Mi vagina ansiaba con desesperación la polla joven y casta de mi sobrino. Tomé ventaja de su inmovilidad para escapar e introduje su polla dentro de mí. El mordió su labio mientras gemía tiernamente. Era la primera vez que experimentaba el calor y la humedad de una mujer. Mi sobrino cerró sus ojos apretando los dientes y sujetándose de la cama. Parecía que se estaba esforzando mucho para no venirse. No tienes que preocuparte por mi corazón, yo quiero que tú goces, este es tu regalo –dije mientras me meneaba hacia adelante y hacia atrás sensualmente–. Mi sobrino me veía moverme y gemir mientras su jovial polla era dominada por mi vagina. Tuve que reconocérselo, pudo soportar más de cinco minutos mis movimientos. Para ser su primera vez, no estuvo nada mal. Cuando me seguí moviendo brincando y gimiendo encima de él pude sentir como él se ensanchaba. El deseo de llenarme con su semen de semental sobrepasaba su razón. Me tomo de las caderas y sin dejarme levantarme descargo sus grandes testículos en mío dejando salir una expresión de completa satisfacción como cuando orinas después de aguantarme media hora ¡Ah! –exclamó–. Yo le dije –buen chico, así es como se llena a una mujer, solo no lo hagas en tu escuela, podrías dejarlas embarazadas amor–. Yo no estaba ni cerca de llegar al orgasmo por lo que seguí aprovechando su poca movilidad.
A tu tía le gusta mucho que besen su ano mi amor, quiero que pongas mucha atención para que puedas complacer a tu tía favorita como ella te complace a ti –dije mientras me levantaba y me colocaba encima de su bello rostro. Debes meter tu lengua profundo chiquito, que yo pueda sentirte moverla como si fuera una lombriz retorciéndose, y no pares hasta que yo lo ordene –dije autoritariamente–. Él no pensó la respuesta y de inmediato dijo –está bien–. Yo abrí con mis manos mi gran trasero y deje caer sobre su dulce rostro mi sucio ano. El de inmediato introdujo su pequeña e inexperta lengua dentro de mí. Sus movimientos eran muy torpes y frágiles pero me hacían disfrutar. Yo me movía tratando de violar su carita moviéndome sin dejarlo respirar por momentos. Me encantaba tenerlo bajo mi completo control. Un joven completamente indefenso y haciendo todo lo que yo le pidiera era una de mis mayores fantasías. Tía tu ano sabe feo, sabe a popo –dijo asqueado–. Cállate y sigue comiéndomelo, tú no vas a parar hasta que yo lo digas –dije–. Mientras más pasaba el tiempo comiendo de mi ano, más le tomaba el ritmo. Sus suaves manos acariciaban mis enormes glúteos mientras su lengua se trasladaba por cada rincón de mi recto llenándolo de placer. Mi sobrino era como un robot que solo recibía órdenes para cumplirlas. Siguió probando el sabor de mi ano hasta que después de más de quince minutos masturbándome y sintiendo la humedad de su lengua en mi ano por fin me aproxime lo suficiente al borde del éxtasis. Sigue mamando mi amor, yo ya estoy viniéndome. Yo estaba meneándome en su cara mientras me masturbaba violentamente con mis dedos en mi clítoris. Las corrientes eléctricas habían comenzado a recorrer mi anatomía dándome pequeños choques de placer poco a poco. Por fin pude llegar al orgasmo dejándolo salir pero ahogándolo en una pequeña almohada que había llevado hacia el sofá cama para no ser descubierta. Temblaba y aún seguía encima del rostro de mi sobrino. No podía parar de temblar mientras el fluido de mi valioso y suculento elixir caía en su boca y pecho. ¿Qué es esto tía, te orinaste? –preguntó–. Claro que no mi amor, se llama eyaculación y me hiciste disfrutarla mucho, es como la que tú tienes pero en la versión femenina –respondí–. El la saboreo un poco en sus labios y dijo –sabe un poquito dulce tía, muy rico–. Es bueno que te agrade el sabor chiquito, lo vas a estar probando muchas veces. Mi vagina había despertado su hambre. Ese orgasmo solo le había servido como un pequeño entremés. Ahora deseaba el plato fuerte. Mi sobrino ya se había recuperado de su orgasmo previo y debido a su juventud podía seguir en repetidas ocasiones por lo que decidía aprovecharlo. Metí dos dedos en mi vagina y saque todo lo que pude de mis fluidos para untar la polla joven de mi sobrino y dejarla brillando y reluciente de lubricación. Mi sobrino temblaba con cada roce que yo daba a su pene con mis dedos. La sensación de sentirse húmedo le hacía recordar a su pene donde había estado minutos antes.
–Quiero que esta vez trates de durar más tiempo amor.
– ¿Cómo le hago para aguantar más tía?
–Debes de respirar profundamente y tratar de pensar en algo más.
– ¿Cómo en que cosa?
–Trata de resolver una ecuación, o recordar el alfabeto al revés.
–Está bien lo intentaré.
–Perfecto, recuerda, lo más importante de todo es respirar, lento y profundo. Si te lo hace más sencillo cierra tus ojos para que no me veas haciéndotelo.
El recostó su cabeza lentamente y yo volví a subirme a su pene. Esta vez me decidí a montarlo rudo. Voy a ir un poco rudo esta vez amor, trata de no asustarte –dije mientras le acariciaba tiernamente su carita–. El me miro y asintió con la cabeza. Puse en camino su pene con mi mano y se deslizo como cuchillo en mantequilla sintiendo la humedad de mi interior. El cerros sus ojitos de nuevo apretando los labios. Piensa en otra cosa amor, recuerda respira lento y profundo –dije mientras me movía lento arriba abajo–. El me agarro los senos apretándolos duro y me dijo –yo también voy a hacerlo duro–. Entonces decidí retomar el control. Empecé a darle sentones duros a su polla. Mis nalgas golpeaban su pelvis con fuerza haciendo un sonido parecido al de aplausos fuertes. Mi ritmo era frenético y salvaje. Puse mis manos en su pecho para tomar agarre y seguí castigando su joven polla. Un sentón tras otro el cerraba los ojos y se sujetaba fuerte de mis pechos. Así chiquito, aguanta así bebe –dije llena de lujuria–. Eres una pinche puta tía –respondió envalentonado.
Yo lo tome del cuello y seguí dándole de sentones violentamente. El pellizco mis pezones que extrañamente estaban completamente erectos y excitado por la situación. Un joven que era paralitico e inexperto trataba de llevarle el ritmo a una mujer ninfómana y con un largo camino de pollas recorridas. Podía notar el esfuerzo que hacía para no venirse. Luchaba contra su deseo de sentir el máximo placer con tal de darme una lucha intensa y probar que no era un chico inútil. Soporto cada uno de mis embates durante más de ocho minutos. Mi vagina se humedeció de nuevo y pude sentir esa comezón en mi clítoris. Puse mis manos alrededor de su cuello y lo ahorque fuertemente mientras él se sentó y chupo mis pezones. Yo lo solté y sujete su cabeza brincando sentada encima de él. Nuestros gemidos se escuchaban al unísono mientras nuestros cuerpos se mezclaban a la par. Pronto sentí el calor que conlleva un orgasmo de un macho joven al solo sentirlo pude liberar mi pasión en un orgasmo también fundiéndose en uno solo. Los dos ahogamos nuestro placer en un beso apasionado y nos abrazamos unidos y desnudos en aquella pequeña sala. Nuestros cuerpos habían sido nuestro mejor regalo esa noche.
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