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Mi hijo me lamió y me cogió por el culo

en Amor filial

Hola a todos los lectores. Ha pasado un largo tiempo de no escribir. Me ausenté mucho tiempo y es por motivos de trabajo. La gente que trabaja hasta los domingos me entenderá. En fin, para la gente que no sabe de mí, me llamo Isabel, soy una mujer de 45 años, complexión delgada, tez blanca, cabello ondulado, y gracias al ejercicio aún mantengo la figura. No como modelo pero se me nota la cintura. En fin. Soy una mujer casa pero desgraciadamente mi esposo sale demasiado por motivos de trabajo. Tengo dos hijos, Carolina de 20 años  y Jorge de 25. Este lunes 11 de Junio fue un día muy estresado. Checar archivos viejos, actualizar, archivar, borrar, hablar a personas. Gente que realiza actividades como las mías, me entenderá. Mi horario es de 9 a 20 horas pero a veces mi puesto me exige quedarme hasta las 11, como este día. Al llegar a la casa, las luces estaban apagadas. Mis hijos estaban ya dormidos. Entré, cerré la puerta cuidadosamente y me dirigí a mi recámara. Aventé el bolso y me quité los tacones. Me estaban matando. Me subí la falda y me empecé a quitar las medías. Las aventé al suelo. Me quité el saco. Le di la vuelta a la cama hasta llegar al lateral derecho y me recosté boca abajo. Quería descansar un poco antes de quitarme la ropa. El cansancio me comía lentamente. Sentí tan rico estar en esa posición. Sin darme cuenta el sueño me consumió en un segundo. No se cuanto tiempo pasó pero un ruido me despertó. Entreabrí los ojos y miré hacia la puerta sin mover la cabeza ya que estaba casi frente a la cama. Vi a Jorge. El sueño no me dejaba abrir bien los ojos, así que los volví a cerrar. Supuse que entró a apagar la luz, pero no fue así. Se sentó aún lado mío y me acarició el cabello. Me lo peinaba con su mano derecha. Hacía mucho tiempo que no me habían tocado la cabeza así. Su mano bajó a mi espalda y la frotó de arriba hacía abajo. Desde mis hombros hasta mi cintura. Dios, ese simple masaje me hacia sentir tan bien. Su mano larga me gustaba. Lo hizo varias veces, cuanto mucho 8. En la novena vez, atravesó mi espalda, pasando mi espina dorsal hasta llegar a mi cintura y continuó hasta tocar mi trasero. Frotó su mano sobre mi culo. No pensé que haría eso pero la falta de sexo, de un hombre, de unos cuantos manoseos me hizo disfrutarlo aunque fuera solo un rose.

-          Que rico culo tienes, dijo en voz baja.

Apretó la mano, tomando mi glúteo derecho ligeramente. Sentir su mano de esa manera hizo que mi entrepierna reaccionara en seguida. Tragué saliva y esperé su siguiente movimiento. Entreabrí los ojos sin que notara que lo vería y miré sus ojos. Su mirada se enfocaba en mi trasero mordiendo el labio inferior. Apartó su mano y Se inclinó a mi culo. Escuché que respiró en él.

-          Que rico, dijo con un tono perverso.

Sus palabras y su tono de voz tan fresco y juvenil hicieron que mi piel erizara. Se enderezó. Se levantó girando su cuerpo para quedar frente a mi y se volvió a inclinar. Enterró su cara en mi culo y volvió a inhalar.

-          Dios, que rico culo, mamá, dijo con voz excitada.

Que hijo tan enfermo tenía, pensé una vez que hizo eso. Y a pesar de que era mi hijo, me gustaba que hiciera lo que estaba haciendo. Olfatear mi culo. Levantó el borde de mi saco y desabrochó el botón de mi falda. Tono el cierre, y lo bajó lentamente. Tomó mi cintura y me bajó la falda muy cuidadosamente para evitar que despertara. Era obvio que ya lo estaba pero decidí disfrutar y dejar que hiciera lo suyo. Mi falda estaba floja lista para que la sacara de mis piernas. Al hacerlo levantó mis pies y la dejó caer al suelo. Mi culo estaba al aire únicamente cubierto por un calzón blanco. Como mi cara estaba mirando hacia el buró que estaba junto a la cama y mis ojos estaban entrecerrados pude verlo de reojo. Vi que se inclinó por tercera vez mi trasero y lo agarró con sus manos. Cada mano en cada glúteo. Los separo haciendo que mi calzón se metiera entre mis nalgas. Sentí el aire de su respiración en esa zona. Pegó la cara en el centro y dio un fuerte respiro.

-          Dios mío, pero que rico te apesta el culo, dijo excitado.

Esas palabras me excitaban cada vez más. Sus intenciones no eran del todo buenas. Su nivel de perversidad era un misterio. Y eso me encantaba porque me considero una mujer muy perversa. Separó bien mis glúteos y metió su nariz para respirar nuevamente. Disfrutaba que oliera mi culo. Sabía que me apestaba porque había ido dos veces al baño en el trabajo. Y a pesar de que me oliera en esas condiciones, me excitaba mucho más. Que mi hijo me oliera esa zona era algo muy prohibido y a la vez perverso y sucio, pero eso a mi en el fondo me excitaba demasiado. Y más sobre todo lo que hemos estado haciendo. (Mis relatos). Frotaba mis glúteos. Los masajeaba en círculo. Quitó su mano derecha de mi nalga y uso su indice derecho como gancho para agarrar mi calzón y doblarlo hacia la derecha. Me descubrió mi zona íntima. Tragué un charco de saliva al hacer eso. No sabía que haría.

-          Mira que ricota estás.

Alagarme de esa forma era inevitable que lo ignorara. Que retuviera mi excitación. Sin soltar la poca prenda que su dedo había tomado separó mis glúteos hasta donde pudo y sin verlo venir resbaló su lengua sobre mi ano muy despacio. Dios santo, pensé. Lamerme esa parte donde hago del baño era muy sucio. Incluso me sentía sucia.

-          Que rico te sabe, mamita hermosa.

Me mordí los labios conteniendo mi excitación. Sin soltar mis glúteos, volvió a lamer mi zona. Sin parar comenzó a lengüetear. Que sucio era lo que hacía. Pero por otra parte me hacía pensar que no le desagradaba que oliera mal, al contrarío lo disfrutaba. Le excitaba chupar mi culo. Y sin duda a mi también me excitaba y me encantaba. Sentía rico. Rosaba su lengua de arriba hacía abajo. Parecía una brocha lubricándome esa parte. Me moví intencionalmente para ver que hacía. Se detuvo sin soltar mi trasero. El pervertido no hizo nada más. Solo cambié de lado mi cabeza, mirando hacia el otro lado. Soltó mi calzón y se apartó de mí. Se subió a la cama y me encerró con su cuerpo apoyando sus rodillas aún lado de mis muslos y sus manos aún lado de mi cabeza. Se bajó y me olió el cabello.

-          …mamá, me llamó en voz baja.

No reaccioné. Fingí estar profundamente dormida. Con su mano descubrió mi cuello y nuca y me besó. Respiró mi cuello.

-          Huelen bien, mamá.

Su nariz rosaba mi blanca y fina piel. Su mano derecha vagaba por mi culo. Lo acariciaba con la yema de sus dedos. Metió uno de sus dedos a mi calzón y con la yema rozó la entrada de mi culo. Me acarició.

-          Te apesta y te sabe muy rico el culo, mamá. Si supieras que me dan ganas de meterte toda la lengua aunque hayas ido al baño todo el maldito día.

Pero que cerdo es, pensé. No creí que fuera a decir semejante barbaridad. De verdad que no tenía limites para hacer porquerías. Pero aunque pensaba que era muy enfermo eso, me excitaba cada vez más. Que me chupe esa parte después de ir al baño puede ser tan sucio pero a la vez un fetiche muy rico. Rozó una vez más su dedo y sin decir nada lo metió muy despacio. Dios, penetrarme el culo con su dedo me gustó.

-          Estás muy apretada, que rico.

Siguió metiéndolo. Me llenaba el ano con su largo dedo. Por una parte me gustaba pero por otra parte me ponía tensa. Sería vergonzoso que al sacarlo, saliera manchado de excremento.

-          Ojalá mi lengua pudiera llegar hasta donde llega este dedo, mamita. Cogerte con mi lengua sería algo sumamente rico.

Dios, sus intenciones me calentaban. Por muy asquerosas que sean. Su dedo había llegado al tope. Lo empezó a mover por dentro. Me acariciaba. Sentía rico. Que puerca soy, pensé. Dejar que mi propio hijo me lamiera el culo y que me metiera los dedos no estaba bien, pero no me importó. Lo comenzó a retirar lentamente. Al sacarlo sentí una sensación agradable.

-          Dejaste mi dedo algo lubricado de tu culote, mamita.

Imaginé que lo observaba.

-          Que rico huele.

Tragué saliva al escuchar eso.

-          Mmmm, que rico. Te sabe amargo y salado.

Dios, que asqueroso. No esperaba que hiciera eso. Lo había chupado. Sin duda es un pervertido pero demasiado. Probar su dedo que había estado dentro de mi culo, es algo muy sucio, y algo que no me esperaba. Se enderezó y escuché una hebilla. Se desabrochaba el cinturón. Lo hacía desesperadamente. Escuché el cierre y el pantalón. Pasaron 5 segundos y de la nada su verga golpeó mi glúteo izquierdo. Dios, estaba dura. La tenía muy parada. Pesaba.

-          Siente como me la pones, mamá. La tengo bien paradota. Lista para llenarte la concha y el culo.

El descarado quería que despertara, pero seguí fingiendo. Tomó su verga y la chocaba en mis glúteos. Me daba de nalgada con su miembro. Estaba dura y larga. Tragué nuevamente saliva. Las ganas de que la metiera se producían cada vez más.

-          Tienes un lindo trasero, mamita. Se vería muy bien lleno de mi verga.

Estaba muy excitado, y sin duda quería metérmela. Cada golpe que le daba a mis nalgas con esa rica verga hacía que mi nivel de excitación aumentara a tal punto de desear que me la metiera. Agarró mi glúteo izquierdo y lo separó del otro colocando su punta en mi agujero anal.

-          Lo tienes bien cerrado, que mal.

No respondía a sus palabras. De repente metió un dedo llevándolo hasta adentro. Lo retiró y metió dos dedos. Diablos, me causaba un dolor al meterlos. Una vez que los tenía adentro los giró. Metía y sacaba sus dedos de mi culo. Aunque sólo eran sus dedos, sentía rico. Los sacó y dijo:

-          Que ricos me saben.

Imaginé que los habías probado de nuevo, que asqueroso. Los colocó y los metió. Sus largos dedos resbalaban por mis paredes anales hasta profundizarse. Sentía de maravilla. Riquísimo. No podía negar qué aunque era muy perverso lo que hacía me fascinaba. Los sacó. Su verga acariciaba mis glúteos. Me los golpeaba. Colocó su glande en la entrada de mi culo e intentó meterla. La empujaba para que entrara pero no podía. Lo volvió a intentar con más fuerza. Su punta logró abrir ese agujero. Sentí un ligero dolor. Lo empujó.hasta meter su punta. Dios, me ardía. Me moví. Se quedó quieto. No sabía que haría si ve que despierto. Me agarró las nalgas y las separó.

-          Sea como sea, vas a despertar, dijo.

Que habrá querido decir con eso, pensé. Cuando menos me lo esperaba, penetró con fuerza mi culo que me hizo dar un fuerte grito, esfumando mi fingimiento.

-          Aaaaahhhhh!!!!!

-          Que rico te escuchaste, mamá.

Se inclinó y me tomó de los brazos evitando que me fuera a mover. Mi culo apretaba su verga. La había metido casi toda.

-          Dios, mamá. Te entró bien rico.

-          Sácala!!! Por favor!!!, le pedía.

-          Tranquila, ahorita se te pasa.

-          Jorge, no!! Sácala!! Me duele!!

Empezó a moverse. Su verga entraba y salía ligeramente.

-          ¿te gusta?

-          Imbecil, me duele.

Se rió. La empezó a sacar lentamente y sin esperarlo la empujó nuevamente haciendo dar un desgarrador grito.

-          Aaaaaaahhhhh!!!! Dioss!!!!

Mis manos apretaron la colcha. Dios, su verga me entraba por completo.

-          Que profunda estás. ¿Te gusta como te lleno?. A puesto a que extrañabas esto.

-          Detente.

Sin duda tenía razón. Extrañaba que me metieran una verga por mucho que me doliera. Metía y sacaba. Cerré mis ojos.

-          Te gusta, ¿verdad?

-          …ajá.

No podía seguir mintiendo. Disfrutaba que me cogiera.

-          Te sabe muy bien el culo, mamá.

-          ¿Si?

-          Si. Lo chupé por un rato.

-          ¿Y…porque lo hiciste?

-          ¿Por qué lo tienes rico?. Solo verte basta para que se me antoje

-          ¿Si?

-          Si.

-          Aaahhh!!! No tan fuerte.

-          Me encantas, mamá. Tienes un culo bien profundo.

-          ¿te gusta mucho?

-          Si. Lastima que no puedo meterte la lengua.

Reí de sus intenciones. La sacó dejando su punta adentro y volvió a meterla. Dios, su verga resbalaba muy rico dentro de mí. Me llenaba el culo.

-          ¿te gusta mi verga, mamá?

-          …ajá.

Metía y sacaba. Sentía de maravilla. Mi agujero se había estrechado más. Penetraba con más facilidad.

-          Métemela más, le pedí.

-          ¿Eso quieres?

-          Si.

-          Lo que digas.

Sacó su miembro dejando 5 centímetros dentro y de un fuerte empujó, me penetró.

-          Aaaahhhh!!!! Dioss!!!

-          ¿Te gustó?

-          …si.

Su verga entro hasta el fondo. Dios mío, me sentía tan llena. Metió y sacó con locura. Me empezó a coger como loco. Su respiración estaba agitada.

-          Jorge!!! Dios!!!

-          ¿Qué, mamá?

-          Sigue!!

-          ¿Sientes rico?

-          …si. Me gusta!! Aaaahhh!!!

Se recostó sobre mi espalda enterrando su cara en mi cuello. Respiró mi cabello mientras su verga de adentraba en mi culo.

-          Que rico se siente, mamá!!

-          ¿Te gusta mucho?

-          Demasiado!!

-          Tenía tiempo que no cogían así.

-          ¿Papá no lo hace?

-          No.

-          Si quieres yo te lo hago. Las veces que quieras.

-          Sii!!!

-          ¿Te agrada la idea?

-          …si. Aaahhh!!! Que rico!! Sigue!! Más rápido!!

Disfrutaba de su miembro. Una vez que le pedí que lo hiciera más rápido, me obedeció.

-          Aaahhh!!! Rayos!!! Siii!!!

-          ¿Así?

-          Siii!!! Así!!! No pares!!!

-          Claro que no!! ¿Te gusta que te empujen la mierda?

-          Sii!! Me excita!!

Cerraba mis ojos. El placer de ser penetrada por el culo era algo extraordinario. Era un placer muy peculiar, pero rico. Pasé mis manos a mi culo y agarré ambos glúteos para separármelos.

-          Eso, ábrete el culo, mamita.

-          Ajá.

Siguió metiendo su larga verga. Lo hacía lento, suave y muy profundo. Sentía riquísimo.

-          Que rico la metes.

-          ¿Si, mamita?

-          Si.

-          Pensé que tendrías lleno de ya sabes que.

-          No. Fui al baño unas cuantas veces.

-          Me imagino. Cuando te chupe apestaba rico.

-          Jaja que puerco.

-          Mucho. Pero te gusta, ¿no?

-          Ajá, respondí con una sonrisa.

-          Ojalá me la cubras de eso.

-          Dios!! No!! Te puede dar una infección.

-          Como sea, estás bien buena.

Me encantaba las cosas que le gustaría hacerme. Me excitaba mucho. Me la sacó toda. Destapó mi ano. Sentí un alivio.

-          Mira, que rico. Lo tienes bien abierto.

-          ¿Si?

-          Si.

Resbaló de arriba hacia abajo su punta. La frotaba en mi agujero anal. Insertó su punta y la sacó.

-          Que rico, dije.

-          Si, ¿verdad?

La volvió a insertar y la hundió suavemente. Dios, sus 18 centímetros de carne habían adentrado en lo más profundo de mi culo. Me sentía tan llena.

-          Que ricoo!!!, dije en voz baja.

-          Si, mamita. Te entra bien rico.

-          Vamos, mátemela más.

La sacó casi toda y la empujó con fuerza.

-          Aaahh!!! Dios!!! Que rico!!!

-          Que rico entra, mamá.

-          Sii!! Vamos!! Repítelo!!

Lo hizo, haciéndolo dos veces continúas.

-          Que bien lo haces, corazón!! Más!! Dame más!!

-          Claro.

-          Aaaahhhh!!!! Sii!!!

Disfrutaba cada metida que le daba a mi culo.

-          Te amo, mamá. Eres perfecta.

-          Te amo, mi amor!! Mucho.

Metía y sacaba, metía y sacaba. Lo hacia lento y profundo. Necesitaba mucho una cogida así. La sacó, bajó de la cama y se paró a mi lado mío acercando su verga a mi cara.

-          Ven, mamá, chúpala.

No podía negarme a hacer algo tan rico como mamar una verga como la suya. Abrí la boca y me la metió.

-          Que rico, mamá.

Tenerla en la boca después de tenerla en el culo era lo más sucio que podía hacer pero mi perversidad y mi excitación me incitaron a complacerlo y a complacerme también. Me la saqué.

-          Sabe amarga, dije riendo.

-          Pero te gusta, ¿no?

-          Mucho.

Pegue mi nariz en su punta y su tronco y la olí.

-          Mmmm!! Huele a culo, que rico.

-          Cómetela, ándale.

La tomó con su mano derecha para tener el ritmo y me la metió hasta donde me entrara. Su punta rosaba mi lengua y mi paladar al meterse. Abrí más la boca para que atravesara mi garganta.

-          Eso, hermosa!! Ábrela toda.

Me la sacó y me golpeó los labios con su glande todo cubierto de mi saliva. Saqué la lengua y la golpeó de igual manera con su punta y me penetró la boca hasta la campana.

-          Que linda te vez, mamá.

Subí la mirada a su rostro y solo reflejaba una cara de descarado. No es feo, es guapo y ver su actitud de dominio me encantaba y sobretodo me excitaba. Colocó su mano derecha en la parte trasera de mi cabeza y hundió su verga llenándome por completo la boca. Mis ojos de abrieron en seguida al recibir semejante trozo de carne. Puse mi mano izquierda sobre su estomago. Un tiempo fue al gimnasio por lo que su abdomen estaba algo marcado. No tiene el cuerpo todo lleno de bolas, sino que sus músculos están formado ligeramente, lo que lo hacer verse bien. Hombros hacia atrás, abdomen plano, piernas y trasero tonificado. No lo halago demasiado pero si puedo admitir que está bien de cuerpo.

-          Eso, mamá, chúpala. Cométela.

Con ambas manos me formó una coleta y la enredó en su mano derecha. No dejaba de bombear mi boca. Succioné en cada penetración. Me daba de comer tan rico. La sacó.

-          Espera, ahora vengo.

-          ¿A dónde vas?, le pregunté.

-          Iré a orinar.

-          ¿Qué has tomado?

-          Pues…agua.

-          Pero natural…o refresco.

-          Natural.

-          No te vayas, entonces. Ven.

Dio tres pasos hacia mi. Agarré su miembro y metí a mi boca su glande succionándolo y soltándolo de golpe, generando ese ruido tan peculiar.

-          Aaahhh, la chupas tan bien, mamá.

Sonreí.

-          Quiero que orines mi boca, le pedí.

-          ¿Cómo dijiste?

-          Lo que escuchaste. Quiero que orines dentro de mi boca.

-          Dios jaja. No lo dices en serio, ¿verdad?

-          Claro que si, tonto.

-          Pero…

-          ¿Pero que?

-          No, nada. ¿Qué les harás?

-          Pues, tragármelos.

-          ¿Si lo harías?

-          Ajá.

Abrí la boca y metí su punta adentro. Reí. Hazlo, le ordené con la boca abierta.

-          De acuerdo.

Tragué un poco de saliva, y lo hizo. Un pequeño chisguete chocaba en mi lengua y mi paladar. Se detuvo. No me llenó la boca pero si una cantidad considerable para jugar con ella. Hice buches y me los tragué. Al hacerlo saqué la lengua y reí.

-          ¿te gustó?

-          Si. Te saben ricos. Dame más.

-          Lo que quieras.

Metió su punta a mi boca y empezó a orinar. Nuevamente formó ese charco en mi boca y lo tragué. Sabían amargos, pero me gustaban. Me bajé de la cama y me arrodillé frente a él.

-          Quiero que me la metas toda y no dejes de orinar, ¿de acuerdo?

-          …ajá.

-          Bien.

Abrí la boca y la metió hasta que su punta atravesara mi campana.

-          ¿así?

Asentí con la cabeza. Abrí lo más que pude la boca y saqué la lengua para que me entrara toda su vergota.

-          ¿lo hago?

Volví a asentir. Luego de mover la cabeza su líquido amargo empezó a salir. Mi garganta recibía cada mililitro de sus meados. Resbalaba por mi esófago. Mis ojos se cubrían de unas gotas de lagrimas. Me empezaba a sofocar su miembro. Respiré y me controlé. Tragaba y tragaba. Me sentía como una completa enferma pero lo disfrutaba demasiado. Sus manos sostuvieron mi cabeza mientras me orinaba.

-          Dios, mamá. En serio, me encantas.

Veía como lo disfrutaba él también. Al terminar la sacó. Se agachó y me besó metiendo su lengua en mi boca. Cuando hizo eso, me excitó más de lo que ya estaba. Nuestras lenguas se acariciaron y nuestras salivas se mezclaron con su amargo líquido. Dejó de besarme y metió su indice y dedo medio de su mano izquierda a mi boca llevándola hasta la garganta. Reaccioné como si fuera a vomitar. Un poco de saliva escurrió de mi boca. Se inclinó hacia mi cara y lamió mis labios recogiendo esa espesa saliva.

-          Te amo, mamá.

-          Y yo a ti, corazón.

Lo que hizo me demostró que me aceptaba tal como era o podría llegar a ser. Me levantó y me sentó en el borde de la cama.

-          Acuéstate, me ordenó.

Accedí a su petición. Dejé caer mi espalda hacia atrás. Levantó mis piernas y las flexionó separándolas al mismo tiempo. Se pegó a mí y con su verga empezó a golpear mi vagina. Su punta pegaba en mis pliegues y mi clítoris. Solamente sonreía. Untaba su glande sobre mis delicados pliegues. Se apartó y se inclinó dándome una lamida desde el ano hasta mi punto.

-          Mmmm, que rico, dije riendo.

-          Sabe riquísima.

-          ¿Si?

-          Si.

Escupió su mano derecha y lubricó su punta. Untó su punta y al bajar a la entrada de mi concha, la insertó.

-          Aaahhh!!!, gimió.

-          Vamos, corazón, métela.

Siguió penetrando lentamente hasta hundirla por completo.

-          Dios, mamá, que rico. Tenía tiempo de no metértela.

-          Lo sé, mi amor. Vamos, cógeme.

-          Lo que tu digas.

Retiró y metió.

-          Mmmm!!! Sii!!

-          Hazlo rápido, mi vida.

Había empezado lento. Y entiendo que siente mucho placer puesto que su punta es muy sensible, pero para mí y para todas las mujeres es muy distinto. Comenzó a columpiarse. Metía y sacaba.

-          ¿tiene mucho tiempo que no coges?, le pregunté.

-          Mucho. Solamente me he masturbado.

-          ¿Con que?

-          Oliendo tus calzones.

-          ¿Mis que?

-          Tus calzones.

Decirme eso me sorprendió. No creí que fuera tan enfermo, pero me encantó.

-          ¿y porque?

-          Porque me gusta. Hueles muy rico. Apestas muy rico los calzones.

-          ¿Si?

-          Si. Mas la parte de tu culo.

-          ¿Te gusta mi culo?

-          Mucho. Demasiado.

Cada palabra me excitaba. Su ritmo aumentó. Estaba empezando a sentir bien.

-          Sigue, le pedí.

-          Ajá, contestó excitado.

-          Dime más.

-          ¿Cómo…que cosa?

-          Lo que te gusta de mí. Lo que haces a mis espaldas.

-          ¿En serio quieres saber?

-          Si.

Se subió a la cama sin dejar caer su peso sobre mí y continuó.

-          Bueno pues…todas las mañanas cuando dejas tu ropa interior en el cesto, sacó tus prendas y las huelo.

-          ¿Desde cuando lo haces?

-          Desde que tenía 17 años.

Dios santo. Eso no me lo esperaba. Mi hijo estaba ya a un nivel muy delicado. Diría que estaba obsesionado.

-          ¿desde esa edad?

-          Si.

-          Estás mal, Jorge.

-          Si. Pero me gusta. Lo disfruto mucho.

Lo abracé y lo bese en la cabeza.

-          Me gustas, mamá.

-          Dios, Jorge, ¿Qué hacemos?

-          Nada malo, mamá. Aaahhh!!!

-          Si, corazón. Esto no esta bien.

-          No pienses eso.

Se apartó un poco y con su mano derecha, usó sus dedos para frotar mi clítoris.

-          Que rico, dije.

-          ¿Te gusta así?

-          Ajá.

Se chupó los dedos y siguió frotándome.

-          Estás hermosa.

Sentía mucho placer. Se sentía tan rico esa combinación.

-          Jorge.

-          ¿Si?

-          Aaahhh!!!

-          Quítate la camisa, me ordenó.

Estaba tan excitada que no lo pensé dos veces. Me la desabroché tan rápido como pude. Me la quité. Quitó su mano de mi vagina y desabrocho el seguro de mi sostén el cual estaba en medio de las copas. Mis pechos son medianos, no son grandes pero me siento bien con ellos.

-          Que ricas las tienes, mamá.

Se inclinó hacia ellas y atrapó mi punta izquierda con sus labios y comenzó a chuparla.

-          Chupala, mi amor.

Succionaba mi punta como si bebiera de ella. Sentía rico. No paraba de cogerme.

-          Coges muy rico!! Me gustas!!

-          Y tú a mí, mamá.

-          ¿Qué otras cosas haces, aparte de lo que me dijiste?

-          Muchas cosas.

-          Dímelas, vamos!! Excítame más!!

Acariciaba su rostro.

-          Siempre que estás completamente dormida, vengo a tocarte y a besarte.

-          ¿Si?.

-          Si. Sólo que hoy no aguanté las ganas de cogerte.

-          Eso fue lo que vi.

-          A veces cuando estás en camisón, y estás destapada, te chupo el culo.

-          Y nunca me doy cuenta, Dios mío.

-          Estás tan cansada que es imposible que despiertes.

No imaginé que me hiciera eso mi hijo. Moría de pena y a la vez de excitación. De la nada empezó a penetrarme más rápido.

-          Sii!!! Así!!!

-          Aaahhh!!! Que rico, mamá!!!

-          Sigue!! Hazlo así!!! Cógeme!!!

Sentía tanto placer. Su verga me volvía loca en ese momento.

-          Vamos, corazón!!! Hazlo más rápido. Dale verga a tu puta madre!!

-          Me encanta como lo dices.

-          Jaja ¿si?

-          Ajá.

-          ¿Qué quieres que diga?

-          Lo que..quieras!! Aaahhh!!!

-          Me encantó que me comieras el culo.

-          Ajá.

-          Si. Ojalá pudieras meterme la lengua.

-          Aaahhh!!! Que rico te escuchas decir eso.

-          Jajaja

No paraba de cogerme, inclusive lo hizo más rápido.

-          Mamá, aaahhh!!! Me vendré!!!

-          Si!!! Hazlo!! Sii!!!

-          Aaaahhh!!!

-          Vamos!! Vente!!! Si lo haces dejaré que me hagas todo lo que quieras!!

-          Siii!!! Aaaahhh!!! Que rico!!

-          Dejaré que me comas el culo cada vez que quieras.

-          Ajá!!! Dios!!!

-          Ajá. Porque eso es lo que te gusta, ¿no?.

-          Ajá…aaaahhh!!! Mamá, voy a acabar!!!

-          Acaba, mi amor!!! Vamos, hazlo!!!

Siguió cogiendome con ganas. Lo hacía más rápido. Respiraba agitadamente.

-          Sii!! Ya casi, ya casi!!! Dios!!!

-          Vamos, cariño!! Vente adentro de tu mamita!!!

-          Sii!!! Sii!! Dios, dios!!! Aaaaaaahhhhhhh!!!! Que ricoo!!! Siiii!!!

-          Eso, hermoso!!! Lléname la concha de tu rico semen!!! Ándale!!! Eyacula toda tu leche!!!

-          Que rico, mamá!!! Aaahhh!!! Siii!!!

Su verga no dejaba de eyacular. Le salían pequeños chisguetes de semen. Su rostro reflejaba tanto placer. Los cerraba.

-          Parece que ya sacaste todo, ¿verdad?

-          …ajá.

Abrió los ojos y me miró.

-          Me encantas, mamá.

-          Jaja y tu a mi.

Sacó su verga de mi concha. Estaba húmeda cubierta de flujos y semen.

-          Métemela en la boca. Quiero chuparla.

-          Si.

Se sentó en mi pecho sin lastimarme y metió su verga en mi boca. Le sabía rica. Ácida y a semen. Cremosa. Limpie cada centímetro de carne. Chupé su punta, la lamí.

-          Cómetela bien, mamá.

Sonreí. Al terminar de lavársela, me limpie los labios y le pedí que se vistiera y se fuera antes de que su hermana sospechara algo. Casi a punto de abrir la puerta para salir, regreso dándome un beso en los labios.

-          Eres la mejor.

-          Eso espero, le dije bromeando.

-          No lo dudes.

Abrió y salió. Esa noche fue de maravilla. Aunque me hubiera gustado que durara más pero lo que él hizo fue suficiente para calmar mis ganas.

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