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Mi hijo me olió y me probó el culo por primera vez

en Amor filial

Hola a todos los lectores. Quizás ya algunos no se acuerden de mi ya que me ausenté unos meses pero aquí estoy. Llevó tiempo ya relatando mi vida sexual en esta página, y aunque no debería compartir todo lo que hago, disfruto hacerlo. Para los que no me conocen me llamo Isabel, tengo 45 años y aunque ya estoy algo grande aun sigo cuidándome. Acerca de mi apariencia soy delgada, tez blanca, cabello ondulado color negro y tanto pechos como el trasero los mantengo firmes. Si quieren tener alguna idea y que casi en todos mis relatos lo digo, tengo un parentesco a la actriz Paget Brewster de la serie “Mentes criminales”. No lo había notado hasta que alguien me lo dijo. En fin. Este relato del que hablaré, digamos que es una pequeña y la primera diría yo que tuve con mi hijo Jorge. Por cierto tengo dos hijos, una chica llamada Carolina y mi hijo Jorge. Si tienen dudas sobre ellos, en mis otros relatos hablo de ellos más detalladamente.

Esto sucedió hace 6 años cuando tenía la edad de 39 años. Jorge estaba entrando en los 20. Algo muy joven como para hacer lo que me hizo, desde mi punto de vista, claro. Si no mal recuerdo fue un martes. Yo había tenido un día muy cansado y estresante. Al llegar del trabajo, les preparé a ambos la cena. Todo transcurría con normalidad. Mi esposo al tener mucho trabajo, no estaba en casa. Ya eran las 10:00 de la noche y cada uno se metió en su habitación. Me lavé los dientes, la cara, oriné. Al salir del baño me quité el saco, y la blusa. Llevé mis manos a mi espalda y desabroche mi sostén para luego liberar mis pechos. Me puse una blusa blanca y mi pantalón de dormir. Me acosté y no pasaron muchos minutos para que mis ojos se cerraran.

De la nada abrí los ojos y vi la almohada. Escuché unos pasos a fuera. Supuse que era uno de ellos. Los pasos eran continuos e iban de un lado a otro. De repente se detuvieron. Volví a cerrar mis ojos. Pasaron cuando mucho tres minutos y sin percatarme, sentí que el colchón se hundió a la altura de mis pies como si alguien se sentara. Al tener la cara viendo hacia mi tocador, vi a Jorge sentado. Tenía tanto sueño que no podía mantener mucho tiempo los ojos abiertos la verdad, así que los cerré. De la nada y obviamente sin verlo venir, sentí sus manos resbalando desde mi cintura hasta mi pantorrilla. Aunque estaba tapada, podía sentir sus manos. Dios, pero que le pasa a este chico, dije. Prendió la luz y regreso. No pasaron ni cinco segundos cuando hizo eso y ya estaba arrodillado sobre mi cama como si fuera a subir sobre mi y me empezó a destapar. Mi corazón empezó a acelerarse, me sentí confundida. Lo que estaba haciendo no me dejaba pensar con claridad. Como actuar o que hacer.

-          ¿Qué hago?, ¿Qué hago?, pensaba.

Él seguía jalando la colcha destapándome lentamente. Al estar boca abajo, no podía verlo mas que por el espejo.

-          Dios mío, ¿ahora que va a hacer?, me pregunté.

Al estar ya arriba de la cama, avanzó hasta mi espalda y plantó su cara.

-          Huelen rico, dijo.

Quedé totalmente confundida. Más de lo que ya estaba. Me dio un beso en mi espina dorsal por encima de la blusa, claro. Empezó a bajar poco a poco. Llegó a mi cintura y me subió la blusa destapando. Me dio un beso.

-          ¿pero que le pasa?, ¿Por qué lo hace?, mi cabeza de preguntaba eso.

-          Me encantas, mamá. Tienes una linda piel.

Ante esas palabras, quedé boquiabierta. No me lo esperaba. Tragué saliva. Seguí mirándolo por el espejo con los ojos entrecerrados. No apartaba su cara de mi cuerpo. Continuó bajando pasando el resorte de mi pantalón hasta llegar a mi trasero. Al tener un pantalón algo ajustado hacía que mi culo tomara forma.

-          Que bien huele, dijo en voz baja.

Dios santo, me quedé estupefacta al escuchar y sentir que le gustaba el aroma de mi trasero. No creí que el fuera a decir eso y mucho menos a hacerlo. Dio un profundo respiro llevando ese aroma de mi zona a su interior.

-          Que rico.

No sabía que hacer. Si me levantaba no sabía que decir. Quedé inmóvil como si tuviera el cuerpo paralizado. El sin parar seguía olfateándome. Colgó sus índices en mi resorte y empezó a jalar mi pantalón. Apreté los ojos y los dientes. Quería que se detuviera pero no lo hacía. El resorte rosaba mis glúteos hacía abajo. Estaba descubriendo mi cuerpo mi propio hijo. Pensaba que era un sueño pero no. No sabía si llorar o enojarme. Estaba indecisa, confundida. Siguió bajando mi pantalón hasta mis rodillas. Trague saliva con todo y nervios.

-          Dios, que culo más rico tienes, mamá.

Mi hijo estaba excitado con mi cuerpo. Eso era algo incomprensible. Estaba mal y no hacía yo nada. Cuidadosamente plantó cada mano sobre cada glúteo y me los separo haciendo que mi panty se me metiera.

-          Que bien se te ve así.

Jamás olvidaré esas palabras de su boca. Alagaba mi cuerpo muy pervertidamente. No tengo idea de como fue que él me viera de esa forma. Separó bien mis nalgas y metió su rostro allí. Dios, incrustó su nariz, su boca y sus ojos en mi trasero, respirándolo fuertemente.

-          Mmmmm que rico huele esto

Que barbaridad, le gustaba mi olor. Después de  las veces que fui al baño, respiraba con gusto mi maloliente culo. No puedo imaginar lo sucio que estaba y él sin ningún reproche mantenía su cara adentro. Me besaba sobre el panty.

-          Estás muy buena, mamá.

Cada palabra que me decía, me sentía tan mal pero no entendía porque no lo detenía. Movi mi brazo derecho intencionalmente para ver que hacia. Al hacerlo, sacó su cara y se quedó quieto, pero no se apartó más de lo que debería. No hice más nada y regresó. Enterró todo su rostro nuevamente e inhaló.

-          Con razón no me canso de oler tus calzones, si los dejas apestando muy rico.

Dios santo, no esperaba que dijera eso. Olía mis calzones usados. Sabrá dios que días y yo ni enterada. Y por obvias razones, quien se imaginaría que le gustara oler mi ropa interior. Sacó su cara y tomó el resorte mi calzón con sus dedos y lo comenzó a jalar cuidadosamente para evitar que yo despertara.

-          No, no, no, no lo hagas, por favor, rogaba yo en mi cabeza.

Me sentía tan avergonzada. Estaba apunto de ver con toda claridad mi parte íntima. Siguió bajando mi calzón. Ese resorte rosaba mis redondos glúteos destapando al mismo tiempo mi zona. Tragué saliva de lo nerviosa y apenada que estaba.

-          Mira que hermoso culo, dijo al descubrirme.

Apreté mis ojos queriendo no imaginar como me estaba viendo. El calzón llegó hasta el resorte de mi pantalón y cuidadosamente empezó a quitármelos sacándome cada trapo de cada pie, empezando por el derecho. Una vez que ya no tenía ni pantalón y ni calzón, volvió a poner sus manos sobre mis glúteos. Abrió mis nalgas para ver mis dos entradas.

-          Que rico comerse todo esto, dijo excitado.

Jamás pensé que tuviera esa mentalidad. Ver que tu hijo te desea con tanta lujuria es algo que uno no podría entenderlo. Vi por el espejo que se volvió a agachar para olerme o dios sabe que. Lo hizo. Dio un profundo respiro en mi trasero.

-          Te apesta muy bien el culo.

Que sucio. Después de las veces que fui al baño y las veces que me pude haber tirado gases él disfruta de mi olor. Me sentía sucia de esa parte ya que olvidé darme un baño al llegar del trabajo. Me besó el glúteo derecho y luego el izquierdo. Lo mordió suavemente. Agarró bien mi trasero y separó con descaro ambas nalgas. Sentía que mis esfínteres se estiraban haciendo que mi agujero se fuera abriendo poco a poco frente a él.

-          No me imagino lo rica que te haz de ver cagando.

Pero que mente tan retorcida tenía. Estaba totalmente enfermo. Le excitaba algo que jamás creí escucharlo y mucho menos que él lo aceptara. Mantenía y admiraba mi culo bien abierto. De repente, después de verlo y olfatearlo, resbaló su lengua sobre mi sucio agujero.

-          Que rico te sabe el ano, mamá.

Dios mío, me probó ese lugar. Hizo algo que nunca me habían hecho. Ni mi esposo lo había intentado hacer, pero él si. Estaba tan confundida y tan avergonzada ante dicha acción. Me lamió el culo todo sucio. No se detuvo allí con solo pasar su lengua una sola vez, el muy asqueroso comenzó a lengüetearme.

-          ¿Por qué pasa esto?, detente, para, me decía yo.

Él no tenía ninguna intención de detenerse por lo que veía, al contrarío endureció su lengua y la intentó meter.

-          Que rico, mamá. Te sabe tan rico el culo que te lo chuparía todos los días. No me importa si haz ido cientos de veces al baño. Te lo limpiaría con la lengua, de hecho. Me encantas toda. Si supieras las veces que me masturbo oliendo tus calzones, te morirías.

Todas esas palabras comenzaron a tener reacción en mi. ¿Qué me pasa?, dios, dije. Me decía tantas cosas que provoco que mi mente las aceptara y me sintiera cómoda con todo lo que hacía. No paraba de lamer. No podía creerlo, me estaba limpiando y probando el culo. Su lengua tan suave empezaba a gustarme.

-          A puesto a que mi papá no te haría esto.

Tenía toda la razón. No se atrevería a hacer lo que Jorge estaba haciéndome. Pasaba una y otra vez la lengua. Acariciaba mi maloliente culo con su risa lengua. Lengüeteaba lento y rápido. Intercambiaba los ritmos. Lo hacía bien. Me estaba ya excitando. Estaba aceptando lo que sucedía. Se detuvo y me olió fuertemente llevando ese aroma al interior de su nariz.

-          Que sabroso culo.

Me parecía tan asqueroso lo que hacía pero a la vez muy rico y placentero. Soltó mi glúteo derecho y bajó su mano a mi pantorrilla derecha. Empujó mi pierna haciendo que se doblara. Mi culo se exponía un poco más a él. Eso quería. Enterró su carota en mi culo y continuó chupándomelo. Se sentía estupendo. Nadie me había lamido él culo así. Lo hacia super bien. Mis pensamientos cambiaron de un segundo a otro. Había olvidado que era mi hijo el que estaba allí. Volví pero la pena y la vergüenza se habían esfumado. No podía negar que lo disfrutaba. Disfrutaba de la lengua de mi propio hijo. Pasaron unos diez segundos y de la nada empezó a frotar mi clítoris con uno de sus dedos. Dios mío eso fue increíble. Mucho mejor, pero no podía hacer ningún movimiento. Apreté los dientes y trate de contenerme. Me rascaba el clítoris con su dedo lubricado de saliva. Mi respiración comenzó a agitarse pero aún podía controlarlo.

-          Ojalá te des cuenta de lo mucho que me encantas, dijo.

Detuvo su dedo para luego insertarlo en mi ano muy lentamente. Dios mío, ¿en verdad lo iba a meter?, me pregunté sorprendida. Penetró mi agujero poco a poco rosando mis paredes anales con su yema y su uña. Mis nervios volvieron. No quería que sucediera una desgracia. Ustedes entienden. Sería algo muy vergonzoso para mi. No quería apretar sino se daría cuenta que estoy despierta y no sabría como actuar. Siguió adentrándolo hasta que su largo dedo quedara completamente dentro de mí. Dios, solo rogaba que al sacarlo estuviera manchado. Movió su dedo formando círculos con su punta. Me rascaba por dentro. Se sentía tan bien. Lo retiró lentamente hasta sacarlo. Al estar fuera de mí volvió a lamerme.

-          Que rico ano, dijo en voz baja.

Lengüeteó. Que asqueroso. Después de meterme el dedo y pudiendo sacar excremento, me chupó con toda tranquilidad. Estaba demasiado sorprendida de él, pero no podía ignorar que me gustó. Se apartó de mí, cuidadosamente me volvió a poner el calzón y el pantalón. Una vez estando bien vestida, subió sobre mi y recargó su verga toda erecta.

-          Me dejaste bien parada, mamá, siente. Desgraciadamente tendré que jalármela en mi cuarto.

La tenía de buen tamaño. Muy dura que la tenía en ese momento. Me dio un beso en la cabeza, se levantó, apagó la luz y se marchó. Quedé pensativa toda la noche que quedaba. Aún no reconocía lo que había pasado aunque me encanto cada minuto. Esperé a quedarme dormida. Al día siguiente mi alarma sonaba. Desperté. Dios, temía de salir del cuarto y verlo. No tenía las agallas para verlo a la cara aunque él nunca se dio cuenta de que estaba despierta.

-          Mamá!!, me llamaba Caro tocándome la puerta.

-          Ahora salgo!!

Tarde o temprano tenía que cruzar la mirada con él. Me bañé, me arreglé y salí. Estaban desayunando en la mesa. Él como si nada, como si nada hubiera pasado. Caminé a ellos muy nerviosa.

-          Avancen, que ya es algo tarde, los apuraba.

Él no parecía nervioso ni temeroso. Me preguntaba, ¿Qué pasará por su mente?.

Resumiendo las cosas, no hubo nada más.

Comparto este relato ya que entre comillas ese día fue la primera vez que tuve algo íntimo con mi hijo, sólo que no lo publicaba por lo corto que es. Después de este pequeño momento, pasó lo que platico en mi primer relato en esta página. Espero les agrade y si es insultante o de mal gusto para algunos lectores, les pido una disculpa. Gracias.

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