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El doctor que se aprovecho de mi dulce ingenuidad

en No Consentido

Después de haber estado con el pony que había traído mi padre para obsequiarlo. Me sentía muy adolorida. La forma en la que aquella bestia me había montado había sido terriblemente brutal. Su gran miembro me desgarro tanto que tuve que decirle a mi hermano que me llevara con el médico, sin decirle lo que realmente me estaba pasando. Mi padre me dio dinero para ir con el medico del pueblito que está cerca del rancho y mi hermano me llevo en la camioneta de papa.

El camino era muy empedrado y cada movimiento brusco de la camioneta hacia punzar el dolor que había en mi vagina. Sentía como si me fuera a reventar con cada brinco de aquel viejo vehículo. Hacia muecas de dolor y mi hermano me pregunto:

-¿Te duele mucho Julia, que es lo que sientes?

-No, solo es que me duele un poco el estómago, es todo.

-¿Quieres que acelere un poco el ritmo de la camioneta?

-No hermanito, así está bien, solo trata de no pasar por tantas piedras, que me duele más –dije mientras me tomaba el estómago con ambas manos.

-No te preocupes, ya vamos a llegar.

-Está bien.

Mi hermano detuvo la camioneta y la estaciono fuera del consultorio del doctor. Era un viejo consultorio con un doctor algo joven porque el antiguo ya se había retirado y no ejercía más. Era un hombre muy guapo y con un aspecto algo caucásico. Me sorprendió mucho lo atractivo que era, pero en ese momento no podía pensar en nada mas que no fuera aliviar ese tremendo dolor que emanaba de mi vagina. Había varias personas esperando la consulta por delante de mí y yo estaba que ya no aguantaba el dolor. El día anterior el pony había llenado mi interior con su semilla con furia, como si hubiera querido preñarme y yo había quedado completamente destrozada. Paso el tiempo y la consulta se recorría de manera muy lenta. Las personas duraban casi quince minutos dentro y yo me enfurecía mas por eso, la verdad ni siquiera se veían tan enfermos. Después de un largo tiempo por fin fue mi turno. –Pasa por favor –dijo el guapo doctor mientras se asomaba por la puerta de su consultorio-. Yo entre apresuradamente y le dije a mi hermano –espérame aquí, ahorita vuelvo-. ¿Estas segura que no quieres que entre contigo?, no conocemos a ese tipo –dijo con notables celos dibujados en su rostro-. No te preocupes, no me va a pasar nada, es un doctor menso –dije. Entre a el consultorio del doctor y cerré la puerta muy despacio. Yo llevaba una blusa amarilla apretada y mis senos resaltaban a la vista. No llevaba sostén porque me había ido muy rápido en la mañana por el dolor y no me dio tiempo de usar uno. Me había ido apenas levantándome. El doctor me hizo para atrás la silla del consultorio para que yo me pudiera sentar, como todo un caballero y yo le agradecí mientras acomodaba mi minifalda y cruzaba las piernas sensualmente frente a sus ojos. Para la edad de 18 años tenía muy buenas piernas. Frondosas y gruesas con la piel color caramelo y sin ningún bello en ellas. EL doctor tosió un poco acomodándose en la silla y comenzamos a platicar.

-Yo soy el doctor Martin, tengo poco aquí y estoy conociendo a las personas del lugar apenas –dijo mientras me regalaba una linda sonrisa.

-Yo no vivo aquí, solo vengo por vacaciones, vivo en la ciudad.

-Yo también, estoy haciendo mi servicio social en este pueblito.

-Oh eso está bien, me llamo Julia, July para los amigos –dije mientras le extendía la mano.

-Mucho gusto –dijo mientras me estrechaba la mano de una manera delicada pero muy firme.

-Cuéntame Julia, ¿qué es lo que te trae a mi consultorio? –quiso saber el joven doctor.

-Bueno es algo vergonzoso, no vendría, si no es porque ya no soporto el dolor.

-Bueno empieza por decirme cuáles son tus síntomas, y veré si yo te puedo ayudar.

-Lo que pasa es que tengo un dolor muy punzante en mi vagina, y tengo miedo de que sea algún desgarre.

-Bueno, quítate la ropa y vamos a revisarte.

Yo dude un poco para quitarme la minifalda, pero él me miro y me dijo –no te preocupes, soy un profesional y no eres la primera chica que veo desnuda en el trabajo Julia-. Yo me reí un poco nerviosamente y me quite la ropa quedando completamente desnuda de la parte baja ante él. El doctor Martin me vio fijamente y no dijo nada. Por unos momentos enmudeció viéndome de pies a cabeza. -Siéntate… siéntate aquí –dijo mientras pasaba de manera angustiosa, saliva por su garganta-. Yo me recosté en aquella pequeña cama especial para consulta y él se colocó en la parte cercana a mi joven y dulce vagina. -Por favor abre las piernas –dijo mientras se acercaba más y más a mi hoyo vaginal. Casi podía sentir su cálido aliento en mi sexo y el me ayudo tomándome de las piernas y abriéndolas un poco con sus manos, como si estuviera a punto de atacar con sus labios, a besos apasionados, mis labios vaginales. Yo apreté mis labios por pena tal vez y el uso una pequeña lámpara para poder ver en el interior de mi adolorida y maltratada vagina.

-Ya pude ver cuál es el problema Julia –dijo mientras seguía viendo hacia adentro de mi vagina.

-Dígame July por favor Dr., y por favor dígame ¿qué es lo que tengo?

-Lo que tienes son desgarres en tu vagina un poco profundos July –dijo mientras se incorporaba de nuevo.

-Bueno es que mi novio es muy rudo –dije mintiendo por la situación.

-Las relaciones sexuales deben de practicarse con cuidado y sobre todo con responsabilidad –dijo mientras yo me ponía la ropa interior.

Sus ojos no abandonaban ni un segundo el contorno de mi figura y  antes de que terminara de vestirme dijo –bueno ya que estas aquí podría hacerte un examen de glándula mamaria, ¿hace cuánto que no te haces un chequeo de tus pechos? –pregunto curiosamente-. Bueno, nunca me he hecho uno –dije algo preocupada por no saber que debía. -Bueno no te preocupes solo quítate la ropa, tu blusa y tu sostén y siéntate de nuevo en esta cama –dijo mientras palpaba la cama con golpecitos. El buen doctor no podía tener más de 35 años, llevaba una barba muy delineada y de aspecto rasposo y muy alto con el cabello color café y la piel muy blanca como la leche. Su tono muscular era demasiado atlético y tenía unos ojos muy bellos. El día de hoy pude ver como se aprovechó de la situación pero en ese entonces yo no sabía muy bien de que iba un examen de seno.

-Entonces me dices July, que nunca te has hecho un examen de seno.

-La verdad no, no sabía que a mi edad debía hacérmelo.

-Pues desde que se desarrollan las glándulas mamarias es necesario hacerlo.

-Bueno, ¿pues qué debo hacer? –pregunte curiosa.

-Solo debes quedarte inmóvil, yo voy a tocar tus pechos para ver si hay algo anormal y después ver si algún fluido sale de tus pechos –dijo con voz queda y dudosa.

-¿Y cómo va a ver si algo sale de mis pezones?

-Bueno tengo que succionarlos con una pequeña bomba que tendría que tener, pero como no tenemos presupuesto para comprar una tendré que hacerlo con mi boca.

A mí eso me pareció muy extraño pero acepté por mi inocencia y mi confianza en él. El doctor comenzó amasar mis pechos al natural llevándolos de abajo hacia arriba recorriendo cada parte de la piel de ellos. Yo apretaba y mordía mis labios mientras el pasaba sus suaves y cálidas manos por mi piel. No siento hasta ahora nada –dijo mientras seguía apretando con fuerza mis pechos, pellizcaba levemente mis pezones, yo suponía que eso no formaba parte de él examen pero no me importaba porque me estaba haciendo sentir muy bien. Mi vagina ya había empezado a chorrear y por momentos olvidaba aquel punzante dolor de mi vagina.

-Creo que ya es hora de que verifique si no sale ningún líquido extraño de tus pezones.

-Está bien, solo no lo haga tan fuerte.

-No te preocupes, no es mi primera vez.

-Bueno confiare en usted.

-Ya no digas más –dijo mientras llevaba su boca a mis pezones.

Al sentir su barba rasposa, un cosquilleo travieso recorría todo mi cuerpo dándome una sensación de satisfacción profunda. Succionaba mis pezones con fuera y yo ahogaba mis gemidos en mi mano derecha casi mordiéndola por el placer. El doctor no paraba de succionar como un niño pequeño. Yo no podía aguantar más y sujete su cabeza contra mi pecho dándole luz verde para que hiciera lo que quisiera con ellos. El chupaba de manera pervertida mis pezones y lamia toda mi teta de una manera alocada. Yo seguía sujetándolo con ambas manos y el doctor lentamente llevo su mano bajo mi falda. Yo reaccione y él me dijo –shhh, no te voy a lastimar chiquita, voy a ser muy cuidadoso-. Yo sujetaba su brazo mientras él me quería meter la mano. Después de sus palabras reconfortantes confié en el y solté su brazo. Él lo llevo debajo de mi falda pero no lo acerco a mi vagina. Lo metió directo a mi ano, yo voltee los ojos hacia atrás y sentí la calidez de su mano haciendo suyo mi ano. Los dedos largos del doctor exploraban mi esfínter y yo disfrutaba de su calor.

-Así te gusta verdad putita, supe desde el momento que te vi que eras una puta chiquita

-No lo soy, no lo soy, no diga eso.

-Tal vez por eso tienes todos esos desgarres, porque te gusta que te traten como una callejera barata.

-No es así, si le dijera por que los tengo, no me creería.

-Bueno eso no importa, yo no voy a lastimarte más, después de todo soy doctor, yo curo no lastimo.

Se sacó la polla que era delgada pero muy larga del pantalón y bajo bruscamente mi pantaleta de nuevo. Su polla apuntaba peligrosamente a mi ano y él lo frotaba con toda su pre eyaculación brotando de la punta y queriendo taladrar mi esfínter. Me beso los senos de nuevo y de golpe metió su polla a la par de que yo sentía su barba ríspida en mi piel. ¡Ahhh! –Grite de dolor mientras él me ponía una mano en la boca-. Cállate el puto hocico, te van a escuchar los pacientes aquí afuera –dijo mientras apretaba los dientes y me penetraba más fuerte y violentamente-. No podía creer la manera en la que me cogía, era como si no me respetara en lo absoluto. Su pene se llenaba de mi mierda porque no iba preparada y no me había limpiado bien el ano. Mira toda la mierda que me estas dejando en la verga puta –dijo en voz baja-. Siguió metiendo y sacando mierda de aquella mina profunda que era mi culo. Destrozándolo cada vez más hasta el punto de no poder escapar de él. Me sujeto del cuello firmemente y gimió apretando los dientes. SU polla invadió con un ejército de espermatozoides las fronteras de mi intestino mientras yo gemía ahogando mi pasión entre mis dedos. El cayó encima de mi pecho chupándolo sin sacar su polla ya aguada de mi ano. Que buena cogía por dios –dijo mientras su verga salía lentamente de mi ano dejando caer inmensos chorros de blanco y espeso semen de él. Quiero que regreses en una semana a checarte conmigo Julia, debo revisarte de nuevo, tomate esto para el dolor y la posible infección y descansa esa vagina, que quiero usarla también. Me dio una nalgada cuando iba rumbo a la salida y yo me fui con mi hermano. –Escuche un grito, ¿estás bien? –pregunto mi hermano preocupado-. Estoy bien solo fue cuando me inspeccionaba, pero no te preocupes ya voy a estar mucho mejor créeme, solo debo volver en una semana –dije entre risas-.Continuara…

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