “escort vip”. Ella era consiente que a su edad y manteniéndose atractiva y sensual, causaba morbo en muchos hombres,  que pagarían por estar con ella. Pero también sabía que eso no ocurriría por mucho tiempo más, y quería intentar ahorrar en dólares para poder llevarse a sus hijas del país. A propósito, sus tres hijas tenían 19, 17 y 14. Y el plan de Soledad era divorciarse de su esposo tan pronto como la menor cumpliera 18.

La otra cosa que era obvia al observarlas juntas era que Soledad y Mercedes se hablaban sin pelos en la lengua y con total confianza. Si bien las dos mujeres se presentaban en público como recatadas y correctas damas, en privado hablaban con un lenguaje soez que hubiera sonrojado a la prostituta más maleducada de los bajos fondos.

—¡Bueno! ¡Por fin aparece mi amiga perdida! Debe ser que su macho ha partido jajaja. —Soledad cargó a Mercedes.

—¡No te burles, mala amiga! Extraño a mi hombre y he venido para que me mimes, no para que me eches bromas, perra. —Se quejó Mercedes con cara de cachorrito mojado.

—Ven aquí, ven a mis brazos, pero recuerda que las malas amigas son las que dejan de visitar a sus confidentes por una verga. Ven que te perdono, putita— Bromeó Soledad al tiempo que abrió sus brazos para recibir a Mercedes.

Mercedes se dejó caer en los brazos de la amiga y se apretó muy fuerte a ella. Siempre le había gustado, desde la facultad, que la abrazara apretándola sintiendo el voluminoso y esponjoso cuerpo de Soledad contra el suyo, que era menos voluptuoso y más fibroso.

Después del abrazo Mercedes miró a Soledad con ojos vidriosos y se confesó.

—Lo extraño, amiga. Lo extraño mucho.

Soledad sabía que parte de consolar a su amiga del alma era hacerla reír con chistes y ocurrencias. Y fue a por ello.

—¿Tan bien te coge, mi vida? Jajajaja

—Jajaja ¡Tonta! —reaccionó Mercedes—Ya me hiciste reír— Y sí, ¡me coge como ningún otro antes!

Soledad hizo que les sirvieran un té con masas finas y le dio la tarde libre a la empleada doméstica para tener privacidad con su amiga (todas esas viejas de clase media-alta mantenían  servidumbre a pesar de la crisis. Si ellas lo pasaban mal, imagínense sus empleadas).

Cuando se quedaron solas, Mercedes la puso al día. Si bien se habían estado llamando casi día por medio desde el fallecimiento de Ariana, y Soledad conocía la situación con Juan Alberto, los detalles aún estaban por contarse.

Mercedes le contó prácticamente todo, desde las condiciones en el hogar hasta la camioneta nueva y las prácticas sexuales. Le relató las mamadas con lujo de detalle. Le contó de los cunnilingus que Juan Alberto le propinaba. E incluso hablaron del desfloramiento anal de Mercedes. Pero la amante del viudo se cuidó de relatar la participación de su madre en las cogidas y se limitó a explicar que su madre había consentido a la relación y les brindaba la privacidad de su apartamento.

Soledad observó que al contar eso, Mercedes evitaba mirarla a los ojos y sospechó que había algo más en la historia. Pero, como buena amiga, evitó reclamar detalles que su confidente no había ofrecido. Y para matizar la charla ofreció su propia casa a los “enamorados”, pero con condiciones.

—Bueno, amiga, estoy FELIZ por ti. Y si un día necesitan un lugar para estar juntos, mi habitación tiene las puertas abiertas… Pero conmigo adentro. Jajaja

—jajaja. Ya me parecía que al contarte esto ibas a querer cogértelo tú, siempre has sido un putón de cuidado, Sole—“Bromeó en serio” Mercedes.

Luego de todo eso, Mercedes le mostró la lista de exigencias a su amiga.

—¡Wow! Te trata como si fuera tu dueño, Merce— Expresó sorprendida Soledad.

—ES mi dueño—respondió impasible Mercedes.

Y las dos amigas rieron y bromearon. Soledad mostró curiosidad por la cláusula sexual y quiso saber si eso impedía cualquier cosa que ellas pudieran hacer. Por cuanto las dos amigas, que habían comenzado en la facultad con sesiones de masturbación conjuntas, acostumbraban a darse prolongadas sesiones de mimos, caricias y sexo lésbico. De hecho, ese había sido el refugio de ambas cuando las respectivas relaciones con sus esposos habían sido discontinuadas por recelos y broncas conyugales.

Mercedes explicó que, efectivamente, no podía siquiera besar a Soledad sin permiso de su macho. Pero prometió hablarle del tema a Juan Alberto en la próxima sesión de sexo virtual.

La tarde transcurrió con ambas mujeres contando proezas de sus respectivos amantes. Y Mercedes ganó por goleada por tener un amante más joven y con mayor poder adquisitivo que Soledad.

Mientras tanto, en su casa, Juan Alberto hablaba por teléfono con su amigo de la adolescencia, Damián, que vivía en el país de origen. Damián lo llamaba para ponerse al día de las andanzas de su amigo que ya le había contado y mostrado que se estaba cogiendo a la hermana de su difunta esposa.

Juan Alberto ya había enviado muchísimas fotos y videos de Mercedes a su amigo. Fotos con y sin ropa. Videos donde Mercedes contaba directamente a Damián que estaba por comerle la verga a Juan Alberto y otros videos en los que estaba comiéndole la verga mientras sonreía a la cámara. En todos los casos Mercedes sabía perfectamente el destino de las fotos y del video y lo hacía de buena gana, contando con la discreción del mejor amigo de su amante.

Después de contar todas las andanzas, Juan Alberto insistió a su amigo con que tenían pendiente un viaje juntos.

—¿Che, flaco, cuando hacemos el viaje a Las Vegas?

—JUSTAMENTE esa era una de las cosas que quería contarte. Tengo que ir por laburo a USA en tres semanas y pienso tomarme unos días para visitarte. ¿Qué te parece si nos encontramos un finde largo en Vegas? —Propuso Damián.

—¡Me parece GENIAL, hermano! —aceptó entusiasmado Juan Alberto—Lo doy por hecho y ya mismo empiezo a reservar pasajes y hotel.

—jajaja. Sabía que a vos no hay que darte más que  un manijazo para que arranques, Juan

—¡Obvio que no! Che… se me ocurre una idea—lanzó con misterio el viudo

—a ver…— respondió Damián.

—¿Y si me la traigo a Merce por el finde largo? —Propuso Juan Alberto.

—Ehhh… no seas turro… no es tu luna de miel. De lo contrario yo llevaría a mi esposa. La idea es un finde de “amigos solteros” — reaccionó desilusionado Damián

—jajaja. No seas pelotudo, Damián. Te propongo un finde largo de amigos solteros CON Mercedes como acompañante, ¿entendés o necesitás manual de instrucciones, querido? — se burló el viudo.

—¿QUE? ¿Mercedes para vos y para mí? ¿serias capaz? ¡Sos un tuuuurro! — se rio Damián.

—¿Si o no? —apretó Juan Alberto.

—No me lo puedo creer. ¿Vos, Mercedes y yo? ¿los tres, como…. Tres? —Damián dudaba sin animarse a decirlo.

—Si, boludo. Los tres. ¿SI? O ¿NO? Ultima chance

—¡Si, Juan, Si! Ufff. Que fuerte, hermano—aceptó nervioso Damián.

—jajaja no se habla más del tema. Yo planeo todo. —concluyó el viudo y los amigos continuaron hablando largamente de trabajo, familia (de Damián) y de la vida en general.

Mercedes iba saliendo de casa de Soledad cuando recibió un mensaje de WhatsApp de Juan Alberto

—Esta noche hagamos una videollamada, tengo algo que contarte

Mercedes sonrió. Moría de ganas por desnudarse frente la cámara para su amante y sabía que él le permitiría usar un vibrador. Le encantaba estimularse y acabar para él y luego ver como él se pajeaba y soltaba sendos chorros de leche. Era casi un ritual diario de las noches a distancia.

Mas tarde, una vez en la privacidad de su habitación, Mercedes habló con su amante y se desayunó de la sorpresiva noticia.

—El finde, dentro de tres semanas, voy a necesitar que vueles a Las Vegas, te mando los pasajes. Arreglá todo para poder venir— Ordenó Juan Alberto.

Mercedes estalló de alegría.

—¿Un finde juntos en las vegas tu yo? SIIII

—No vamos a estar solos. Va a estar mi amigo Damián. Quiero que lo conozcas. —Anunció sin anestesia el viudo.

—¿Damián, el de los videitos? —preguntó con cierto miedo Mercedes

—El mismo. Te va a gustar mucho. Y vos a él. Te lo aseguro—Dijo el amante sin expresar mayores sentimientos.

Mercedes aceptó sabiendo el riesgo que implicaba: Juan Alberto la había filmado y fotografiado para su amigo y ahora estarían los tres juntos en la “ciudad del pecado”. Corrió a contárselo a su amiga Soledad.

—¿Qué? ¿Tu amante te lleva a las vegas con todos los gastos pagos y tú tienes dudas? —Increpó Soledad

—Con todos los gastos pagos, con mi amante y con su amigo, al cual le gusta recibir fotos mías mamándole el huevo a mi amante—Explicó Mercedes.

—Jajaja. ¿Y cómo es el amigo? ¿Es buenmozo? —Auscultó la confidente de Mercedes

—Mmmm…. Lo conocí en la boda de mi hermana y Juan Alberto. Es muy alto. Muy elegante y apuesto. Es muy gracioso y le gusta mucho bailar. Me acuerdo que me sacó en la boda y Gregorio y su esposa no estaban contentos porque bailamos muy pegados jajaja— Rememoró Mercedes.

—Si es como tu describes, tengo la solución— Dijo seria Soledad

—¿A ver?

—Dile a tu amante que yo también voy jajaja

—Jajaja ya se lo dije y no quiso—Contestó Mercedes y las amigas se pusieron a parlotear de todos los detalles de la llamada.

Al final de la charla, Mercedes quedó convencida que iba a tener que ir y que iba a terminar siendo cogida por los dos hombres.

Pasaron las semanas y llegó el día del viaje Mercedes habló con sus hijas, que se quejaron porque querían ir a USA, pero las convenció prometiéndoles una Tablet nueva a cada una. A su madre le explicó que con ese viaje relámpago estaba asegurando las remesas por un par de meses. Y a su esposo le dejó muy claro que debía comportarse con Raquel, la empleada, bajo amenaza de denunciarlo si la tocaba.

La llegada a Las Vegas fue sin contratiempos. Mercedes voló directamente hasta allá donde iba a ser esperada por su cuñado y el mejor amigo. Al bajarse del avión y antes de abandonar el área de embarque mercedes se metió al baño a retocarse el maquillaje y a cambiarse la ropa. Se puso unos micro-shorts que le resaltaban la cola redonda y las piernas largas, morenas y fibrosas. Se puso una camisa manga corta entallada que dejaban bien claro la estrechez de su cintura y la amplitud de sus pechos y caderas. Y lo remató con unos zapatos tipo “Zancos” con plataforma de corcho. Se vio al espejo y se sintió bellísima y putísima.

En el lobby del aeropuerto estaba Juan Alberto esperándola, cuando lo vio, Mercedes se olvidó de todo y corrió a abrazarlo y besarlo. No reparó en el hombre alto que estaba parado unos metros más allá.

Cuando los besos menguaron, Juan Alberto la tomó de la mano y la acercó al hombre. Cuando estuvieron parados frente a él, su amante la hizo dar una vuelta, como si estuviera mostrando a un objeto. El amigo sonrió y se acercó a besarla en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios. Lo hizo con gran naturalidad.

—Hola, Mercedes, ¿te acordás de mí? — Preguntó Damián desplegando todos sus encantos

—¡Hola Damián! ¡Cómo no te voy a recordar! Una mujer nunca olvida a un hombre guapo, alto y que baila tan bien— Dijo mercedes esforzándose por parecer flechada por el tipo.

—¡Ah! Jajaja. Es verdad que bailamos en el casamiento. Casi no lo recordaba—Agregó Damián. —Yo te iba a decir que soy Damián, al que le mandas los videos con Juan Alberto.

Mercedes fingió ruborizarse e intentó comportarse como una inocente jovencita sorprendida. Pero terminó comportándose como una atorranta, porque salieron del aeropuerto bromeando sobre cual video era el mejor de todos.

Para cuando llegaron al hotel en que Juan Alberto había reservado una habitación, y vieron que iban a tener sólo una cama King, Mercedes ya bromeaba descaradamente con el amigo de su amante.

—¡Uhhh! Lo que daría mi esposo por que tuviéramos una así en casa. En esto cabemos tres. Jajaja

—Vos, Mercedes, tenés que ir al medio, yo no me acuesto junto a este tipo, ni loco jajajaja— Bromeó Damián.

—¡Eh! ¡Ché! Si soy inofensivo jajaja— se sumaba Juan Alberto.

Mercedes desempacó sus ropas (los dos amigos ya lo habían hecho antes) y Juan Alberto propuso que los dos hombres irían al bar del hotel a tomar algo y conversar para dejar a Mercedes la habitación a disposición para prepararse para salir. El plan era ir a cenar y parar en uno de los casinos a jugar a las máquinas y a bailar en una de las pistas.

Una vez que los dos amigos estuvieron solos, Damián no tardó en expresar su entusiasmo.

—¡Que IMPRESIONANTE está esa morocha, por el amor de dios! Está mejor que unos años atrás cuando te casaste. Y está mucho más buena en persona que por video—Sopesó Damián

—Jajaja. Coincido con vos. Cada día se pone mas buena…. Y mas puta jajaja ¿viste como jugueteaba con vos? —Aseguró Juan Alberto.

—Te juro que no lo puedo creer. No veo la hora de poder garcharla— Babeaba el mejor amigo del viudo. ¿Se dejará?

—jajaja. La pregunta es si yo la dejaré. Ella hará lo que yo diga. Así que calma, campeón, calma, que tenemos tres días para hacer con ella lo que se nos ocurra…. Pero con una condición— Aseguró serio el viudo.

—¿Qué condición? —Preguntó con algo de inquietud el amigo.

—La condición es que ella tiene que pasarlo espectacular también. Conociéndola vamos a poder cogerla por todos los agujeros y hacer las chanchadas que se nos ocurran. Pero ella necesita pasarlo bien. ¿Comprendés? —Mas que preguntó, ordenó el viudo.

—Si. Si. Claro, obvio— Consintió sin chistar Damián.

Cuando Mercedes bajó de la habitación y se les acercó los dos hombres se quedaron mudos. Estaba bellísima. Tenía un vestido negro con brillos, muy corto y pegado al cuerpo. Las Tetas y el culo se marcaban como nunca. Los hombros descubiertos y el pelo corto revelaban una clavícula y un cuello fibrosos que invitaban a ser mordidos. Las piernas enfundadas en medias negras y montadas sobre unos tacones stiletto se veían más musculosas y delgadas que nunca. Estaba maquillada de manera espectacular y sonreía provocadora.

—Quiehijadepuuuuta. Está recontra buena y ella lo sabe—Dijo por lo bajo Damián a Juan Alberto.

Juan Alberto la recibió, la atrajo hacia él y la besó intensamente. Después la guió de la mano para que salude a su amigo y, sin dudarlo, Mercedes se colgó de su cuello, lo besó en los labios (sin abrir la boca demasiado) y lo miró a los ojos.

—Estoy lista para un fin de semana inolvidable. ¿Y tú? —Preguntó sensual y provocadora la madura amante, tal cual como creía que se esperaba de ella.

—Estoy mas listo que nunca—respondió el amigo del viudo sintiendo como crecía su erección. Evidentemente aquella hembra era mucho mas de lo que había imaginado.

Durante la noche Mercedes actuó como una escort de los dos hombres. Se colgaba del cuello de uno o del otro sin distinción. Cuando alguno de los dos amigos le chirleaba la cola ella se daba vuelta sonriente y lo besaba sin reparos. Y cuando bailaron, se dejó ensanguchar entre los dos tipos y se fregó a ambos cuerpos masculinos sin distinción. Con cada apoyada, con cada abrazo y beso, Mercedes sentía los bultos de sendas vergas duras bajo las braguetas de los dos amigos.

Cuando se cansaron del tonteo público con Mercedes, los hombres propusieron irse a la habitación. Era muy temprano por la noche, apenas pasadas las 10 PM, algo que siempre pasa en USA, donde es costumbre cenar muy temprano.

En el ascensor Juan Alberto y Mercedes se iban morreando como posesos y el viudo comenzó a empujarla hacia su amigo que la recibió con brazos abiertos, le apoyó el bulto en el culo y comenzó a besarle la nuca.

—Mmmmm…. Quien anda por ahí atrás—Dijo Mercedes volteando la cabeza.

Inmediatamente Damián se apuró a comerle la boca de costado, mientras Juan Alberto lamía y mordisqueaba el otro lado del cuello de Mercedes.

—¡Ohhh. Que suerte tengo! ¿Toda esta atención va a ser para mi solita? —ronroneaba mercedes que ya había pensado mucho durante su vuelo como calentaría a los dos hombres cuando realizaran el trío.

La madura morena sabia perfectamente que tan importante como saber mamar y saber coger era saber hablar y mirar a un hombre para alcanzar todo el potencial sexual de un encuentro.

Entraron a la habitación a los empujones mutuos. Mercedes ya tenía bajos los breteles del vestido, las tetas sacadas por encima del sujetador invisible y un macho colgado de cada pezón. Ella tenía a Damián agarrado por la verga con la mano izquierda y con la mano derecha estimulaba la nuca de Juan Alberto que la tenia tomada de la cintura y le mordía el pezón.

—¡Chicos, chicos! —intentó sofrenarlos la infiel esposa— ¡Calma, por favor! Que me dejan echa un desastre. Jajaja. Déjenme pasar al baño a prepararme para ustedes.

Los dos amigos tenían las vergas como rocas y se sentaron a intentar calmarse un poco. Juan Alberto se quitó la camisa y el pantalón y se acostó boca arriba en la cama.

Damián se quitó la camiseta, se puso un trago y se sentó en el sofá

—Sé lo que va a pasar acá, lo supe todo el tiempo, Juan, pero te juro que no salgo de mi asombro. Esta mina es un camión. —Confesó el amigo del viudo.

—jajaja. Tranquilo. Tenemos mucho por delante. —Predijo el amante de Mercedes.

Mercedes salió con un conjunto de lencería increíblemente sexy, de tanga y corpiño, portaligas y medias. Seguía parada sobre los tacones. Se apoyó en la puerta del baño abriendo las piernas sensualmente en una pose practicada una y otra vez en casa de su amiga Soledad para cuando sorprendiera a los dos amigos. Era la perfección personificada.

—¿Y bueno? A ver…. ¿Por quién empiezo? —Simuló indecisión la madura fatal.

—Ni lo dudes, mi vida. Por tu macho. —Ordenó Juan Alberto.

Ella se acercó sexy hasta los pies de la enorme cama y desde ahí se trepó y aproximó gateando como un felino que acecha a su presa.

—¿Tu amigo sólo mira? —Desafió la madura que, por curiosidad, no veía la hora de poder estar con Damián.

—Ya vas a ver si sólo mira. Ya vas a ver. Vení para acá— Indicó el viudo.

Damián miraba todo desde el sillón con la mandíbula colgando del asombro. En pose “perrito”, aproximándose a Juan Alberto, Mercedes se veía más sexy aun. Tenía la espalda arqueada en una leve curva, paraba el culo orgullosa, y los tacones aun en sus pies más la lencería le daba un aspecto de célebre estrella porno. Podría haber sido MILF del año tranquilamente.

Mercedes se montó sobre Juan Alberto y lo besó con pasión y esmero. El viudo le puso las manotas sobre las caderas y con leve presión le indicó que se sentara sobre el bulto de su verga, Ella obedeció con enorme gracia y cuando finalmente la entrepierna cubierta por la ínfima tanga se apoyó en el pétreo bulto del amante, Mercedes dio un exagerado respingo, como el de un caminante que se sienta en una banquina espinosa, y rio con cara pícara.

—¡Uffff! ¡Está como un acero! —dijo Mercedes refiriéndose a la aun enfundada verga de su amante, y de inmediato lo besó con pasión, se sentó con decisión y comenzó a restregar la entrepierna en la verga de su macho.

En pocos segundos Juan Alberto estaba completamente desnudo, la tanga de Mercedes había volado por los aires y los dos amantes se besaban con enorme morbo mientras la enrojecida y lubricada vulva se restregaba sobre la verga del viudo.

Esa pareció ser la señal que necesitaba Damián, que se paró y caminó hacia la cama y se puso a acariciar suavemente la espalda de Mercedes.

—Mmmmm tenemos compañía, mi vida, alguien toca a la puerta— Jugueteó Mercedes sin dejar de mirar a su amante.

—¿Lo dejamos entrar? —Preguntó el viudo

—Obvio, pobrecito. Creo que está desesperado—Mercedes le hablaba a su amante como si el otro hombre no escuchara.

—Andá a atenderlo— Instruyó el viudo dándole un sonoro chirlo en el culo

Mercedes se arrodilló de inmediato frente al amigo de su amante y comenzó a desprender sus pantalones. Para cuando había desnudado a Damián, Juan Alberto ya estaba parado junto a su amigo, hombro a hombro, como defensores en una barrera de tiro libre. Solo que en vez de taparse las entrepiernas, estos jugadores ofrecían la verga en ristre a Mercedes, que estaba arrodillada frente a ellos.

Mercedes no lo dudó. Tomó una verga firmemente con cada mano y comenzó a pajear y a lamer. Las pajas simultaneas eran acompasadas y las chupadas y lamidas eran alternadas, turnándose entre un tipo y otro. Juan Alberto y Damián la empujaban o tironeaban cuando querían que cambiara de pija.

Después de disfrutar la mamada por un buen rato, Damián quitó el corpiño de la madura, Juan Alberto la hizo parar y los dos tipos se turnaron mordiéndole y sobándole las tetas y apoyándola por detrás y besando su nuca.

Cuando se cansaron de eso, Juan Alberto se acostó sobre la cama y volvió a montar a Mercedes a horcajadas sobre él. Damián se subió a la cama y se puso detrás de ella. Juan Alberto le dio instrucciones

—Lubricala bien, amigo, acá hay vaselina— Le dijo el amante de Mercedes señalando un tarrito sobre la mesa de luz.

Mercedes se estiró y alcanzó el pomo de lubricante, lo pasó por encima de su hombro y regresó a besar a su benefactor y a fregar la conchita en su verga.

En pocos segundos, Damián estaba besando y mordisquieando la espalda y nuca de la amante de su amigo, mientras ellos seguían el resbaloso juego previo de besarse y frotarse sexo-con-sexo sin penetrarse. La dilatada vulva de Mercedes se apoyaba sobre el glande resbaloso por los jugos naturales jugos naturales de Mercedes que se movía hacia adelante y hacia atrás.

Cuando Damián comenzó a esparcir lubricante por los cachetes y por el esfínter del culo de Mercedes ella empezó a gemir.

—¡ahhh, uffff! ¿Tu amigo me va a coger el culo, amor? —Preguntó provocadora la madura esposa infiel.

—¿Querés? —Le preguntó formalmente el viudo, pero todos sabían que era una orden.

—No me importa cual de los dos, pero uno me lo tiene que coger, porfa, mi vida, no se demoren—Estimuló verbal y hábilmente la amante que sabía que eso era lo que se esperaba de ella.

En ese momento, Juan Alberto maniobró hábilmente su pelvis para calzar el glande de su verga en la entrada de la vulva de la madura, y antes que ella se percatara, empujó hacia arriba al tiempo que sus fuertes manos forzaron la ínfima cadera de Mercedes hacia abajo y le clavó la totalidad de la verga hasta los huevos.

—¡AYYYYYYYY! ¡SIIIIII! —Aulló Mercedes dejando de besar a su amante y levantando la cabeza al techo, al ser poseída de manera súbita y profunda.

Damián se quedó sorprendido por la lujuria con que Mercedes cabalgaba la verga del viudo y por la firmeza con que su amigo la penetraba. Las estocadas eran certeras, rápidas y profundas. Después de unos segundos reaccionó y volvió a embadurnar el esfínter de Mercedes, pero ahora presionando con el dedo para empezar a penetrarlo.

Mercedes, sin dejar de ayudar al mete-saca vulvar de su amante le habló con decisión.

—No tengas miedo Damián, lubrícate el miembro y penétrame, estoy lista—bufó la mujer mirando por encima de su hombro.

El mejor amigo de Juan Alberto, como un autómata, se pajeó cuatro o cinco veces la verga con la mano derecha empapada de jalea lubricante, apoyó su mano izquierda en el la base de la espalda de Mercedes y, verga en mano, le arrimó el glande al culo hasta rozarlo.

La sensación de los cachetes engrasados rozándole la cabeza lo hizo suspirar.

—UFFFF Que impresionate—Dijo Damián

—Despacito, vida, aflojemos que ahí viene y necesita embocarla— Le pidió Mercedes a su amante para que el bamboleo de sus caderas cesara a fin de facilitar la puntería anal de Damián.

—Jajaja. A ver. Parale la cola, dale—Ordenó Juan Alberto a su amante, dejando de bombearla.

Mercedes se inclinó sobre su amante, apoyándole sus tetas en fornido pecho, descanzando la cabeza en el hombro de su amante, y levantando simultáneamente el culo en pompa.

Juan Alberto comenzó a acariciarle muy suavemente los hombros y a besar la cabeza de Mercedes en una actitud casi de protección paternal, y dio instrucciones a su amigo.

—Dale despacio, Damián, Andá metiéndosela despacio y dejando que el culo se le habitúe. Suave. Con cariño—Indicó el amo de Mercedes a su mejor amigo.

Damián apoyó la cabeza de su verga en el orificio anal de Mercedes y ella se aferró firme a su amante, sabiendo lo que venía. El amigo presionó con mesura mientras sus dos manos acariciaban los cachetes y la base de la espalda.

—Ahí viene mi vida, relájate, afloja el culito—Le anunció Juan Alberto al oído de Mercedes sin dejar de mimarla con ternura.

Y cuando el glande de Damián venció la resistencia del esfínter de Mercedes, ella gritó por la sensación, ya familiar de dolor y placer simultáneos.

—¡AAAYYYYY!!! ¡UFFFF!!!! ME gustaaaaa, me dueleee—bramó la esposa infiel.

Las bocas de los dos amantes se fundieron mientras la verga de Damián seguía penetrando lenta, pero firmemente el culo de mercedes.

—Te amo. Dame. Te amo. Dame. Dame. Dame.—Le decía Mercedes a Juan Alberto que retomó nuevamente el sube-y-baja de sus caderas para poder estimular la vulva de la mujer

Damián seguía penetrando el culo, primero con un tímido movimiento alternativo y en pocos minutos con un mete-saca rotundo.

—¡Eso! ¡Eso, chicos! ¡Duro! ¡Cójanme duro! —Pedía Mercedes incitando a sus dos amantes a una doble penetración brutal e intensa.

Los dos hombres sincronizaron sus penetraciones y también sus caricias y mimos. Damián la agarró de los pelos y la perforaba rítmicamente, con furia. Juan Alberto la tomaba de las caderas como si fueran dos asas y la empujaba contra su cuerpo al tiempo que la embestía y mientras hacia todo eso le lamía y chupeteaba con intensidad los pezones.

Mercedes pudo notar la sincronización de los dos hombres. Cuando la verga que le empalaba el culo se retiraba brevemente, el miembro de Juan Alberto le horadaba lo más profundo de su vulva. Y cuando Juan Alberto se retiraba, Damián empujaba su verga adentro del culo de Mercedes hasta que la pelvis golpeaba contra los carnosos muslos de la madura. Y todo el ciclo volvía a repetirse. A veces más rápido, a veces más lento.

Mercedes gemía, gritaba, los alentaba y empezó a sentir el cosquilleo del orgasmo que crecía desde su interior empujado por dos sendas vergas que la empalaban y acariciaban internamente.

—Me vengo, chicos, me vengo, ah, ah, me vengo, me vengo siiiiiiii— Gritó entre jadeos la madurona.

Al sentir las contracciones orgásmicas proyectadas en el culo que estaba penetrando, Damián también se vino.

—SIIII Yo también SIIII—Aulló el mejor amigo del viudo y comenzó a sacudirse impregnando de semen el recto de Mercedes.

Ella sentía la verga de Damián latiendo en su culo y creía desfallecer de placer. Mientras tanto, Juan Alberto tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos por no venirse.

Damián se desmontó de encima de Mercedes y ésta a su vez lo hizo de encima de Juan Alberto, que seguía con el miembro erecto. Mercedes lo vió y sin darse pausa, se dispuso a mamarle la verga. Juan Alberto lo aceptó de buena gana e indicó a su amigo qué hacer.

—Bueno, Damiancito, límpiame ese enchastre que hiciste, porque ahora voy a entrar yo por ahí— Instruyó el perverso viudo.

Sin dudarlo, Damián se agachó a lamer el esfínter de Mercedes, juntando su propio semen con su lengua. Esto estremeció a Mercedes, que se sacó la verga de Juan Alberto de la boca para expresarse.

—¡uffff me encanta, que rico lo que me hace tu amigo! —expresó Mercedes mirando con cara de lujuria a su amante.

Juan Alberto se incorporó y la besó apasionadamente. Dejando que su amigo se concentre en estimular oralmente el ano y el perineo de su amante.

Mercedes, de repente se vio envuelta por una ola de placer enorme, no estaba siendo penetrada sino besada, acariciada, toqueteada, lamida, mordisqueada por dos tipos, a cambio de dinero para mantener a su familia… y le encantaba.

Luego de interminables minutos de estimulación, Damián se incorporó dándole un chirlo en el culo a Mercedes.

—Bueno, Juan Alberto, ahí la tenés, limpita, dilatada y estimulada—Dijo Damián con particular lascivia.

Mercedes comenzó a sonreír mirando impúdica a su amante. Y sin necesidad de recibir indicación alguna se sentó de espadas, sobre su amante, Juan Alberto la hizo acomodar y ella misma tomó la verga, extremadamente inflamada, y se la fue metiendo en el culo.

Cara a cara con ella, Damian observaba la puja que libraban el dolor y el placer por apoderarse de las expresiones faciales de Mercedes. La observó acariciándose el miembro, para ayudar a la incipiente erección que estaba retornando.

Una vez totalmente penetrada, Mercedes soltó un suspiro y comenzó a moverse. Lentamente primero y mas rápido después. Juan Alberto, acostado de espaldas en la cama y con su amante acostada de espaldas sobre su pecho, se acompasaba los empujones de Mercedes para facilitar el acogimiento anal, y con una mano, estimulaba su clítoris para mantenerla excitada.

—Entrale por acá, amigo, vas a ver lo que acaricia esta conchita—Sugirió Juan Alberto al tiempo que usaba sus dedos para abrir la vulva de su amante, invitando la penetración de su amigo.

—¡Siiii Chicos! Lo quiero por los dos, vamos, métanmela los dos, siiii—Exageró Mercedes que de por sí lo estaba pasando bien.

Damian se aproximó a Mercedes y la fue penetrando por la vulva mientras Juan Alberto no daba tregua al culito de la madura morena.

—Uhhh. ¡Que placer! ¡mirá lo que es  eso! —bufó Damián al sentir la cálida, estrecha y lubricada vulva de la cuñada de su amigo devorándose su falo erecto.

Mercedes gritaba de placer. Juan Alberto le bombeaba el trasero y la besaba en la nuca y los hombros. Mientras Damián, sin parar de decir groserías, la besaba en la boca y le apretaba los pezones. Era una escena que ninguno de los tres había visto en una película porno. Al menos nunca tan intensa y sincera.

Finalmente, Juan Alberto anunció que se venía, y lo hizo de inmediato entre estertores de placer. Damián siguió bombeando unos segundos y comenzó a derramarse dentro de la vulva de Mercedes mientras ella también tenia un orgasmo de antología, sin parar de gritar guarrerias.

—¡SI, Chicos! SIIII quiero leche en todos los agujeros. Llénenme. SIIIII. ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Me hacen venir! SIIIII— Mercedes gritó antes de desvanecerse aturdida de placer.

Los tres viajeros quedaron tendidos, desnudos en la cama, con Mercedes en el centro, y cayeron rendidos.

Al día siguiente, amanecieron riendo y besando a Mercedes por ambos lados, y ella dando grititos juguetones de placer, intentando escapar de sus acosadores.

—Jajaja Mmmm…. ¿no les alcanzó lo de anoche? ¡Déjenme ir a bañarme que estoy toda llena de leche y sucia de sudor y saliva de anoche, chicos! jajaja—Expresó mercedes, maniobrando para zafarse y correr al baño.

Los dos hombres reían satisfechos.

—¿Y amigo? ¿Cuál es el plan para hoy? —Inquirió Damián mientras se acomodaba los testículos y el miembro, como suelen hacer todos los humanos poseedores de un cromosoma Y al despertar.

—Bueno, hoy vamos a conocer la Hoover Dam. Tengo un auto alquilado y manejaremos hasta allá—Respondió Juan Alberto que también se acomodaba y rascaba las joyas.

—Che… ¿y si nos quedamos en la habitación ensanguchando a tu cuñada? Yo lo único que quiero es cogerla, cogerla, cogerla, cogerla jajaja—propuso Damián.

—jajaja. No seas atropellado, Damián, ya vas a ver lo bien que la vamos a pasar en el viaje a la represa—Prometió misteriosamente Juan Alberto.

Mercedes salió espléndida y lista para el viaje: con unos pantalones cargo verde oscuro y una musculosa color ocre, maquillada, peinada y adornada con collares y pulseras. Estaba para el crimen. Juan Alberto le dio dinero para que bajara a comprarse regalos en las tiendas del loby del hotel. Sabía que ese tipo de recompensas después de comportarse como una putita la volvían loca, porque confirmaban su condición de ramera. Por otro lado, sacar a Mercedes de la habitación, evitaba que Damián, desesperado, la volviera a desnudar, despeinar y embadurnar de semen.

Una vez que los tres se reunieron en el restaurante para desayunar, retomaron la dinámica de la noche anterior: Mercedes se comportaba como una escort de los dos hombres y llamaba la atención de todos los que estaban cerca.

El viaje a la represa fue de lo mas interesante y sorpresivo para Mercedes y Damián. Juan Alberto había alquilado una camioneta igual a la que compró a Mercedes, que al poder verla en vivo, sentarse en ella, y más tarde, manejarla, tuvo semejante orgasmo de ambición que decidió volverse un poquito más puta de lo que ya era. Evidentemente el viudo la conocía muy bien.

La otra sorpresa que había preparado Juan Alberto fue que en el viaje de ida hizo sentar a su amigo y a su amante en el asiento de atrás para que mercedes felara a Damián, mientras el viudo conducía.

—No vayan a manchar el tapizado de cuero, que después me cobran a mi— indicó con lascivia el amo de Mercedes.

—Tranquilo, mi vida, si vos sabés que yo me trago todo sin derramar nada—Respondió la lujuriosa cuñada.

Damián no se lo podía creer y aprovechó todos y cada uno de los minutos del viaje a la Hoover para disfrutar de una mamada de antología, mientras intercambiaba comentarios con su amigo, que iba al volante.

Mercedes se esmeró como nunca antes. Diciendo palabras soeces y lamiendo ruidosamente para que su amante la escuchara desde el asiento de adelante. Luego, al recibir la carga de leche, se la tragó por completo y dijo lo que, supuso, se esperaba de ella.

—¡Mi vida! ¡Gracias por dejarme disfrutar de tu amigo. Su descarga fue casi tan abundante como la tuya!

La habilidosa cuñada sabía bien como estimular el ego del hombre que la mantenía, siendo a la vez una cortés anfitriona sexual para el invitado.

El resto de la estadía en Las Vegas transcurrió como lo que he descripto. Cuando Mercedes no estaba exhibiéndose en casinos y hoteles besando y abrazando a dos machos calientes, estaba ensanguchada entre ellos en la habitación del hotel.

Juan Alberto recibió varias ofertas de diversos turistas timberos para que entregara a Mercedes como metretriz, pero las rechazó con firmeza delante de su amante, aclarando que “por el momento” no tenía interés en compartir a su acompañante. El mensaje era claro: a los viejos verdes que la solicitaban, les decía “esta puta es MI puta”, Y a Mercedes le daba claramente a entender que ese podría legar a ser su destino si no lo satisfacía. Doble crueldad.

Cuando se despidieron los tres amantes, para que cada uno volara solo de regreso a su hogar, Damián invitó a Juan Alberto y a Mercedes a visitarlo en el país natal de los dos hombres. Y Juan Alberto prometió ir a visitar a Mercedes en un mes más, para concretar los tramites de transferencia de la camioneta.

Mercedes nuevamente voló de regreso a su casa y a su familia con un gran enredo mental. Se sentía poderosa, y a la vez se sentía débil y a merced de cualquier degeneradez que se le ocurriera a su cuñado. Físicamente, incluso, su cuerpo acusaba mensajes contradictorios. Por un lado se sentía dolorida y cansada por las prolongadas sesiones de brutal sexo doble-penetratorio. Por el otro lado, sentía por momentos el picor en su piel, que pedía ser estimulada nuevamente.

Pero por sobre todas las cosas Mercedes regresó convencida que debía aprovechar para prepararse para la visita del viudo. Porque a la camioneta la iba a tener que seguir pagando por mucho tiempo más.

Continuará